Mayo 17, 2024

“Chile se dirige hacia la tragedia” Entrevista a Juan Cameron

 

 

Por Ernesto González Barnert

 

Juan Cameron (28 de enero de 1947, Valparaíso), es uno de nuestros poetas centrales, sin pelos en la lengua, que sigue siendo el más joven de la vieja escuela, desplegándose poeta y cronista audaz y vigoroso desde su primera publicación hasta el día de hoy en que las hace todas o casi todas –lo que lo vuelve un comensal de primer orden, al que nadie le viene con cuentos de la historia literaria de los últimos 50 años desde la mismísima trinchera (con exilio incluido), donde hay mucho paño que cortar, desmitificar, corregir, recordar, subrayar, admirar. Cameron, es un poeta con el overol puesto, entusiasta y enérgico, enamorado hasta las patas del oficio, del arte que cultiva con maestría desde adolescente, memorioso, cálido, listo. Que como Stendhal, entendió que para ser grande en lo que sea, uno tiene que ser uno mismo. Por consiguiente, la autenticidad es superior a la belleza –ese truco barato de seducción–. Y como los maestros olvida las reglas. Juega con la artificiosidad castellana. Seduce con ingenio, sutileza y elegancia. Sabe vivir con el silencio, la vacilación y continuar la herencia de los antiguos. Y no se olvida de sonreír e ironizar en un país

–que no es de gente seria–, sino aburrida y la mayoría del tiempo, tonta.

 

 

¿Cómo fue tu primer acercamiento a la poesía, tu educación sentimental, que te arrastró o empujó desde muy joven a ser poeta de tomo y lomo?

La poesía siempre estuvo al alcance, como una cuestión cercana en casa. Mis antiguos (que ya lo son) solían declamar. Mi abuela paterna recitaba en su cama unos largos, llorosos y espantosos poemas previos al post modernismo, plenos de miseria, pies desnudos y hambre en ese súper realismo de cambio de siglo. Mi tía Corina Zamorano, para mí la mejor poeta desconocida del país, nos declamaba su hermosísimo “amé el amor en ti, frágil mujer de frenesí y ternura”, dictado en sus sueños por un párroco que amaba inútilmente. Pero el afluente mayor es mi padre; no sólo con su biblioteca sino también con sus declamaciones, a viva voz, para mi y mis hermanas. Tempranamente conocí el Segundo Canto de amor a Stalingrado, Maestranzas nocturnas y Alturas de Macchu Picchu, de Neruda, las Coplas de Jorge Manríquez y los versos de Amado Nervo y de Rubén Darío entre otros.

 

–Julien Green sostenía “que los únicos libros que importan son aquellos de los que cabe decir que su autor se habría asfixiado si no lo hubiese escrito” ¿Qué libros tuyos han venido a ti en esa línea?

Tal vez la opinión de Green provenga de su visión como lector. Yo he amado cada libro mío, creo, desde sus inicios; y me hubiera asfixiado una y otra vez al no publicarlos. Porque entre escribir poemas y armar un libro de poesía hay un camino demasiado extenso, demasiado distinto. Cierto, hay libros principales y otros de relleno; libros para concursos y publicaciones solicitadas o impuestas por el autor. En todo caso Perro de Circo es uno de los principales (todavía lo amo a pesar de su ingenuidad inicial) junto a Cámara oscura y Ciudadano discontinuado.

 

–¿Uno siempre escribe demasiado?

Demasiado y demasiado poco. Se está todos los días frente a la pantalla. ¿Pero cuántos poemas se producen al mes? En mi caso entre tres o cuatro los meses más productivos. Traduzco bastante y los libros más impensados; pero solamente para practicar con un amigo que, además, me paga por hacerlo. También corrijo y -¡Líbrame señor!- escribo numerosos prólogos de ésto y aquello y ocupo buena partes de mis días tecleando en el comedor. En verdad, se corrige demasiado.

 

–Malraux sugiere que para conocer a un hombre uno debe examinar su actitud hacia Dios, el sexo y el dinero. ¿Qué piensas de cada uno de ellos?

Malraux tiene toda la razón. Uno vive para el sexo y, en segundo lugar, para el dinero. Respecto a dios, bueno, no le he leído esa parte aún.

 

–¿Qué te gustaría y qué no, dijera, un biógrafo o cronista tuyo?

Me gustaría ser recordado como un tipo bueno; no me gustaría ser comparado con otro badulaque. Con mi maldad basta y sobra.

 

–¿Cómo ves la academia chilena en su capacidad de recepción de lo que se escribe en estos “paisajes”?

Se perdió en la espesura de la maleza. El análisis académico no es propiamente lingüístico, sino se sustenta sobre los contenidos, lo cual va en orden inverso al del creador. Hay poetas mediocres, por ejemplo, cuyo valor germina de cómo declama y de quienes lo aplauden sin tener idea de poesía. ¿Pero qué diablos es la poesía? Uno lo sabe; y lo calla. Quien analiza parte por norma general de un aprendizaje posterior, de una relectura de textos sobre el autor; en fin. La academia chilena, en resumen, no tiene carajo idea sobre poesía. El canon que aquellos camina por el lado de los quesos.

 

–¿Un libro que te hubiese encantado escribir o sobre qué tema escribir uno a tu pinta?

Me habría encantado ser el autor de La miseria del hombre; y escribir a mi pinta, eso lo hago todos los días; especialmente en mis crónicas donde tanto me rio de mi manada.

 

–¿Cómo ves, llevas, el país post estallido y pandemia?

Estamos en un eje histórico; aunque no lo percibamos. El país -y la civilización occidental- está en un quiebre. No saldremos indemnes ni incólumes de ésta. Chile se dirige hacia la tragedia. El saqueo nacional, denunciado en octubre y desnudado por la peste que nos apaña, nos precipita al más violento de los cambios. Los piratas (corsarios más bien) de la previsión, los delincuentes del liberalismo económico se enfrentan, cada día más directamente, contra la turba de los condenados de la tierra. No sé por qué esta situación me recuerda un poema: ese vaso donde mueren las verbenas a un golpe de abanico se trizó.

 

–¿Cuál es el gran problema de la izquierda chilena?

Que desapareció. ¿Qué partido es de izquierda, realmente? El Partido Comunista resulta levemente rosa y educado. Izquierda existe, sí, en los intelectuales mayores. Los más jóvenes se ladean lenta y continuamente hacia los fascismos.

 

–¿A qué poetas muertos, compañeros de ruta, extrañas?

La lista es larga: el guatón Ocqueteaux, el inbunche Cárdenas, Teillier, Edmundo Lazo, todos mayores y de quienes aprendí tanto.

 

–Tú que estuviste en la mesa de la unión chica ¿Qué piensas de Jorge Teillier en estos días en que conmemoramos su cumpleaños?

Resulta fundamental en nuestro discurso. Con su ritmo lento y profundo es un camino distinto a la imposición de nuestra fuerte eufonía y tontísimo metalingüismo. Va al callo, al “alma” como llamamos al tubo por donde sale la bala.

 

–¿Qué consejo le dirías a un poeta que recién comienza?

Perseverancia y lectura. Y que repita los textos de los demás hasta hallar la belleza oculta de la poesía; que a no todos se da, felizmente.

 

–A parte de ti, que te lo mereces de sobra, qué poetas crees debieran recibir el Premio Nacional, más allá de las suspicacias, errores, cometidos por la institucionalidad cultural del Eº y las migajas que reparte a diestra y siniestra?

Hay tantos: Omar Lara, Waldo Rojas, Hernán Miranda Casanova, Rosabetty Muñoz, Clemente Riedemann, Tomás Harris, Jaime Luis Huenún. Hay tantos; como también hay tantos publicitados inútilmente. Pero el Premio, ya sabes, lo gana cualquiera.

 

–¿Qué libros estás trabajando estos días?

Termino libros para concursos (la esperanza no se pierde), una publicación virtual en Lima, un libro ya traducido en Francia, una pretenciosa recopilación general. Siempre estoy armando y desarmando proyectos.

 

–¿Un verso que llevas como talismán, amuleto, en estos días aciagos?

“ha terminado el mes y no te amé las piernas”, de Juan Gelman

 

–¿Qué libro, película, serie, pintura, obra, te ha acompañado en este período?

Para serte franco, los grabados de Virginia Vizcaíno, las series policiales de Netflix y Bukowski, mi perro.

 

–¿La obra es más grande que su autor?

Absolutamente. Y así debe ser. Les repito a los poetas que andan enfermos de facha: en poesía interesa el poema y no el poeta. ¿Quién sabe quién fue realmente Jorge Manrique? ¿A quién amó, odió o asesinó? ¿Interesa en verdad?

 

– ¿Cómo ha sido tu relación con la obra poética de Pablo Neruda?

Padre y liróforo celeste. Todo lo que tengo se lo debo a él, tanto como Neruda a Whitman o Gabriela a Andrés Bello. De allí parte todo. Como diría Soledad Gasman, él es la masa madre.

 

–Y por último ¿Qué poema tuyo te gustaría fuese incluido en un texto escolar?

Ya vi incluido mi Cachorro en el libro de lectura de un nieto. Gran orgullo y emoción. Que se repita.

 

 

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