Mayo 20, 2024

«Jugar con la palabra y Poemas desde el andén» de Juan Cameron

 

Por Ernesto González Barnert

 

 

Vuelvo a leer a Juan Cameron [Valparaíso, 1947] estos días, dos sendas antologías que me fascinan, “Jugar con la palabra” [Lom, 2000] y “Poemas desde el andén” [UV, 2016] después de atisbar la reciente colección de “Poemas de autoayuda” que, no me cabe la menor duda, por lo leído y escuchado parcialmente del libro, gracias a Teresa Calderón, es un librazo. Siempre por lo demás estoy atento leyendo y releyendo al poeta Cameron.

Me extraña, desde que leí Jugar con la palabra, a principio del siglo XX, por qué, Juan, no era un poeta más reconocido, valorado, dada su maestría y oficio, incuestionables a mi juicio desde que volvió a Chile del exilio. No entiendo que un poeta de su categoría no sea más leído ni ocupe un lugar más central y categórico, con sobradas razones desde hace mucho para ganarse el Premio Nacional o Cervantes. Sé que mis colegas poco y mal leen, abrumados leyéndose a sí mismos. Pero ya basta. Quizás sea el carácter de Juan, moldeado a imagen y semejanza de las pesadas y audaces voces poéticas del siglo pasado en la poesía nacional que tenían calle y oficio, autocrítica, volumen de lecturas de sobra que lo hace moverse con desconfianza de la cosa tonta y edulcorada de hoy, buenista y cínica, donde abunda el gato por liebre y eso además genera antipatía en los falsos profetas y mequetrefes sacando tajada que le ningunean o no aprecian su tremendo aporte poético. Al igual que los poetas de antaño, con algo de genio, les parezca mañoso y altanero a tanto poeta mediocre y chapucero que va y viene aquí dándose ínfulas por este gallinero. Sumado a un gran revival actual de editoriales locales callamperas,  dirigidas por sujetos que generalmente escriben también, más preocupados de hacerse un sitial y crearse una corte, que empujar al resto a leer a los que vale la pena, salvo, claro, honrosas excepciones. Editoriales además, subvencionadas por el aparato estatal de cultura, es decir,  microempresas que escriben en papel oficial, donde se eligen proyectos por lo general plausibles en los que priman criterios de victimización personal-colectiva, localización geográfica, sexo, etnia, clase social, enfermedad y vejez, edad, etc. Cosas que más temprano que tarde terminan de arruinar el gusto literario, hace aún más oscura esta bolsa de gatos en construcción. Yo creo que uno puede reírse un rato con Juan Luis Martínez y su golpe bajo al sueño de la autoría y a la pesadilla del anonimato, pero no es mejor poeta que Cameron como obra total y personal. Aunque si vamos a fondo, no había nada personal en JLM, un dj soberbio, algo snob y arcaizante, pero no compositor.

Leer a Cameron necesita más dominio de la tradición y sagacidad para entender el señorío con el que escribe así que veo difícil la lectura académica que busca comprobar los tics del momento solamente para adecuarse a las tesis reinantes en la manera de leer la poesía. Para mí, Juan, sigue escribiendo sus mejores poemas, en guardia, con los vivos y muertos. Se salta las lecturas torpes ganando concursos donde se va anónimo al ruedo.

 

Jugar con la palabra y Poemas desde el andén de Juan Cameron

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