Noviembre 7, 2024

Reseña: Cuestiones Amargas de María Teresa Pérez Domínguez

 

Por Ernesto González Barnert

 

Leo otro de esos libros que aparecieron en pandemia y que abre potente, desde el principio, “La rutina/ evitó / que todos los días / renunciara.” Así comienza este volumen, tour de force, que María Teresa, a paso firme, nos impone visceral, como poeta hija de mineros, nacida en Lota en 1971. Una poesía que urde desde sus propias tripas emocionales, un discurso de desazón, desamor e impotencia en escala doméstica, a modo confesional, familiar.  Una obra ciertamente más cerca del corazón que de la tinta, donde el verso está más atraído al grito primal del yo y su voluntad de representación que a la artesanía del arte y el dominio del símbolo y el estatus en el relato. Sin perjuicio de eso, esta autora, me parece de valía, tiene arrojo, acidez, que inclina siempre la balanza a su favor más allá del desprecio técnico en el entramado del párrafo o estrofa poética del verso libre, la falta de fineza en el hilado narrativo donde se apoya buscando nuestra empatía, cazando nuestra atención. Acá me detengo abrupto, hago una salvedad, porque oyendo a la propia autora, su recitado-canto difumina esa falta de destreza en el entramado narrativo –cosa tan común hoy en los nuevos poetas–, para armar un párrafo o estrofa sólida, hilar un tejido mental y poético, un relato congruente y bello de fondo que sostiene el poema, sin dejar tantos vacíos, más allá de los hilos fuertes con que escriben verso a verso, golpean el habla. Pero, más allá de estos pelos en la cola, en el fondo, desborda ambición e intuiciones correctas. Sabe escribir de lo que puede cargar en sus hombros como manda Horacio, padre de la poesía latina. Y Pérez, avanza destemplada en su ajuste de cuentas, sin chamullar, llenarse de buenas intenciones hueras, arroparse de todo ese buenismo falso académico y ondero, sin remitir fácil a los tics academicistas para conseguir el feedback que arruina tanta escritura. Todo un corpus que más allá que la autora se apoye en frases hechas, un lenguaje común, lo hace con verdad, a escala personal, viva, no para el estrado o del púlpito letrado dando la lata o haciéndose la del pueblo y sus causas sociales, políticas y éticas sin realmente quererlo. Creo que es una autora que puede darnos mucho más si se toma en serio el talento que tiene en sus “cuestiones amargas”, tercer libro, domina narrativamente el relato dentro de cada poesía con que nos embiste como lectores, con ese impulso con que avanza y traza un retrato demoledor de lo que le rodea, ama y le duele. Más allá del desafío que propongo, este libro está más vivo que muchos libros escritos con más artesanía, astucia, pero que no tienen el coraje y desenfado de este aliento, espíritu, deseo por abrirse paso desde el silencio y la impotencia. Este libro nos recuerda que la poesía no se escribe en último término con lenguaje sino con nervio, sangre y hueso, para amar y ser amado, para decir [gritar] aquí estoy. Acá sobra fuego para armar el incendio. Sí la poeta –a mi juicio–, domina sus materiales con que construye esa voz personalísima nos sorprenderá y deleitará aún más de lo que ya gusta.

 

Cuestiones Amargas de María Teresa Pérez Domínguez (Marciano Ediciones, 2020)

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