Noviembre 22, 2024

Evandro Teixera: Chile 1973

 

Por Bernardo Reyes

 

Las discusiones en las asambleas universitarias estaban cada día más acaloradas. Se hablaba de guerra civil, había confrontaciones en las calles. El grupo de choque neofascista Patria y Libertad, casi a diario, ponía bombas explosivas en los postes. Muchos de ellos llevaban armas.

A veces volaban torres de alta tensión.

Existió un paro de los camioneros, financiado enteramente con dólares por USA, cortando las redes de distribución de alimentos en todo el país. Otros empresarios, recurrieron a la cruel maniobra de acaparar mercaderías en bodegas, para crear inestabilidad al gobierno de Salvador Allende. La población sufría con el desabastecimiento, sobre todo los pobres, los barrios marginales.

Pero ese martes 11 de septiembre de 1973, las amenazas de la ultraderecha mas “los cómplices pasivos”, como denominó el ex presidente derechista Sebastián Piñera a los empresarios civiles, concretaron su amenaza homicida contra un pueblo desarmado.

Por aquellos días Marycruz, mi esposa, estudiaba en la Universidad Católica de Temuco. Yo lo hacía en la Universidad Técnica del Estado, en la misma ciudad.

A ella, con un embarazo evidente, la sacaron de la universidad los militares, junto a sus compañeros, apuntada con armas.

En mi caso, los milicos se apostaron en la puerta de la universidad, para luego recorrer por los pasillos y salas de clases y ordenar evacuar el recinto.

Doce días después recibimos en Temuco, la noticia del fallecimiento de Neruda. Raúl y Lidia, mis padres, tomaron de inmediato un vuelo hasta Santiago para asistir al funeral.

Todos aquellos días previos y posteriores, son a mi parecer los que marcaron a la generación nuestra: la destrucción; la prepotencia y arrogancia de la ultraderecha ignorante; la quema de libros; la sistematización de la tortura y el terror; las desapariciones forzadas.

Tanto en la Universidad Católica como en la Universidad Técnica, fuimos testigos de la desaparición y asesinatos que han sido estudiados con detalle por organismos de derechos humanos internacionales.

Hombres y mujeres jóvenes torturados, vejados, que recordados hoy a cincuenta años de aquél fatídico día, nos parecen una película de terror, algo que conocíamos solo por el cine.

 

Desde hace años que nos comunicamos con Evandro Teixeira y en septiembre tuvimos la ocasión de reunirnos físicamente en Santiago. No fue posible por una rara circunstancia.

Sin embargo, ya había recibido por gentileza de Sergio Burgi, y él mismo, un magnífico ejemplar de su imprescindible libro Evandro Texeira, Chile 1973 editado por el Instituto Moreira Salles, y el propio Burgi.

Y el domingo, 15 de octubre, pudimos visitar la extraordinaria exposición, con sus fotografías referidas a Chile en 1973 montadas en el acceso al Museo de la Memoria de Santiago.

Entonces regresaron las imágenes aturdidoras, la soledad, el naufragio claustrofóbico de esos días, años de terror. Y es quizás por esta sensación que estoy convencido que el legado de Evandro Teixeira es llegar al corazón, conectar la emoción individual con la emoción colectiva, trasmitir que el ser humano es esencialmente gregario, solidario.

Vimos pues estas fotografías conmovedoras que tienen un denominador común: los detenidos son en general hombres y mujeres jóvenes y pobres. Muchachos provenientes la mayor parte de las poblaciones marginales.

A ratos creímos ver algún conocido, amigos que dejamos de ver, retratados para siempre jóvenes, que adicionalmente dan cuenta del horror, la incertidumbre.

 

Y tan importante como estos históricos registros en días de septiembre en Santiago, a diez o doce días del bombardeo de La Moneda, resultan igualmente conmovedoras las fotografías de Pablo Neruda. Primero mientras Neruda y Matilde se encontraban en Brasil en 1968, y luego las atroces imágenes del cuerpo de Neruda y el cortejo fúnebre masivo el día 25 de septiembre de 1973.

Este cortejo, como todo el mundo sabe, fue el primer acto de la resistencia chilena en contra de la dictadura.

Poco tiempo después, tuve cercanía y amistad con Matilde. Por ella supe pormenores de la vida y de la muerte del poeta, incluso antes que escribiera sus memorias “Mi vida junto a Pablo Neruda”. Años de amistad que se forjaron en medio de la dictadura, acompañándola en los actos de conmemoración de la muerte del poeta cada 23 de septiembre en el Cementerio General de Santiago (Módulo México, nicho 44), asediados por decenas de policías donde a veces las muchachas eran arrastradas del pelo hasta los vehículos policiales.
Hay una foto en un periódico donde aparecemos junto a un alto oficial de carabineros y una media docena de policías. Se trataba de una orden directa de Pinochet para “sugerirnos” – con ametralladoras en mano- que no ocurrieran desmanes en el cementerio. En aquella oportunidad, pude ser testigo de la mas absurda maniobra para esconder que quienes causaban los desmanes era justamente la policía que intimidaba y provocaba a quienes simplemente queríamos mantener la memoria fresca del poeta.

Por el testimonio directo de Matilde, pude comprender los entresijos de los días previos al fallecimiento de su compañero, historia que ha sido tergiversada y manipulada hasta el hartazgo. Sin embargo, es preciso recordar que mito e historia en Neruda, conforman una sola unidad, que por un extraño misterio hace pervivir su memoria a veces con gran locuacidad de exégetas, otras para fabular y detestar su herencia de luz, como uno de los artistas más destacados del siglo pasado.

 

En mi juventud conocí a Thiago de Mello, en casa de mis padres. Pasados los años nos convertimos en amigos, en una larga relación epistolar que culminó con una visita a una actividad que realizábamos en Temuco haciendo el recorrido que el poeta hiciera en su niñez junto a su padre, conductor de trenes.

La denominamos “Tren de la poesía” y la realizamos por diez años cada 23 de septiembre como conmemoración de la partida desde el andén de la muerte convocando a decenas de escritores provenientes de las más distantes países.

Posteriormente nuestros mutuos oficios escriturales, nos permitieron reunirnos por segunda vez en una lectura de poesía en Nicaragua. Y también en la traducción de los primeros poemas de Neruda conocidos como “Cuadernos de Temuco”, que fueron conocidos por mis gestiones de investigación biográfica.

Por eso creo que de una y otra forma, Brasil y en este caso, la obra de Evandro es la continuación de afectos que personal y colectivamente, forman parte de nuestro país y, por cierto, de mi persona.

 

Evandro Teixera: Chile 1973, editado por Instituto Moreira Salles (Sao Paulo, 2023 )

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