Noviembre 7, 2024

Miguel Lawner y Pablo Neruda

 

Cuando Neruda cumplió 80 años

Por Miguel Lawner

 

«Ven
con todos
los que a ti se parecen,
los más sencillos,
ven,
no sufras,
ven conmigo,
porque, aunque no lo sepas,
eso yo sí lo sé:
yo sé hacia dónde vamos,
y es esta la palabra:
no sufras
porque ganaremos,
ganaremos nosotros
los más sencillos,
ganaremos,
aunque tú no lo creas,
ganaremos»

(De Oda al hombre sencillo, de Pablo Neruda).

 

El Teatro Caupolicán parece una caldera próxima a estallar. Uno tras otro, se suceden los gritos de protesta coreados por las ocho mil voces que colman sus aposentadurías. Es el desahogo legítimo de gargantas oprimidas durante largos once años. Decenas de pancartas y lienzos cuelgan desde los balcones, identificando la presencia de sindicatos, federaciones estudiantiles o agrupaciones políticas. Otros claman por el fin del exilio. Algunos han traído una modesta cartulina manuscrita, que agitan iracundos con sus propias consignas.

Es imposible permanecer indiferente en medio de una multitud tan enfervorizada. ¡Cuántos anhelos reprimidos que encuentran aquí su válvula de escape! ¡Cuántos años en espera del reencuentro con amigos o camaradas!. Muchos se abrazan sin conocerse. Todos exhiben una sonrisa en sus rostros. Es la necesidad de prodigar afecto, cariño, amor, sentimientos que nos quisieron arrebatar los que han impuesto en Chile el imperio del odio y el terror.

El Caupolicán no registra una audiencia tan participativa y resuelta en su larga trayectoria como foro de reuniones sociales o políticas. Aquí mismo, en esta misma sala, cuarenta años atrás, Neruda ingresó públicamente al Partido Comunista de Chile, junto a otras altas figuras de la cultura: el Profesor Alejandro Lipschutz, la soprano Blanca Hauser, o Armando Carvajal, Director de la Orquesta Sinfónica de Chile.

Es el sábado 21 de Julio de 1984 a las 19 horas, en una fría tarde de invierno, temperada por la efervescencia de la muchedumbre que se ha congregado. Los últimos ya no caben en la sala y deberán permanecer afuera, desde donde pueden seguir la ceremonia mediante una pantalla gigante instalada hacia la calle San Diego, cuyo tránsito fue suspendido.

El acto ha sido convocado por el Comité Neruda 80 años, que integran las más altas figuras de la cultura chilena residente en el país, y cuenta con el patrocinio oficial de la Sociedad de Escritores de Chile.

El «Neruda 80 años» está concebido como un espectáculo artístico multidisciplinario, con la participación de numerosos conjuntos musicales, solistas, poetas, fotógrafos, pintores, bailarines, escenógrafos, y locutores, que se han integrado con pasión y desinterés a esta iniciativa, en la certidumbre de su significado como instrumento de lucha por el retorno de la libertad.
Ningún artista cobró un solo peso por su actuación, y aun así quedaron muchos fuera de la mesa, por la imposibilidad de darle cabida a todos los que deseaban adherir. Ardua fue la faena de circunscribir a un solo tema la participación de cada intérprete

Cierra el escenario un conjunto de bastidores en blanco, que nuevas generaciones de brigadistas se aprestan a pintar durante el transcurso del acto. Al centro, preside la fiesta el magistral retrato del poeta, obra del pintor José Balmes. Se ha dispuesto una gran pantalla sobre el escenario, que permitirá proyectar imágenes complementarias del guion en desarrollo.
El acto, consulta un vasto programa cuyo punto culminante es la entrega de 80 medallas —una por cada año del poeta— a igual número de personas e instituciones políticas, sindicales, religiosas, culturales, estudiantiles, periodistas y de Derechos Humanos, distinguidos en la lucha «por preservar en Chile los ideales de Paz y fraternidad, de libertad y justicia social».
La medalla fue diseñada por la escultora Marta Colvin, Premio Nacional de Arte, y se ejecutó en una pieza de bronce sólido que muestra el perfil del poeta con su sonrisa sutil. En la tras cara, la autora grabó en altorrelieve, la imagen de un muro de piedras ciclópeas, característico en su obra, del cual emergen las siguientes palabras:

Los hombres de América
así fuimos creados,
en nuestra sangre
tierra y sol circulan,
NERUDA 80 AÑOS.
12 Julio 1904. CHILE.

Miguel Davagnino y Luis Schwaner, animadores del acto, deben hacer supremos esfuerzos por imponer el silencio a fin de dar comienzo al programa. Comienzan dando lectura a saludos provenientes de todo el mundo. El más emotivo es el de Matilde Urrutia, enviado desde Houston, adonde ha viajado a fin de tratarse la enfermedad que finalmente la llevará a la muerte seis meses después.

El mensaje de Matilde dice, en síntesis:

«¡Cómo quisiera estar ahí con ustedes!. El destino me ha jugado esta mala pasada y me es imposible estar presente.
Pablo amaba la vida, amaba nuestro país, sus hombres, sus montañas, sus pájaros. Siempre estará acompañándolos en la lucha. Reciban mi grito de rebeldía que se une a los de ustedes».

El acto prosigue con el estreno de la Oda a Neruda, cantata compuesta por el músico Jaime Soto León, donde participan la Orquesta Sinfónica y un Coro dirigidos por el maestro Waldo Aránguiz, y los solistas Marés González y Luis Vera. La puesta en escena es impresionante, y resulta admirable observar el comportamiento respetuoso de la asistencia durante todo el desarrollo de la obra.

 

El Coronel sorprendido

En mi calidad de Coordinador del Comité Neruda 80 años, soy el único orador del acto. Me dirijo al escenario a fin de iniciar mi intervención, cuando aparece corriendo agitada una compañera para comunicarme que René Largo Farías, Secretario del Comité, solicita mi inmediata presencia en la administración del Teatro. Ha llegado un coronel de carabineros que manifiesta su intención de desalojar la sala, como consecuencia de los persistentes gritos ofensivos, calificados de inaceptables a juicio del policía, y que resuenan por todo el barrio.

Imposible acceder a esta petición. por cuanto ya me han anunciado. No tengo más alternativa que subir al escenario temiendo lo peor, con un ojo atento a las puertas de entrada de la sala. El eventual asalto de la policía augura lo peor, dada la resolución de la multitud, que no aceptará dócilmente su desalojo. Los pacos utilizarán sus armas favoritas: gases lacrimógenos o pestilentes, que harán irrespirable el aire del teatro en cortos minutos, originado un pánico de proporciones con un saldo incalculable de víctimas. El Caupolicán transformado en una ratonera.

Tengo viva esta imagen cruzando por mi mente como una ráfaga, cuando comencé a hablar. Me temblaban las piernas, pero sentí la obligación de aparentar serenidad. Mis palabras inyectaron una nueva dosis de combustible a la concurrencia, despertando gritos aún más airados contra el tirano. Por un momento pensé llamar a la moderación, advirtiendo sobre la presencia de la policía, idea que rechacé porque la reacción del público era imprevisible, más aún en conocimiento de la presencia de algunos infiltrados, maestros en la provocación.

Terminé mi intervención sin que tuviera lugar la amenaza de desalojo. Corrí hacia la administración para encontrarme con una escena sorprendente: nuestro afable René, sostenía una relajada conversación con el coronel, a quién parecía haber persuadido que los gritos eran inofensivos, y resultaba más prudente admitir tal desahogo en vez de reprimirlo.

Ambos bebían una taza de café, y la conversación había derivado hacia la travesía clandestina de Neruda cruzando la Cordillera a caballo en 1949. El policía ignoraba este episodio, inquiría toda suerte de detalles, y manifestaba su admiración, a medida que René avanzaba en un relato, adornado con fantasías propias de su cosecha particular.

El coronel abandonó el recinto poco después, advirtiendo que al término del acto no había marchas autorizadas. Los asistentes debían retirarse tranquilamente, y en caso de desobedecer estas instrucciones, disponía de una compañía de carabineros desplegada en ambas esquinas de la calle San Diego, que reprimiría cualquier tentativa de manifestación.

 

Medallas de la dignidad

Después de una pausa, el acto prosigue con la entrega de las medallas. El propio René Largo Farías, con su hermosa voz de terciopelo, modulando cuidadosamente cada palabra, sube al escenario para encabezar esta trascendental ceremonia.

Destaca que «La nómina incluye a algunos de los hijos más dignos e ilustres de esta tierra. Hombres y mujeres que no vacilaron en exponer su seguridad, en defensa de los derechos fundamentales del ser humano. La lista comprende a altos pastores de la Iglesia, y a humildes pobladores. A hombres de letras y periodistas, a las abnegadas mujeres de las agrupaciones de Derechos Humanos, a mineros y estudiantes, a dirigentes políticos y a artistas».

Afirma René: «Pablo los sentaba a todos en su mesa, y esta noche los ha unido nuevamente. Es un maravilloso preludio de la aurora que se aproxima».

Concluida esta introducción, irrumpe a gran volumen el Himno Nacional, que los asistentes vocean con entusiasmo inusual. Para qué decir las últimas estrofas «O el asilo contra la Opresión», cantadas con la ira acumulada en tantos años de represión.

Toma nuevamente la palabra René y subraya con vehemencia:

«Honor a los laureados con la medalla Neruda 80 años, cuya nómina es encabezada por el prelado de su pueblo, el pastor que ha sido la voz de los que no tienen voz. La Medalla Neruda 80 años a Raúl Cardenal Silva Henríquez».

El Teatro estalla en una ovación indescriptible, sucedida por un grito prolongado:

«Raúl, amigo,
el pueblo está contigo»…
«Raúl, amigo,
el pueblo está contigo».

Monseñor Alfonso Baeza, entonces vicario de la Pastoral Obrera, se alza para recibir el galardón en representación del Cardenal, y agradece emocionado el tributo prodigado por la multitud.

Este pastor es el mismo que veinte años después, ha hecho esfuerzos infructuosos por obtener el indulto de los actuales presos políticos.

René anuncia la siguiente medalla para Matilde, la fiel compañera del poeta ausente del país, mientras la muchedumbre estalla en un impetuoso grito:

«Neruda, Neruda…
el pueblo te saluda».

La siguiente laureada es Tencha, anunciada por René como la mujer abnegada que ha recorrido el mundo incesantemente invocando la solidaridad con nuestro pueblo. Se lee su mensaje recién recibido desde México, que concluye con las siguientes palabras:

«Con Pablo, nuestro poeta, con Salvador,
y con ustedes, desde lejos, les digo presente,
ahora y hasta la victoria final,
Siempre»

El mensaje es rubricado con un impetuoso y prolongado:

«Se siente, se siente,
Allende está presente»…

 

Más adelante, René convoca a la Comisión Chilena de Derechos Humanos, cuya medalla es recibida por su vicepresidente, Máximo Pacheco. Continúa con la Vicaría de la Solidaridad, galardón que recibe el mismo Vicario Ignacio Gutiérrez, y el codepu, cuya distinción es otorgada a su presidenta Fabiola Letelier, todos ovacionados.

También reciben la medalla el serpaj, las Revistas Solidaridad, Mensaje, Cauce, Análisis, y Apsi, así como las Radios Chilena, Cooperativa y Santiago, medios que han roto la cortina del silencio y la censura, denunciando los crímenes y las acciones corruptas ejecutadas por la dictadura.

Una de las ovaciones más calurosas se otorga a Jorge Lavanderos, director del Fortín Mapocho, que sube al escenario con bastón, aún convaleciente del salvaje atentado que ha sufrido días antes. Matones de la cni, intentaron despojarlo en plena vía pública de los documentos que portaba en su maletín, probatorios del fraude cometido por Pinochet con motivo de la adquisición de la «Casita en la Pradera», mansión levantada en El Melocotón.

Otra recepción igualmente calurosa se prodiga a Claudio di Girólamo, quién recibe la medalla en representación del Grupo Teatral ictus, maestros del humor, cuyos integrantes han arriesgado el pellejo presentando obras de un claro contenido crítico al régimen.

También son galardonados los dirigentes sindicales Rodolfo Seguel, Manuel Bustos y Clotario Blest, impulsores de las Jornadas de Protesta que sacuden el país de punta a cabo.

Entre los dirigentes políticos son laureados Gabriel Valdés, presidente del Partido Demócrata Cristiano, Carlos Briones, último Ministro del Interior de Allende, Enrique Silva Cimma, de la Alianza Democrática, Radomiro Tomic, y varios otros, algunos de los cuales permanecen en la clandestinidad. También se premia a personas ausentes en el exilio, como es el caso de Luis Corvalán, y Clodomiro Almeida, secretarios generales del PC y el PS, y al escritor Antonio Skarmeta.

Una recepción particularmente calurosa es otorgada a los alumnos expulsados de la Universidad Católica, por defender el derecho a la libre elección de sus dirigentes, y que, en ese momento, cumplen 19 días en huelga de hambre.

Al concluir sus palabras, se escucha el grito:

«No queremos expulsados
ni rectores delegados».

Sube a nacer conmigo, hermano.

No hay respiros. En cuanto René da por finalizada la ceremonia de otorgamiento de las medallas, el espectáculo prosigue con el Bloque titulado «Nuestra América», que comienza con un grupo de danzas interpretando una delicada melodía de Astor Piazola.
Unos versos de Neruda sirven de tránsito a la presencia de la folklorista Lylia Santos que canta la versión musicalizada del emotivo poema de Mario Benedetti:

«Si te quiero porque sos,
mi amor, cómplice y todo,
Y en la calle codo a codo,
Somos mucho más que dos».

 

El recorrido por nuestra América Latina salta a Nicaragua, cuya revolución cumple cinco años de vida. El público acoge con aplausos la lectura del poema de Neruda dedicado a César Augusto Sandino, y vitorea incesantemente la trasmisión del Canto a Nicaragua compuesto por lnti-llimani, mientras la pantalla exhibe escenas de los pueblos centroamericanos en lucha.
Concluye este capítulo con una de las obras cumbres de Neruda: Las Alturas de Macchu Picchu. Un diaporama proyecta imágenes de esta obra ciclópea: “alto arrecife de la aurora humana”, mientras escuchamos al actor Mario Loca que hace una lectura dramática del último verso:

 

«Sube a nacer conmigo hermano
Dame la mano desde la profunda
zona de tu dolor diseminado.
………………

Dadme el silencio, el agua, la esperanza.
Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.
Apegadme los cuerpos como imanes.
Acudid a mis venas y a mi boca.
Hablad por mis palabras y mi sangre».

 

Ahora es el turno de Allende.

Miguel Davagnino da lectura al texto escrito por Pablo en su lecho, dos días después de conocer la muerte del Presidente, y diez días antes de ocurrir su propia muerte.
Son las últimas líneas escritas por el poeta, valorizando al hombre y su obra; destacando la admiración que había despertado en la humanidad su tentativa por construir una sociedad más justa y solidaria.

Concluye la lectura de las últimas palabras de Pablo, y comienzan a escucharse por los parlantes las últimas palabras del propio Allende, mientras la pantalla exhibe las imágenes de La Moneda en llamas, bombardeada por los aviones Hawker Hunter en vuelo rasante.
…………….

«Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos».

Es la primera grabación que conocíamos de ese texto histórico, aún no depurada del ruido ambiente y de las interferencias que la afectan, pero, aun así, es totalmente comprensible. Podrán imaginar la emoción que siguió a la primera trasmisión pública en Chile de este profético discurso, y el vocerío que estalla a su término, donde se mezclan los gritos de admiración por la consecuencia de un hombre excepcional, con los denuestos proferidos contra el tirano.

 

Pablo Neruda viene volando

Una pausa permite serenar los ánimos antes del reinicio de la jornada que prosigue con un recital de poesía.

Sube al escenario el venerable Juvencio Valle, amigo del poeta y compañero durante sus años escolares en Temuco.

Juvencio recuerda que, en 1935, estando en Barcelona, Neruda se enteró de la muerte en Santiago de su amigo, el poeta Alberto Rojas Jiménez. Escribió entonces la elegía «Alberto Rojas Jiménez viene volando». Juvencio dice que dará a conocer un poema que sigue esta huella, y comienza a recitar unos versos, donde Pablo viene volando para compartir con su camarada y colega de oficio, sus afectos, sus dolores y sus esperanzas.

A continuación, se anuncia a Enrique Lhin, que recita con vehemencia su poema titulado «Cámara de Tortura», y en seguida sube al escenario Raúl Zurita, anunciando que dará lectura a tres sueños, uno de ellos en lengua quechua. Resulta increíble la belleza melódica que Zurita logra imprimir a un poema obviamente incomprensible para toda una audiencia, que lo escucha, sin embargo, con manifiesto interés.

Se presentan otros poetas jóvenes como Aristóteles España, que recita uno de los poemas escritos en la Isla Dawson, adonde fue confinado en 1973, cuando recién era un adolescente con 17 años de vida. Lo sucede Gustavo Becerra, que colaboró estrechamente con Matilde Urrutia en la elaboración de sus Memorias, y cierra este bloque la poetisa Teresa Calderón.
Para un recién retornado como yo, llama la atención el surgimiento de esta nueva cultura poética arraigada en el pueblo chileno durante los años de la dictadura. Ha surgido una generación de artistas, con el sello de estampar en sus obras, el registro de los hechos cotidianos que golpean a millones de compatriotas. Es una poesía comprometida, absolutamente contingente, con la cual todos parecen identificarse. La lectura de estos poemas es seguida con gran atención, por una audiencia que los celebra con entusiasmo.

Se anuncia en seguida el desarrollo del último bloque llamado «El pueblo canta al pueblo», el más extenso de todos, consistente en un recital con la participación de numerosos grupos musicales y solistas, a los cuales se presenta mediante un libreto basado fundamentalmente en versos de Neruda, y que otorgan una adecuada introducción a cada intérprete.

Han transcurrido casi cinco horas cuando concluye esta fiesta popular sin haber disminuido el entusiasmo de los asistentes en ningún momento. Nadie se ha retirado antes de finalizar un programa, que muchos quisieran prolongar aún más.

Los artífices de este magistral certamen fueron el actor Luis Vera, conductor de todo el espectáculo y autor del guion junto al poeta Gustavo Becerra. El libreto representó con fidelidad los valores fundamentales de la poesía nerudiana. Su identificación con el hombre sencillo, con los explotados de esta tierra, la valorización de nuestras raíces americanas, de nuestros ríos y montañas, su convicción en un futuro más justo y solidario.

Otros colaboradores importantes del acto fueron el cineasta Hernán Fliman a cargo de los diaporamas, Juan Carlos Castillo y el Pato Madera encargados de la escenografía, y el inolvidable René Largo Farías, único funcionario modestamente remunerado en este evento, y a cuyos preparativos se entregó sin pausa durante los tres meses anteriores.

 

Con Neruda en el corazón

Querido Pablo:

Esta otra semana vamos a conmemorar los cien años de tu nacimiento, y podrás ver que en varios rincones del planeta vuelven a reproducirse múltiples iniciativas recordando esta fecha, que tu jamás dejaste de celebrar.

La televisión trasmitió anoche el concierto «Con Neruda en el Corazón», celebrado en el Palau Sant Jordi de Barcelona que convocó a los cantautores más ilustres en lengua castellana.

El espectáculo reunió a trece mil espectadores que disfrutaron con una puesta en escena bellísima, en un amplio escenario donde se construyó una réplica del campanario que Rafita levantó en Isla Negra, mientras en una pantalla como una gran luna se proyectaron imagines en armonía con cada texto o canción.
Julio Jung entrelazó la presencia de uno y otro artista con la lectura de algunos de tus versos. Cuando concluía, tomaba asiento en un sillón situado en un nivel algo más alto que el escenario general. Los organizadores del evento, tuvieron la delicadeza de fabricar este sillón ciñéndose estrictamente al diseño que utilizó en los años 40 el catalán Cristián Aguadé, —dueño de Muebles Sur—, para tu casa en Isla Negra. Te aclaro que la pieza original, característica por su tapiz en cuero de vacuno natural, sigue instalada en el living de tu casa, frente a la chimenea y rodeado por las mascaronas.

Estoy seguro que disfrutaste con la versión que cada intérprete le dio a los versos seleccionados.

Víctor Manuel, el mismo que emergió como líder en la lucha por poner fin al franquismo, fue quien articuló esta pléyade de artistas, y musicalizó un poema de Plenos poderes.

La dulce Anita Belén, nos entregó su propia versión para las «Tonadas de Manuel Rodríguez». Miguel Bosé nos cantó como un murmullo el surrealista «Walking Around», Joaquín Sabina se vistió con polera a rayas y sombrero jipijapa, —tal como tú lo habrías hecho—, para entregar su versión en bolero de «Amo a los marineros que besan y se van», y Serrat musicalizó el inmortal «Poema XX».

No dudo que debes haber coqueteado con Estrella Morente, gitana de ojos tiernos que dio sensual ritmo flamenco a uno de tus «Sonetos de Amor».

Modestia aparte, señalo que el espectáculo de anoche en Barcelona se estructuró en forma análoga al humilde acto realizado por nosotros veinte años atrás, solo que en un contexto y con recursos que no son comparables.

Rafael Alberti te calificó como el más grande poeta contemporáneo en lengua castellana, y solo eso puede explicar que hayas motivado tal creatividad entre tan ilustres artistas, dando vida a un encuentro inolvidable.

Aquí en Chile, se anuncian encuentros y festivales a lo largo de todo el país. En el Centro Cultural Estación Mapocho tendrá lugar el evento central, y todas tus casas congregarán a artistas y escritores en múltiples actividades. La Ministra de Relaciones Exteriores ha anunciado el otorgamiento de cien medallas, replicando nuestra iniciativa anterior.

No soy nostálgico, pero creo difícil reproducir el espíritu del «Neruda 80 años».

Chile era, en 1984 un país convulsionado por las movilizaciones populares, que comenzaban a poner en jaque a la dictadura.
Después de haber impuesto durante diez años el terror y la barbarie, después de haber desarticulado las organizaciones sociales, de haber disuelto el parlamento, amordazado a los medios de información, pulverizado los beneficios laborales, empobrecido los sistemas públicos de salud y educación, etc., las protestas populares habían puesto un dique a la represión sistemática.
Ahora resultaba imposible silenciar a las revistas contestatarias; el cuerpo social se re articulaba a lo largo de todo el país, estudiantes universitarios y sindicatos lograban imponer la elección libre de sus directivas, y los pobladores sin casa recuperaban el derecho a ocupar los terrenos necesarios para dar techo a sus familias.

Estábamos unidos, y nos sentíamos capaces de precipitar la caída del tirano, con la fuerza de las movilizaciones populares.

Fue en ese marco que celebramos tu cumpleaños número 80.

Creo que nunca podré escuchar a alguien recitar el poema que dedicaste a Recabarren, con la fuerza con que lo recitó esa noche Rubén Sotoconil, y tampoco habrá una audiencia tan estremecida como esa, vibrando al oír las estrofas:

 

«Recabarren,
hijo de Chile,
padre de Chile.
Padre nuestro.
Juramos defender tu camino
Hasta la victoria del pueblo».

 

También a Tennyson Ferrada le salió del alma la lectura de la «Oda al Hombre Sencillo», y nosotros parecíamos estar en la disposición de asimilarlo con una emoción irrepetible.
Hasta entonces, no había escuchado la versión musical del poema «Yo te nombro, Libertad» escrito por el francés Paul Elouard, y que Isabel Aldunate interpreta en forma magistral. La he escuchado varias veces en los años posteriores, y siempre resulta conmovedora, pero jamás como en esa noche inolvidable, con el público de pie, los brazos entrelazados unos con otros, mientras todos coreaban con lágrimas en los ojos:

 

«Escribo tu nombre
en las paredes de mi ciudad».

¿Qué fue lo que hicimos mal para malograr este ánimo unitario y resuelto, desembocando en tan precaria y triste transición?
¿Cómo es que aún subsiste una Constitución que avergüenza a cualquier demócrata, con senadores designados y con los poderes fácticos intactos?
¿Cómo es posible que el dictador pueda burlarse de nosotros paseándose tranquilamente dos días atrás por una librería de Santiago, mientras Estela Ortiz solo ha recuperado una falange de su padre, sepultado clandestinamente en los piques de Cuesta Barriga, desde donde se exhumaron más tarde sus restos para ser triturados, o lanzados a las profundidades del océano con un riel atado a su espalda?

Querido Pablo:

Sé que estas interrogantes te inquietan igual que a nosotros, pero tenemos fe en que podremos abrirnos paso y restablecer los valores que inspiraron tu obra.

Continuaremos empuñando tu poesía como un proyectil en la lucha por recuperar la dignidad, la libertad y la democracia.

Dado que los ciclos relevantes en la celebración de tu onomástico parecen irse yendo de veinte en veinte años, me despido de ti como decimos los judíos en tales ocasiones:

 

Bet inded und tzontzic (*)

 

(*) En lengua idish: Hasta los cientos veinte. No tengo la menor idea de su escritura, porque solo lo aprendí cuando niño, escuchando hablar a mis padres.

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