Por Fernando Sáez García
Los diarios personales, al ser publicados, incitan a su lectura voraz para descubrir los recovecos y secretos de vidas que dan valiosas pistas de su autor, su época, sus relaciones, entregando detalles de un cotidiano repleto de encuentros, amores, vivencias y amistades que conforman la pequeña historia oculta en los grandes titulares que destacan a los autores por sus realizaciones. Hay diarios que parecen hechos para su publicación de antemano, otros, más sinceros, como éste, que de verdad resultan confesiones íntimas, procesos de vida, búsquedas repletas de frustraciones y deseos a la deriva. Julia Toro es una gran fotógrafa, pero también una mujer que supo romper ataduras, atrevida, algo excéntrica, espontánea, genuina y querible. Algo de todo eso la dice este libro. Pero, resulta curioso que en todos los años en que transcurre el relato, que se suponen son de 160 cuadernos, haya para algunos muy pocas páginas, y sean los años finales, los que llevan el peso del libro. Entonces uno imagina una gran tijera que poda, suprime, borra y hace desaparecer un bosque completo, para ser reducido a una publicación equilibrada, dónde no faltan verdades desgarradoras –la pobreza, especialmente, como un peso brutal que no se condice con su fama (pecado del Estado, pecado de coleccionistas)– pero que esta selección hecha para publicar, pareciera, en cierta forma, alivianar el peso contundente de una vida construida en serio.
Diarios de Julia Toro (Lumen Editorial, 364 páginas)