Noviembre 25, 2024

Sección Tres Párrafos. Libro 17: La música del hielo

De la colección de la Biblioteca de Poesía Chilena Pablo Neruda de La Sebastiana, destacamos el libro La música del hielo (Cuneta, 2021) de Guido Arroyo.

Pienso en un disco de vinilo que avanza, que gira sobre un eje. En la fina punta del tocadiscos que va siguiendo una especie de nervadura sobre el plástico. Pero sobre todo pienso en el zumbido que acompaña la música del tornamesa. En esa filtración, en ese sonido tras el sonido. Algo así es lo que leo en La música del hielo, de Guido Arroyo. Un discurso textual que avanza, que va dejando una estela de sonidos y escenas. Palabras cuyo leitmotiv situado en el hielo, en la agonía de los glaciares, discurren y componen una melodía dispersa. Un texto que se deja permear por la irrupción continua de la experiencia, por sus quiebres. Que no está pensado ni trazado de antemano, y que hilvana una serie de imágenes fragmentarias, pero a la vez las unifica a través del montaje, volviéndolas una unidad polisémica.

En términos de estructura, el libro alterna un poema largo en verso con breves bloques en prosa, los que, junto a las visuales de Nicolás Sagredo, funcionan como cortinas o quiebres en el discurso que configuran capítulos o secciones tácitas del poema. Esto sugiere una composición visual y un montaje que dialogan con la textualidad: el lenguaje ensamblado de la prosa parece quebrarse de la misma manera que se fisuran las masas de hielo de los glaciares; o bien, el lenguaje en verso, generalmente breve y espaciado, es intervenido e interrumpido por una prosa que quiebra el flujo acuoso del discurso, como si de pronto cayeran enormes bloques de hielo sobre el agua.

Esta conciencia visual del poema y del montaje ilustran la destrucción medioambiental del planeta. Pero a su vez dan cuenta de una forma consciente de su carga semiótica. Los versos caen en la página como cae el hielo de los glaciares. El lenguaje cae, se licúa. Y el discurso se va proyectando no solo hacia una conciencia medioambiental, sino que despide diversas esquirlas o unidades textuales, como si fueran pequeños fragmentos incapaces de componer una imagen total de la realidad. El lenguaje, en definitiva, se fragmenta, cae, se licúa y grafica su agonía como discurso. Y lo que irrumpe es la metáfora del hielo, en tanto agua en potencia, imposible de asir; o como imagen del fin: “el futuro es la línea /trizada sobre el hielo”.

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Puedes leer un breve ensayo del autor, donde menciona la escritura del La música del hielo, en el siguiente enlace:

https://www.eternacadencia.com.ar/blog/ficcion/item/escribir-no-es-una-carrera-de-caballos.html

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