Por Ernesto González Barnert
Roxana Palma (La Unión, 1993) es poeta magallánica y feminista, una de las fundadoras del colectivo Nunca Quisimos ser Reinas y hace poco ganadora del concurso #MiCuarentenaEn99Palabras. Una poeta sagaz, aguerrida y generosa que ha logrado revitalizar la poesía actual tanto con su obra poética como sus iniciativas en el campo cultural con las que ha logrado articular una mirada que no estaba visualizada antes tal como correspondería desde el extremo austral. Y dar fuerza y voz a otros autores con sus anhelos, reflexiones y escrituras más allá de los límites, las obviedades, las cortapisas de siempre en este país ingrato con sus poetas, con la mayor disciplina intelectual chilena desde el siglo XX a la fecha.
¿Cómo fue que avistaste un Ovni hace unos días en Punta Arenas?
Magallanes es un lugar donde frecuentemente ocurren avistamientos ovnis. He escuchado muchas historias respecto a estos sucesos ocurridos camino a Torres del Paine, sobre el estrecho y en los cielos de las zonas urbanizadas incluso. De hecho, en este año apocalíptico nos hemos encontrado más de una vez con registros de avistamientos en redes sociales. En cuanto a mi experiencia personal he sido testigo dos veces en la región de esto, la primera vez fue llegando a la universidad a la 8am en otoño, pero no tengo registro de eso. La segunda fue hace algunos días desde mi patio. Vi una luz en el cielo que avanzaba muy rápido, entonces me pareció raro y rápidamente tomé mi cámara para poder verla de cerca con el zoom. Me llevé la sorpresa de que al enfocar esta figura se desintegraba, se movía como si fuera una gelatina o algo parecido a lo que ocurre con una bacteria cuando la miras desde un microscopio. Yo sé que hay gente que no cree en esto, pero en lo particular son temas que me entusiasman demasiado. Además, creo que la poesía misma es una búsqueda constante de aquello que es extraterrestre.
–¿Cómo es escribir y hacer literatura y cultura desde la Provincia, específicamente desde Punta Arenas?
Creo que existe una diferencia gigante incluso dentro de las provincias en el momento de dedicarse al arte. No es lo mismo ser artista en Concepción que serlo en Magallanes. Hay que considerar que estamos en un territorio extremo donde también las diversas situaciones son extremas. Para llegar acá hay que salir de Chile, entrar a Argentina, salir de Argentina y volver a entrar a Chile. Por lo tanto, el aislamiento geográfico sin duda nos hace ser una provincia aún más periférica. Sin duda que esto nos genera una serie de desventajas como por ejemplo no poder publicar libros en la región ya que no hay un mercado editorial, todo se debe mandar a hacer a Santiago y luego pagar una enorme cantidad por traer hasta acá los libros. Además la centralización hace que todas las oportunidades se centren en Santiago y las ciudades más cercanas, por lo que una persona que no cuenta con los medios para salir de Magallanes difícilmente puede ejercer un desarrollo artistico en cuanto a conocimientos e interacción con pares, es por esto que además el panorama es mucho más complejo para la gente que con pocos recursos quisiera dedicarse al arte desde el extremo. Pero bueno obviamente no todo es tan malo, el hecho de estar alejados también nos da una perspectiva que se genera desde y para el territorio, lo que crea una identidad propia de la literatura magallánica. He tenido la oportunidad de conocer a muchos y muchas poetas jóvenes de la región que tienen una escritura rica por ejemplo en conexión con los espíritus de la patagonia que son los pueblos originarios, también voces que hablan del estrecho y su inmensidad, los cielos únicos del fin del mundo, voces jóvenes provenientes de la marginalidad de la ciudad porque dentro de la periferia hay otras periferias y así sucesivamente, entonces muchas cosas ocurren que sin duda son muy interesantes de leer.
–¿En lo personal que es para ti escribir poesía en estos días de pandemia, estallido social, apruebo, corrupción, más allá de la mirada macro a los sucesos propios del extremo austral?
Escribir en estos días es evidenciar el dolor, la represión, la enfermedad y la muerte para la posteridad, pero también para el presente. Resulta ser la única forma de comunicarnos en un momento donde no sabemos bien qué decir o qué hacer, entonces la poesía habla. Nos quieren inconscientes, somnolientos, insensibles y torpes, pero lo cierto es que permanecemos más sensibles e insomnes que nunca ¿y cómo demostramos esta viveza? escribiendo porque el espíritu aprieta la mano que se mueve dando cara a todo.
–¿Cómo es tu relación con la obra nerudiana?
Cuando yo era una niña en mi casa no había libros, solamente los que comprábamos en la feria como lectura complementaria para el colegio. Entonces el primer acercamiento que tuve a la poesía misma y por mi propia voluntad fue cuando encontré una caja de libros en la bodega de mi casa que pertenecía a un amigo de mi familia que se estaba mudando y al pedir a mis padres guardar sus cosas olvidó llevarse aquello que me cambiaría la vida para siempre. En ese féretro de libros empolvados estaban “20 poemas de amor y una canción desesperada” el cual se convirtió en el primer libro de poesía que leí. Tenía 12 años y recuerdo haberlo leído y releído millones de veces. A partir de eso comencé a buscar otros libros y poetas. Por lo que sin duda marca un antecedente fundacional en lo que sería mi destino ligado a la poesía.
–¿Un poema o verso que te acompañe como mantra o guía en estos días aciagos?
Este último tiempo he estado releyendo con especial atención “¡Arre! Halley ¡Arre! de Elvira Hernández, a propósito de este cometa que pasó sobre los cielos y se suponía lo veríamos en Chile como en ningún otro lugar del mundo, lo que se convirtió en uno de los grandes montajes de la dictadura para tenernos mirando hacia arriba y no hacia la tierra donde estaban nuestros muertos. Es lo mismo que está pasando ahora y que viene pasando desde hace más de 40 años, entonces estos versos me acompañan para recordarme que aquello que nos muestran no es real y debemos permanecer despiertos.
“Creo haberlo entrevisto en sueños
que es como no ver.
Perseguir la ceguera de su imagen
Presentirlo en la veloz negrura
Nada más.
Después estaba despierta”
(pág 31)
–¿Qué poema tuyo leerías hoy a propósito del difícil momento que atravesamos como país en una sala de clases o cárcel llena de detenidos políticos por el estallido social?
Escribiría un breve poema que se llama “estar” en un pendón gigante y se los regalaría para que lo peguen en alguna pared visible del espacio que habitan momentáneamente y diría “no puedo quitar tu dolor, pero puedo estar contigo y permanecer”.
–¿Cómo ves el panorama poético actual? ¿Qué voces nos recomiendas leer de la poesía más allá de la muestra que hiciste en la Fundación Pablo Neruda y tu colaboración en el Festival de poesía La Chascona invitando a las nuevas voces del extremo austral y que podemos leer aquí fundacionneruda.org/2020/01/diez-nuevas-poetas-magallanicas/ ?
Veo el panorama poético actual como una hermosa coexistencia de voces diversas que necesitan expulsar desesperadamente sus sentires con respecto a lo que está pasando. He tenido la oportunidad no sólo de estar en constante contacto con el trabajo escritural de las chicas de NQSR sino que también este año he estado impartiendo talleres de poesía online donde he tenido el privilegio de conocer poetas jóvenes (como yo) de varias partes del país y sin duda que se está sembrando un frondoso campo de palabras poéticas para el futuro de este proyecto de Chile que hemos empezado a cimentar. Sin duda hay que seguir muy de cerca a Esther Margaritas, Jorge Gonzáles (noesejorge), Luna Gonzalez y Jorge, El Niño Poeta. Y en cuanto al panorama latinoamericano soy muy fans de la escritura de Andrea Rojas Vásquez de Ecuador y Florencia Piedrabuena de Argentina a quienes sugiero con mucho amor.
–¿Cuál fue el mejor consejo que te dieron como poeta?
Escribir como si nunca te fueran a publicar.
–¿Si nos pudieras nombrar algunos de esos libros que te marcaron, te hicieron abrazar la escritura, seguir letras? ¿Libros que les guardas especial cariño y devoción?
“Tengo miedo torero” es un libro que me abrió una perspectiva nueva sobre el poder de las palabras correctamente narradas desde un espacio de marginalización con el que yo me sentía profundamente identificada. Cuando se narra esos viajes desde la pobla hasta el barrio alto para entregar un trabajo hecho a mano, lo relacionaba con las veces que salíamos desde Conchalí con mi familia para ir a pasear al Parque Araucano porque los juegos allí eran de otro mundo y me parecía estar en otro país. Entonces cuando entendí que también podíamos escribir desde nuestro espacio se me abrió un camino por el cual yo también podía transitar. A la literatura de Pedro Lemebel en general le tengo especial cariño y devoción.
–¿Qué poetas, músicos, películas o series, artistas, te sedujeron intelectualmente esta temporada?
Sin duda “Anne With An E” es una serie que disfruté mucho y recomiendo completamente. También “A Secret Love” que es un documental que cuenta la historia de dos mujeres lesbianas de más de 90 años que pasaron toda una vida juntas y bueno me conmovió demasiado. “Perro Bomba” es una película que se estrenó en el último semestre del año pasado pero que tuve la oportunidad de ver hace recién algunos días y también me ha gustado muchísimo ya que retrata la realidad de ser inmigrante y afrodescendiente en Chile. En cuanto a música he estado escuchando muchas canciones antiguas, sobre todo de mi adolescencia debido a lo intenso del año que me ha llevado a volver a situaciones pasadas. Así que nada nuevo.
–¿Qué derecho o deber te gustaría consagrara la nueva constitución a propósito de tu mirada feminista y poética?
En la constitución se debería asegurar el derecho al acceso al arte desde la escolaridad temprana y a lo largo de todas las etapas educacionales. Con acceso me refiero a que el arte debe dejar de impartirse como talleres complementarios donde generalmente aquellos colegios más sofisticados o con visiones específicas implementan, sino que debería estar integrado en el programa general como un elemento de vital importancia. No basta con que las niñas, los niños y les niñes sepan sobre manualidades, sino que se les debe abrir paso a las distintas disciplinas artísticas según la etapa en la que se encuentren de tal forma que en los 13 años de escolaridad puedan haber conocido ojalá todas las que existen o al menos la mayoría. Es esta la única forma de masificar el arte como un elemento cultural y no de consumo para un grupo privilegiado.
–¿Qué proyectos estás llevando a cabo estos días?
Actualmente estoy empeñada en publicar la primera antología de poetas magallánicas ya que las pocas antologías de poesía magallánica que existen incluyen solo a un 20% de mujeres, lo que no quiere decir que en este lado del territorio existan más hombres escribiendo que mujeres sino que los hombres históricamente han tenido mayor visibilidad que nosotras. Esto es lo que me interesa corregir. En cuanto a lo inmediato.
–¿Un libro que nunca terminaste de leer?
Creo que la diferencia entre un libro de poesía y uno de narrativa es que los primeros nunca se terminan de leer. Siempre se vuelve a ellos de alguna manera y todas las veces que regresamos nos encontramos con interpretaciones nuevas. Por ejemplo “Brian, el nombre de mi país en llamas” es un libro que nunca he terminado porque leo páginas intercaladas tal como se lee la biblia y aunque a veces se me repitan, nunca siento lo mismo. Tal vez es mi obsesión de no querer que se acabe.
–¿Qué es lo que más y menos te gusta de la vida en Punta Arenas?
Lo que más me gusta de vivir en Punta Arenas es estar cerca del estrecho que es un lugar con el que soñé conocer desde niña. Cualquiera que haya estado de pie frente a esa inmensidad sabrá de lo que hablo. El cielo y el agua se confunden como en ningún otro lugar, entonces los límites allí parecieran ser una línea invisible pero luego viene el fuego en los amaneceres otoñales que nos recuerda que hay una altura y en lo profundo el agua como una taza de té helado y transparente. Lo que menos me gusta es no poder tener una vida exterior de manera frecuente. No poder sentarme en la terraza de un bar con polera a tomar una cerveza, caminar a pies descalzos por la costanera o nadar en ella. Acá los panoramas y la vida social se hacen más bien dentro de las casas o quinchos cerrados y temperados. Sin embargo, siendo optimistas en cierto modo también es bueno porque la gente te convida a tomar once, te invita a sus casas, conoces a las familias y se genera un ambiente de mayor confianza e intimidad. No como en Santiago que casi no conocemos el entorno familiar de nuestras amistades porque todas las juntas están afuera, en algún lugar medio que quede cerca para ambas partes. Es difícil que alguien te quiera tanto como para ser capaz de viajar desde Conchalí a Maipú para sentarse a tomar once contigo.
¿Cuál es tu mayor miedo?
La oscuridad.