Noviembre 21, 2024

«El Río» Un clásico de la miseria. Historia del prólogo de Pablo Neruda para la edición francesa

 

La novela El río, al presentar una visión de la marginalidad santiaguina desde el interior del mundo del hampa, conmovió a los lectores chilenos en 1962. La escribió un delincuente cuando cumplía condena en la cárcel de Valparaíso.

El libro, autoeditado, agotó 16 ediciones con 85 mil ejemplares vendidos en vida del autor.

Esta novela también impresionó a Pablo Neruda que dejó escrito un prólogo para la edición en francés que hizo la prestigiosa editorial Gallimard y que apareció en París, en 1974, después de la muerte del poeta.

 

Según Neruda El Río se convirtió en un «clásico de la miseria». Hoy es una de las obras señeras de la llamada Literatura de los bajos fondos, que comprende relatos como los de Armando Méndez Carrasco, Luis Rivano y Luis Cornejo, y que tiene parentesco cercano con novelas carcelarias, como Hijo de ladrón, de Manuel Rojas, y La mala estrella de Perucho González, de Alberto Romero

El autor, Alfredo Gómez Morel nació en 1917. Fue hijo ilegítimo de Andrés Gómez y de Ana Morel. A los tres meses fue abandonado en un conventillo en la ciudad de San Felipe. Una viuda, Catalina Oliva, lo acogió y lo crió. Ella fue la mujer a la que Alfredo consideró su “verdadera y única madre”.

 

La horrible infancia

Cuando tenía once años llegó su madre biológica e hizo valer sus derechos para llevárselo a Santiago. Viajaron en el tren nocturno. Recuerda el autor: “Llegamos a la Estación Mapocho y el Río fue lo primero que ví, iluminado por los rayos fantasmales de una luna somnolienta.” Ese río iba a ser su mundo, y en la novela se construye como una contra ciudad, como un espacio urbano y salvaje, que recibe todo lo que la ciudad desecha, incluso los niños.

En su libro Gómez Morel recuerda su última infancia, en la que era maltratado por su madre que lo hacía trabajar en las labores domésticas. Él convirtió ese maltrato en deseo, desarrollando una especie de fijación incestuosa con la madre. Se ha dicho que ella era prostituta, pero en 1997, cuando se presentó en la FILSA una reedición de El Río, un amigo del autor, reveló que la mujer no era eso, pero sí tenía amantes que la mantenían. Contó también que el libro de su hijo le produjo una inmensa pesadumbre.

 

Caballero del Río

Finalmente el niño escapó de su casa y de los internados donde lo pusieron. En una carta que incluye en el libro recuerda el momento de su infancia “cuando, lleno a la vez de pena y regocijo” bajó a vivir al río Mapocho. Luego fue internándose en estratos cada vez más profundos de ese mundo oscuro, que es como el reverso de la ciudad. Aprende a robar y a no delatar a sus compañeros cuando la policía lo apremia. Finalmente es conducido a una isla secreta del Mapocho y llevado ante el héroe máximo del río. Dice el autor: “Creí recibir un espaldarazo. Me sentí como si en ese instante me hubiesen armado Caballero del Río.” Y en el trayecto de regreso, agrega:”creo haber tomado conciencia de la nueva personalidad que con tanta vehemencia deseaba y luchaba por obtener: delincuente.”

En el texto de la carta ya citada, Gómez Morel hace también una severa autocrítica cuando alude a:

… mi amor a la vida fácil, la pereza en que viví por más de treinta años, mi inclinación a la bebida, la desesperante fiebre erótica que me corroe, el desprecio que por mucho tiempo sentí hacia todos los valores, mi afán de huirle a la verdad – o de aprovecharla con fines ocultos – y el violento líder que llevo en mi alma desde que fuera aceptado definitivamente por el grupo delictual…

 

Escritor en prisión

Conoció al Dr. Milton Calderón, cuando este hizo una visita a la cárcel de Valparaíso. Le habló de su intención de escribir su autobiografía y se presentó como un genio. Él estaba seguro de serlo, pero eso no impresionó al médico quien, sin embargo lo estimuló a que escribiera. Entonces, la personalidad del escritor empezó a imponerse poco a poco sobre la del delincuente.

Tenía muchas expectativas de convertirse en un escritor exitoso, con todo lo que, según él podría darle la gloria literaria: “dinero, mujeres, comodidad, notoriedad.” Pero terminó escribiendo sin esperar otra retribución que el placer de escribir. En eso le ayudó un amigo: el doctor Claudio Naranjo Cohen. “Por él comprendí – anota Alfredo Gómez – que el verdadero valor de una obra radica en su sinceridad y su autenticidad humanas.” Entonces renunció a escribir “un libro mentiroso, destinado, quizás, a agradar, a triunfar y venderse.”

En la carta prologal ya mencionada Gómez Morel relata su regreso al Río, en una visita ocasional que hace a los escenarios de su infancia, cuando ya estaba en proceso de rehabilitación:

…ayer he bajado al Río. Ahí estaban, en el Mapocho, las misma aguas turbias, los mismos sauces melancólicos, las mismas piedras mudas, las mismas aguas turbias y parsimoniosas. Otros chicos – abandonados y golpeados desde que nacieron – empezaban mi trayectoria anterior. Se escuchaban las mismas protestas y blasfemias que oí en mi infancia. Como Dioses arrodillados y vencidos, algunos magníficos mendigos- espectros humanos, descabezados, con sus brazos y pupilas suplicantes – paladeaban en silencio sabrosos restos de tachos de basura (…) El Mapocho traía voces antiguas, las mismas que oí de niño cuando miraba su lejanía hecha de mar y de leyenda. Traía los mismo llantos en sordina, llenos de ira y estupefacción que escuché en mi infancia.

 

Continuaciones de El Río

El Río podría considerarse una novela de iniciación, solo que aquí la iniciación es en el mundo de la delincuencia que tiene sus códigos y jerarquías propias.

En su portada interior, el título de El Río va acompañado de la siguiente explicación: “Primera parte de la novela autobiográfica Mundo adentro montado en el palo de una escoba.” En efecto, hubo dos novelas más, pero no alcanzaron la solidez narrativa de El Río. La primera es La Ciudad, en la que el autor relata su vida en Lima donde formó parte de una banda de narcotraficantes, y la última es El mundo. Porque después de su iniciación en el mundo del hampa, Gómez Morel extendió su actividad delictiva por otros países de América. Ejerció también otros oficios. Fue uno de los guardaespaldas del dictador argentino Juan Domingo Perón y asegura haber presenciado la escena en que Perón le entregó un revólver a su cuñado Juan Duarte, hermano de Evita, para que se suicidara.

Gómez Morel murió en 1984, en un asilo, en la población La Pintana. Su cuerpo quedó en la Morgue de Santiago. Durante nueve días nadie lo reclamó.

Su libro principal, como afirmó Neruda, es “un clásico de la miseria”. Para muchos es una novela de culto. Cada cierto tiempo se redescubre. Hay reediciones de 1997 y 2014.

 

Traducciones de ida y vuelta

El prólogo que escribió Neruda también tiene su historia. El poeta lo escribió en español y fue traducido al francés, para incluirlo en la edición de Gallimard, a la que ya aludimos. Cuando apareció la edición de Sudamericana, de 1997, al no encontrarse la versión original de este prólogo, se retradujo al español la versión en francés publicada por Gallimard. Esa retraducción apareció también en una antología de prólogos de Neruda, de Editorial Sudamericana.

Tiempo después, en los archivos de la Fundación Pablo Neruda apareció el texto original mecanoscrito en español. Solo como curiosidad incluimos a continuación el primer párrafo de este prólogo en ambas versiones:

1.- Original de Neruda en español:

El Río no es exactamente un libro, no es tampoco un río. Es una excrecencia natural, un borbotón de pus y de dolores, la historia abominable, escrita en la materia humana, en la piel de uno de mis pueblos latinoamericanos.

2.- Versión retraducida del francés:

El Río, a decir verdad, no es ni un libro ni un río. Ha almacenado en su fondo pústulas y dolores, como una especie de historia abominable incorporada a la materialidad de lo humano, inscrita a fuego sobre la piel de cada uno de mis coterráneos latinoamericanos.

A continuación publicamos la versión original del prólogo de Neruda en español, hasta ahora casi desconocida. Incluimos también un poema de Neruda dedicado al río Mapocho.

Darío Oses

 

Palabras para un río

El Río no es exactamente un libro, no es tampoco un río. Es una excrecencia natural, un borbotón de pus y de dolores, la historia abominable, escrita en la materia humana, en la piel de uno de mis pueblos latinoamericanos.

Yo abrí los ojos al mundo como todos los chilenos, como Gómez Morel, frente a las más elevadas nieves del mundo. Los Andes desde Santiago de Chile son una estatua yacente que nos acompaña todo el año: de sus senos se desprenden insondables ventisqueros: la cabellera del frío baja desde las alturas: un río ha nacido de sus senos inmóviles: un río que atraviesa vertiginosamente las cumbres y entra en la ciudad: la atraviesa para llegar al mar, para liberarse.

Bajo uno de los puentes de ese río Mapocho (así lo llamaron los araucanos y conquistadores) vivieron y padecieron racimos de niños duros acostumbrados al frío, al hambre y a la más maligna inocencia.

El corazón de Gómez Morel fue determinado bajo uno de esos puentes por un gran abandono que lo llevó más tarde, de delito en delito hasta la cárcel.

Yo asistí, sin conocer al autor, al nacimiento de estas páginas que un amigo común entraba y sacaba de su calabozo. Publicado hace años, sin atender a ningún sentimiento de sensacionalismo, el libro tenía un solo deber esencial para su autor: arrastrar hacia la lejanía, hacia el mar, como aquellas aguas sucias, el daño que encontraron, y liberarse en su lucha frente a frente contra sí mismo.

El Río produjo un gran escalofrío y el hombre salió de la cárcel amarrado a su río.

Han pasado los años y este clásico de la miseria se ha impreso muchas veces. Pero siempre lo ha hecho con su camisa española y hablando no solo el idioma, sino la amarga verdad que debimos compartir desde que tuvimos conciencia de los destinos humillados, de la ignominia que mancha las manos de Américas Latina.

Es la primera vez que saca la cabeza más allá de los mares. Ahora se dispone a mirar a los elegantes europeos a los ojos e interrogarlos clavándoles una mirada implacable. No hay exotismo sino estiércol humano, como dice Gómez Morel, en estas páginas. En el país de Mallarme, en el jardín de Ronsard (que es también la tierra de Zolá), cómo será tomado este libro: con piedad, con furia, con asco o con ternura?

Yo espero que a su luz terrible se comprendan no solo la vida y los sufrimientos de un hombre sino también la vida, la lucha y la esperanza de nuestros pueblos.

Chile establece en este continente, de manera difícil, atacado por muchos enemigos, los nuevos hechos que contradicen las realidades que el libro de Gómez Morel se encarga de denunciar tan desgarradoramente.

Atención

Oigamos: la barcarola más amarga aquí comienza. La cantan para ustedes un río amargo y un hombre que no fue vencido por el mal ni por el sufrimiento.

Pablo Neruda
Isla Negra, enero de 1973.

 

Oda de invierno al río Mapocho

Oh, sí, nieve imprecisa,
oh, sí, temblando en plena flor de nieve,
párpado boreal, pequeño rayo helado
quién, quién te llamó hacia el ceniciento valle,
quién, quién te arrastró desde el pico del águila
hasta dónde tus aguas puras tocan
los terribles harapos de mi patria?
Río, por qué conduces
agua fría y secreta,
agua que el alba dura de las piedras
guardó en su catedral inaccesible,
hasta los pies heridos de mi pueblo?
Vuelve, vuelve a tu copa de nieve, río amargo,
vuelve, vuelve a tu copa de espaciosas escarchas,
sumerge tu plateada raíz en tu secreto origen
o despéñate y rómpete en otro mar sin lágrimas!
Río Mapocho, cuando la noche llega
y como negra estatua echada
duerme bajo tus puentes con un racimo negro
de cabezas golpeadas por el frío y el hambre
como por dos inmensas águilas, oh río,
oh duro río parido por la nieve,
por qué no te levantas como inmenso fantasma
o como nueva cruz de estrellas para los olvidados?
No, tu brusca ceniza corre ahora
junto al sollozo echado al agua negra,
junto a la manga rota que el viento endurecido
hace temblar debajo de las hojas de hierro.
Río Mapocho, adónde llevas
plumas de hielo para siempre heridas,
siempre junto a tu cárdena ribera
la flor salvaje nacerá mordida por los piojos
y tu lengua de frio rasgara las mejillas
de mi patria desnuda?
Oh, que no sea,
oh, que no sea, y que una gota de tu espuma negra
salte del légamo a la flor del fuego
y precipite la semilla del hombre!

De: Pablo Neruda, Canto general

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