Noviembre 24, 2024

“Para mí, Ciudad Abierta es nuestra capital” Entrevista a Mario Chávez Carmona

 

Por Ernesto González Barnert

 

Mario Chávez Carmona (Viña del Mar, 1990) es poeta, traductor, crítico y académico chileno. Estudió Licenciatura en Letras en la Universidad Andrés Bello y Culture Moderne Comparate en la Università degli Studi di Torino. Sus trabajos han sido realizados en Pisa, Turín y Milán. Sus principales temas son la mitología, la fundación y la obra de Godofredo Iommi Marini. Actualmente es Doctorando en Literatura de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y trabaja en comité editorial de Buenos Aires Poetry. Mito-manías (Buenos Aires Poetry, 2019) es un viaje nostálgico y poético, cruzado por la cultura grecolatina, las ruinas y sombras de algunos de los mitos famosos que nos constituyen, la memoria e historia de lo que perdura pese a todo a través del tamiz de esa inmersión estudiada y cuidada por parte de Chavez, con su eco lírico y galope apasionado, yendo hacia nuestros orígenes tanto como a sus propios claroscuros, en tanto pilar central de occidente, un código para seguir leyéndonos, encontrándonos, encontrándose.

 

Mario, con “Mitomanías”, tu primera obra, te sumerges en la cultura grecolatina, como viñamarino, qué te sedujo? ¿Qué buscaste encontrar o darnos con tu libro?

Mitomanías es una obra que ya llevaba mucho tiempo siendo pensada. Es producto de ideas que se extienden desde 2011, desde mis primeras impresiones que tuve en la asignatura de literatura latina y sobre todo desde lo aprendido de mi maestra Francesca Iommi, hija de Godofredo Iommi Marini. Muchas partes tienen claras referencias a Godofredo Iommi, particularmente en lo que significa ser “latino” y su fundamento para América Latina. Desde este punto de vista, Amereida es una obra clave para entender ciertas directrices. Aunque, en realidad, el inicio de Mitomanías se encuentra en una obra inédita de Godofredo Iommi , de la que espero hacer un trabajo doctoral en los próximos años, titulada la gracia grecia equivoca la luz. A su vez, es una obra un poco contestataria contra algunos profesionales y colegas que he conocido a lo largo de mi trayectoria, quienes han profesado el olvido de lo clásico y hasta incitan su contrariedad, dado que es algo que “no tiene nada que ver con nosotros”, según señalan. Este tipo de declaraciones me las he tomado de forma personal y creo que en todo aspecto Mitomanías es un «desafío».

En realidad, Viña del Mar sí tiene una relación con el contenido de mi primer libro, pero solo parcialmente. Diría que se relaciona con una de las tantas anécdotas que conocí de Godofredo Iommi, en particular aquella que tiene que ver con los cimientos de Ciudad Abierta; cuando Godo construía la ciudad en Ritoque, decía tener la ilusión, quizás utópica pero muy poética, de “estar construyendo Grecia en Chile”, y esa idea me sedujo mucho, echó raíces y me incitó a abrir la posibilidad de traer y/o descubrir raíces «distintas y distantes» de nuestro continente. Mitomanías es un poemario breve escrito en diferentes ciudades: Pisa, Turín, Milán, Atenas, Egina, Micenas, Delfos, Meteora, Roma, Asís Cinqueterre, Valencia, Buenos Aires; todas y cada una han sido puestas en escenas de manera indirecta, algunas más explícitas que otras, pero yo no las describo porque me parece inútil para el contenido. La composición final fue realizada en Santiago de Chile y Viña del Mar. Mi ciudad natal era necesaria como última estación, pero no es la más importante. Cada composición se separa de la otra, pero se organiza en un discurso general, siendo la nostalgia del mar de mi ciudad una constante y sus múltiples “copias” que encontré en otros mares, en otros vientos. El Océano Pacífico se presenta como un símbolo, pero también como una apertura y un desconocido: el escenario de Mocha Dick, etc.

De este modo podríamos estar hablando de que Mitomanías nace en una compleja interpretación de los textos de Amereida y la contemplación de Ciudad Abierta, pero que al mismo tiempo toma distancia, porque busca traspasar los límites latinos, por ello hablo de un tal «Verbo grecolatinoamericano» (una imposibilidad o utopía a simple vista). El Punto de partida no es la latinidad de la Eneida sino que es un «gesto» que se puede resumir en «el abandono de Europa» como destino del latinoamericano ¿Porqué razón estamos hablando de un “destino”? Porque hablamos de una condición americana que consiste en el extravío entre nuestros dos desconocidos. Muy rápidamente los podríamos identificar como la pérdida de raíces y el desconocimiento de dónde nos encontramos. Ese famoso «sin revés ni derecho» de Iommi.

Lo que finalmente me llevó a decidirme a escribir algo tan arriesgado, fue un discurso que tuve que dar en la Universidad de Pisa acerca de la «latinidad». En mis ansias de innovar, yo encontré algo particular en el mito griego del rapto de Europa, como mito fundacional del continente europeo, pero de modo atrevido yo también lo considero como fundacional del nuestro, que surge prácticamente de forma contemporánea, es decir, en el mismo momento. Me explico: en lugar de repetir el mito sin más, pretendí darle una segunda vuelta para señalar que el rapto no nos funda, sino que es «la pérdida del continente, la pérdida de la familia y la obligación de fundar otro lugar», porque ya no hay posibilidad de regresar al punto de origen y se nos abre un mundo aún no fundado que pueda resguardar nuestra perdición. De este modo, Mitomanías en sí es una suerte de concepto, complejo para muchos, que toma obviamente los mitos grecolatinos, pero no los vierte en un código latinoamericano sino que los dota «otra posibilidad» para brindar una mínima visión desde este continente. Con todo, busca ser propiamente una manía, entendida como locura, enfermedad pero también búsqueda del mythos ¿por qué? Porque lo hemos perdido, porque no lo tenemos. Al mismo tiempo hace el juego de palabras con la mentira, ficción, creación, que abre posibilidades. Tomar respetuosamente lo antiguo para apropiarse de ello, reinventarnos y buscar un modo de ser y, aquí soy majadero: ser absolutamente moderno.

 

–¿Qué significa para ti escribir poesía en estos días de pandemia, estallido social, apruebo?

En este período he escrito poco y cosas muy breves que eventualmente serán publicadas en un poemario mucho más oscuro e inquietante, donde toco temas como la soledad, el encierro, la muerte, pero jamás de modo personal y subjetivo. Se acerca un poco a Cioran, lleno de pesimismo pero también de acidez y humor negro. A su vez, pretendo establecer una relación con la vida de los monjes del desierto, quienes experimentan el abandono absoluto, el encierro, la desolación y al mismo tiempo el delirio, ya sea poético como profético. Creo que se podrán ver cosas muy actuales: la quietud, la renuncia a la actividad y a la vida pública, la incertidumbre, etc. Sus principios pueden verse en la revista de teología política (totalmente recomendada) llamada Jetztzeit y fundada por el conspicuo doctorando en filosofía Naslo Gurman, donde se encuentra un artículo mío sobre la Akedia.

En el período del estallido social (yo le llamaba revolución y luego revueltas) abandoné la escritura y me dediqué más a la acción y a la contemplación del transcurso de la Historia. Fue un verdadero espectáculo y un bofetón que la Historia nos dio en la cara. A pesar de maravillarme por todo ello, francamente no tengo la intención de escribir al respecto, la crónica es muy noble, pero sé que hay muchas personas que hacen eso y yo voluntariamente evito repetir la actividad de otros.

 

–¿Cómo es tu relación con la obra nerudiana?

Debo confesar que no soy un lector habitual de Neruda en la actualidad. Sin embargo, reconozco que fue parte muy importante de mi formación, su poesía la absorbí en momentos precisos de mi infancia y adolescencia. Fue uno de los primeros poetas a los que me acerqué con seriedad, me ayudó mucho desde un punto de vista métrico, el canto de la poesía, la observación de las minucias, las ruinas, el aprecio por las raíces americanas, pero también fue uno de los primeros que me evocó un amor por la lengua española y, si voy más allá, hasta mis primeras experiencias amorosas las pude cifrar en torno a su obra, pero esto es pura conjetura. De su obra, siempre me interesé más en lo que ofrece en cuanto a sus ideas de viajes, en realidad, el término aquí es «travesía», el cual es explícito en su discurso del Nobel. Neruda tenía eso como orador, te sumerge en el continente y uno viaja con él. Se siente el vértigo, los recorridos, los caminos ripiosos hasta ponernos en frente de restos arqueológicos o pequeñas fogatas, mostrándonos la delicadeza del contacto humano que traspasa el tiempo. Yo creo que América Latina todavía tiene mucho de eso e incluso hay mucho por descubrir. Pablo Neruda me invitó más a la apertura misma de la poesía, no al ensimismamiento o esa pudorosa exhibición de sentimientos. Esta apertura yo la he encontrado también en otros poetas que considero le dan más profundidad y por esto tengo otros predilectos. Pero eso no quiere decir que desconozco el valor de la obra nerudiana y, de hecho, destaco su influencia internacional. Aprovecho de señalar de que gran parte de mis trabajos académicos los realicé en una biblioteca de un pequeño pueblo medieval, Grugliasco, provincia de Turín, llamada biblioteca Pablo Neruda, la cual tengo el deber moral de honrar. Esto no es menor, pues, la única biblioteca de ese pueblito llevaba el nombre de nuestro poeta. Cuando uno entrega su vida a otros países, se da cuenta de que está ligado de algún modo con estas personalidades que, como dije, son verdaderos formadores de personas, en mi caso desde la infancia y que me direcciona en mi madurez.

 

–¿Un poema o verso que te acompañe como mantra en estos días?

Si con la palabra mantra hacemos un llamado a la religión, no estoy muy seguro de poder responder precisamente para estos días. Pero aclaro que existen dos oraciones cristianas que me han acompañado ya desde hace muchos años: la oración antes de dar inicio al estudio de Santo Tomás y el cántico de las creaturas de San Francisco de Asís. Estas son oraciones que al mismo tiempo muestran ser verdaderos poemas. Las menciono porque yo tengo un respeto muy especial por el acto de leer, estudiar y escribir, a tal punto que me lo tomo de manera religiosa más que recreativa. Del mismo modo, la contemplación, la observación y la comprensión de que la muerte es una hermana me es fundamental. Sin estas bases, creo que nada de lo que he hecho tendría sentido.

Ahora bien, si seguimos esta línea religioso-poética, también destaco el Salmo 102, versículos 6-7: «Soy como el pelícano del desierto, soy como el búho de las soledades; Velo y soy como el pájaro solitario del tejado». Fueron versos que me hicieron profundizar en un complejo amor ornitológico mezclado con la tristeza, el vuelo, la acción del poeta y la soledad. Siempre me acompañan poemas como el coloquio de los pájaros, el albatros de Baudelaire, el pajarístico de Juan Luis Martinez, etc. Me recuerdan mucho a mis lecturas de obras medievales y el ocultismo, el misterio de las aves y muchas cosas que Iommi menciona.

 

–¿Qué poema tuyo leerías hoy a propósito del difícil momento que atravesamos como país en una sala de clases o cárcel llena de detenidos políticos por el estallido social?

Francamente considero que esta es una pregunta muy difícil de responder. Podría señalar en principio dos referencias que se encuentran en Mitomanías particularmente Embarcación y Oración, de la primera parte, por el solo hecho de que hace referencia a la pérdida de la vista. Pero esta tiene otro papel dentro, un juego mitológico largo de explicar y que tiene que ver con la adquisición de un nuevo saber, a partir de la pérdida de la visión. No sería una respuesta adecuada, ya que son poemas que se alejan mucho de la realidad política en la que nos encontramos y también sería grosero de mi parte hacer esta relación forzosa. Si es así estaría obligado a no responder. Sin embargo, creo que es un espacio para señalar que no toda poesía tiene implicancia política, sobre todo porque, siguiendo las interpretaciones de Iommi sobre Rimbaud, ese «cambiar la vida», en realidad, es un «cambiar de vida»; en otras palabras, no tiene cabida política como los surrealistas entendieron. Es un verdadero desajuste de los sentidos, son travesías del alma, el espíritu y la razón. La academia hoy en día lleva siempre a ese sector, pero como he dicho, yo prefiero ir buscando otros caminos y no estoy con ellos.

Por último, solo me quedaría invitar a leer un eventual poemario que se publicará en la Editorial Buenos Aires Poetry, donde sí trato temas un poco más políticos, acerca de la fundación de las ciudades, la necrópolis, el cohabitar con los muertos, etc. Pero sigue siendo más poético que político.

 

–¿Cómo es el diálogo interno tuyo entre el poeta, traductor, crítico y academico? ¿Quién manda a quién?

Por alguna extraña razón, me es difícil hablar de mí mismo, tiendo a no hacerlo. Pero creo que soy un individuo que busca ser un todo conjunto, un todo complejo, intentando construir una coherencia interna tanto en el ejercicio de la letra como en el resto de las actividades. Tal coherencia es compleja y a veces tiene ciertos desvíos. Para mí estos oficios podrían resumirse en uno y no creo que se trata de quién manda, quién lidera o qué se yo. Personalmente no creo que todas estas labores sean esenciales. El ser académico surge por una cuestión más de necesidad económica, y, sin embargo, a pesar de tener que adecuarme a determinados sistemas (casi siempre incómodos para el ejercicio de la letra), siempre intento dejar una impronta más poética, de modo que las clases sean más o menos como señalaba Mistral, al mencionar que cada profesor tiene que ser, en primer lugar, un orador. Entiendo que hoy se ha perdido mucho lo que es orar a una audiencia, yo aprecio mucho la retórica, no me espanto con los sofismos, pero la verdad yo no soy ni pretendo ser un filósofo, yo aprecio el desplante del orador que pone en juego su arte combinatoria. Por ende, diría que existe una primacía del poeta, pero aclaro, no digo «soy poeta», eso me parece mucho, me asusta hasta cierto punto, pero tiendo a pensar bajo una suerte de “crítica de la razón poética” las cosas, aunque parezca extraño y quisiera evitar cualquier luz de arrogancia. Creo que el poeta es incluso algo externo a uno; uno a veces ignora el poeta que es o el poeta que lo “posee”. En este sentido, pienso que el poeta es «el alma de la fiesta» y un abridor de caminos a punta de fuerza bruta y elegancia. Es una especie de descubridor de nuevos horizontes y creo ese tipo de acciones las intento hacer en todo, incluso en mis más humildes labores. Por ejemplo, como traductor, busco alguna cosa nueva o alguna particularidad que pueda ofrecer a ese horizonte, y si no existe, abrirlo, inventarlo para que otro vea en lengua española una imagen o una “profundidad” en lo que pueda significar-y-ser un verso y un poema. Lo mismo hago con la crítica, no tengo la intención de abarcar una totalidad o ser aquí un erudito, eso me parece algo superfluo, lo mismo para la actividad académica. Más bien busco ir abriendo determinados caminos que no han sido recorridos y divisar lineamientos interesantes para mí y un eventual público, pero en este plano, el trabajo es más riguroso y tiendo a no ser experimental. Lo he dicho en otras ocasiones, en el mundo académico se agradece más la brevedad, lo sintético y lo claro frente a las largas reflexiones que solo causan confusión por causarla. Otros me han dicho escueto, pero eso me tiene sin cuidado. En resumen, creo que en esa apertura del horizonte podemos ver la acción real de la poesía misma que, como dije, tiene como fin «cambiar la vida». Sin haber sido alumno, sigo las consignas que se enseñan en Ciudad Abierta: «unir vida, trabajo y estudio» en un todo complejo y en un todo coherente. Así, los años me han enseñado que siga la poesía aunque no sepa del todo porqué ni hacia dónde.

 

–¿Qué no debemos olvidar del gran Godofredo Iommi?

En una palabra: nada. Absolutamente nada debe ser olvidado de él. Lamentablemente Godofredo Iommi es uno de esos poetas que son muy importantes en muchos aspectos pero que no son demasiado conocidos o reconocidos por los críticos o por los mismos académicos. Por dar un ejemplo muy preciso, me parece muy extraño que en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, en mi facultad actual, hasta el día de hoy no se haga un homenaje debido a Godofredo Iommi Marini, salvo por la escuela de Arquitectura y Diseño, quienes dedican toda su vida y actividad intelectual a su obra, es más, la propia facultad es su obra. Es como tener un poeta de primer nivel -pensemos en la grandeza de Huidobro- a la vuelta de la esquina e ignorarlo o querer ignorarlo, lo que es verdaderamente grave, pero sobre todo triste, muy triste. Mientras que sus obras se encuentran en Francia. De hecho, el año de su muerte, el destacado filósofo François Fédier escribía esta declaración: “Iommi era como Sócrates ¿Se me permite decir eso?”, es decir, un francés comparando a un latinoamericano con Sócrates… ¿Pero eso es acaso posible? ¿Y cómo se lo podría permitir? ¡Compararlo con una de las figuras principales de occidente! Esas son anécdotas que inspiran realmente, que nos hacen cuestionar sobre el valor de algunas figuras que tenemos aquí mismo y no sé por qué se tienden a velar. Por otra parte, en Alemania se sigue distribuyendo una obra crucial para entender su pensamiento crítico y en Italia se hacen tesis sobre él. No me deja de sorprender eso. En fin, para mí es una especie de maestro y guía, como un Virgilio. Por desgracia, no es fácil acceder a su obra y su contenido, pareciera ser que se encuentra irónicamente “en-cerrada”, pero hay que entender de que su actividad tuvo la intención de ser «abierta» y, por ende, también tenemos el derecho de recibirla todos los que estamos en este continente. Dado que es imposible resumir a Iommi en una entrevista como esta, a continuación, voy a señalar algunos puntos que creo pueden coincidir con las discusiones y argumentos actuales:

Primero, es muy importante entender «la inversión del mapa americano», a partir de los elogios poéticos de la constelación de La Cruz del Sur, porque de este modo nosotros podemos tener una cosmovisión de nuestro propio continente desde el interior y eso se hace a través de la observación de la esfera austral, la que marca nuestra dirección, se relaciona con las raíces míticas y los catasterismos, y señala que el sur, nuestro querido sur, es realmente nuestro norte, en el sentido de destino, de dirección, la marca primera que muestra hacia donde debemos dirigirnos como latinoamericanos, si es que realmente todavía tenemos este interés de preguntarnos acerca de nuestra identidad y de quiénes podemos llegar a ser como tales.

Segundo, una de las tantas enseñanzas en su obra poética y en sus clases de poética, es que no basta con escribir, es decir, en su manifiesto claramente hace un llamado «a los poetas de poemas» pero en resumen no basta con escribir. La poesía también tiene que ser «hecha», también tiene que ser construida ¡cambiar la vida! Por esa razón, llega al punto de construir literalmente una Ciudad para habitar poéticamente en ella. Yo no sé si no se entiende el mensaje o no se quiere entender, no es un llamado a la política como la entendemos vulgarmente, es en un sentido “creativo”, digamos “antropológico”. Toda esta obra nos habla de la fundación: la ciudad, la urbanidad, la cartografía, una cosa muy amplia, difícil de resumir. Pero, a su vez, lo dice claro: se trata más bien de «habitar poéticamente» nuestro continente. Para mí, Ciudad Abierta es nuestra capital.

Tercero, con toda sinceridad, he sacrificado muchas cosas (más de lo que uno puede imaginar), en estudiar su obra Irrealität der irrealen Dichtung, publicada en Alemania con un prólogo del profesor Ernesto Grassi, la cual voy a trabajar en mi tesis doctoral entre otras tantas cosas de Iommi. Esta obra es realmente fundamental para entender la idea de «liberar la poesía», sobre todo de determinados parámetros críticos que hacen de ella un no sé qué velado. El discurso es muy largo como para poder explicar acá, pero lo voy a resumir. Godo explica que para entrar a la poesía, no se le debe pedir permiso al crítico. Rápidamente; la crítica tiene como fuente la poesía, pero la poesía tiene otras fuentes, no la crítica ni menos la academia. Daré un par de ejemplos: me he encontrado con comentarios en el mundo académico y de la crítica que señalan proposiciones como las siguientes: “No se pueden escribir épicas hoy en día, eso está superado” ¿perdón? Pero si épica viene de έπος, ¡y eso ya en sí es un destello! ¿cómo puede superarse? ¿se trata acaso de una actualización de un computador o un celular? ¿o acaso es una especie animal que evoluciona incapaz de regresar? ¿de qué estamos hablando? También otros han dicho “yo creo que en estos tiempos no existe la imaginación” ¿qué? ¿pero es en serio? Esto ya es otro nivel de querer mutilar las alas de los estudiantes, más aún de los discentes. Ante esto, yo quiero volver siempre a Iommi y decir que él hace otro llamado para trabajar con él, y yo lo he aceptado voluntariamente, nadie me incitó ni me obligó, y ese trabajo consiste en «abrirle la jaula al ave»: si uno quiere ver la belleza y la grandeza del ave, hay que dejarla libre en su elemento, pero para ello hay que estar decidido a todo, para ello se requiere la virtud de la magnanimidad. Combatir con aquellos expertos en montar jaulas y en mutilar alas.

Por último, quiero simplemente repetir un verso que se encuentra en el anfiteatro de Ciudad Abierta: «queremos que lo que a nosotros nos vino permanezca como viniendo». Esta es su herencia, este mensaje poético me llegó por casualidad y me cautivó. Acá el protagonista no soy yo, es la voz de Iommi, quien, a su vez, «abre» la voz de la poesía que está trascendiendo, por eso, en otras de sus obras señala «quizás la poesía no es más que un pie de página de un texto indescifrable». Aquí el poeta pasa a un lugar no protagónico, como alma de la fiesta invita a que uno pueda entender ese constante transcurrir poético que «permanece siempre como viniendo» y esa invitación la repito yo para quienes se sientan parte de esto y quieran escuchar el llamado.

 

–¿Cómo ves el panorama poético actual? ¿Qué voces nos recomiendas leer?

Sinceramente el panorama poético no lo entiendo, me parece cada vez más extraño, extremadamente politizado, muchos resentimientos con grandes figuras de poetas (entre ellos Neruda sale muy golpeado) y hay una competencia de marketing literario que a ratos es bastante vertiginosa. Se usan bases filosóficas mutiladas, es decir, caprichosamente incompletas, a tal punto de que no se logra entender qué cosa es lo que se quiere decir ni hacer. A veces no logro entender ni quién habla ni para quién o si únicamente se trata de determinados grupos gremiales. Y para terminar creo que también existe una suerte de rivalidad muy grande entre personas que se dedican a la actividad literaria, yo no sé si es porque quieren imponer un determinado pensamiento de qué cosa es la literatura o por otros motivos, yo no lo entiendo y no me meto en asuntos que no entiendo, no me interesan.

Sin embargo, contestaré de otro modo. Creo que más bien se da por algo del continente, es el mismo Iommi quien nos dice que «América Latina aún no ha sido descubierta». Iré más lejos, en el Manifiesto del 15 de Junio del 1967 dice: «Una ola de cobardía cubre nuestra América», y también «nuestra América ha sido velada por sus propios hijos». Cuando leo este discurso pienso que esto sigue siendo así, pareciera ser de que hay una intención de querer velar cosas en lugar de descubrirlas. Un ejemplo muy claro es que tanto en el mundo de los poetas como en el mundo académico se rechaza profundizar en los clásicos, se discute el término como si fuese algo automáticamente opresor y hasta fascista. Eso claramente es no entender nada de nada, ni su etimología ni tampoco su sentido. Por esa razón creo que es importante volver a traducir clásicos para mostrar los nuevos horizontes que se encuentran ahí, entre otras tantas cosas. Aún así, por suerte, he conocido un panorama poético muy interesante y quiero destacar ciertas personalidades porque los considero verdaderos descubridores, entre ellos, nombraré a Juan Arabia, Rodrigo Arriagada Zubieta, Braulio Fernández Biggs, Cristian Ton, Sergio Rodríguez Saavedra, Víctor Rodríguez Núñez, Naranjo Igartiburu, Claudio Guerrero, Emmanuel Taub, Carlos Llaza, Leo Lobos, Homero Carvalho Oliva, Violeta Villalba, Araceli Toledo Olivar, Camila Evia, entre tantos otros. La mayoría autores que han publicado en Buenos Aires Poetry.

 

–¿Cuál fue el mejor consejo que te dieron como poeta?

No tengo certeza de cómo responder, porque en realidad nadie me ha dado verdaderos consejos que tiene que ver con el quehacer poético. Ahora bien, no quiero ser problemático, pero si nosotros conectamos esta pregunta con una de las anteriores que hace referencia al poeta y al académico, diría que el lugar donde yo he encontrado una triste ausencia de consejos es justamente en el mundo de la academia. Lamentablemente, tanto profesores como colegas demuestran tener muchísimas veces un desconocimiento total acerca de qué es la poesía misma, aunque sean expertos sociólogos o cientistas políticos. Y eso en muchas situaciones a mí me entristece, porque uno piensa que con esas personas uno podría llegar a encontrar directrices o guías valiosas y no siempre es así. Sin embargo, quiero destacar que los primeros profesores que sí me llevaron a un pensamiento poético y me dieron consejos claros fue principalmente mi maestra Francesca Iommi, la cual me enseñó no solamente el conocimiento de los clásicos, sino que también la musicalidad, la métrica, la rítmica que implica la poesía, la estilística, el arte de la traducción y también me aclaró que la poesía tiene que «abrir» en lugar de ensimismarnos. Estoy obviamente resumiendo cosas que se tardó años en explicarme y, por mi parte, años en aprender y madurar. Las enseñanzas más importantes en mi vida en los planos de estudio, ética y poética se lo debo a ella por completo y a ella le entrego mi lealtad y correspondencia. Ahora bien, otro profesor cercano fue el doctor en filosofía, Salvador Lanas, en relación a la poesía y música. Finalmente, los consejeros que conocí en el camino y que han sido unos compañeros muy importantes son Rodrigo Arriagada Zubieta y Juan Arabia, personas con dominio de lo que hacen. Todo aquello que tenga que ver con disposición, espacios, el vacío que está detrás del poema, etc. Son temas de conversación cotidiana con ellos. Por último, podría señalar que Silvia Romani, profesora que ejerce principalmente en la Universidad de Milán, me mostró los rasgos más importantes para entender la mitología como fuente poética. En resumen, así es como he ido formando un quehacer y una técnica, se puede pensar que es un conjunto entre saber y también un saber hacer.

 

–¿Si nos pudieras nombrar algunos de esos libros que te marcaron, te hicieron el hombre de letras que eres? ¿Que les guardas especial cariño y devoción?

Seré breve. Yo no tengo problema con el famoso “canon”. Algunos se espantan rápidamente. También yo leo autores “periféricos” y desconocidos a diario y voy “descubriendo” cosas por aquí y por allá. Pero si hablamos de “libros que marcaron”, yo me quedo con prácticamente el canon, no el de Bloom, que es muy amplio, sino el de Iommi, que tiene a lo más siete libros. Pero para esta ocasión no repetiré su respuesta e intentaré dar algunas líneas personales. Voy a señalar brevemente un par de obras que son conocidísimas pero no solo son urgentes para leer otra vez, sino que son necesarias. ¿Por qué? Porque las considero verdaderos «monumentos»:

En esta ocasión no voy a hacer referencia a las épicas, ni a las tragedias, ni a Dante, ya que me parecen un requisito mínimo.

Destacaría la obra de Aristófanes, sobre todo porque hay mucha literatura política hoy en día. Ahí tienen una fuente inagotable de poesía y política, el humor es necesario, el ridículo y el deshacer ciertas autoridades a punta de rociar ácido. Aristófanes es más actual de lo que uno cree.

Como ya se hizo evidente en una respuesta anterior, creo que es necesario estudiar la Biblia completa, desde un punto de vista poético y literario. Esto no es invento mío, existen muchos autores que hacen eso, y creo que hoy en día hay muy pocos colegas que lo entienden o no lo quieren entender. Es una especie de biblioteca riquísima en muchos aspectos. Fue Mistral la primera poetisa-madre que me enseñó el amor por la Biblia. Allí se encuentran muchas historias similares a las tragedias griegas, algunas más crudas, visiones surrealistas, etc. Destaco de este conjunto los libros que realmente hicieron un cambio en mí a fuerza de “lapidaciones espirituales”: El libro de Job, Salmos, Eclesiastés, Isaías, Jeremías y por supuesto Apocalipsis.

Es repetitivo, pero me tomo un segundo para mencionarlo. Es urgente volver a leer El Quijote y La Numancia. No hay que olvidar que hablamos español y es un privilegio.

Agrego también un poeta brutal, que pulveriza y nos cambia, Saint-Pol-Roux, su vida y obra es menester conocer, quizás eventualmente podamos sacar una traducción en Buenos Aires Poetry.

Termino con Rimbaud, Rimbaud y Rimbaud. Hasta el cansancio. Hasta que no den más los ojos. Sin Rimbaud, entonces, lo que hacemos es pura destreza técnica, arrogancia y vacua erudición. Rimbaud es el centro, el que inaugura esta actividad inacabada y, sin Rimbaud, los sucios trabajadores nunca llegarán.

 

–Por último, ¿Qué poetas, músicos o artistas italianos te sedujeron intelectualmente en tu paso como estudiante de Culture Moderne Comparate en la Universitá degli Studi di Torino?

 

En cuanto los poetas yo me quedaría principalmente con Pascoli, Svevo y Montale para iniciar. Pero creo que Montale debe sin duda ser uno de los principales puntos de atención.

En Italia hay mucha variedad de música, muchísima. Yo recomendaría por capricho a toda la familia Colonna, una verdadera familia de aristócratas músicos; sus vidas están llenas de arte, música y poesía. Esa triada es excepcional y hace un tiempo me he aventurado en traer parte de esa familia al conocimiento latinoamericano, por ello mi interés en traducir a Valentina Colonna en Buenos Aires Poetry.

Ahora bien, algo más conocido y popular. Sí, sin duda hay que escuchar a Fabrizio de André con mayor frecuencia, uno de los más grandes poetas que pueden conocerse.

En realidad, en cuanto al estudio de Culture Moderne Comparate se debe tener cuidado, porque hay muchos pasos en falso. Antes de entrar a ese mundo, hay que comprender de una vez que las culturas son diferentes, de hecho, muy diferentes, para nada iguales, no tienen el mismo valor, ni la misma implicancia histórica; hay fisuras, desvíos, perversiones, rarezas, hay tantos niveles, puntos de comparación, y por ello me atrevo a señalar que la isonomía cultural es un mito (en sentido negativo) actual, al igual que su sacralidad que luego terminan por ser consignas de algún movimiento. Hace un año leí un artículo que comparaba los incendios de los paisajes chilenos con el incendio de Notre-Dame, me gusta que hagan una comparación pedagógica, para hacer referencia a que esos templos son como los “nuestros”, pero en realidad no, no son ‘como’ ni menos son iguales. Hay toda una concepción diferente de lo que es un «templum» y de lo que es una «institutio». Es como querer comparar el pensamiento presocrático con el socrático como algo idéntico. No es posible. Pero, en fin, creo que eso lo podríamos discutir en otra instancia.

Recuerdo que en literatura italiana estudiamos profundamente a Gramsci, Pasolini, Fortini y Calvino, entre otros tantos. Pero francamente son autores que en lo personal yo crítico en muchos aspectos. No es porque no los recomiende leer, al contrario, considero son importantísimos y también esenciales para poder entender ciertos lineamientos de la literatura italiana, pero hay que entender que América Latina es un poco diferente a lo que se vive y vivió en Italia. Por ende, no estoy muy seguro si el estudio de Pasolini realmente calzaría con nuestro extraño fenómeno de vida. Pasolini era un ácido crítico de Neruda, decía literalmente que era «un pésimo poeta» en Scritti Corsari. Tenía un pensamiento moral muy rígido y sin embargo era una figura muy extraña, a veces hasta incoherente con sus acciones. Pasolini lo disfruto, pero no le creo ni lo sigo.

Calvino, en cambio, sí me parece que es un tipo muy apropiado para nuestra lectura latinoamericana, sobre todo en los libros que nos enseñan acerca del intercambio cultural que existe entre América Latina y Europa. Insistiría también con Leopardi, un poeta excepcional.

Pero lo más importante, yo diría que habría que volver a reencantarse con el mundo religioso en sentido amplio. Por eso recomiendo leer las obras completas del profesor de religiones comparadas, Alfredo Cattabiani. En occidente tenemos una gran cantidad de cosas interesantes desde este punto de vista, inmiscuirse otra vez en el catolicismo en sí es una aventura, algo tan cercano y que, sin embargo, enajenamos constantemente (aunque entiendo el porqué). Estudiar esto es abrazar lo pagano de Europa que ayuda a entender lo sagrado, lo profano y lo laico, por ende, un abrazo de la cultura grecolatina, y entender su sincretismo oculto, como también el sincretismo entre África, Europa y América. Nos entrega un sinnúmero de imágenes, historias, ideas que superan ampliamente la acidiosa vida cotidiana. No importa si uno cree o no, eso al final pasa a un segundo o hasta un tercer plano, no importa. Pero entender los ritos bárbaros, las leyendas, la magia y cómo eso se absorbe en la vida de los santos, los trovadores, las historias amorosas, en fin, la poesía, y cómo eso tiene, a su vez, su potencial político, nos hace ver el mismo mundo que conocemos de un modo un poco más interesante, más especulativo, nos enseña otra vez a soñar, a alucinar y pensar en las posibilidades que se extienden en lo humano. A su vez, soy un defensor de los «disparates», el uso del «genio» de la razón hacia una ruptura del horizonte, una apertura de la imaginación que nos abre lo insospechado. Eso no quiere decir que vamos a creer las historias como un loco todo el tiempo, se trata de «suspender la incredulidad» y retornar cuando sea prudente, podemos apreciar fuentes, riquezas, tesoros, maravillas, las cuales en mi obra yo las llamo «reliquias», eso algo dice, algo alumbra y hacia algo guía. Es una selva de conceptos, ideas e imágenes, etc. Después de todo esto, creo que solo podemos entender las literaturas comparadas, si es que nos adentramos de lleno en esa selva…

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