Mayo 20, 2024

Idolatría del huésped: una poética de la extranjería

 

Por Carolina Reyes Torres

 

Idolatría del huésped (2020) es el séptimo poemario del escritor chileno mapuche César Cabello Salazar, texto que obtuvo el Primer Premio Internacional de Poesía Nueva York Poetry Press, en 2020. A este trabajo le sigue la antología Libro de las Huidas y de la Hoguera, publicada por Editorial Aparte, en 2022 y en la actualidad tenemos frescas noticias de que el autor sigue abocado a la tarea de escribir.

Al acercarnos a la producción de Cabello creo que esta podría leerse como un grupo constelados de libros, es decir, un entramado de textos que se vinculan e interconectan generando una obra mayor, es así que Industrias Chile S.A. (2010) y Nometulafken, al otro lado del mar (2017) son su costado vinculado con lo indígena, a pesar de los siete años que los distancian. Es en estos libros donde el poeta plantea su visión de la cultura mapuche y su interpretación de parte de los mitos y la historia, en donde se destaca –en el caso de Industrias Chile S.A.− con creces la voz de un hablante indígena sumamente crítico con la posición en la que ha quedado su cultura, casi en calidad de souvenir turístico.

Por otra parte Lumpen (2016) y Cuaderno Obrero (2018) pertenecen a su constelación social-marginal, se pueden pensar como su poesía política, anclada en las zonas periféricas, donde se presenta el deambular y las peripecias de gentes en condiciones materiales muy exiguas. Preliminarmente prefiguramos a Las edades del laberinto (2008) y El país nocturno y enemigo (2013) como la constelación de la extranjería, Idolatría del huésped se congrega en este sector de la obra de Cabello.

En el caso del libro que nos convoca −dividido en cuatro secciones con su respectiva versión en inglés de cada uno de los poemas que lo integran− se exacerba aún más la idea de lo migratorio, ya en Las edades del laberinto y El país nocturno y enemigo se nos presentan voces que se sienten foráneas de sus lugares de origen, generando una distancia ideológica y sensorial con el ambiente que los rodea. En el caso de la obra que analizamos esta extranjería se torna existencial como en algunos versos del poema “Extranjero”: “[…] Renegué de aquellos pueblos / que te fuerzan al delirio de sus banderas / y obligan a verte como un semejante / que cae en su difunta red” (26). El hablante de lo primero que se aleja es del concepto “patria” y de la idea de aglutinarse en torno a una bandera que, al volvernos masa y anonimato, nos desaparecerá en la multitud.

El escritor juega con las palabras, en el poema “Extrañamiento” los rostros conocidos se desvanecen, no sabemos si por causa de la muerte o del viaje, al diseminarse los amigos, la sucesión de esa dispersión le tocara al que sigue: “Tus amigos desaparecen de tu entorno. / Es entonces cuando comprendes / que llegara tu turno” (68). Cabello utiliza varias de las sinonimias de la palabra extrañamiento, la asociada con la literatura, aquella que logra el efecto estético del extrañamiento; volver raro –a través del lenguaje− algo habitual en nuestro cotidiano y también en la acepción de exótico, forastero y ajeno. Nos refuerza la idea del destierro en todo sentido.

En la última sección de este trabajo llamada “Migraciones” la idea de lo foráneo se tensiona aún más, ya no se habla de una alienación de una familia, un lugar o los pensamientos propios, en este caso, la extranjería se radicaliza, pues es posible percibir personajes forasteros de la vida. El hablante se dirige a gente asesinada y tirada a una zanja: “No es tu culpa que el verdugo / renunciara a su evidencia / y arrojara al foso tus zapatos / de escapista” (122) o colgada: “[…] el veredicto de los hombres / es lo último que escuchas / antes que descuelguen / tu cuerpo de la horca” (136).

En el libro no solo se manifiesta esta extranjería de la vida, sino que también emerge la meta poesía, se observa a la poesía a manera de un cuerpo sin vida: “El pincel retorna el polvo de tu aliento / traza una coordenada dócil / entre el océano y el cadáver / de la poesía” (130). Entendiendo el “cadáver de la poesía” como el vacío ficcional que implicaría la realización y practica de ésta. Dentro del poemario también se juega con la idea del doble; una voz que le habla a otro o que puede ser el mismo, pero que por momentos creo se intersectan: “El muerto y el poeta, compañeros de crímenes en la / sala de los influjos, gruñen ante el letargo de una / mirada de condescendencia” (166). El poeta como un muerto que insiste en acercarse al cadáver de la poesía, sosteniendo un pacto y una necrofagia sin fin a su alero luctuoso.

A pesar de que se anuncia “El final de Dios […] con la peste” (172) y de que la errancia y la muerte cruzan gran parte el libro, creo que Idolatría del huésped es un círculo que se cierra dentro de la obra del autor, es el fin de una obscura fiesta tanática que, a pesar de todo, continua su trayecto hacia la lengua y la “burda meretriz del coro” (160) la poesía, en búsqueda de nuevas bellezas agónicas e indefensas.

 

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