Noviembre 24, 2024

Entrevista a Raúl Bulnes Calderón: “Pablo Neruda es el más universal de los chilenos, es uno de los creadores más influyentes del siglo XX”

 

por Daniela Pizarro Amaya, Periodista.

 

–Entrevista Publicada en revista Araucaria de Chile número 50. Lom Ediciones. Santiago Chile 2020–.

Raúl Bulnes Calderón, es el presidente del Directorio de la Fundación Pablo Neruda. Arquitecto de profesión y un apasionado de las letras, especialmente de las que dejó como legado el más universal de los chilenos, como él mismo describió a Pablo Neruda, con quien forjó una relación hace cincuenta años, cuando el poeta recibió el Premio Nobel de Literatura y Bulnes, como profesional de la Corporación de Mejoramiento Urbano, se encargó de diseñar la impronta de Neruda en Isla Negra, en medio del Gobierno de la Unidad Popular.

Medio siglo cumple el galardón para la patria y hace casi el mismo tiempo que el destacado literato pasó a la eternidad. Parte de su obra y sus reflexiones se plasmaron en esta entrevista que tiene varios condimentos que quedarán en la historia. Partiendo por su publicación y porque se realizó en medio de la pandemia que azota al mundo y puso en jaque las maneras tradicionales de comunicarnos. Gran parte de las respuestas las respondió el mismo poeta con sus escritos, pese a tener varias décadas encima la vigencia de sus letras será imborrable.

Raúl Bulnes recreó parte de los pensamientos del Premio Nobel a través de sus cartas y memorias. Por ejemplo, el relato epistolar entre Neruda y su compañero y amigo Volodia Teitelboim, es fundamental para graficar algunas de las estadías del vate en el extranjero e incluso su incredulidad frente a su postulación al Nobel de Literatura, la cual tildó como la “anual decepción”.

—Neruda es una de las figuras más importantes del siglo XX en Chile y en el mundo. Es sinónimo de galardones y de poesía. Pero la dimensión de Neruda es aún mayor. ¿Qué significó Pablo Neruda para Chile y el resto del planeta?

—En primer lugar deseo señalar que Pablo Neruda es, desde hace muchos años, el más universal de los chilenos. La historia de su vida es la de un muchacho provinciano que fue expandiendo los espacios de su reconocimiento, desde la región de La Frontera (La Araucanía), hasta el ámbito nacional, luego al de Hispanoamérica y finalmente a todo el mundo. Ya a mediados de los años treinta Neruda había sido reconocido por los poetas españoles de la Generación del 27 como uno de sus pares. Con la publicación en Madrid de la primera versión completa de “Residencia en la tierra”, en 1935, Neruda se sitúa como uno de los grandes poetas contemporáneos en el mundo de habla hispana, junto con nombres como los de Federico García Lorca, Rafael Alberti y César Vallejo, entre otros. Desde entonces su figura no dejó de crecer y llegaría a ser reconocido en vida como una de las grandes personalidades, no solo de la literatura sino además de los que podríamos llamar el activismo humanitario. Gracias a él pudieron viajar a Chile más de dos mil españoles, hombres, mujeres y niños, que estaban internados en campos de concentración en Francia, luego de la derrota de la República en la Guerra Civil española. Asimismo, Neruda participó activamente en organizaciones por la defensa de la cultura y los grandes valores de la humanidad amenazados por el avance del fascismo, así como en movimientos por la paz y el desarme nuclear y se empeñó en la lucha por la justicia social, lo que le valió la persecución y el exilio.

En 1950, con la publicación de “Canto General”, Pablo Neruda se convierte en el gran poeta de América. En esta obra cumplió la gran aspiración de diversos cronistas, escritores y naturalistas que intentaron dar una visión total de América y de sus singularidades geográficas, culturales, históricas y humanas. (Obra escrita durante la clandestinidad, producto de la persecución que desató contra los comunistas, el gobierno de Gabriel González Videla). Pablo Neruda se relacionó, acompañado de Delia del Carril, su segunda esposa, con algunas de las más grandes figuras de la intelectualidad y la creación literaria y artística del siglo XX. Sus obras fueron ilustradas por algunos de los artistas contemporáneos más importantes, como Pablo Picasso, Fernand Léger, David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y Osvaldo Guayasamín. Sin olvidar a los pintores chilenos o radicados en nuestro país, como Mario Carreño, Jose Venturelli, Nemesio Antúnez, Mario Toral, Julio Escámez, José Balmes y Roser Bru, entre otros. Las piedras de Chile se muestran majestuosas en los trabajos que Mari Martner realiza en sus tres casas, y en las magníficas e inmortalizadas fotografías de Antonio Quintana, acompañando los poemas de Neruda. Importantes compositores en todo el mundo han musicalizado la obra de Neruda. Un buen ejemplo es la magnífica musicalización de Canto General hecha por el compositor griego Mikis Theodorakis.

En Chile se destaca el trabajo conjunto que el poeta realiza con los músicos Vicente Bianchi, Sergio Ortega, Ángel Parra y Víctor Jara. Sus libros han sido traducidos a todas las principales lenguas, incluyendo el chino, japonés, árabe, coreano y algunos idiomas de la India. Uno de sus poemarios de juventud, “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, se cuenta entre los libros de poesía más leídos y traducidos en el mundo, agotando innumerables ediciones que totalizan millones de ejemplares.

Más allá de todas las consideraciones, Neruda es uno de los creadores más influyentes del siglo XX. Su nombre se encuentra instalado en el canon de la literatura occidental. El crítico Harold Bloom señaló que “ningún poeta del hemisferio occidental admite comparación con él” y lo incluyó entre los 26 autores que formarían el canon de la literatura occidental de todos los tiempos. Borges y Neruda son los autores hispanoamericanos más destacados que Bloom incluyó en esta selección. El narrador Gabriel García Márquez afirmó que Neruda “es el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma”. El destacado revolucionario Dr. Ernesto Che Guevara, llevó siempre en su mochila guerrillera, tanto en la guerrilla cubana como boliviana, un ejemplar del Canto General, y en uno de sus últimos escritos en la selva boliviana señaló que “cuando el tiempo haya tamizado un poco los andares políticos y al mismo tiempo -ineluctablemente- haya dado al pueblo su triunfo definitivo, surgirá este libro de Neruda como el más vasto poema sinfónico de América”.

En tanto, Pablo Neruda aseguró en sus memorias que cuando conoció al Che “llevaba botas, uniforme de campaña y pistola a la cintura. Su vestimenta desentonaba con el ambiente bancario de la oficina”. Y agregó que “el Che era moreno, pausado al hablar, con indudable acento argentino. Era un hombre para conversar despacio, en la pampa, entre mate y mate. Sus frases eran cortas y remataba en una sonrisa, como si dejara en el aire el contenido. Me halagó lo que dijo de mi libro Canto General. Acostumbraba a leerlo en la noche a sus guerrilleros, en la Sierra Maestra. Ahora, ya pasados los años, me estremezco al pensar que mis versos le acompañaron en su muerte. Por Regis Debray supe que en las montañas de Bolivia guardó hasta el último momento en su mochila solo dos libros: un texto de matemática y mi Canto General”.

 

—¿Cómo se vincula personalmente con el poeta?

Sin saberlo en esos momentos, este hecho histórico (Premio Nobel) para Chile y Neruda determinaría mi vida desde allí hasta estos días, ya que siendo arquitecto de CORMU (Corporación de Mejoramiento Urbano), y estando a cargo, junto a Carlos Martner y un equipo de una de las obras emblemáticas del Presidente Allende; ‘El Parque O’Higgins’, participé como secretario ejecutivo de la “Comisión Pablo Neruda, Isla Negra”, que dirigía Sergio Insunza y Volodia Teitelboim, destinada a promover obras que vincularon para siempre a Neruda con Isla Negra. Se propusieron tres obras; ‘Parque Pablo Neruda’, con casa de la cultura y equipamiento deportivo y médico. ‘Plaza Mirador’ en el borde costero, y el gran sueño del poeta ‘Fundación Cantalao’. Neruda respondió que iniciemos las dos primeras, pero que esperemos a que él regresara para participar personalmente en Cantalao.

Así ocurrió, y con Pablo ya bastante enfermo radicado en Isla Negra, viajé desde fines de 1972 y hasta septiembre de 1973 semanalmente a Isla Negra, con los arquitectos Carlos Martner y Virginia Plubins, para trabajar estrechamente con el poeta en el diseño de Cantalao. Fuimos testigos del rápido deterioro de su salud. Desde esos momentos estoy vinculado hasta hoy, tanto con el Poeta, Matilde y la Fundación Neruda.

Neruda postergó varias veces el viaje de regreso a Chile por motivos de salud. Volodia recibió una nueva carta el 18 de octubre de 1972. “Entre los estremecimientos que nos da la situación chilena y el embargo del cobre, tengo que darte, además, otra mala noticia. Se me ha producido un fuerte retorno de la misma enfermedad. Además, el médico cree peligroso un viaje en barco. Hoy en la mañana, te mandé un telegrama pidiendo aplazar hasta el 2 de diciembre la reunión del Estadio.”

Continúa Volodia: “Baja rengueando del avión. Les responde a los periodistas: Es la gota, la enfermedad de los nobles ingleses…Tratando de bromear. El poeta no está para fiestas. Un auto lo espera a fin de trasladarlo directamente a Isla Negra. Vamos a verlo a la Isla. Desde la cama dicta el discurso que deberá pronunciar en el Estadio Nacional. Allende está de gira por el extranjero, lo acogerá a nombre del gobierno del pueblo y del país, el Vicepresidente de la República y Comandante en Jefe del Ejército, General Carlos Prats. En el país la campaña de desestabilización, el mercado negro, la fuga de divisas, la guerra psicológica a tambor batiente. Ese clima repercute en el acto de acogida a Neruda, no concurren las cien mil personas que se esperaban.”

 

—¿Cómo fue la relación entre Allende y Neruda?

La relación con Salvador Allende fue larga y siempre cercana, lo acompañó en todas las campañas presidenciales y compitió amigablemente en la de 1970, más que nada para lograr la Unidad de los partidos de Unidad Popular.

El poeta escribe en sus Memorias: “Una mañana de 1970 llegaron a mi escondite marinero, a mi casa de Isla Negra, el secretario general de mi partido y otros compañeros. Venían a ofrecerme la candidatura parcial a la presidencia de la república, candidatura que propondrían a los seis o siete partidos de Unidad Popular. Hasta ese momento todos aquellos partidos tenían su candidato y cada uno quería mantenerlo. Solo los comunistas no lo teníamos”.

Y agrega: “Nuestra posición era apoyar al candidato único que los partidos de izquierda designaran. Pero no había decisión y las cosas no podían seguir así. La única manera de precipitar la unidad estaba en que los comunistas designaran su propio candidato. Era un medio heroico de obligar a otros a ponerse de acuerdo. Cuando le dije al compañero Corvalán que aceptaba, lo hice en el entendimiento de que igualmente se aceptaría mi futura renuncia, en la convicción de que mi renuncia sería inevitable. Pero mi candidatura, salida de esa mañana marina de Isla Negra, agarró fuego. Llegué a enternecerme ante aquellos centenares o miles de hombres y mujeres del pueblo que me estrujaban, me besaban y lloraban. Pobladores de los suburbios de Santiago, mineros de Coquimbo, hombres del cobre y del desierto, campesinos que me esperaban con sus chiquillos en brazos, gente que vivía su desamparo desde el río Bío Bío hasta más allá del estrecho de Magallanes, a todos ellos les hablaba o les leía mis poemas a plena lluvia, en el barro de las calles y caminos, bajo el viento austral que hace tiritar a la gente. Me estaba entusiasmando. Cada vez asistían más gente a mis concentraciones, cada vez acudían más mujeres. En un momento afortunado llegó la noticia: Allende surgía como candidato posible de la entera Unidad Popular. Ante una inmensa y alegre multitud hablé yo para renunciar y Allende para postularse”.

Fruto de esta acción unitaria, que tanta falta hace en estos días, llegó como un regalo para el pueblo de Chile y del mundo el triunfo de Salvador Allende el 4 de septiembre de 1970. Este hecho tenía una importancia especial, sería la primera vez que se comenzaría a construir un estado socialista en democracia. Así que con gran efervescencia llegó septiembre, parecía ancho, luminoso y alegre con el triunfo popular, con Allende como líder, el fondo musical de “Venceremos”, acompañando esa épica jornada.

En Septiembre de 1971 Neruda llega a París como Embajador de Chile y envía una carta a su amigo Volodia Teitelboim y en la parte final decía “A mediados de Octubre regresa a Chile el doctor Bulnes. Le he pedido que haga una exposición ante nuestros amigos de mis actuales dolencias y vaticinios médicos quirúrgicos. Él te llamará a su regreso. Abrazos a los dos incluyendo a Marina, a la que le envió un beso clínico enteramente esterilizado, Salud. Pablo Neruda”.

Continua Volodia: “Al volver el doctor Bulnes (recordemos: uno de los tres fundadores de Isla Negra, junto a Eladio Sobrino y Pablo Neruda), conversé largo con él. Como médico estuvo presente en la intervención quirúrgica del poeta en el Hospital de Cochin, de París. Este Raúl es un personaje de una delicadeza inmensa. Me cuenta casi todo, pero no me dice nunca la naturaleza exacta del mal. Tal vez se guía por el aforismo: ‘a buen entendedor, pocas palabras’. Como soy mal entendedor sigo abrigando esperanzas. Doy cuenta de la conversación. Se decide que yo viaje a verlo. Antes de partir hay que aclarar si Neruda va a venir a Chile, cosa que todos piden después de haber recibido el Nobel.”

Con relación al Premio Nobel Neruda señala: “Mi premio Nobel tiene una larga historia. Durante muchos años sonó mi nombre como candidato sin que ese sonido cristalizara en nada. Finalmente, como todo el mundo lo sabe, me dieron el Premio Nobel. Estaba yo en París, en 1971, recién llegado a cumplir mis tareas de embajador de Chile, cuando comenzó a aparecer otra vez mi nombre en los periódicos. Matilde y yo fruncimos el ceño, acostumbrados a la anual decepción. Aquella noche (20 de octubre) vino a verme Arthur Lundkvist, el único escritor amigo que yo tenía en Suecia, después de la comida le conté las dificultades que tenía para contestar el teléfono internacional a los periodistas que me atribuían el premio. Te quiero pedir una cosa, Arthur en el caso de que esto sea verdad, me interesa mucho saberlo antes de que lo publique la prensa. Quiero comunicárselo primero que a nadie a Salvador Allende, con quien he compartido tantas luchas. El se pondrá muy contento de ser el primero que reciba la noticia. El académico y poeta Lundkvist, me miró con ojos suecos, extremadamente serio: Nada puedo decirte. Si hay algo, te lo comunicará por telegrama el Rey de Suecia o el Embajador de Suecia en París.”

Aprovechando un día que lo visita Salvador Allende, Volodia, les lee el poema “Incitación al Nixonicidio”, después de escucharlo Allende le dice “Pablo el poema es sobrecogedor, dice lo que sentimos, habla o canta por millones de chilenos, pero quiero hacerte una pregunta”. Cuál dice Neruda y Allende pregunta: “crees tú que después de publicar este libro puedes seguir siendo embajador.” y Neruda responde: “Precisamente, Salvador, quería hablarte de este asunto. Te pido que me releves del cargo. Quiero y necesito estar en Chile”.

Han transcurrido 48 años desde el trágico septiembre de 1973. La muerte del poeta el día 23 de ese mes, acompañó la muerte de miles de hombres y mujeres y la de sus amigos, el cantante y compositor Víctor Jara y su compañero el Presidente de Chile Salvador Allende.
No en vano se habla: “de una gran muerte colectiva”: muerte de la Democracia, muerte de las Instituciones, muerte de valores esenciales de la Sociedad: la Libertad, la Justicia, la Dignidad, la Solidaridad.

El poeta alcanzó a escribir en sus Memorias: “Allende, fue el anti dictador, el demócrata principista hasta en los menores detalles. Le tocó un país que ya no era el pueblo bisoño de Balmaceda; encontró una clase obrera poderosa que sabía de qué se trataba. Allende era un dirigente colectivo; un hombre que sin salir de las clases populares, era un producto de las luchas de esas clases contra el estancamiento y la corrupción de sus explotadores.”

“Por tales causas y razones la obra que realizó Allende en tan corto tiempo, es superior a la de Balmaceda; más aún, es la más importante en la historia de Chile. Sólo la nacionalización del cobre fue una empresa titánica. Y la destrucción de los monopolios, y la profunda reforma agraria, y muchos objetivos más que se cumplieron bajo su gobierno de esencia colectiva”, agregó.

Nosotros podemos agregar, que nunca antes se construyeron mejores y tantas viviendas sociales como en esos mil días, bajo el amparo de un estado que cumplía su papel de garante del desarrollo urbano, en lugar del estado cómplice de la especulación inmobiliaria.

“Las obras y hechos de Allende de imborrable valor nacional, enfurecieron a los enemigos de nuestra liberación. Escribo estas rápidas líneas para mis memorias, a sólo tres días de los hechos incalificables que llevaron a la muerte a mi gran compañero Allende”, apuntó Neruda.

 

El funeral del poeta también fue un acto de resistencia cuando empezaba la dictadura.

Pocos días después del Golpe de Estado muere Neruda y su velatorio se realiza en su “Chascona”, saqueada inundada. Su cuerpo está entre barro, vidrios y cristales rotos, pero acompañado por todo el pueblo de Chile. Su funeral vigilado se transforma en la primera manifestación masiva contra la dictadura: “Cuando la tiranía oscurece la tierra y castiga las espaldas del pueblo, antes que nada, se busca la voz más alta y cae la cabeza de un poeta al fondo del pozo de la historia. La tiranía corta la cabeza que canta, pero la voz en el fondo del pozo vuelve a los manantiales secretos de la tierra, y desde la oscuridad sube por la boca del pueblo”. (“Viaje al corazón de Quevedo”)

La voz en el fondo del pozo, de nuestra patria subió lentamente, Matilde su compañera se juega entera en la conservación del legado del poeta, la defensa de los derechos humanos y la búsqueda de los detenidos desaparecidos. Neruda y Allende olvidados, marginados de la vida oficial, y de los medios de comunicación (salvo honrosas excepciones), se transforman en banderas, en la lucha por reconquistar la democracia. Miles de personas anónimas dejan mensajes de amor y libertad en las cercas de su casa en Isla Negra.

 

—¿Cómo nace el romance de Neruda con Isla Negra?

Han transcurrido 83 años desde que don Eladio Sobrino, su hija arquitecto, un médico jardinero, el Dr. Bulnes junto a su mujer, un poeta; Pablo Neruda y su mujer la pintora Delia del Carril -la hormiguita-, fundaran lo que llegaría a ser, el balneario de Isla Negra, nombre que luchó “noche tras noche”, con los primitivos Córdova, Costa Azul o Las Gaviotas.

“Los primeros isleños no eran tantos, habían llegado de lejísimos puntos, de los confines de la medicina, de las latitudes de la música, de los montes de la poesía. Usábamos lámparas a parafina y sacábamos agua de noria con sudor propio y ajeno”. Paralelamente se va fortaleciendo el sector de los residentes: los Llancas, los Álvarez, los Cerdas, los Pérez, los Díaz, los Pichunantes, los Plazas, etc Aparecen los primeros almacenes y servicios de viandas.

A principio de los 40 comienza la aventura constructiva del poeta, con la ampliación a su cabaña de piedra original, construida por la arquitecta Luz Sobrino, surge el torreón y el living de los mascarones, proyecto realizado por el arquitecto español Germán Rodríguez Arias. Las ampliaciones de esta casa y de sus otras moradas, no se detendrán, sino hasta su muerte en septiembre de 1973, es por eso que las restauraciones, remodelaciones y creación de Centros Culturales en cada una de ellas, más el Parque de Esculturas Cantalao, deben considerarse como un homenaje a sus anhelos arquitectónicos.

Desde un comienzo la casa de Pablo Neruda y la Hormiguita se transforma en uno de los lugares de reunión de los isleños y de destacados visitantes de todo el mundo. No todos pensaban igual, pero los unía un gran cariño al lugar, a la naturaleza, a la amistad, la que cultivaron (sobre las pasiones políticas) con esmero, al igual que lo hicieron con los primeros árboles y flores. En su preferido papel de arquitecto- constructor, es acompañado el poeta por varios maestros destacados: don Alejandro García y don Pato Cerda, genios de la piedra, don Avelino Álvarez, carpintero, realizador de distintos muebles de la casa y posteriormente nuestro Rafita (Rafael Plaza), que trabajó y acompañó al poeta hasta el final y colaboró con nosotros, para restaurar la Casa de Isla Negra y cabaña del poeta, a partir de las huellas históricas en Cantalao.

Con todos ellos, Neruda cultivó una profunda amistad, fueron su verdadero contacto con el pueblo de Isla Negra, ya que por su carácter reservado no pudo consolidar vínculos más cercanos con el resto de los habitantes, exceptuando a don Jaime Ferrer a quien ayudó a establecerse con su Hostería “Santa Elena”, rompiendo el muro de aislamiento con que la cerrada sociedad isleña, lo había condenado y exceptuando también a nuestro Enrique Segura, con quien formó lazos casi paternales, de cuidado y amistad, como así también con “Gonzalito”, poeta popular, solitario, alcohólico, a quien protege, da refugio y le escribe al morir el siguiente epitafio:

“Aquí descansa
un caballero pobre,
humilde sabio,
poeta errante,
pescador proscrito,
que nunca tuvo nada,
ni dejó nada escrito,
salvo un corazón desamparado
y su nombre de niño:
Gonzalito”.

Isla Negra sigue creciendo, a la luz eléctrica que llega a fines de los 40, le sigue el agua potable de los canalistas de Isla Negra, y nuevas generaciones y vecinos. Poco después recibe especial mención del poeta el trabajo de Leonor Sobrino y Las Bordadoras de Isla Negra. El poeta escribe en septiembre de 1969:

“En Isla Negra todo florece. Se arrastran por el invierno pequeñísimas flores amarillas, que luego son azules y más tarde, con la primavera, toman un color amaranto. El mar florece todo el año. Su rosa es blanca. Sus pétalos son estrellas de sal. En este último invierno comenzaron a florecer las bordadoras de Isla Negra”.

Creemos que estos años fundacionales, influyeron no sólo al poeta sino a todos los vecinos, creando lazos que traspasaron las fronteras ideológicas, forjando además un sentimiento especial “isleño”, que alcanzó a veraneantes y residentes. Hoy, desde el corazón del pueblo, surge un movimiento ciudadano, que sobrepasa al mundo político, que lucha por un “Chile Digno”, diría Neruda “cuando la tierra florece el pueblo respira libertad, los poetas cantan y muestran el camino”. Pero tenemos deudas importantes como sociedad, falta recuperar valores humanistas y éticos casi olvidados, por esta sociedad mercantilista de hoy, en que casi todo se compra y casi todo se vende, donde parece que solo existen cosas. Tenemos que ser capaces, como país, de recuperar la Educación Pública de manera definitiva, para así permitir que surjan nuevas Gabrielas (Mistral) y nuevos Pablos (Neruda) como también para disminuir las grandes diferencias de recursos y oportunidades en nuestra sociedad.
Sigue pendiente, en nuestra Isla Negra, la recuperación ecológica de playas, lagunas, esteros, bosques. Todo esto lo lograremos y hemos logrado ciertos avances con trabajo comunitario destinado a evitar la extracción de arena, el corte indiscriminado de algas por falsos pescadores artesanales, el rayado de las rocas, la destrucción de la flora y fauna regional. Todos estos hechos que se vienen denunciando desde el año 1964, se han visto incrementados por el explosivo aumento de residentes y visitantes en el litoral central. Sabemos que Isla Negra no será nunca más, el lugar prácticamente secreto y aislado que buscaron el poeta y los primeros isleños. Debemos ser capaces de crear las condiciones físicas y ambientales para ir resolviendo todos los problemas de manera armoniosa con los habitantes y su entorno.

Falta infraestructura para acoger a los miles de visitantes. Se deben crear servicios higiénicos públicos, mantener el aseo de caminos, playas y rocas, fortalecer la seguridad, (ya que la delincuencia parece tener las condiciones propicias para desarrollar su destructiva labor), sobretodo en este lugar donde floreció y florece la poesía, la música, la pintura, la ciencia y todas las manifestaciones de la cultura. Pero estamos optimistas, surgen nuevas voces y organizaciones vecinales que se suman a este esfuerzo, incluida las Fundación Eladio Sobrino y la Fundación Neruda. Como un gran regalo para el poeta, en su nuevo cumpleaños unámonos tras estas metas que son en beneficio de todos.

Hoy en que estamos seguros que Neruda regresó de “su último viaje”, no el más agradable, pero quizás necesario, para volver a vivir para siempre, frente al mar de Isla Negra, recordemos que nuestro poeta fue un gran viajero, comprometido con las luchas y causas progresistas de la época en que le correspondió vivir, que a diferencia de otros creadores de nuestro continente, siempre regresó a su país. Neruda dijo, en una ocasión, que el poeta tiene dos obligaciones sagradas: partir y regresar y que sus raíces debían cruzar el fondo del mar y “sus semillas seguir el vuelo del viento para encarnarse, una vez más, en su tierra”. Agregó que el poeta “debe ser deliberadamente nacional, reflexivamente nacional, maduramente patrio”.

En consecuencia, de sus viajes trajo al país muchos de los temas y contenidos que se encuentran en su poesía, así como objetos diversos que incorporó a su propio mundo y que hoy forman parte de las colecciones que se exhiben en sus casas y principalmente en Isla Negra. En cada uno de estos viajes al mundo hizo suya las causas y luchas de otros hombres en distintos lugares, transformando, con la magia de su poesía, esas causas y luchas particulares, en causas de toda la humanidad, y esos lugares, en lugares conocidos por todos los hombres y mujeres del mundo. Por eso hoy con la alegría de celebrar los 50 años del Nobel y en julio un nuevo cumpleaños del poeta, queremos señalar, que no sin razón escribió en una viga de su casa de Isla Negra: “Regresé de mis viajes, navegué construyendo la alegría”.

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