Mayo 18, 2024

Alto Hospicio, de Nelson Zúñiga González (Cerrojo Ediciones, 2021)

 

Por Francisco Martinovich.

 

Durante los últimos días de octubre e inicios de noviembre fue lanzado Alto Hospicio (Cerrojo Ediciones, 2021), segundo y más reciente libro del poeta Nelson Zúñiga González (Santiago, 1977) y sexto de la colección Tiro Recto de poesía de Cerrojo Ediciones.

Surgido a partir del eco de la tragedia acaecida en la nortina localidad de la que este libro toma el nombre, Alto Hospicio viene a recordar y volver a llenar un espacio cuyo vacío cumple dos décadas este 2021.

En sus versos, Zúñiga ofrece un medio y un territorio concreto para reverdecer esa verdad silenciada tanto por la muerte como por el prejuicio, el poder y la discriminación de género y de clase que dibujó a las asesinadas como fugitivas, prostitutas, hijas de la pobreza entregadas a nuevas latitudes y no como las víctimas que el tiempo tristemente constató que fueron.

“la arena de la pampa

nos va enterrando lenta

paciente

imperceptible” (45)

En un verso que evoca el territorio a veces tan familiar, a veces tan desconocido como lo es el desierto, el autor va situando piedras, arenales, cruces y fuegos que extiende el viento sobre el descampado. Llamas que buscan mantener vivo el fuego de la memoria en esa voz que vuelve a materializarse como tal en la página y en la letra.

“la sombra de los diablos cuando bailan

parece presagiar

 

una desgracia” (51)

Dejando su encierro en la pampa nortina, en el libro el grito de los cuerpos abandonados se despliega en una serie de imágenes en acuarela compuestas por la artista visual y poeta venezolana Sara Viloria (responsable también de la ilustración de cubierta), quien se convierte en otra voz que dialoga en 5 imágenes con las 5 secciones que componen esta obra.

Así, en múltiples registros, ritmos y materialidades, Alto Hospicio busca situarse como un hito en el descampado de la memoria nacional, que tan rápido desaparece, olvida y deja atrás. Alto Hospicio es ese eco que no calla, el fuego que no quema, y el rugido del viento del desierto que fija sus cicatrices sobre la piedra y sobre el tiempo.

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