De la colección de libros de la Biblioteca de Poesía Chilena Pablo Neruda de La Sebastiana, destacamos la primera edición de Aguas servidas (1981), de Carlos Cociña.
Por Andrés Urzúa de la Sotta
Publicado en 1981, tres años después de los hallazgos de Lonquén y el mismo año en que el gobierno dictatorial establece como feriado el 11 de septiembre, declarándolo «Día de la Liberación Nacional», Aguas servidas irrumpe con un modo impersonal, descriptivo y hasta cientificista. Consciente de que «El Golpe» había sido de una eficacia tan radical que había descentrado el lenguaje, anulando la efectividad de las formas poéticas imperantes e incluso la validez de la propia palabra como medio, debió reinventar el lenguaje poético. Pero no para dar cuenta del testimonio directo del horror, sino de la forma fría y despersonalizada en que el poder dictatorial se introducía en los cuerpos de los sujetos, tratándolos como meras formas físicas u órganos despersonalizados, carentes de subjetividad.
De ese modo, gran parte de sus textos, sobre todo de las dos primeras partes del libro, son de una frialdad glacial, donde la voz del poeta ya no canta ni mucho menos se engolosina con la belleza ni con el dolor, sino que se introduce en la materia verbal como un perito forense o como un cirujano, articulando un lenguaje cargado de referencias anatómicas y oftalmológicas, y renunciando a cualquier rasgo de emotividad en el discurso.
Una vez escuché que a José Ángel Cuevas la poesía de Zurita, tan concentrada en los grandes paisajes, lo había liberado, siquiera por un momento, del horror y del encierro dictatorial, probablemente al transportarlo a un espacio amplio y abierto. Creo que la escritura de Carlos Cociña, de un modo muy distinto, genera un efecto semejante. En sus textos las palabras se liberan de sus significados, a menudo estrechos y funcionales, para abrir un paisaje verbal donde el lenguaje ya no está al servicio de una funcionalidad concreta, sino que se abre, se multiplica en infinitas posibilidades para el lector. Pues al desplazarse el lenguaje anatómico al espacio de lo literario, se está liberando a las palabras de la camisa de fuerza del pragmatismo científico, a la vez que se está sugiriendo la imposibilidad de retornar a una escritura convencionalmente lírica, lo que redunda en una experiencia desconcertante y liberadora para el lector.
Puedes leer una selección de textos del autor en el siguiente enlace: https://www.vallejoandcompany.com/el-aire-que-se-expulsa-9-poemas-de-carlos-cocina/
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