Noviembre 7, 2024

Entrevista Fernando Rivera Lutz: «Pequeñas proezas, mínimas hazañas, sinceros traspiés…»

 

Por Ernesto González Barnert

 

 

Converso con el poeta Fernando Rivera Lutz  (Copiapó, 1955) a propósito de su libro recientemente salido por Editorial Aparte, este 2022, Frágil Palabra Impresa.  Un libro al decir del gran poeta Ricardo Herrera Alarcón «de poemas cortos, exactos, exentos de retórica, que aspiran a nociones concretas de la realidad, con la levedad del humor cotidiano». O como dice otro gran poeta chileno, Felipe Moncada Mijic: «captura frágil en papel impreso de una fotografía que no cuadra». Una poesía —a mi juicio—, que sigue elevando el género confesional o de diario, gracias a la poesía, a una especie de diario de noticias permanentes en la grieta de la realidad y la propia sentimentalidad consciente que nos sirve de apoyo o guía en la oscuridad del día a día. Una obra a modo antológico del autor que sabe calarnos en medio de la ensoñación o la memoria.  Rivera Lutz, además es egresado en Licenciatura en Artes Visuales, Universidad de Chile, mención Pintura. Fue integrante del Colectivo Literario Takicardia, en Copiapó, en la década de los 80. Fundador de la Sociedad de Escritores de Copiapó, de la cual es su actual presidente. El año 2010 publicó la plaquette Actos Públicos, poesía, Editorial Demo Libros. El año 2011, publicó Raíz de uno, Antología Olvidada, poesía, Editorial Cinosargo.  El año 2018 publicó Archivo Sociedad Escritores de Copiapó Editorial Andesgraund (Compilador). El año 2018, publica Calendario, poesía, Ediciones Inubicalistas.

 

 

–Tienes razón cuando dices sobre el desierto, entre otras cosas, que el viento siempre da la última palada o que se equivocan los que piensan que el desierto es tierra de nadie ¿Cómo fue la cocina literaria del poema «No cualquier animal es digno del Desierto de Atacama», verdadero poema río que se impone central en tu libro Frágil palabra impresa (Aparte, 2022)

—Primero decir que Frágil palabra impresa es un libro donde yo no tengo mayor responsabilidad en la conjunción de sus textos. Rolando Martínez, (Editorial Aparte) me propone la realización del libro donde él y su equipo se encargan de la selección y materialización de este, en base a lo que he publicado, agregando varios poemas inéditos que les envié y de lo que debiera de ser mi próxima publicación. Creo no fue tarea fácil, dada la multiplicidad de voces que hay en mi poesía. Porque efectivamente, nunca he tenido una itinerancia clara sobre lo que escribo, un guion preconcebido. Por una parte, me pueblan imágenes sean de escenas cotidianas que surgen, que capturo, y que contienen, indistintamente, pequeñas proezas, mínimas hazañas, sinceros traspiés, acontecimientos nimios, a veces feroces, a veces contemplativos, que es algo, difícil de explicar, pero que están irremediablemente cazadas para constituirse en texto. En ese sentido, no paro, hay imágenes que me persiguen hasta que se materializan, ahí mueren para mí, y agarran otra vida. Por otra parte, está la memoria, inseparable compañera de ruta, hay un sentido de nostalgia por la infancia también en mis poemas y se me vienen secretos, de ese baúl invaluable, y que en mi caso no fueron dañados por el tiempo y se me aparecen prístinos, como estos cerros del norte después de una bendita lluvia. Lo que quiero decir es que entiendo la poesía, tanto en su procedimiento como sus provocaciones, como hecha a chispazos, fulgores, que nacen y mueren como pequeñas epopeyas del espíritu, quizás, a veces se persiga inconscientemente, los destellos de los orígenes, ese nacimiento, el alumbramiento aquel, que debiera devenir en toda poesía.

Esta «cocina» a que refieres, tambien tiene otro componente; y es el territorio. Mi poesía no sería posible si yo no hubiese nacido en este desierto. Pero este desierto, nunca fue algo muerto. De hecho, Copiapó es un valle, por tanto, hubo rio, pájaros, animales, chacras, plantas, es decir vida.  En contraste, los lugares donde vivimos, a propósito del trabajo de mi padre, fueron centros de producción minera, campamentos, que a la distancia me parecen desechos industriales abandonados en el planeta Marte. Pero de allí te quedan otros componentes que finalmente te constituyen: en esos parajes tan desolados, puedes girar en 360° y aparentemente no hay nada a tu espalda, estamos frente al vacío, pero cuidado, ese vacío vive;  no hay silencio más profundo que en la garganta de una quebrada, no oscuridad más intensa que el fondo de un socavón minero, no hay cielo más estrellado que en la bóveda atacameña, no hay misterio más grande cuando de un rio espeso y borroso  se enquista un pie humano, no hay más certeza de la muerte en cadáveres desaparecidos, no hay explosión mas horrorosa que la que destripa el vientre de un minero suicida. De estos paramos, en estas contradicciones, donde se da la sal y el azúcar de la vida, nos desenvolvemos, he ahí nuestro material, y nuestra tarea: desempolvar la memoria, recuperar el rayo como asombro.

—Si tuviéramos que dar con un arte poética, que englobe la plaquette Actos públicos, el libro Raíz de uno, antología olvidada, Calendario y Frágil palabra impresa ¿Cuál sería ese poema que da cuerpo y espíritu a esa definición bien lograda de Moncada Mijic «una fotografía donde algo no cuadra» sacada de tu propia poesía?

—Mira, el que yo haya decidido publicar después de los cincuenta años, es ya algo que no cuadra. Ese primer libro lleva por subtítulo, Antología Olvidada. Allí, hay poemas de principios de los ochenta hasta el 2011, año de la publicación. Que sea una antología ya es algo que tampoco cuadra. En fin, así podría enumerar una serie de instancias en donde nada cuadra. Demuestra que la historia personal también hay algo que no cuadra. (Yo estudie Ingeniería Civil en Minas, no terminé, pero nunca supe qué hacía ahí), bueno,  pero no tiempo de biografía. Lo que si cuadra y que suena como una sentencia, o fragmento de un arte poética es el poema:

Matemáticas

Señoras y señores:
el problema matemático
se resuelve en las raíces
y por sobre todo
en la raíz de uno.

No voy escribir sobre el poema, pero si decir que el poema y el poeta deben de relacionarse honestamente. Debe haber una correspondencia, y lealtades inclaudicables, intentar vivir como se escribe, revivir algún carbón a medio encender de lo que llamábamos consecuencia. Quizá esto esté fuera de tono en tiempos, donde en general todas las actividades humanas se han ensombrecido y superados por afanes absolutamente inescrupulosos, pero ya, es sangre de costilla como dice una amiga poeta.

Ayer no mas hablaba de que me gustaría escribir un libro de poemas, que llevara por título «Buenas Costumbres». Sé que suena algo conservador, pero que importa, si al fin, algo de esperanza aún queda, o acaso no es una buena costumbre, ser afable, practicar el trueque, devolver el dinero que por error te dieron de más, escuchar al otro, ser un buen vecino, desear buenas noches, devolver libros que te prestaron, amar a los animales, en fin… tal vez allí aparezca una verdadera arte poética.

—¿Quisiera llevar ahora a la difícil elección de diez libros esenciales en tu «educación sentimental», esos libros que siempre tienes a mano, te marcan como escritor?

—Es difícil, como dices, una elección rotunda, Uno pasa por distintos periodos, gustos, afinaciones. Las décimas de la negra Ester de Roberto Parra,  en general la obra completa de Nicanor Parra,  A partir de Manhattan, de Enrique Lihn, Epigramas de Ernesto  Cardenal, Poesía Civil, de Sergio Raimondi,  Mil novecientos treinta y ocho  e Insomnio de Charles Simic, Banderas bajo la niebla y  Mi ojo tiene sus razones, de José Watanabe, Todos Nosotros, Poesía Reunida de Raymond Carver,  El placer de los demás de Pablo Azocar, y varios de poesía china, como Cuatro poetas suicidas chinos, Poesía China Contemporánea, Un país mental, 100 poetas chinos, y aunque me pase en la enumeración,  también se ha constituido en libro de cabecera uno que descubrí hace aproximadamente hace  tres años en Valparaíso, Poesía Completa de Rubén Jacob.

–¿De qué manera Pablo Neruda dialoga con tu obra o se encuentra contigo?

—Primeramente, un recuerdo: El año 1969, yo tenía 14 años, y Pablo Neruda como precandidato presidencial en representación del Partido Comunista, visitó nuestra ciudad, en el marco de la campaña electoral de la Unidad Popular. El lugar de concentración del acto fue la pérgola ubicada en Plaza de Armas de la ciudad, plaza que se caracteriza por la cantidad de árboles llamados Pimientos, y por donde ese día, entremedio del ramaje emergió una luna llena, que fue motivo suficiente para que Neruda, cautivado tal vez por esa magnífica presencia iniciara su discurso aludiendo a esa conjunción de la naturaleza.

De niño, y con una experiencia como la que he contado, era más que lectura obligada sus popularísimos 20 poemas de amor y una canción…en aquella época.  No obstante, el descubrimiento de su obra más íntima y sencilla como son sus odas y por sobre todo aquellas asociadas a manifestaciones de la naturaleza, son las que siento mas cercanas, siempre imaginé que aquellas odas, de alguna manera se convierten en bodegones susceptibles de materializarse en una obra plástica. Hay una pintura muy famosa del pintor chileno contemporáneo, Carlos Maturana, Bororo, llamada La cazuela. Creo que este magnífico artista debió pintar tambien, la «Oda al Caldillo de Congrio».

–Qué significan en los personal momentos en tu vida literaria como «Taquicardia» o «Sociedad de escritores de Copiapó»?

—Bueno, son dos momentos muy distintos: Takicardia, en realidad, es el origen. (Hablamos de los principios de los ochenta) En esa pequeña agrupación en donde en su mejor momento fuimos 4, para finalmente decantar en dos, fue cuando comencé a escribir, y acaso por una urgencia: sentíamos la necesidad de aportar desde la literatura a la lucha contra la dictadura. De ahí que esa poesía fue muy contestataria, muy irónica, una poesía para mantener el espíritu en alza, como decíamos, una literatura de peñas y encuentros culturales y en donde además todo se constituía en base a la autogestión. Fueron momentos de gran tensión, de expectativas, en donde se fue fraguando tal vez, ciertas líneas que han constituido, parte de mi poesía, por ejemplo, el humor.

La Sociedad de Escritores de Copiapó por su parte, viene a cumplir otro rol, que no es otro que sumarse en la reactivación del movimiento cultural en la ciudad. Como todo proceso, sentíamos que se agotaba la generación inmediatamente anterior, y fuimos levantando una alternativa que tenía que ver más con los tiempos. De hecho, nuestra agrupación la compone gente venida desde otras disciplinas artísticas también: artes visuales, pedagogías, periodismo. Asumimos trabajar con fondos concursables y pudimos desarrollar una variedad de proyectos, que obviamente significaba enriquecer el recurso humano disponible, difundiendo y promocionando el arte  y la literatura: publicamos   3 libros temáticos, literatura y fotografía: uno dedicado al desierto, un segundo como un homenaje póstumo nuestro fenecido  rio Copiapó, víctima de la voracidad empresarial del mono cultivo de la uva y la macro minería, y un  tercero dedicado a la catástrofe que significó el aluvión del 2015, en la región de Atacama. Y en relación a la vida literaria particular, decir que la presencia de muchísimos de los mejores escritores nacionales compartiendo con nosotros, obviamente se constituye en una experiencia enriquecedora, desde el punto de vista creativo y pedagógico, dado que acá no hay espacio para la reflexión crítica, las universidades locales han sido mezquinas con disciplinas ligadas a las ciencias sociales. El ejercicio critico es una deuda de la región.

Finalmente decir, que todo lo que hemos desarrollado jamás –por un mínimo de consecuencia– hemos mendigado aporte económico de la gran minería y transnacionales instaladas en la región.

–¿5 libros de poesía que son esenciales –a tu juicio– para vislumbrar el desierto?

—Mira, yo fui un lector empedernido de joven, pero pasaron muchos años en que no me involucré con nada relacionado con el arte. Quiero decir que mis lecturas han operado a medias y bueno hay vacíos enormes. Y además, siempre he funcionado más por intuiciones que por sistematizaciones intelectuales. Entonces, me quedo con poemas o autores   que me han hecho sentido y que yo pudiese distinguir como en un ideario para acercarse al desierto: desde luego Zurita, más allá de las sinfonías y grandilocuencias que produce cuando habla de la naturaleza. José Watababe tiene unos poemas maravillosos que sitúa en los límites de la llamada civilidad y los desiertos andinos: El Caballo y El Algarrobo, son dos ejemplos fantásticos. Si bien Juan Rulfo, es un narrador inmenso, nadie puede negar la poesía que destila sus cuentos, y entre ellos varios que denotan la precariedad y vulnerabilidad de quienes habitan los desiertos. Mi hijo Vicente me hizo conocer a un poeta más contemporáneo, es peruano, Mario Montalbetti, en el libro Fin desierto y otros poemas tiene un rollo interesante desde la teoría, a mi gusto, «el desierto como gran metáfora del lenguaje». Es interesante porque obliga a pensar en las elucubraciones o propuestas de nuevos atisbos sobre la poesía, o mejor dicho, atisbos para una nueva poesía, y finalmente en la vasta obra Pablo Neruda, una cantidad significativa de poema que aborda el desierto chileno, y claro, como por extensión lo que este yermo territorio ofrece: la magnífica presencia mineral.  Recuerdo el comienzo de uno de ellos, donde Neruda no solo refiere al paisaje sino que lo que el hombre construye

Yo he visto arder en la noche eterna
de Chuquicamata, en la altura,
el fuego de los sacrificios,

–¿Cómo sobrellevas este último tiempo, años, en el sentido de qué obras, series, películas o canciones, música o arte, te acompaña, ayuda o cura en medio de una pandemia, estallido social, el triunfo del rechazo?

—La gente de mi generación como se ha dicho ha sido testigo privilegiado de los acontecimientos sociales e históricos vividos, hablo desde la década de los sesenta en adelante y como si fuera poco, sumemos pandemia, y sumemos ese estallido de disconformidad que nos remeció e involucró a todos. Una lástima y una vergüenza lo ocurrido con lo del plebiscito.

Sobre la pandemia, decir que he sido un privilegiado. Desde su comienzo nos vinimos con la familia a la costa, al balneario de Flamenco, a unos 135 kms al norte de Copiapó, dadas las facilidades en mi trabajo. Nunca había estado los meses de otoño en invierno completos en la playa. Las solas caminatas con mis perros y perra por una enorme playa, con unas nubosidades cerradas y unas olas fervorosas machacando, con pájaros estacionados por un tiempo, por rapaces acostumbrándose e intentando quedarse (aguiluchos y traros), por la pasada de delfines y la entrada de cardúmenes.  Todo aquello, fue muy estimulante, salieron machismos textos de esta estadía. (Como para generar discursos a propósito de crisis y adversidades)

La perra ha cogido / una gaviota muerta que estaba en la playa / Las alas de la gaviota se abren / como una tijera en el hocico de la perra / que avanza con su presa en ristre / como en una pasarela /. –

La libertad aquí era impagable, nadie vivía la pandemia, con suerte se usaba la mascarilla cuando ibas a comprar a uno de los tres negocios existentes. Los pescadores hacían su trabajo, los huireros hacían su trabajo, los maestros carpinteros hacían su trabajo ( hubo harta construcción  con los 10%)  los  muchachos que tiene un bus de comida rápida, estoicos aguantaron e hicieron su trabajo, las pequeños emprendimientos turísticos, cabañas y demases hicieron su trabajo, la Atención Primaria de Salud hizo su trabajo ,  los marinos hicieron su trabajo, pero era divertido las triquiñuelas, que se inventaban para esquivarlos, en fin.. O sea mi compañía fue la naturaleza y su gente, mi familia, y mis perros y perra. Aquí no hubo nadie contagiado. En la estrictamente personal, bueno me traje mis libros de cabecera, casi todos los que nombre al principio, además me iban llegando nuevos tambien, entre esos las colecciones de editorial Aparte. Conocí nuevos poetas con esas colecciones: recuerdo a Jonathan Guillen, Nino Morales, Victoria Donoso, Jonathan Opazo, Víctor López, Ricardo Herrera, entre muchos otros. Un deleite leerlos.

Despertó en mi tambien la inquietud del registro audiovisual. Quedaron grabaciones interesantes, espero hacer algo con ese material algún día.  La guitarra, noble compañera, en el canto de viejas canciones, la música en general, puedo amanecerme escuchando música o viendo videos. Me encanta escuchar cover de canciones que me gusten, busco las mayor cantidad de versiones posibles, en este tiempo destacaron algunas: I put a spell on you, (Jay Hawkins), I’d Rather Go Blind ( Beth & Joe) Héroes ( David Bowie), Stand By Me, ( banda de Playing For Change).

El cine igual te zafa de momentos pencas: de las que recuerdo y que disfruté; Parásitos, un documental buenísimo sobre Miles Davis, Stranger Than Paradise, de Jim Jarmusch, una película argentina no muy buena pero divertida El ciudadano ilustre.

 

El rechazo: de la angustia a una tristeza inconmensurable.

Un dolor insondable: la muerte de mi madre, hace exactamente, 40 días.

 

—Por último, quisiera invitarte a dejarnos el maravilloso poema “A fin de cuentas” para nuestro Portal Cultura?

 

A fin de cuentas

Nos parecemos a aquellas encomiendas
que llevan impresa a palabra frágil
cuyo destinatario
ha sido borrado por el tiempo.

 

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