Mayo 18, 2024

“El universo se creó del soplo angélico del alma que buscaba su escudo” Entrevista a Francisco Garamona

 

Por Ernesto González Barnert

 

Uno de los “personajes” más importante de la movida bonearense under del arte y la cultura, es Francisco Garamona. Un tremendo poeta empujando desde hace más de 20 años el barco fantasma de la literatura, el oficio y la maestría, la música y la escritura de corte más selecta o rara, con un gran ojo y pasión, que también lo ha llevado a publicar escritores chilenos y de todo el mundo. Garamona nació en Buenos Aires en 1976. Es escritor, músico, librero, editor y muchas otras cosas más. Publicó 40 libros en editoriales de Chile, Argentina, Colombia, Paraguay, España, México y China. Es miembro del Longevo Instituto De Altos Estudios Patafísicos De Buenos Aires. Dirige desde hace años la librería La Internacional Argentina y la editorial MANSALVA. En fin, escuchemos a una de esas voces que siempre nos deja una nueva mirada arriba de la mesa, la mesa con las sillas patas arriba. Ojo con los links que viene con regalos esta entrevista del artista trasandino.

 

¿Cuál es la diferencia entre editar tu propio libro y editar el de otro autor?

 

La escritura pensada en clave de edición, de mis textos o de otro autor, siempre es un trabajo que hace otro. Otra persona u otra voluntad. Ese trabajo, en el que finalmente operan la dispersión y el azar, siempre constituye una sorpresa y un horizonte.

 

¿De qué manera definís al músico con respecto al poeta y viceversa?

 

El poeta se define con palabras y el músico con sonidos. A veces son calles laterales que desembocan en la misma avenida… La poesía es música, la música es poesía. Y el universo se creó del soplo angélico del alma que buscaba su escudo.

 

¿Cómo fue tu experiencia en el Festival de Poesía A Cielo Abierto de 2019 en Valparaíso?

 

Leer mis poemas arriba de un barco en la noche, con el viento pegando en la cara y el rugido del mar, creo que fue lo más lindo que me pasó. Ahí podía sentir como la poesía de la tierra se hacía una con el cielo. Leer poesía a la negrura abisal del océano y a las caras de nuestros amigos y amigas. Ver las estrellas y ver sus ojos. En mi corazón ese momento guarda la corona de mis sueños. Y pienso en esos espacios que se abrieron para siempre, durante esa semana. En el restaurant donde hacíamos las comidas todos los mediodías y las noches, en la amabilidad y el cuidado de los organizadores Jaime Pinos y Sergio Muñoz Arriagada y Gaspar Peñaloza, en todos esos momentos únicos. Y fundamentalmente en el contacto con otras voces, conocer nuevxs poetas.

Pero además, tuve la suerte de estar en los días de la insurrección de los jóvenes. Los días de la Plaza Dignidad. Grandes resplandores, miedos, dolores y alegrías. Grandes triunfos del espíritu. Chile siempre está llamado a los grandes días. Y acompañado por el grito de la lucha, escribí una especie de poema épico mientras viajaba por la carretera que une a Valparaíso con Santiago. Estaba muy inspirado y sentía que tenía algo que contar. Este libro se llama “Un ataúd rosado” y se publicará en la Editorial Aparte, de los compañeros poetas Rodrigo Rojás Terán y Rolo Martínez Trabuco. Una editorial hermosa, sobre la que se posan los ojos de Latinoamérica.

 

¿Qué tuyo poema elegirías para leer hoy en Chile?

 

Chile es un país que quiero mucho y al que siempre vuelvo, desde 1992, cuando viajé por primera vez siendo menor de edad usando un documento de un amigo para poder cruzar la frontera. Esto lo cuento en “Vida de un sonámbulo”, entre muchas otras cosas, un libro de conversaciones que hice con Javier Fernandez Paupy, que saldrá pronto por la Editorial Calabaza del Diablo. Es que yo también soy un poco chileno. Mi bisabuelo era un viajante de comercio de Valparaíso, que llegó al pueblo de Corral de Bustos, en el sur de la provincia de Córdoba, en Argentina, y tuvo un romance con una mujer que vivía en una colonia alemana. Esa mujer, que era mi bisabuela quedó embarazada, y él le pidió que se reunieran en Chile. Pero entonces era tan difícil ir a Valparaíso desde Argentina como ir a California, y eso a mi bisabuela la asustó. Entonces ella se quedó y crío sola a mi abuela Elvira, madre de mi padre, nacida en 1925.

 

Me gustaría un corte arbitrario de cinco libros que marquen tu trabajo en todas sus facetas…

 

Los libros de mi infancia: “Colmillo Blanco” de Jack London, “Los hijos del Capitán Grant” de Julio Verne, el “Martín Fierro” de José Hernández, “La isla del tesoro” de Stevenson, “Ivanhoe” de Sir Walter Scott y también todas esas novelitas de cowboys, misterio o terror que iba a comprar en bicicleta cuando aún no terminaba la escuela primaria y después compartía con mi abuelo. ¿Y después qué? Podría enumerarte muchos más, pero tal vez prefiero cerrar los ojos ahora y soñar con esos viejos libros amarillos que leía de niño.

 

Un verso de la poesía argentina que tengas como un mantra…

 

Qué pregunta difícil, porque la poesía no tiene nacionalidad, la poesía es como el fuego. Pero bueno, el fuego se origina en continentes demarcados por líneas territoriales que son países, o también a veces viene del espacio, en los asteroides o cometas…

“Vengo de comulgar y estoy en éxtasis”, de Héctor Viel Temperley.

“Yo no estoy aquí, pero aquí me he dado y amo aquí”, de Antonio Porchia.

“El sembrador salió a sembrar”, de Alberto Girri.

Estos son tres que en este instante vinieron a mi mente, pero podrían ser otros. No tengo opiniones definitivas…

 

¿Cuál es el peor error que puede cometer un poeta?

 

En principio, ser poeta, pero si no puede ser otra cosa que no sea eso, que viva en el error. Porque a veces la poesía esta apartada del corazón de la vida, y los poetas tienen que ser políticos, científicos, educadores, o vagos desastrosos que se hunden en el fondo de un callejón y que encuentran su destino.

La poesía como medio no es nada y como fin tampoco. Así que entre el medio y el fin está el comienzo. La poesía tiene que ser puro comienzo, y el error del poeta sería no comenzar, y ¿qué sería el comienzo en este sentido?, no poder continuar ese comienzo, no escuchar a la voz que te susurra en el oído el hilo de una obra, y darse un golpe en la nariz contra las puertas del arte y la poesía, que permanecerán cerradas y magníficas.

 

¿Qué libro te gustaría que se llevasen siempre los que entran a tu librería?

 

Mi librería es una librería selecta, con libros agotados y rarezas, además de tener todas las novedades de la literatura independiente. Cada libro fue seleccionado por mí. Yo me inicié en este trabajo a los 16 años y desde esa edad trabajo activamente en este mundo. Entonces cualquier libro que alguien elijan va a estar bien.

 

Estás por sacar un nuevo disco.

 

Sí, es el séptimo disco que publico con mis canciones, se va a llamar “Hemisferio aparte” y en estos días lo estamos terminando, ya que se retrasó por la pandemia y la cuarentena. Contó con la producción de Ulises Conti y Juan Ravioli. Son diez canciones tocadas con una orquesta de cámara. Explicar la música es un poco como revivir un sueño, algo que no se puede hacer del todo pero que me pone muy feliz.

Un episodio aparte en esta aventura fue haber conocido a Javier Maldonado, un pianista brillante y una persona muy luminosa que tocó en todas las canciones. Y amigxs y músicxs geniales me acompañaron otra vez y además, en los coros de muchas canciones, cuento con Clarisa Garamona, mi hija de 10 años. Fue algo increíblemente hermoso para mí. Todos mis discos se pueden escuchar o descargar gratis en www.garamona.bandcamp.com

 

¡Y además estrenaste una película!

 

Si, es la tercera que hago. Me gusta mucho hacer documentales sobre artistas y sus vidas. A todo el material siempre lo filmo en un día. Y después lo ordenó junto a Gael Maidana, que es mi editor y un genio del ritmo y la onda cinematográfica. Siempre estoy haciendo algo, es que si no me aburro y deprimo. Me cuesta mucho quedarme quieto. Tengo una cosa maníaca con el trabajo y siempre me gusta trabajar con otras personas. Me gusta pasar la vida en los proyectos.

 

Compartir:

Últimas Publicaciones