Noviembre 24, 2024

Derivadas del Habitar Poético

 

Por Sebastián Correa Duval*

A propósito de un ejercicio que hicimos con estudiantes de la universidad Alberto Hurtado del ramo “Intervenciones poéticas”, les pedí que preguntaran a sus amigos a través redes sociales: ¿Qué entendían por “Habitar poético”?

Obviamente hubo muchos tipos de respuestas, desde los que afirmaron sentirse muy lejanos a este término, pasando por quienes lo asociaban a la belleza, a la poesía, o la creación. Otros lo vinculaban a momentos agradables en la playa o caminatas por el bosque. Varios intrigados preguntaron por qué hacían esta pregunta. Y claro, preguntar por el “Habitar poético” en estos tiempos resulta, para muchos, algo extraño.

Entonces ¿por qué hacerlo? Creo que una de las motivaciones deriva de la insatisfacción frente al modo de habitar que nos permite la sociedad actual. Siguiendo la postura del filósofo coreano alemán Byung-Chul Han, uno de problemas que atravesamos en la actualidad es el ritmo de vida acelerado, la prisa constante, que nos promete una vida mejor, más dichosa, pero difícil de alcanzar, y la gran mayoría de las personas nos damos cuenta de que esa promesa se aleja o simplemente no llega. A cambio, quedamos agotados, anestesiados, desmotivados, e incluso vanagloriándonos de nuestro cansancio como sinónimo de éxito, lo que más bien es un síntoma de una vida alienada y desconectada de nosotros mismos.

Pero este asunto no es nuevo, a principios del siglo XX, Heidegger planteaba la polaridad del ser humano entre el “Ser meditativo” y el “Hacer calculante” y mostraba cómo tendemos a buscar en el “hacer” nuestra realización, pero afirmaba que esto nos vacía existencialmente si no nos preocupamos también del “ser”.

Un siglo antes que Heidegger, el poeta alemán Hölderlin planteó “poéticamente habita el ser humano esta tierra”, reflexión que abre una gran pregunta sobre lo que significa habitar y qué significa hacerlo poéticamente. Inspirado en Hölderlin, Heidegger desarrolló el tema desde una perspectiva filosófica, planteando que el ser humano por esencia es un ser “sin patria”, un ser apatriado, condenado a vivir en la intemperie y por ello vive en constante búsqueda. Necesita vivir buscando algo a lo que aferrarse, necesita vivir construyendo lo propio, edificándolo, vivir labrando su cultura. Pero esta cultura se construye habitando.

“La manera en que los seres humanos somos en la tierra es habitando”. Sin embargo, uno de los problemas que surgen es que el ser humano construye, quizás hoy más que nunca, pero “de manera que no logra con ello ni el fundamento de su existencia ni la esencia de su habitar” y es por ello que se hace necesario otro modo de habitar.

1..”Y es lo sin hogar que urge al río a correr a lo hogareño” poetiza Hölderlin, y quizás el habitar poético —en una primera derivada—, se trate de establecer lo hogareño en lo sin hogar, a la intemperie, buscando la morada del ser.

 

¿Y cuál es esta morada? Heidegger plantea que la casa del ser es el lenguaje, el habla, la palabra. En las palabras cada persona se habita, se construye, se configura, como plantea Ludwig Wittgenstein: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. En la medida que la persona nombra y se nombra es que habita. Habita la realidad desde el habla y desde ahí las personas poéticamente se van encontrando con lo propio, con quienes son. En este sentido, el “habitar poético” tiene que ver con un modo de vivir consciente de lo que se vive, poniéndole palabras a lo vivido, nombrando lo vivido, reflexionando sobre la experiencia de vivir. Es un despertar en la cotidianidad. Es encontrarse con lo hogareño en cualquier lugar. Es reconocerse como parte de un todo, que es tan ajeno como propio, y ahí se encuentran el misterio con el goce, el vacío con la plenitud, el instante con lo eterno y el no saber nada con saberlo todo.

Sin embargo, como dice Heidegger para que esto suceda es necesario tener “la serenidad que permite escuchar” que, de alguna manera, es una invitación a bajar las barreras del control para que lo inesperado sea acogido.

Mas este asunto no es algo que solo haya interesado a Hölderlin y Heidegger, los pueblos originarios desde sus cosmovisiones han desarrollado ideas cercanas desde tiempos inmemoriales. Por ejemplo, desde la cosmovisión mapuche podría decirse que el “Habitar poético” está en el “despertar” de la conciencia, que no es otra cosa que vivir “vigilantes”, atentos al “poder revelador de la palabra que nos habita”, despiertos a la verdad cósmica sintiendo la “vibración de eternidad” en cualquier lugar o persona. Aquí la palabra también juega un rol fundamental, pues son las primeras palabras (las que escucharon los seres humanos primitivos) las que contienen lo originario, lo verdadero. Estas son las que nos permiten comprender lo que significa la vida desde sus orígenes, más desnuda, abierta a lo trascendente. Habitar estas palabras verdaderas permite encontrarnos con lo propio, tocar la desnudez de nuestra esencia.

  1. Complementando lo ya dicho, como una segunda derivada del “Habitar poético”, también podría entenderse como un modo de habitar la realidad en apertura, en un equilibrio de ensoñación entre uno mismo, lo otro y la búsqueda de aquello que nos trasciende. Es un estado momentáneo de apertura a lo inesperado donde dejamos entrar la realidad en nuestra existencia sin barreras ni defensas, dejando que la realidad habite en nosotros libremente, acogiéndola con una especie de emoción relacionada con un misterio que no se logra explicar. Es el habitar que abre un vivir desde el “No sé”, como plantea la poeta Wislawa Szymborska, que no impone un saber predefinido sino que acoge sin preguntas. Este modo tiene que ver con simplemente estar, con contemplar, con un cierto disfrute consciente de estar siendo. Sin buscarle ninguna utilidad al momento o actividad. En este sentido el “habitar poético” se acerca al “Le flaneur” de Baudelaire, este paseante tranquilo, sin rumbo, abierto a la ciudad, con actitud de apertura, y que a lo inesperado lo acoge e integra a su caminar.

Profundizando en lo anterior, “Habitar poético” podría ser lo que se sustrae de la necesidad del ser humano de vincularse, de buscar fundirse con un otro o con la realidad. Aquí lo poético asume tener un papel interesante si se le comprende como un “habitar en apertura”, puesto que esto facilita experimentar la sensación de fusión con lo otro que se relaciona. De algún modo, el habitar poéticamente permite un pasar más conectado, más vinculado y fusionado, lo que en muchas personas puede ser una de las búsquedas vitales más importantes. Por su parte, la palabra poética también podría cumplir un rol en esta línea, toda vez que al ser la palabra la morada del ser, esta tiene un efecto vinculante con la realidad, es decir, lo poético nos ayudaría a fusionarnos con la realidad por medio de la palabra.

  1. Por último, una tercera derivada, es que desde esta apertura, el “Habitar poético” podría relacionarse con un habitar abierto a la creación. Tiene que ver con el origen de la creatividad que surge del momento en que bajamos la guardia, el control y nos permitimos vivir desde una escucha, desde una libre conexión de ideas y realidades. Me refiero a la apertura creativa que nos conecta con la poiesis, con el Habitar creador de lo nuevo, complices de lo que nace, vislumbrando nuestros orígenes que nos convierten en un ser humano creador. De aquí surge la poesía, la pintura, la música y toda creación auténtica. Esto implica comprender la realidad como algo inconcluso, a medio hacer, y que con nuestro habitar, con nuestras vidas arrojadas, somos capaces de seguir creando, conectados con lo naciente, con lo que nace en nosotros o con lo que podría nacer de nosotros. Aunque, en rigor, ya con el solo hecho de “habitar poéticamente” estamos creando un mundo más poético.

Como idea de cierre, me atrevo afirmar que el “habitar poético” es una invitación a todas las personas, no solo a los poetas o artistas. Es una invitación universal. Todos estamos invitados a encontrar en las palabras una morada, todos estamos invitados a vivir en apertura y todos podemos crear conectados con nuestra autenticidad. Parafraseando a Gianni Rodari, lo poético no es para que todos sean poetas o artistas, es para que nadie sea esclavo.

Lo poético nos permite un habitar consciente, reflexivo, contemplativo, que nos puede liberar de la tendencia anestesiante y alienante de la sociedad actual. Por lo tanto se hace muy necesario preguntarse con hondura cuál es el aporte que podría tener el “Habitar poético” en la actualidad.

Esta pregunta no se puede contestar desde la razón, solo se puede abordar viviendo poéticamente, asumiendo el riesgo de tener una vida en apertura, a la deriva, y por lo tanto, a ratos peligrosa.

 

 

*Sebastián Correa Duval (1977). Psicólogo. Autor de los poemarios “Poemas Vecinos”, 2012 (Ed. Tranquillano, Santiago de Chile), “Tiempo reunido”, 2016 (Ed. Lord Byron, Madrid, España) y “El insospechado vuelo de las moscas” (2020, en imprenta). Es profesor y creador de las asignaturas “Intervenciones poéticas” y “Educación para el cambio social” en la Universidad Alberto Hurtado. También es Co-Fundador del “Observatorio del silencio” y participa del Colectivo poético “Viernes”. Su trabajo poético lo combina con la psicología clínica y con trabajos en innovación educativa en el Proyecto Nuevo Paradigma Educativo, Fundación SM y Educación al día.

 

 

 

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