Mayo 19, 2024

“Detenernos en las palabras: re-definirlas, re-significarlas.” Entrevista a Rodrigo Peralta

 

 

Por Ernesto González Barnert

 

Rodrigo Peralta es actor, escritor y pedagogo en teatro. Ha participado en diversos proyectos teatrales en cine y documentales. Actualmente, ocupa el cargo de director y editor de Ediciones Filacteria. Su obra poética es un ejercicio constante de rebeldía, de exploraciones del lenguaje como explosiones de sentido expuestas al oído. Cuya búsqueda siempre da con interesantes contorsiones mentales y performativas de la palabra y del discurso, contra el uso funcional del mismo. Poemas que navegan las contradicciones y anomalías del friso nacional con un desbordado lenguaje poético de hondas raíces en la tradición surreachilista local como de las vanguardias del siglo XX, sin perder el arrebato, la disidencia.

 

 

–Hace poco dramatizaste el cuento «Fátima ha muerto de Covid», cuento de Pérez Santiago. ¿Cómo vives la pandemia, el estallido?

 

Fue en el marco de la Primera feria virtual del libro de San Joaquín. Fue especial el trabajo creativo con este texto de Omar Pérez Santiago. Son de esos relatos detonadores, que te llevan a las más profundas reflexiones sobre la vida y la muerte, en especial, en estos tiempos de crisis fundamentales para revisar nuestro “Estar aquí en el mundo y de la manera que queremos vivir y relacionarnos con el otro, otra y otre”.

 

Esta dramatización me hizo detenerme, en las causas y los efectos de cuando se barre la basura debajo de la alfombra. Creo que esa imagen se adecua perfectamente, para entender el estallido social, o mejor dicho, la primavera de octubre, que provoco el primer quiebre en el ánimo y la moral ciudadana. Esto tarde o temprano tenía que ocurrir. Llega el momento que hay que limpiar la casa, dejar el espacio vació y volver a construir el hogar, el cuerpo, la patria.

Y como la patria parte por uno, en el sentido de la claridad, la conciencia y la convicción para aportar al colectivo, comencé a tomar decisiones importantes, como salir de Santiago e instalarme en la ciudad de Talca; una ciudad con historia y memoria literaria y republicana; pero también con un prontuario muy oscuro de abusos sociales y de derechos humanos. La verdad que no me vine al paraíso, pero es mucho más tranquilo, aparentemente, que vivir en Santiago, donde la concentración del bien y el mal es absoluta.

 

Aquí vivo la Pandemia. Desde aquí trabajo, y paso la mayor parte del tiempo en mi taller de creación. Desde aquí, hablo con los amigos, los hijos y la familia. A veces me consume el miedo, en otras la rabia. Pero aquí estoy, activo, palpitante, ansioso por el nuevo despertar que se viene, porque es consecuencia de un relato maltrecho de un país desigual, injusto y porque estoy convencido, que nuestro rol, es estar incomodado constantemente a quien defienda lo indefendible.

 

–¿Eres actor, dramaturgo, educador, poeta y editor de la editorial Filacteria. ¿Cómo dialogan artísticamente en el día a día?

 

En un solo cuerpo. Navegamos por un mismo canal. En una didascalia vinculante y dinámica que se moviliza en tres grandes dimensiones: SABER HACER SER.

Todos esos roles son significativos y se alojan en mi proyecto editorial. Con los años he entendido que estas disciplinas y oficios, son soportes estéticos y que fusionan bidireccionalmente entre ellas, convirtiéndose en mecanismos y herramientas expresivas y pedagógicas, que en lo personal, han contribuido a darle sentido a mi ser artista, pedagógico y humano. El día a día lo paso con estos compañeros de navegación muy organizado. Le doy su tiempo a cada uno de ellos, armamos bitácoras, cartografiamos el panorama, para luego proyectar esta experiencia en el aula virtual o bien, por alguna plataforma de conexión con las audiencias.

Por ejemplo, por estos días, estoy terminando una dramaturgia que resulta gracias a ejercicios escriturales que realice con mis estudiantes de Enseñanza Media. Luego, debo pensar en cómo llevo a escena este proyecto. Desde ese texto, aparecen muchas imágenes que son conversadas y trabajadas con parte del equipo creativo de Ediciones Filacteria. Por lo tanto, todo este imaginario, pasa por un constante dialogo entre mis múltiple roles, que luego se verá reflejado en una obra de arte, un producto pedagógico, un libro o bien, una puesta en escena, con una marcada tendencia a la denuncia en estos tiempos de poéticas y biografías en estado alterado.

 

–Eres autor de los libros Hacia la noche de afuera (2003), De-claro por Ventana Abierta (2011) ¿Qué significa para ti cada uno de estos libros?

Cada uno de esos libros, poseen esa riquísima experiencia de amplificar esas voces que habitan en ti. Tanto “Hacia la Noche de Afuera” como “De-Claro”, se construyen bajo los efectos de una profunda melancolía, donde el panorama referencial es la decadencia del sistema, y como este, a intentado silenciar los espacios de disidencia.

Por lo mismo creo que ambos libros fueron un arrebato. Uno más que otro. Sin embargo “De-Claro”, que fue lanzado el 2011 en la Fundación Pablo Neruda, tiene una cualidad especial: es un pequeño poemario lleno de homenajes y de referencias políticas, que dialogan con un pasado aún no reconciliado.

“De-claro” es el fin y el comienzo de una etapa muy importante en mi rol como artista. De este libro, se desprende un proyecto llamado “Patriautmemory”, que fue estrenado en Chile el 2012, en un Galpón del Barrio Yungay y en ese mismo periodo, recibí una invitación desde Colombia, para asistir a un festival de poesía, donde lanzamos el libro y presentamos esta puesta en escena, que transita entre la memoria y el rapto del cuerpo.

Cito a John Cage con una frase que me hizo sentido, y hasta hoy lo hace, con respecto al tiempo y sus acontecimientos: “No es necesario destruir el pasado, se ha ido; en cualquier momento, puede volver a aparecer, parecer ser y ser presente”.

 

–¿Dentro del catálogo editorial que ostentas, qué líneas centrales, te ha interesado subrayar de la escena nacional?

 

Si bien mi catálogo está cargado a la poesía, también existe una línea, que cada vez se fortalece en torno a la estética, la investigación y proyectos colaborativos dramatúrgicos, como es el caso de PATRIA, de la compañía chileno-suizo Alternance Theatre, dirigido por Claudia Saldivia. Más que subrayar una línea en especial, me interesa destacar a los autores y autoras que conforman este proyecto editorial, que por lo general, aparte de escribir, son artistas visuales, teóricos del arte, periodistas, performer, profesores. Es el caso de Alejandra Coz Rosenfeld, Rodrigo Zúñiga, Francisco Marín Naritelli, Alberto Cecereu, Gabriella Scuadritto, Emersson Pérez, Gladys Mendía, entre otros y otras, que hacen que este proyecto editorial, se caracterice por establecer lazos de amistad y de trabajo mancomunado, en pos del libro como obra de arte y dispositivo estético y político.

 

–¿Qué poema o fragmento tuyo leerías en una sala de clases?

 

Este fragmento sería ideal. Es de un poema que escribí hace algunos años:

 

“Detenernos en las palabras

re-definirlas

re-significarlas.

 

Las palabras no siempre están en el campo de la poesía.

La poesía no son solo palabras.

La poesía es tan solo el estado más puro y nativo del [ser] humano

Pero habita también en las cosas y en las imágenes residuales.

La poesía es un cuerpo arrastrado por la estela de viento que deja el tren o la luz de la mañana o la umbra de la noche cuando fumas o te encuentras frente al vacío de un instante decisivo”.

–¿Qué libros, arte, obras, teatro, música le estás hincando el diente esta temporada?

 

En términos musicales, tengo una banda sonora que me acompaña todo el rato, esta incluye mucho Shoegaze, en especial una banda irlandesa que adoro: “My bloody Valentines”. También algo de ambient, como “Darkside”. Le sigue David Sylvian y Ryuichi Sakamoto. Y ya por la noche, algo de Coltrane y Chet Baker. Y de lecturas, me he volcado a autores como Braulio Arenas, Eduardo Anguita, Enrique Gómez Correa y releyendo mucha historia del teatro y del arte chileno.

 

–¿Un verso o frase llevas como un mantra dentro de ti en estos días aciagos?

 

Son dos: “Hoy te busqué en la rima que duerme con todas las palabras” (Gustavo Cerati). Y “Cicatrizar es un proceso biológico” (Alejandra Coz Rosenfeld)

 

 

–¿Cómo abordas tu arte poética?

 

Escarbando en la memoria de la calle, en las historias particulares que se esconden en el postal tecnicolor de toda familia. En las biografías y confesiones que complementan los relatos que durante años se mantuvieron silenciados. Mi poética es arrebato, es Sturm und Drang, es rebeldía que se moviliza entre disidencias y márgenes.

 

 

–Cómo es tu proceso escritural?

 

Siempre hay varias ideas dando vueltas. Voy anotando frases en mi libreta, recurro a lecturas, y comienzo a nutrirme de mucha información. El habitual, es estar rodeado de estímulos, tanto sonoros como visuales. En general, mi proceso de creación está basado en la contemplación, el trabajo de mesa y luego manos a la obra. Es una metodología muy del mundo de las artes escénicas, pero un método, al fin y al cabo, que tiene mucho de laboratorio y gracias al ejercicio de ensayo y error, siempre, el resultado es maravilloso.

 

Hoy, estoy con tres proyectos que están en etapa de limpieza final y espero que vean la luz muy pronto con alguna editorial o bien en un escenario o proyectados en algún muro de alguna ciudad.

–¿Qué poetas o escritores nos recomiendas leer, clásicos, actuales, fueron sustanciales a tu propia escritura?

 

Recomiendo algunas lecturas que me gustan muchos. En narrativa, Amélie Nothomb, Paul Auster, Jack Kerouac. Encontré por ahí una serie de ensayos de Armando Roa Vial que se llama “Elogio de la Melancolía”. En poesía, un poemario muy Punk de Carmen Berenguer del año 86 “Huellas del Siglo”, por Ediciones Manieristas. Y como recomendación especial, leer sobre la generación literaria de 1938, que tiene ese ánimo de vanguardia y que por cierto, ha marcado una referencia fundamental, no tan solo en mí quehacer de escritor, sino también de educador y creador. No quiero no dejar de mencionar a Rosamel del Valle, Humberto Díaz Casanueva, Carlos Droguett. Hay tanta producción en este país que me vuela la cabeza. En este siglo me gusta leer y me estimulan los trabajos de mujeres como Daniela Catrileo, Eugenia Prado, Nona Fernández, Ale Coz, Manuela Infante, por nombrar a algunas que destacan en la escena nacional por su agudeza y extraordinaria sensibilidad estética y discursiva.

 

–¿Un libro que nunca has podido terminar de leer?

 

Un libro de la Anaïs Nin: “Pájaros de Fuego”. Lo tuve en mi biblioteca y desapareció. Ese lo tengo muy pendiente.

–¿Qué viene a tu mente cuando piensas en “poesía chilena”?

 

Se me viene rebeldía, barricadas de palabras, sonoridades y visuales.

Se me viene Stella Díaz Varín, Juan Luis Martínez, Enrique Lihn, Rodrigo Lira y Rodrigo Marquet.

Es que la poesía chilena es un documento íntimo que no dialoga con la oficialidad histórica, sino que es una voz disidente y radiográfica de un país que está dentro de otro país:

 

“…Antes que su hija de 5 años

se extraviara entre el comedor y la cocina,

él le había advertido: “-Esta casa no es grande ni pequeña,

pero al menor descuido se borrarán las señales de ruta

y de esta vida al fin, habrás perdido toda esperanza”…

 

 

Me quedo con este fragmento de Juan Luis Martínez Holger, cuando pienso en la “poesía chilena”.

 

 

–¿Cómo ha sido tu relación con la obra nerudiana?

 

Tengo mis aprensiones con Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, sin embargo, que tire la primera palabra quien esté libre de imperfecciones. Pero cuando aparece Pablo Neruda guardo silencio y me reconcilio con sus bellos versos:

 

“A plena luz de sol sucede el día,
el día sol, el silencioso sello
extendido en los campos del camino”.

 

 

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Fotografía: Claudia Gacitúa

 

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