Noviembre 23, 2024

Capítulo 4: Legado y vigencia de Pablo Neruda

 

 

 

 

La muerte de Neruda comenzó a mediados de 1969, cuando sintió las primeras molestias de la enfermedad que se agravó hasta hacerse crítica en 1971. Desde entonces el cáncer fue parte de su existencia. Con esta carga escribió los tres últimos libros que publicó en vida,  concluyó otros siete poemarios que se publicaron póstumamente, y avanzó considerablemente en sus memorias,  aun cuando no alcanzó a darles su forma final. También realizó todo el trabajo que le demandaba su cargo de embajador en Francia. Entre otras cosas, fue parte de la delegación chilena en la renegociación de la deuda externa de su país, y usó su prestigio para ayudar a la solución de este problema.

El escritor Jorge Edwards comenta que “con su enfermedad a cuestas y con su escasa afición a muchos aspectos de su trabajo, Neruda era un embajador más preocupado y más competente en las cosas esenciales de lo que podría pensarse.”

1971 fue un año agitado: visitó Isla de Pascua para grabar parte de una serie documental sobre su vida y obra. Luego partió a París, a asumir su cargo de embajador. Después de reponerse de una delicada operación viajó a Estocolmo a recibir el Premio Nobel.

También escribió su poemario Geografía infructuosa, que tal vez sea el que mejor revela su mundo interior en la última etapa de su vida. En una nota aclaratoria en el final de este libro, dice que 1971 fue un año “de desplazamientos, enfermedades, alegrías y melancolías, climas y regiones diferentes…”  Agrega que escribió gran parte del libro en automóvil, en caminos de Chile y de la Normandía francesa.

Rodar por esos caminos, solo con la compañía del conductor, era como una metáfora del viaje por la vida que se acercaba a su fin. En parte importante de su obra el poeta  había descrito su situación en el mundo dentro de la antítesis entre la luz y las tinieblas, situando a su poesía en el terreno de la claridad, la transparencia y la legibilidad. En Geografía infructuosa, reafirma su condición de partidario de la luz. Él mismo se define así:

Yo soy un hombre luz, con tanta rosa, / con tanta claridad destinada / que llegaré a morirme de fulgor.

Yo no divido el mundo en dos mitades, / en dos esferas negras o amarillas / sino que lo mantengo a plena luz/como una sola uva de topacio.

Luego, alude quizás a su infancia, cuando dice:

Hace tiempo, allá lejos, / puse los pies en un país tan claro / que hasta la noche es fosforescente: / sigo oyendo el rumor de aquella luz, / ámbar redondo es todo el cielo: / el azúcar sube del mar…

La polaridad luz – tinieblas se encuentra en el origen de la poesía que es el mito: en diversas tradiciones arcaicas el mundo es una lucha entre luz y oscuridad, y el triunfo final de la primera tiene un significado redentor.

Con golpe militar del 11 de septiembre de 1973, el gran temor de Neruda se cumplía: se reiteraban el triunfo del fascismo vencedor en la guerra civil española, y también las persecuciones que él mismo poeta había sufrido en su país durante el gobierno de González Videla.

Él mismo había presenciado algunas de las peores calamidades del siglo XX. Este fue el tema de su libro: Fin de mundo. En una extensa entrevista con la periodista Rita Guibert  declaraba que a pesar de lo negro con que pintaba el futuro, había un toque de esperanza:

Digo allí que si a través de los vuelos espaciales nos tocara buscar otro planeta, siempre volveríamos a este planeta podrido y magnífico que se llama Tierra, donde seguiremos viviendo, donde seguirán viviendo los seres humanos.

Y más adelante agregaba:

Yo no creo en la salvación del alma y en todas esas cosas místicas que son ajenas a mí, sino en la salvación de la vida, en la preservación de lo más importante que existe que es el ser humano.

Más de una vez Neruda proclamó que no podía ser hombre sin el hombre: él era parte inseparable del colectivo humano. Su vida era la vida del pueblo y eso le otorgaba algo parecido a la inmortalidad. La vida que continuaría después de su muerte, era también su propia vida. Terminó el discurso que dijo en el acto con que el país lo recibió a su regreso de Europa, a fines de 1972,  proclamando que la vida, la lucha y la poesía, iban a continuar viviendo cuando el fuera solo un pequeño recuerdo…”

Y concluyó su apocalíptico Fin de mundo, con estos versos:

Me morí con todos los muertos, / por eso puedo revivir (…)

Uno más entre los mortales, / profetizo sin vacilar / que a pesar de este fin de mundo / sobrevive el hombre infinito.

(…) endurecidos de sufrir, / cansados de ir y de volver / encontraremos la alegría / en el planeta más amargo.

Tierra, te beso, y me despido.

 

 

 

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