Noviembre 22, 2024

Disparen contra el político pero no toquen al poeta [A propósito del Premio Nobel a Pablo Neruda]

 

Por Darío Oses

 

Con motivo del Nobel hubo quienes quisieron trozar a Neruda y a su obra, para desechar la incómoda parte política y celebrar solo la poesía pura.

 

El Premio Nobel de Neruda, de alguna manera se asemejó a las Fiestas Patrias que en otros tiempos fueron un rito de celebración de la chilenidad  en el que participaba todo el país, sin distinción de jerarquías ni de clases sociales. Los titulares de los diarios insistían en que el Nobel era un premio que el poeta le había dado a Chile, por lo tanto todos lo sentíamos como propio.

Pero algunos medios de prensa procedieron con cierta cautela: aplaudieron al poeta solo después de desagregar el molesto dato de su militancia comunista.

El Diario Austral de Temuco, en su edición del 22 de octubre de 1971 publicaba un artículo en el que destacaba que Neruda era el primer marxista que aceptaba el Premio Nobel de Literatura. Agregaba el diario: “Por más que el poeta ha hecho largo alarde  de su servicio al comunismo marxista con su estro, la mayoría de los chilenos le aprecia por su calidad literaria y por su fuerza expresiva y no precisamente por su militancia política.”

Luego citaba los nombres de dos supuestos  marxistas que se negaron a aceptar la distinción: “Boris Pasternak, ruso, la rechazó en 1958 por razones políticas y los mismo hizo Jean Paul Sartre, francés, en 1964”

No sabemos quién es el autor de esta nota: la firma con el seudónimo, de No y Yo. Queda claro sí que ignoraba que Pasternak, fue disidente al régimen soviético, que no concurrió a recibir el Nobel por presiones del gobierno, y que fue perseguido por su famosa novela Doctor Zhivago. Iban a expulsarlo de la URSS, pero Pasternak suplicó a las autoridades que revocaran la medida  porque Rusia era su patria y no podía vivir fuera de ella.

 

El poeta dividido

La revista PEC (Política, Economía y Cultura) en su edición N° 424 de 22 de octubre de 1971 celebraba el Premio Nobel que hacía justicia “al mejor poeta actual de la lengua española”, pero manifestaba también su preocupación “por la utilización política, que sin duda se hará del acontecimiento; por la apropiación del comunismo internacional – y concretamente del marxismo criollo…”  Enfatizaba la revista que el Nobel era “una distinción conferida a la obra de UN ARTISTA y no a una ideología.”

Más de una vez Neruda declaró que sus condiciones de poeta y de político eran inseparables. Cuando fue pre candidato a la Presidencia de la República en 1969 recalcó: “Nunca he concebido mi vida dividida entre la poesía y la política”. Por esto PEC declaraba que la ambivalencia del político y el poeta había “pretendido ser negada por el propio literato, alegándose una absurda identidad plena entre sus personalidades artísticas y partidistas.”

Afirmaba el periódico que en el plano político, Neruda fue “uno de los más dóciles peones que mueve el PC conforme a sus necesidades estratégicas contingentes”. Luego dictaminaba que el Neruda político “es patrimonio del comunismo y no se identifica con la personalidad nacional.”

Desde luego, el autor de esta columna, que firma con las iniciales J.V., ignoraba que una de las vertientes principales de la poesía nerudiana es la política y que en su libro más importante, Canto general, el poeta construye una cosmovisión americana en la que la política está integrada a la historia y la cultura del continente.

De ahí en adelante se repetiría la fórmula de disociar la indiscutible calidad literaria del poeta, de su labor política y diplomática, a la que se califica siempre en términos negativos.

 

El dogmático contra el poeta

En algunos casos el corte entre el poeta y el político es más problemático, porque el último boicotea la poesía del primero.

En su página editorial el diario El Día, de La Serena del 22 de octubre del 71, también destacaba que el Jurado del Nobel tenía la misión “de calificar la obra literaria de un hombre y no sus tendencias doctrinarias.” Luego expresaba su descalificación de “quienes, en nuestro país, pretendan aprovecharse de un gran triunfo literario que es compartido por todos los chilenos, para obtener dividendos subalternos.” A continuación el artículo impartía lecciones sobre la poesía nerudiana, estableciendo que parte de la misma tiene “un profundo contenido sectario, y en ellas, el dogmático, no el poeta, se deja llevar por la pasión partidista en la que su verso se torna fustigante, pierde altura y solo concita el aplauso de sus afines.”

 

Este esterotipo de Neruda como un personaje escindido entre el poeta aplaudido y el político abucheado siguió operando. Tres semanas después de la ceremonia de entrega  del Premio Nobel en Estocolmo, el  diario La Prensa en su edición de 31 de diciembre de 1971, publicaba un artículo titulado “Neruda es buen poeta, pero mal chileno y pésimo embajador.”

Entonces habían aparecido ya algunas respuestas que defendían la integridad de la obra de Neruda, la que no se podía mutilar despojándola de su contenido político. La Universidad de Concepción hizo una declaración que terminaba diciendo: “El hecho es patente: la obra de Neruda es un vínculo de unión entre todos los chilenos, precisamente porque ella ha expresado con rotundidad y decisión las posiciones justas de las grandes mayorías del país.”

 

El hombre de las tijeras verdes

Pero también hubo críticas desde la izquierda. Un grupo de profesores de la sede Osorno de la Universidad de Chile le pidió a Neruda que no aceptara el Nobel porque recibirlo sería “morir allí para el pueblo, para renacer en los brazos de la burguesía, vestida de etiqueta.”

Esta y otras interpelaciones del mismo tipo, dieron lugar a un extraño incidente: entre los telegramas y correspondencia de felicitaciones que se amontonaban en la embajada de Chile en Francia, había una carta en la que un afrodescendiente que decía representar al movimiento anti colonialista de Paramaribo, de la Guayana Holandesa, anunciaba que viajaría a Estocolmo para denunciar el carácter imperialista y antipopular de la ceremonia de entrega del Premio Nobel, aun cuando fuera para celebrar al más anti imperialista y popular de los poetas.

Neruda, ocupado como estaba en los días que siguieron al anuncio del Nobel, no le dio importancia a la carta. Pero en la mañana del 10 de diciembre de 1971, el día de la ceremonia, en la recepción del Gran Hotel de Estocolmo, le entregaron otra carta firmada por el mismo activista del anti colonialismo. En esta le anunciaba su llegada a la capital sueca y su decisión de emprender acciones más drásticas: como no era posible que un poeta del bando de los oprimidos recibiera el premio con frac, se disponía irrumpir en a ceremonia  para cortarle los colgajos inferiores del traje de etiqueta con unas tijeras verdes que se había comprado para ese propósito.

El poeta pensó que se trataba de algún loco del que no valía la pena ocuparse mayormente. Pero el joven diplomático encargado de acompañarlo denunció el caso. Se desplegó un operativo policial en el que se buscó en todos los hoteles a un extranjero de Paramaribo. Entonces el escritor venezolano Miguel Otero Silva  reveló que él había escrito y enviado las dos cartas para hacerle una broma a su gran amigo Neruda.

 

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