Noviembre 24, 2024

Ennio Moltedo: una ética civil

Fragmentos extraídos de La Línea Azul de Ennio Moltedo (Ediciones Altazor, 2014) y Café Invierno. Conversaciones con Ennio Moltedo de Luis Andrés Figueroa (Ediciones Vertiente, 2007)

 

 

Por Jaime Pinos

 

 

 

No podría separar un sentido de comportamiento ético, personal, cotidiano, de mi obra. Ennio Moltedo construyó toda su obra con esa convicción. La poesía no es sólo una actividad estética sino una exigencia de conducta, una ética. El poeta debe ser, al mismo tiempo, creador y ciudadano. Lo que sigue son fragmentos de dos libros en que desarrolló algunas de sus ideas al respecto, La línea azul y Café Invierno.

 

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Imposible abandonar la costumbre de pensar sobre el papel y continuar el trazo de signos que parecen descubrirnos la memoria. Si sólo fuera fluir y avanzar desde la izquierda en diseño distinto, pero nos sorprenden voces y figuraciones que discurren cercanas a nuestra voluntad. Escribimos porque esta línea fraccionada es la vía veraz para comunicarnos, proyectar y contar lo que pudo quedar en silencio. Escribimos para no tener que hablar y competir con el bullicio que repite el actual espacio vacío. Escribimos porque estamos disconformes y buscamos una distinta realidad. Y no para ser leídos como espectáculo del Coliseo electrónico.

 

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Por supuesto, puedes escribir lo que quieras. La exigencia es no mentir, aunque no sea cierto o no corresponda al manual de la realidad. ¿Cuál será ésta? Pero debe parecer inevitable. Eres el único responsable –aunque no se han fijado penas oficiales- y por tal motivo no debes pactar, condescender o buscar agrado. Se notará tu entusiasmo ajeno al repetir el estribillo probado y el goteo del último giroplasma. ¿Premium? Mejor enfrenta su contrario. Alrededor del espectáculo no se ha dado nunca el valor escrito. Inicia la travesía desde el único puerto: las letras

 

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Para que comparezca la poesía es necesario no convocarla por encargo o simple beneficio. Su lugar de origen no se encuentra en los claustros, escuelas, sociedades o talleres de cualquier índole. La poesía no se imparte. No existen memoriales, notas o tratados terreno-espaciales que den cuenta exacta de su origen. (…) No es moneda transable y se sospecha su autenticidad cuando se vuelve institucionalmente conocida y festejada (…) La poesía no habita ni se expone en casas de comercio, gabinetes, oficinas, redacciones de medios o dependencias estatales.

 

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Desde mi cama a motor y mi lámpara de brazo extensible he viajado por el mundo inagotable que mana de los libros.

 

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Cada vez que tras una ventanilla o mesón me preguntan por mi nombre, con rápido gesto del oeste saco mi cédula de identidad. Silencio. Mi nombre de pila ha soportado gran variedad de signos gráficos. Constantemente he tenido que aclarar, rectificar y jurar ante porteros que mi nombre es el que digo e indica el certificado correspondiente.

 

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Lo cotidiano no aprende a leer. Hace mucho que perdió o le cambiaron el código por la voz virtual. Persistimos en el intento sólo por no dejar atrás otra realidad por descubrir. La misión carece de término y regreso. Los servidores del poder cuidan la basura y desprecian la obra de los signos solitarios. Todo ello bajo la protección de un imperio mendigo.

 

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Propongo una realidad diferente, una nueva realidad. Este acontecer diario no es satisfactorio ni moral, ni social, ni artísticamente, al menos así lo veo yo. El ser humano me da la impresión de que está cada día más desprovisto de buenas intenciones, de buenos actos, entonces hay que ofrecerle algunas nuevas alternativas y éstas deben ser más éticas. Hay que acostumbrarlo a que sea más veraz y, por sobre todo, hay que acostumbrarlo a la libertad. La poesía, estimo, es el mejor ejemplo de una libertad absoluta y sin ella no se puede hacer poesía, ni se puede hacer ningún arte.

 

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No podría separar un sentido de comportamiento ético, personal, cotidiano, de mi obra. Para mí todo es un todo. Esa frase de la cual hablan los libros sagrados, “cada cosa a su debido tiempo”, no, eso no existe para mí. Todo es una sola entidad que se manifiesta de una sola forma, siempre, todos los días, a toda hora.

 

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No hay un apuro ni hay un deseo de echar todo en las páginas, todo en el libro, sino que se va decantando, se va puliendo y no es una inquietud, no es una necesidad, no hay otro tipo de intereses que obliguen a escribir. La poesía se hace porque se tiene la necesidad absoluta de hacerla, pero no hay que cumplir con plazos.

 

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Esta tontera, esta frase de que la política en poesía no va, se inventó aquí en Chile, por lo menos la inventó Alone y la mantuvo durante toda su vida, porque a él le servía enormemente para fustigar, atacar, destruir la obra de sus enemigos ideológicos, institucionales.

 

 

 

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