Mayo 14, 2024

“El primer poema que aprendí fue ”La Mamadre” de Pablo Neruda” Entrevista a Amanda Durán

 

Por Ernesto González Barnert

 

Amanda Durán (Chile 1982) Es escritora y artista visual chilena. Su obra -prologada por escritores como Nicanor Parra, Patricio Manns y Luna Miguel- ha sido publicada en Perú, España, Chile, Uruguay, y Argentina. Participando además de antologías en Suecia, Francia, Guatemala, México y Canadá. Sus libros son: “Zona Primavera”, “Ovulada”, “Antro; misa para señoritas”, “La Belleza” y finalmente “Nudo” -libro que recorre todas estas publicaciones. Aunque vivió en Lima por un tiempo hoy está de regreso en Santiago de Chile. Su poesía atraviesa la condición de ser mujer, los asuntos de vida y muerte, el amor, la niñez, la dictadura. Las experiencias de la maternidad y el oficio de escribir, las pérdidas y las ausencias. Nada le es ajeno a su escritura. Con pulso vital, gran capacidad estetica, conmueve y afina lo humano para ensanchar el río de la humanidad.

 

Amanda, estás invitada al encuentro de poesía de Zamora en unos días más, qué significan instancias como encuentros, talleres, presentaciones en tu vida, sabiendo que eres una adolescente cuando tu primer libro fue presentado por Nicanor Parra?

Los encuentros son un nuevo punto de inicio, es como cumplir años y pasar a otra etapa en la que llegan nuevas voces para crecer y seguir jugando. No me sentía adolescente en la época de Parra, me sentía niña, y desde ahí que celebre cada presentación como un cumpleaños: el lanzamiento de ese libro fue con globos y pasteles. Sigo en la misma fiesta, pero ahora es distinto. Será con webcam y cada uno estará en sus casas. Esto lo hace mucho más democrático y extrañamente íntimo. Digo, necesariamente abrimos las puertas de nuestros espacios y recibimos en vivo los comentarios de quienes escuchan, es una fiesta nueva y rara, pero las fiestas son siempre lindas.

Hace poco y por esta misma democratización de las distancias me confirmaron también al encuentro de Quetzaltenango, Guatemala, al que en otro escenario no podía asistir ya que estaba confirmada a Zamora. Lindas buenas noticias en estas raras y pandémicas circunstancias.

 

–¿Qué significa para ti escribir poesía en estos días?

Estar escribiendo poesía, es el mejor lugar del mundo. Parto por ahí, y aunque no quiero complicarlo sigo: es un idioma que siento ya aprendido de memoria, más simple pero más condimentado que el español para traducir el silencio.

Romper el silencio desde siempre ha sido un acto de rebeldía. La poesía es necesariamente rebelde. Lo fue en la Primera Guerra, en La Alemania Nazi, en el Franquismo, en Dictadura, en la orfandad, en la opresión, en la falta, la rabia, la risa, el amor. No se puede vivir sin poesía, Parra me advirtió esto mismo cuando tenía 12 años “Sin poesía nos volvemos locos/ sin poesía no se entiende nada.”

Escribir poesía en estos días es urgente.

 

–¿Cómo es tu relación con la obra nerudiana?

El primer poema que aprendí fue ”La Mamadre”.

Mi abuelo me lo leyó una vez cuando mis papás estaban separados y mi mamá estaba en la clandestinidad. En esa época me estaba criando mi abuela y yo no quería relacionarme con ella para no traicionar a mi vieja, crisis de infancia, “hijos de la dictadura” nos dicen. Y fue el amor de Neruda, el viento del polo, la noche aullando con los pumas o quizás la mujer a la que nunca le pudo decir madrastra lo que me conmovió hasta las lágrimas. Yo tenía no más de 8 años, Disney nunca había conseguido que me conmoviera de ese modo, mi abuelo empezó a hablarme mucho de Neruda, y yo me aprendía escondida el poema de memoria, porque el libro era muy pesado y no me lo prestaba mucho, no era muy consciente entonces, pero ya supe que quería ser algo parecido a poeta.

 

–¿Un poema o verso que te acompañe como mantra en estos días aciagos?

Un pedacito que se repite en mi cabeza desde siempre como mantra, es como mi rap personal. De Pablo de Rokha, canto del macho anciano:

“Está lloviendo, está lloviendo, está lloviendo,

¡Ojalá siempre esté lloviendo, esté lloviendo siempre y el vendaval desenfrenado que yo soy íntegro, se asocie

a la personalidad popular del huracán!”

 

–¿Qué poema tuyo leerías hoy a propósito del difícil momento que atravesamos como país?

“Declaro esta casa libre de luto. Acá solo nacen niños y no se muere más, nadie.

En esta línea verás amarillo y en esta esquina rojo, imagina más colores.

Las cuencas que antes poblaron los ojos acá se llenarán de flores -y nadie hablará de tumbas.

Este país no se sufre más -tampoco menos- porque apretaremos el dolor que ya infectó nuestros ríos hasta el límite en que la voz se atasca o se ahoga. No te asustes: incluso en el alarido todas las voces serán hermosas, no hay nada más lindo que el grito de un pueblo encendido como un puñal de fuego rugiendo en medio de estas guirnaldas de luces con forma de rosario.

No es necesario ensayar más despedidas ni maquillar fantasmas, ya para eso tenemos todas las paredes pintadas con sangre y un olor a entierro que ni el ajo ni las mandarinas nos sacan.

Declaro mi corazón libre de muertos, lo libero; le regalo una montaña y un océano nuevos en los que nadie más pueda desaparecer, en los que no tengamos que buscarnos nunca.”

 

 

–¿Cómo la has llevado en estos días aciagos de pandemia y estallido en lo personal? ¿Los que te seguimos hemos descubierto que eres una eximia pintora? Cómo ves el diálogo de esas artes dentro de ti como una personal cruzada por lo artístico?

Mi mamá era muralista de la BRP, mi abuelo profesor de Artes, mi hermana también es Artista plástica, mi abuela Alemana siempre tenía las manos manchadas de pintura y enseñaba técnicas de craquelado en el centro. Yo pintaba, pero nunca me había atrevido a decirme pintora, tampoco había mostrado mis pinturas como hago ahora, menos me habría arrojado a la tarea de retratar a otras personas. Este estallido que ha sido afuera, al menos acá fue “pum” bien adentro, y me hizo buscar colores. Acuérdate de la plaza Dignidad llena de rojos, azules, amarillos, morados, negro, todo bien fuerte, todo bien lindo. Quizás quise llevarme eso a la casa, o mancharme las manos como me las mancho cuando pinto.

Empecé pintando a mujeres amigas, con muchísimo pudor y por supuesto que sin avisarle a ninguna que sería retratada. Las pinté porque las extrañaba, no podíamos ver a nadie y yo las imaginé con todos esos colores que todavía estaban en mi cabeza. Luego vino la parte de exponer virtualmente esta nueva faceta, y de a poco se fue convirtiendo en amor y activismo, pero también es otro modo de escribir, con colores.

Luego de los retratos vinieron los objetos y mascarillas con consignas para convertirlas, a mis amigas digo, en cuadros móviles, para que el estallido siga, para que inunde nuestras calles y que todo pero todo en ellas y en mí se convierta en soporte.

 

 

–¿Cómo ves el panorama poético actual? ¿Qué voces nos recomiendas leer?

Sobre nuestro país siempre creo que tenemos una deuda con las poetas, me cuesta entender lo poco que se reconoce por ejemplo a Tatyana Cumsille que es una tremenda escritora, recomiendo ver el documento en youtube de su lectura en los 80 “La canción de Rock chilena” o Pavella Coppola que es una poeta súper interesante y una mujer que además es profundamente activa en la difusión del dialogo literario. Creo que partiría por hacer una búsqueda ahí, acorde a nuestra deuda histórica con las mujeres.

Por otra parte, tuve la suerte de recorrer Latinoamérica el año pasado, de vivir el Lima, enamorarme de Guatemala y México. Conocí un panorama poético tan bello y amplio que no puedo estar más optimista que ahora. Sería insólito no aprovechar este momento en que todos los festivales de poesía Latinoamericanos se están realizando online y gratuitos. Está la posibilidad única de vivir esta experiencia de explorar voces, ritmos y poéticas no solo diversas sino que profundamente divergentes y refrescantes, conectadas con otras esferas tan necesarias para el alma. Entre ellos busquen estos nombres:

Cecilia Podestá, poeta Peruana muy intensa, que además tiene un fuerte trabajo con la plástica en su editorial “Maquina Purísima” y es posible ver y vivir esa fusión en su poesía.

Luis Alberto Chueca, Académico y poeta Peruano. Su poesía me ayuda a viajar por mis duelos sin miedo al dolor, con una sutileza y al mismo tiempo sin dejar de ser feroz. Es altamente importante leer a Chueca.

Lucy Chau, es una poeta de Panamá. Su pluma es única. Puede cantar a la vida y a la muerte en el mismo poema, y generalmente lo hace. Me gusta su poesía, la leo y la leo mucho, está entre los nuevos imprescindibles.

Negma Coy, poetaza kaqchikel, originaria de Chi Xot, Guatemala. Escribe, pinta con óleos, actúa y es docente. Escribe en idioma kaqchikel y con glifos mayas. Hay lecturas de ella en video, y es un placer escucharla.

 

 

–¿Qué le dirías a un poeta o escritor que recién comienza?

Pondría cara de mala y le diría lo mismo que me dijo Parra “Has elegido el camino más negro” Bienvenides.

 

 

–¿Si nos pudieras nombrar algunos de esos libros que te marcaron, te hicieron la escritora que eres, les guardas especial cariño?

Voy a hablar de uno, y de un día, una vez que llegó a mis manos el libro del Desasosiego de Pessoa. Era grande, ya estaba en la Universidad, y un amigo me presentó a Bernardo Soares. Fue demasiado grande el regalo, porque ya había conocido a Pizarnik y ya me había roto la cabeza entonces con esta posibilidad de escribir a la tristeza que cuando somos jóvenes -ahora no entiendo por qué- tenemos tantas ganas de experimentar. Pero a la vez que descubrí a Alejandra Pizarnik me enteré de su suicidio y eso no ayuda, cuando la idea es mantenerse poeta pero viva. El descubrimiento esta vez era distinto: Escribir bajo heterónimos. El nombre, el nombre y el personaje, eso simplemente como un acto generoso con uno mismo, podía librarnos del peso de la palabra. Es que es tan fuerte la poesía y fue tan importante ese momento que si alguna vez tuve miedo a ser escritora, fue ese día, esa vez y con ese libro que lo perdí para siempre.

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