Noviembre 22, 2024

Orietta Escamez  y la Compañía de los Cuatro

 

Por Fernando Sáez G.

 

El pasado 11 de mayo, Día del Teatro, murió la notable actriz Orietta Escámez. Posiblemente, para las generaciones actuales, su nombre no diga demasiado, pero en el panorama del teatro chileno, su nombre y las de sus compañeros de ruta Héctor y Humberto Duvauchelle, son la clave de un vuelco y una apertura extraordinaria en la década del sesenta.  Sus carreras actorales se iniciaron en Concepción, de dónde eran oriundos, siendo destacados artistas del Teatro de Concepción. Para luego proseguir en Santiago, Héctor y Humberto, en el Teatro Experimental de la Universidad de Chile y Orietta en  la Compañía independiente  de Américo Vargas y Pury Durante, recibiendo la aprobación unánime de la crítica y el afecto del público por sus actuaciones.

Con esa gran experiencia y un vínculo férreo entre los tres —Orietta y Humberto eran matrimonio— pensaron en grande y se atrevieron a dar un salto, a realizar una apuesta sin precedentes, formar su propia compañía independiente que sería la Compañía de los Cuatro, el nombre, como un homenaje,  incluía a Hugo Duvauchelle, muerto prematuramente, pero quién los había alentado desde muy jóvenes hacia la vocación teatral.

 

 

El 26 de febrero de 1960, en la Sala Petit Rex, de la calle Huérfanos N°735,  pequeño teatro  con 128 butacas, estrenaron Oh, la policia del polaco  Slawomir Mrozec iniciando la aventura de ser un teatro  independiente que se financiará con la venta de entradas. Este paso tan importante, no era solamente independizarse, era poner en acción sus experiencias, y renovar, como lo hicieron desde el inicio, con una visión ambiciosa de  las puestas en escena, la temática de las obras elegidas y la variedad de autores contemporáneos, que les dio merecidamente un lugar en la vanguardia de esa época, de esa década donde despuntaba una apertura social revolucionaria, que pondría en el tapete temas que permanecían ocultos bajo los prejuicios y las rígidas  normas de comportamiento, diseñadas para que todos entraran en vereda. La  juventud,  las mujeres, la libertad sexual, inicia en esos años la explosión que pondría de cabeza instituciones  sacrosantas como el matrimonio y la familia. El teatro, los nuevos dramaturgos, sobre todo norteamericanos e ingleses, cumplirían una función fundamental en esa mirada renovada de la vida cotidiana. Y la Compañía de los Cuatro, en Chile  fue quién llevó la voz cantante de esos cambios.

Con una visión donde la inteligencia, el talento y el compromiso jugaban un papel preponderante, el repertorio era, para una compañía independiente, un desafío mucho más allá de lo común. Los teatros universitarios, tenían el respaldo de sus instituciones, con elencos estables y remunerados.  En esos primeros años de los sesenta ponían en escena obras clásicas, de autores renombrados, fueran chilenos o extranjeros, creando una importante base cultural para la formación de un público amplio y asiduo. Los teatros independientes, por su parte, apostaban por la entretención, las comedias, las farsas, lo coyuntural, única manera de sobrevivir con la taquilla. La Compañía de los Cuatro, da un vuelco, hace una apuesta peligrosa y renovadora. Poner en escena a John Osborne,  Harold Pinter, Joe Orton, Peter Shaffer, Tennessee Williams, Samuel Beckett, Fiedrich Durremant o apostar por autores chilenos como Raúl Ruiz y María Asunción Requena,  por esos años, era jugarse el todo por el todo. El éxito de algunos de esos autores extranjeros, en sus países, no era en absoluto un seguro para serlo en Santiago de Chile.

 

 

Para el público chileno, fue la oportunidad de ponerse al día de la dramaturgia moderna, con obras recién estrenadas en Inglaterra o Estados Unidos, como muestra, sólo dos obras que tuvieron una inmensa repercusión, Recordando con Ira de John Osborne  de la que dieron 465 funciones, obra que dio origen al movimiento de los iracundos, autores que expresaban en sus obras la desesperanza de las clases bajas y la mediocridad e hipocresía de la burguesía. Y Entreteniendo a Mr. Slone de Joe Orton, dirigida por Víctor Jara, que mostro por primera vez un beso entre dos hombres, lo que provocó  gran escándalo.

Las obras del repertorio, tenían el soporte sólido de los tres actores de la Compañía, rodeados  de directores, escenógrafos, iluminadores, actrices y actores, con ese mismo sentido  de búsqueda, rigor y experimentación. La diversidad de  dramaturgos, temáticas y estilos, era correspondiente a encontrar para cada puesta en escena el elenco y el equipo que pudiera dar los mejores resultados. Y en esto, el divismo quedaba completamente ausente,  Orietta, Héctor y Humberto, podían quedar fuera o bien hacerse cargo de papeles menores en pos de la calidad. Esa ética y el compromiso permanente con el teatro los llevó a estar unidos durante décadas.

Pero no era sólo el teatro Petit Rex el ámbito de la Compañía. Realizaron extensas giras por todo el territorio de Chile, y en el extranjero giras  Venezuela, Perú, México, Estados Unidos, España,  Francia y otros países. Y además del repertorio teatral, incluían recitales de Poesía muy especialmente de Pablo Neruda, Oscar Castro,Gabriela Mistral. Incursionaron en el cine participando en los elencos de las películas Regreso al Silencio y Tres miradas a la calle de Kramarenco, La Maleta de Raúl Ruiz, entre otras.

 

 

Después del golpe del 11 de septiembre, se exiliaron en Venezuela, realizando en ese país una activa difusión cultural, teatro, recitales poéticos, talleres, y nuevas giras por el territorio venezolano y al extranjero.

El 24 de diciembre de 1983, muere asesinado en Caracas, Héctor Duvauchelle. Orietta y Humberto vuelven a Chile al año siguiente. Humberto murió el 11 de enero de 2019. Despedimos ahora con tristeza la partida de Orietta, la última representante de la Compañía de los Cuatro, que quisiéramos recordarla  siempre en este país olvidadizo.

 

 

Crédito de Fotografías: Ehrmann, Hans, 1924-1999

 

 

 

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