Mayo 18, 2024

Símbolos materiales en los Elogios de Gabriela Mistral

 

Por Víctor Coral, destacado poeta peruano.

 

 

Nos restringiremos en este breve acercamiento simbológico a la prosa poética de Gabriela Mistral, a ciertos elementos abordados por nuestra poeta en Elogio de las cosas de la tierra, antología concebida por Roque Esteban Scarpa, en 1979.

El fuego, por ejemplo, es un elemento central en la selección referida. Si bien algunas líneas dan la impresión de estar infundidas por el concepto primigenio de fuego en el hinduismo y en el budismo; el punto de equilibrio del texto descansa sin duda sobre las últimas líneas, claramente influenciadas por una visión cristiana del fuego:

El fuego del Espíritu Santo (…) El fuego que vino del cielo y que volverá al cielo cuando cumpla su encargo.

La referencia a lo que Gheerbrant-Chevalier, en su monumental Diccionario de los Símbolos, llaman “un símbolo de purificación y de regeneración”, es transparente. El fuego como elemento que devasta el mundo y hace justicia con ello.

El cristal es normalmente un símbolo de limpieza y pureza. También de pensamiento diáfano y acción sin mácula. Angelus Silesius, el gran poeta místico de lengua alemana, afirma: «María es un cristal, su Hijo, la luz celeste; así la atraviesa él sin romperla en absoluto.». Para nuestra poeta el cristal es un elemento primordial, “recoge las formas y entrega las formas”. Además, es “siempre alegre” y “sin mancha”. El cristal como forma primordial y espíritu de la idea, de la fe, acaso del mismo ser.

“El agua es ágil y no lleva memoria consigo.”, nos dice Mistral en un estribillo. En efecto, su naturaleza fugaz y su talante renovador y de avance no la atan al recuerdo. Por ello agrega nuestra poeta que el agua es “inarticulada” y tiene por voluntad el no tener ninguna voluntad. El agua no responde a nada y todo lo contiene y lleva; “se da sin romperse” y “es ágil y sin objeto propio”, agrega la poeta. En el diccionario citado, se dice del agua:

 Las aguas, masa indiferenciada, representan la infinidad de lo posible, contienen todo lo virtual, lo informal, el germen de los gérmenes, todas las promesas de desarrollo.

Todo lo cual coincide completamente con lo escrito por Gabriela Mistral.

Otro símbolo primordial expuesto en los Elogios es la arena. La cita es algo extensa:

La arena infiel por pura, como es infiel el viento y lo es la nieve y también el agua. (…) La arena estéril que le dijo a la hierba; No quiero. Y a la banalidad de las flores, parecida a la de los amantes: No quiero. Y a los árboles, excepto el pino de Mahoma: No quiero.

La referencia a Mahoma es sugerente y remite a un pasaje del Corán. El simbolismo del pino en Oriente, nos dice el Diccionario antes citado, tiene que ver con la inmortalidad, “por la perennidad del follaje y por la incorruptibilidad de la resina”. Pero, ¿y la arena? Pues alude a la diversidad de lo manifestado y a lo inconmensurable de la comprensión de lo existente. Mistral agrega que la arena “hace suave la espalda del mundo” y “se ríe de todas las cosas que no son arena”. La arena, además, mira con sorna el movimiento del mar, sus espumajes y olas, sabedora de su casi inimaginable poder y “misterio que nadie sabe decir.”

 

CODA DE CHILE

En la sección titulada “Elogios de la tierra de Chile” hallamos una serie de elementos terrestres identificados plenamente con la patria de la poeta. Bastará referir aquí lo que se dice sobre la cordillera, un elemento tan propio de los pueblos andinos.

Nuestra poeta afirma que es “verdadera matriz chilena, sobre la cual nos hicimos”. Y agrega que la cordillera es “regaladora de aguas” y de nieves, y “hogar puro de fuego”, en referencia a los volcanes que componen también la cordillera. Finalmente, Mistral utiliza una imagen graciosa y poderosa a la vez para referirse a los eventos sísmicos:

“Cordillera despistadora, con su lomo cierto, y que de pronto se acuerda de su vieja danza de ménade y salta y gira con nosotros a su espalda.”

Una cordillera es como un rosario de montañas engarzadas. Cada montaña tiene un simbolismo diverso y potente, según el Diccionario de los símbolos. Son vías de comunicación entre lo divino y lo humano; pero también acogen en sus entrañas dioses terráqueos que, en el caso de los territorios andinos, se manifiestan en apus y huamanis.

Admirable es en la poesía mistraliana ese constante juego dialéctico entre el simbolismo trascendental y cristiano, por un lado, y la querencia y maravilla que le generan los elementos más propios, más locales, que adornan su bella tierra. Y que embellecen esa magnífica y sugerente poesía que nos ha legado.

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