Noviembre 22, 2024

Rosabetty Muñoz: La lectura se contagia

 

 

Por Tamym

 

Rosabetty Muñoz (Ancud, 1960) es una de nuestras grandes poetas en plena actividad y vigencia Desde su titulación como Profesora de Castellano, ha ejercido labores de docencia en distintos establecimientos educacionales de Chiloé y participado activamente del desarrollo cultural del sur de Chile. Reconocimientos a su obra como poeta han sido Premio Altazor (2013) y el Premio a la Trayectoria Pablo Neruda (2018), entre muchos otros. En esta entrevista, publicada en Revista Cuaderno Nº71, abordamos con ella el tema de la lectura y la educación. Para ella, convertir un libro en un objeto de deseo y contar historias como lo hacían antiguamente las abuelas, son maneras imprescindibles de contagiar la lectura.

 

En tu experiencia como profesora y maestra: cuéntanos lo positivo que ha sido incentivar la lectura en tus alumnos.

Durante los años que llevo haciendo clases y talleres literarios, la experiencia que considero más valiosa es presenciar cómo le cambia la vida a un niño, a un joven, cuando se encuentra con la lectura justa. He visto la excitación maravillada, el silencio cargado, la alegría intensa, la desazón íntima, la búsqueda; tanto, que parece necesario que cada vez más tengan la posibilidad de asomarse a otra forma de vivir, sobre todo ahora en que los objetos tecnológicos simulan redes comunitarias que les ocupan gran parte del tiempo habitando la virtualidad sin ver, sentir ni oír nuestro entorno inmediato. Curiosamente, los buenos libros nos empujan a todo lo contrario: aquilatar la vida personal y concreta armados con el espejo de otros seres humanos que bucean en las profundidades.

¿Cuáles son las fallas en el nivel de comprensión en los niños frente a la lectura? ¿Es este un problema del sistema educacional, de nuestro país, de las propias familias y entorno donde los niños crecen?

No se trata de fallas menores. Estamos hablando de una fractura en la forma de habitar con otros, de hacer comunidad. La información / mensajes que día a día se comparten es tragada sin tiempo para sedimentar, incorporar; por la velocidad también se simplifican las formas y con ella, los procesos mentales. Si una familia tiene al televisor en el lugar más destacado de la casa y dejo que las voces (muchas veces iletradas, insulsas, deformantes) tele eduquen a sus niños, no es sólo su culpa, también lo es de la sociedad completa que ha permitido que los medios masivos de comunicación se conviertan en alienación. Para leer y comprender, se necesita una disposición mental abierta; voluntad para desentrañar misterios; seriedad para buscar lo propio de lo humano y respeto por el conocimiento acumulado, por todos los que fueron, pensaron, hicieron. Y capacidad de soñar, claro.

¿Cómo se puede mejorar este problema, partiendo por las etapas más primarias de educación en los niños?

Tengo que decir que hay dos palabras que me provocan escozor por su uso general hoy por hoy y, en torno a lectura en particular: entretención y gusto. Es evidente que en el campo del divertimento hay muchos otros medios que llevan ventaja; no parece lógico que se trate, a toda costa, de imponer a los libros la función de entretener como la más relevante. Escoger libros según “el gusto” de los jóvenes es una peligrosa senda en las que han caído muchos profesores y padres. ¿Cómo saben qué les gusta si no conocen? La cantidad de hojas, la acción veloz en las primeras páginas, la infantilización de los contenidos, no pueden seguir siendo pautas para seleccionar.

Convertir un libro en objeto de deseo es un desafío para los padres y profesores, pero una forma bastante simple sigue siendo la imitación: el placer de la lectura se contagia.

Conversar de libros, de historias, contar historias como lo hacían desde los primeros tiempos las abuelas, las madres. Hasta en los grupos más difíciles, un cuento bien contado, atrapa y conste…un cuento bueno, no es necesariamente “entretenido”. Los profesores, los padres tienen que darle, primero, un lugar en su vida a los libros y luego, encantar a los niños.

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