Noviembre 21, 2024

“En tiempos de “fake news”, la biblioteca aparece como un espacio de información veraz” Entrevista a Raúl Hernández

Por Ernesto González Barnert

 

Conversamos unas semanas atrás, antes de la pandemia, en medio del estallido social con el poeta y bibliotecario Raúl Hernández, un poeta que acaba de publicar “La destrucción de los espacios”, libro en el que continúa haciendo inventario de esta capital de no sé qué como diría el poeta Gonzalo Rojas, a la luz de su lado más íntimo y brutal, provinciano u barrial, ominoso y desamparado, a la contra del poder y a favor de los civilizados. Un libro de poemas breves, al hueso, en la tónica de lo que viene haciendo desde sus inicios, con una claridad que pasma, conmueve.

 

¿Qué significa para ti el libro “La destrucción de los espacios”, publicado por la mítica Libros La Calabaza del Diablo, este 2020?

 

Es un libro que no tenía pensado escribir y se fue dando de forma automática, con emociones y señales del día a día. Vivo en el Barrio Yungay y suelo ver como se conjugan, en un par de manzanas, casas centenarias con construcciones nuevas, lugares en abandono, espacios patrimoniales, cités, edificios de lofts, casas demolidas, etc. Toda esta geografía ha ido mutando durante estos años. Y de algún modo el barrio va cambiando al mismo tiempo que uno va cambiando. Se transforma. Con momentos oscuros y momentos luminosos. Esa transformación en conjunto, entre la persona y lo que sucede en la calle, en aquella escenografía de lo cotidiano, es lo que sentí que deseaba transmitir en estos poemas. Escribir de ese acontecer. Estuve leyendo a Iain Sinclair y sus escritos de “psicogeografía” y encontré también el trabajo de Gordon Matta-Clark que me interesó mucho (su deconstrucción o “anarquitectura”, junto a sus videos, fotos y anotaciones). Me interesaba también retratar el arte de los muros: pinturas, letreros y rayados. Y seguir capturando eso que se nos escapa de la atención pero que a veces es lo más importante. El libro lo escribí entre el 2016-2018 y significa para mí volver a publicar un libro inédito luego de varios años, pues las últimas publicaciones habían sido la reedición de Poemas cesantes (2016) y su edición en inglés Unemployed poems (2018). En cuanto a La Calabaza del Diablo, siempre me siento en casa publicando ahí en donde publiqué mi primer libro y la mayoría de los que siguieron. Y siempre agradezco la edición de Marcelo Montecinos que conoce bien mi escritura. En enero hicimos una presentación del libro en el “Chancho Seis” y espero ojalá, más adelante, presentarlo en regiones.

 

¿Como ha sido equilibrar las aguas entre el poeta y el bibliotecario estos años?

 

Creo que se ha ido complementando. Finalmente, todo lo que hago está vinculado a los libros (también soy editor de poesía en Edicola Ediciones). Por otra parte, me gusta esa idea de que escribir poesía pueda ser algo también “normal”, como cualquier otro oficio que pueda hacer una persona en sus ratos de ocio. Escribir y trabajar. Como en la película “Paterson”, donde el conductor del bus, además de conducir, escribe de esa cajita de fósforo que vio en la hora del desayuno. En cuanto a la biblioteca donde trabajo (Biblioteca de Santiago), me siento muy bien ahí, pienso que es un desafío la biblioteca pública y cómo su labor puede ser también un agente de cambio y un espacio importante en estos tiempos de demandas sociales. En tiempos de “fake news”, la biblioteca aparece como un espacio de información veraz. Un lugar donde puedes confiar. Puedes consultar actualidad e historia. Filosofía y memoria. Aprender de la constitución y el plebiscito de manera libre y gratuita. Es una oportunidad sin duda participar de este momento histórico y aportar desde un espacio como lo es una biblioteca.

 

¿Para que sirve la enseñanza de la poesía o de la literatura hoy en día?

 

En cuanto a la enseñanza de la poesía, no creo que sirva o debiera servir para algo. De algún modo, quien desea aprender de poesía lo hace por un vacío interior o ansias de conocer, no veo un afán de “capacitación” en aquel aprendizaje. Aunque igual se puede dar esa búsqueda, pienso que este conocimiento poético tiene otro espíritu y otras emociones compartidas. En cuanto a la literatura en general, claro, puede servir su enseñanza para trabajos en el ámbito literario y el desarrollo en la labor creativa y narrativa, sin duda. Desde todas las perspectivas, pienso que será interesante estar leyendo a las nuevas generaciones, pues sus primeras obras serán escritas desde esta realidad, con las emociones de un proceso social que convoca todos los sentidos y que recién está comenzando.

 

 

¿Cómo es tu proceso creativo para desarrollar un poemario?

 

Normalmente parto de un “pie forzado”, un tema en cuestión. Una idea central que aparece de repente y me obsesiona. En Poemas cesantes fue la cesantía veinteañera, en Estética de la lluvia, la lluvia del Barrio Yungay. Y en La destrucción de los espacios es este mismo barrio, en su constante construcción y deconstrucción, junto a los vaivenes del diario vivir. “El deseo nace del derrumbe”, leí una vez en una exposición de Roberto Jacoby. Me quedó pegada esa frase y creo que representa el espíritu de este nuevo libro.

 

 

¿Cuáles son los libros y músicas que te marcan como escritor este 2019-2020?

 

Durante este último tiempo he leído bastante acerca de budismo zen. Podría decir que he tratado de aprender de “Las cuatro nobles verdades”. Entre los libros que destaco: Filosofia del Budismo Zen de Byung-Chul Han y Zen en la plaza del mercado de Dokoshu Villalba. También me acerqué a los libros de Patti Smith, que es como estar conversando con ella, y a la poesía de Mary Oliver (Dime, ¿Qué piensas hacer con tu única, salvaje y preciosa vida?). En cuanto a música, este último tiempo he escuchado a bandas como Beach House, Alvvays, El mató, Tame Impala, Beach Fossils, Acid Ghost y DIIV. También algunos “noventeros” como The Breeders, Luscious Jackson o Built to Spill. Me gusta mucho escuchar música la verdad. Y para escribir, me inspira un horario nocturno junto a John Coltrane, Mazzy Star o Morphine.

 

¿Cuál es tu relación escritural con la obra de Pablo Neruda?

 

Conocí la poesía de Neruda cuando iba en la enseñanza media, creo haberlo leído en algún libro de Castellano. Luego, al salir del liceo, encontré el libro “Residencia en la tierra” en un Bibliometro y la impresión inicial al leerlo fue de una pulsión poética especial, como de un vibrar con el ritmo y la imagen, lo que me agradó y me generó asombro. Con el tiempo conocí otros libros suyos, pero creo que la intensidad de los poemas de “Residencia en la tierra” fue distinta y lograron ser un impulso potente en aquellos años en donde comenzaba recién a escribir poesía.

 

¿Cuál es el principal error de los poetas que empiezan?

 

Pienso que es normal errar en todo camino para adquirir aprendizaje y conocimiento, si no erramos no aprendemos. Errar es parte de un todo natural. Y en el comienzo uno tiende a buscar, descubrir y anhelar. A veces esos anhelos se transforman en ansiedad o en búsqueda de reconocimiento. Creo que lo principal, ante todo, es sentir la poesía como una pasión que nos vibra por dentro. Escribir sin resquemores y sin buscar nada a cambio.

 

 

¿Qué poema tuyo leerías en una sala de clases?

 

Leería este poema de “Poemas cesantes”

 

Escribes un haiku

en una hoja de cuaderno.

 

Arrancas la hoja

la doblas y la doblas.

 

Por la ventana

se va el haiku.

 

A las estrellas.

 

Hecho avioncito.

 

Tuve la ocasión hace un tiempo de realizar un taller de poesía con chic@s de enseñanza básica, en donde aprendimos del haiku japonés y les invité a escribir algunos. Luego los leímos en grupo y al finalizar arrancamos la hoja e hicimos pequeños avioncitos de papel (al igual que en el poema) y luego los lanzamos al mismo tiempo hacia el cielo de la sala, terminando el taller con esta ceremonia entre saltos y gritos. Esa experiencia fue genial y luego la fui repitiendo en otros talleres.

 

¿A tu juicio que medida concreta crees ayudaría al país a salir del estallido social que vive?

 

El estallido social nos hizo detenernos y observarnos como sociedad, para darnos cuenta que no estábamos bien y que necesitamos reclamar dignidad para nuestra vida. Son varias las medidas urgentes que se necesitan, como un nuevo sistema de pensiones y de salud. Pero más que una medida concreta, pienso que lo que se necesitan son cambios reales, equitativos y justos.

 

¿Qué opinión te merecen los talleres literarios?

 

Son espacios colectivos valiosos en donde se amplían los debates, se aprende y también se pasa bien. He sido alumno y profe de talleres y cada experiencia es distinta. La mejor sensación que recuerdo como alumno es salir “hipnotizado de poesía” desde Balmaceda 1215.

 

¿Un libro que nunca has podido terminar?

 

2666 de Bolaño.

 

¿Qué es lo que más te gusta de Santiago Centro?

 

Las fuentes de soda con sus shops y completos.

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