Para construir; lo mismo le valen piedras
que cartón, y corchos, y cañas rotas.
No es que no sepa escoger; bien lo sabe;
es que él quiere construir a toda costa,
de cualquier laya.
Gabriela Mistral, en El elogio del niño, 1944
La vieja certeza de la escuela como centro del aprendizaje desapareció el día que saltaron el primer torniquete. Nuestrxs estudiantes realizaron un hecho concreto: con un solo acto performático hicieron más que todos los intentos de reforma en la medida de lo posible, poniendo en entredicho a un sistema funcional para la elite y el poder.
Durante años se pregonaba que lxs estudiantxs distaban de ser sujetxs críticxs del espacio en el que se desarrollaban, pero tras el 18 de octubre de 2019, nos sorprendieron con una lucidez abismante al convertirse en el motor de transformación de una sociedad que no había logrado despertar. Ya no más revolución obediente, negociadora y a escala de quienes monopolizan los recursos para mantenerse en su rol dominante.
Sabemos que el sistema educativo agoniza y “con todo sino pa’ qué”, consigna repetida por las calles de nuestro largo territorio, fuimos dando cuenta de años de sometimiento y frustración por causa de desigualdades sociales, económicas, políticas y culturales que fueron intrincándose sin desdén en una normalidad que no era tal, a pesar de los discursos de prosperidad y bienestar que algunxs se creyeron. Oasis más, oasis menos, el experimento chileno ya no tenía sustento. Nos fuimos abriendo camino para generar la fisura de un sistema añoso que esperemos esté dando su último respiro.
Es necesario que reflexionemos acerca de esta expresión que dio cabida a las voces colectivas de denuncia, movilizadoras en la búsqueda de dignidad y derechos como un acto reparador y emancipatorio para una sociedad más justa. Resulta controversial que sean nuestrxs adolescentes quienes nos obligaron a soltar los miedos para imaginar un país distinto, pues, en teoría, era nuestra labor. Permitimos que la escuela se convirtiera en un lugar de entrenamiento para responder a pruebas estandarizadas que indican quienes son mejores que otrxs, para acceder a la universidad o para triunfar en el mundo laboral, un espacio de consumo que solo responde a la propia necesidad y no al desarrollo colectivo, diverso e inclusivo que requerimos urgentemente activar y así aprehender la vivencia de lo real.
Ellxs, en una alocada carrera, rompieron las cadenas que mantuvieron presas las salas de clases y convocaron a todo un país a exigir que se termine el abandono y la desidia. A nosotrxs nos debe importar lo que hacemos en este espacio señalado como el lugar para transformar el futuro, sin dejarlxs a su suerte. Este pensamiento no es nuevo, ya lo dijo Paulo Freire: la educación para qué, en favor de quiénes y contra qué; la invitación es, entonces, a problematizarlo todo, con la necesidad de tomar postura, decidiendo desde dónde se quiere construir. Al menos así esperamos que ocurra quienes creemos que el acto de aprender deber ser crítico y transformador, una búsqueda incansable para erradicar las desigualdades y los abusos a los que todxs, de un modo u otro, hemos sido sometidxs.
Necesitamos resignificar la pedagogía que hemos estado practicando, quitar de raíz la violencia patriarcal que sin pudor se ha plasmado en los salones; necesitamos recordar que nuestra disciplina es un arte y también un acto político, dialógico y vivencial, en el que educadorxs y educandxs son sujetxs constructores de aprendizaje y no repetidores de conocimientos que solo sirven a las ideologías dominantes.
La interpelación ya fue hecha, nos dejaron muy en claro que se requiere de una educación que no esté basada en los logros individuales, menos aún que dependa de la cuna donde nacimos. Hagámonos cargo de la responsabilidad que conlleva la disciplina que escogimos. No hay otro modo, ya no puede haber excusas. Si no es en las aulas, tendrá que ser en las calles, ¿dónde más?
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Paulette Vásquez Montes es Profesora de Estado en Castellano y Comunicación de la Universidad de La Frontera. Coordinadora del LEA Frutillar 2019.