Mayo 19, 2024

Tres poemas de Pablo Neruda a sus Casas-Museos ¡Abiertas de miércoles a sábado!

 

A cada una de las tres viviendas donde el poeta vivió sus últimos años, le dedicó unos versos. Aprovecha de visitarlas este verano. El más grande poeta del amor del Siglo XX no se olvidó de cantarles a estas casas únicas en el mundo, pedazos del corazón del poeta y de la historia de Chile, ricas en increíbles colecciones, obras y objetos. En Santiago, a los pies del San Cristóbal, encuéntrate en el barrio Bellavista con La Chascona  «ese barco varado en tierra». O, Valparaíso, con La Sebastiana, encaramada en el cerro Florida, «colgada del firmamento».  Y, por último, Isla Negra, donde escribe Pablo Neruda: «El océano Pacífico se salía del mapa. No había dónde ponerlo. Era tan grande, desordenado y azul que no cabía en ninguna parte. Por eso lo dejaron frente a mi ventana».

 

 

 

A «LA SEBASTIANA»

 

Yo construí la casa.

La hice primero de aire.
Luego subí en el aire la bandera
y la dejé colgada
del firmamento, de la estrella, de
la claridad y de la oscuridad.

Cemento, hierro, vidrio,
eran la fábula,
valían más que el trigo y como el oro,
había que buscar y que vender,
y así llegó un camión:
bajaron sacos
y más sacos,
la torre se agarró a la tierra dura
-pero, no basta, dijo el constructor,
falta cemento, vidrio, fierro, puertas-,
y no dormí en la noche.

Pero crecía,
crecían las ventanas
y con poco,
con pegarle al papel y trabajar
y arremeterle con rodilla y hombro
iba a crecer hasta llegar a ser,
hasta poder mirar por la ventana,
y parecía que con tanto saco
pudiera tener techo y subiría
y se agarrara, al fin, de la bandera
que aún colgaba del cielo sus colores.

Me dediqué a las puertas más baratas,
a las que habían muerto
y habían sido echadas de sus casas,
puertas sin muro, rotas,
amontonadas en demoliciones,
puertas ya sin memoria,
sin recuerdo de llave,
y yo dije: “Venid
a mí, puertas perdidas:
os daré casa y muro
y mano que golpea,
oscilaréis de nuevo abriendo el alma,
custodiaréis el sueño de Matilde
con vuestras alas que volaron tanto.”

Entonces la  pintura
llegó también lamiendo las paredes,
las vistió de celeste y de rosado
para que se pusieran a bailar.
Así la torre baila,
cantan las escaleras y las puertas,
sube la casa hasta tocar el mástil,
pero falta dinero:
faltan clavos,
faltan aldabas, cerraduras, mármol.
Sin embargo, la casa
sigue subiendo
y algo pasa, un latido
circula en sus arterias:
es tal vez un serrucho que navega
como un pez en el agua de los sueños
o un martillo que pica
como alevoso cóndor carpintero
las tablas del pinar que pisaremos.

Algo pasa y la vida continúa.

La casa crece y habla,
se sostiene en sus pies,
tiene ropa colgada en un andamio,
y como por el mar la primavera
nadando como náyade marina
besa la arena de Valparaíso,

ya no pensemos más: ésta es la casa:

ya todo lo que falta será azul,

lo que ya necesita es florecer.

Y eso es trabajo de la primavera.

 

 

 

LA NOCHE EN ISLA NEGRA

 

Antigua noche y sal desordenada
Golpean las paredes de mi casa:
Sola es la sombra, el cielo
Es ahora un latido del océano,
Y cielo y sombra estallan
Con fragor de combate desmedido:
Toda la noche luchan
Y nadie sabe el nombre
De la cruel claridad que se irá abriendo
Como una torpe fruta:
Así nace en la costa,
De la furiosa sombra, el alba dura,
Mordida por la sal en movimiento
Barrida por el peso de la noche,
Ensangrentada en su cráter marino

 

 

 

LA CHASCONA

[Fragmento]

 

«La piedra y los clavos, la tabla, la teja se unieron:
he aquí levantada la casa chascona con agua que corre escribiendo en su idioma,
las zarzas guardaban el sitio con su sanguinario ramaje
hasta que la escala y sus muros supieron su nombre
y la flor encrespada, la vida y su alado zarcillo,
las hojas de higuera que como estandartes de razas remotas
cernían sus alas oscuras sobre tu cabeza,
el muro de azul victorioso, el ónix abstracto del suelo,
tus ojos, mis ojos, están derramados de roca y madera
por todos los sitios, los días febriles, la paz que construye,
Mi casa, tu casa, tu sueño en mis ojos, tu sangre siguiendo el
camino del cuerpo que duerme
como una paloma cerrada en sus alas inmóvil persigue el vuelo
y el tiempo recoge en su copa tu sueño y el mío
en la casa que apenas nació de las manos despiertas…».

 

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