Noviembre 24, 2024

¡Feliz día de la Madre y la Mamadre!

¡Se aproxima el día de la Madre! Y desde la Fundación Pablo Neruda queremos saludar y compartir dos poemas fundamentales de Pablo Neruda: el primero, de agosto de 1938, escrito en La Frontera, cuando fallece la «Mamadre», contenido en Cuadernos de Temuco.

También, el poema «Mamadre» del libro Memorial de Isla Negra. En el día de la madre,sabemos el valor de nuestras mamadres.  La madre de Pablo Neruda murió joven: Doña Rosa Neftalí Basoalto Opazo, de quien el poeta hereda el nombre. Ella era profesora normalista en Parral, quien fallece cuando él estaba naciendo. Fue criado por la segunda mujer de su padre, Doña Trinidad Candia Marverde, su madrastra o mamadre, como le llamaba el poeta, quien era «diligente y dulce, tenía sentido del humor campesino, una bondad activa e infatigable». Sin duda, Pablo Neruda la quiso mucho. Y prueba de eso son estos hermosos poemas.

 

HUMILDES VERSOS PARA QUE DESCANSE MI MADRE

 

Madre mía, he llegado tarde para besarte

y para que con tus manos puras me bendijeras;

ya tu paso de luz iba extinguiéndose

y había comenzado a volver a la tierra.

Pediste poco en este mundo madre mía.

Tal vez este puñado de violetas mojadas

está de más entre tus dulces manos

que no pidieron nada.

Tu vida era una gota de miel temblando apenas

en el umbral del sueño y del perfume,

sagrada estabas ya como dulce madera

de altar, o como aureola de ceniza o de nube.

Dulce, ya no podías esperar sola un nuevo

día, una nueva primavera,

y a encontrarte con él para esperarlo has idos

camino de la tierra.

 

*

 

LA MAMADRE

 

La mamadre viene por ahí,

con zuecos de madera. Anoche

sopló el viento del polo, se rompieron

los tejados, se cayeron

los muros y los puentes,

aulló la noche entera con sus pumas,

y ahora, en la mañana

de sol helado, llega

mi mamadre, doña

Trinidad Marverde,

dulce como la tímida frescura

del sol en las regiones tempestuosas,

lamparita

menuda y apagándose,

encendiéndose

para que todos vean el camino.

Oh dulce mamadre

—nunca pude

decir madrastra—,

ahora

mi boca tiembla para definirte,

porque apenas

abrí el entendimiento

vi la bondad vestida de pobre trapo oscuro,

la santidad más útil:

la del agua y la harina,

y eso fuiste: la vida te hizo pan

y allí te consumimos,

invierno largo a invierno desolado

con las goteras dentro

de la casa

y tu humildad ubicua

desgranando

el áspero

cereal de la pobreza

como si hubieras ido

repartiendo

un río de diamantes.

Ay mamá, cómo pude

vivir sin recordarte

cada minuto mío?

No es posible. Yo llevo

tu Marverde en mi sangre,

el apellido

del pan que se reparte,

de aquellas

dulces manos

que cortaron del saco de la harina

los calzoncillos de mi infancia,

de la que cocinó, planchó, lavó,

sembró, calmó la fiebre,

y cuando todo estuvo hecho,

y ya podía

yo sostenerme con los pies seguros,

se fue, cumplida, oscura,

al pequeño ataúd

donde por vez primera estuvo ociosa

bajo la dura lluvia de Temuco.

 

En la fotografía vemos a Laura Reyes (Hermana), Pablo Neruda y Trinidad Candia Marverde, su querida Mamadre.

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