Noviembre 22, 2024

“Es un momento duro para el sector cultural y la paradoja es que el arte, música, cine y libros son las grandes compañías durante este encierro” Entrevista a Federico Díaz-Granados

 

 

Por Ernesto González Barnert

 

 

Conversamos con el destacado poeta y periodista colombiano en estos días, autor de más una docena de libros, gestor cultural de Bogotá, 1974. Poeta que nos visitó a propósito del Encuentro Latinoamericano en la Fundación Pablo Neruda, hace unos años, dejándonos gratos recuerdos y lecturas brillantes del panorama actual hispanoamericano, Neruda y su poesía y poética, que siempre encuentra una manera de inclinar las flores del castellano como una brisa fresca y por lo mismo, profunda en nuestra mente y lectura atenta de todo lo que Federico hace, calla o dice con esa elegancia y presteza que le son características de su temple y aliento. Entre sus libros más destacados están Las voces del fuego (1995); La casa del viento (2000) y Hospedaje de paso (2003). Han aparecido tres antologías de su poesía: Álbum de los adioses (2006), La última noche del mundo (2007) y Las horas olvidadas (2010). Está incluido en Poesía ante la incertidumbre. Antología de nuevos poetas en español. Actualmente dirige la Agenda Cultural del Gimnasio Moderno de Bogotá.

 

–¿Cómo vives la pandemia en Colombia?

 

R/ Son días muy difíciles, de mucha incertidumbre y extrañeza. Colombia es, en este momento, el epicentro de la pandemia en América latina y eso se debe, en gran medida, a las pésimas decisiones gubernamentales. No solo no aprendieron de los errores de Europa y los Estados Unidos, sino que con una gran capacidad para la ineficiencia crearon errores nuevos. Así veo con mucha preocupación el futuro. Sin duda vendrán grandes cambios culturales y sociales y los nuevos tiempos tendrán el signo de esta pandemia. En lo personal he recuperado espacio para la lentitud, para la calma. Mark Strand nos recordaba que “un poema trabaja en la dirección opuesta a la rapidez. Pide lentitud, nos obliga a saborear cada palabra. Es en la poesía donde se siente de manera más palpable el poder del lenguaje. Pero en una cultura que alienta la lectura rápida, al igual que las comidas rápidas, las cápsulas informativas y demás formas abreviadas de ingestión, ¿quién quiere algo que promueva la lentitud?”. Los que disfrutamos estar siempre en casa esta cuarentena no ha sido tan claustrofóbica. Estoy en casa en familia. Hago mis clases y mi taller de poesía de manera virtual. Aún no termina de gustarme esa virtualidad total, pero me adapto y le pongo entusiasmo. Leo, de manera desordenada, poesía, alguna novela, crónicas. Escribo azarosamente también y veo cine. Una casa con libros, películas, música permite una cuarentena más leve.

 

 

–¿Qué poema tuyo te gustaría leer en una sala de clases hoy?

 

R/ A propósito de lo que acabo de mencionar leería este poema:

 

Las prisas de instante

 

Tenía razón el tiempo en llevar su afán

en instalarse donde le pareciera

y en tener sus rituales y hostilidades.

 

Ahora entiendo sus tardanzas y balbuceos

y su prontitud para los aciertos,

de esta terquedad de fijar unas cuantas palabras en un extremo de la infancia

y otras tantas en un rincón de esta calle ronca

que se parece tanto a la vida, llena de sorpresas y de silencios.

 

Por eso perdóname por tantas deshoras.

por convocarte en noches de rencores y presagios

por amontonar en la misma gaveta ruinas y asuntos cotidianos

entre el cansancio de los días y la terca música de los silencios.

 

Tenía razón el tiempo en llevar su ritmo

y la vida en tener sus afanes

para quedarse acá

con todas las prisas del instante.

 

Por eso perdóname por estas premuras

por no saber la gramática y las palabras de una lengua olvidada

por haber perdido libretas, las llaves

y la vieja canción de exactos compases y cenizas

como si en el afán del tiempo

cada día, sin importar la hora,

se extraviarán los sueños.

 

 

 

–¿Qué libros, arte, música le estás hincando el diente esta temporada?

 

R/ Estoy leyendo la biografía Neruda el llamado del poeta de Mark Eisner. Terminé una hermosa y conmovedora novela de Frédéric Boyer: Ojos negros y la Poesía completa de Maya Angelou. He regresado de manera casual y azarosa a algunos poemas de, Wislawa Szymborska, Ana Blandiana, Eliseo Diego, Billy Collins y Adam Zagagewski. He leído con alegría textos de mis estudiantes y libros inéditos de mis amigos. Vi en Netflix The english game, una interesante serie sobre el nacimiento del fútbol y las disputas entre los caballeros y la clase obrera por jugarlo. Y estoy viendo, luego de 25 años, la serie que definió muchas de mis emociones: The wonder years. Y Ennio Morricone, Leonard Cohen, Los Beatles y Bob Dylan han sido, entre otros, mi banda sonora de esta temporada en el encierro.

 

 

–¿Cómo resumirías tu arte poética?

 

R/ La poesía es mi manera de juntar todas las fichas de un rompecabezas de mi memoria (que de antemano sé que está incompleto) para recuperar a través del instrumento del lenguaje cada instante de mi infancia, de todos los recuerdos y mis lecturas y hondos afectos para intentar conversar con mis emociones y temores. Cada ficha de ese rompecabezas es una verdad quebrada cuyas astillas trato de juntar para reconstruir de la forma más genuina esa memoria. Escribo para dialogar con mi tradición, con esa genealogía elegida y dar cuenta de mi mirada de las cosas y del mundo, para devolver con gratitud algo de la belleza o asombro que he recibido. La poesía es mi forma de volver, con la misma mirada de inocencia y de niño al Cinema Paradiso o al Halcón Milenario o al De Lorean de mi infancia.

 

–Cómo es tu proceso escritural?

 

R/ No tengo un método particular. Solo sé que primero llega la idea o la imagen la cual anoto en papelitos, libretas, cuadernos, blocks y en el mismo teléfono móvil. Intento, a la mayor brevedad, llevar esos apuntes sueltos al archivo del computador donde empiezan a tomar otra forma y se dibuja, allí, un destino y unos puntos cardinales precisos. Cuando escribo prosa, ensayo, crónicas o reseñas tengo una mayor disciplina de artesano y así como disfruto cada línea que escribo también las sufro y me agobio cuando no estoy satisfecho con algún párrafo o verso. Eso sí, leo, al final, en voz alta los textos para comprobar que hay un ritmo y un respeto por el lenguaje. Lo más importante es estar en un clima, en una temperatura permanente de poesía porque como dice Joseph Brodsky “quien lee poesía se vuelve menos tolerante a cualquier forma de verbosidad”.

 

 

–¿Qué verso o frase llevas como un mantra dentro de ti en estos días aciagos?

 

R/ He repetido mucho estos versos del Primer coro sobre de la roca de T. S. Eliot en traducción de Jorge Luis Borges: Todo nuestro conocimiento nos acerca a nuestra ignorancia, / toda nuestra ignorancia nos acerca a la muerte, / pero la cercanía de la muerte no nos acerca a Dios. / ¿Dónde está la vida que hemos perdido en vivir? / ¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento? / ¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información? / Los ciclos celestiales en veinte siglos / nos apartan de Dios y nos aproximan al polvo.

 

 

–¿Qué poetas y escritores nos recomiendas leer de Colombia o del resto del mundo que te gustan?

 

R/ Siempre será importante volver a leer a Gabriel García Márquez y maravillarse con el idioma y el mundo que nos revela y su capacidad premonitoria para hablarnos, por ejemplo, a la luz de hoy, de las pestes y las pandemias. Acabo de publicar una edición de la Poesía reunida de José Asunción Silva para Seix Barral como una manera de revisitar y promover en el mundo hispánico la obra del más universal y moderno de nuestros poetas. María Mercedes Carranza nos da cuenta, desde la cotidianidad y lo coloquial, de un país en ruinas y ahora, a 17 años de su muerte su poesía crece y se instala de forma definitiva en la memoria de los lectores colombianos. También recomiendo entre los maestros vivos a los poetas Giovanni Quessep, Piedad Bonnett, Darío Jaramillo Agudelo, Juan Gustavo Cobo Borda, Jotamario Arbeláez, Miguel Méndez Camacho, William Ospina y Rómulo Bustos Aguirre entre otros. De otras latitudes invito a leer la poesía de Charles Simic, Luis García Montero, Raúl Zurita, Ana Blandiana y Fina García Marruz. La prosa de Almudena Grandes siempre será pertinente.

 

 

–¿Cómo ves este momento cultural en tu país con tu mirada de Director de la Biblioteca y de la Agenda Cultural en Gimnasio Moderno?

 

R/ Es un momento muy duro para el sector cultural y la paradoja es que siendo el arte, la música, el cine y los libros las grandes compañías durante este encierro sigue siendo desdeñado en los programas y presupuestos de los gobiernos. Sabemos que son días duros para todos los sectores, pero da mucha rabia ver como la pandemia ratifica esa indiferencia que siempre ha existido hacia la cultura. Ángela Merkel ha sabido que los bienes culturales son fundamentales para la sobrevivencia de Alemania, mucho más en un tiempo de confinamiento, y por eso incluyó a la educación y la cultura entre sus prioridades presupuestales de la emergencia. Nuestros gobiernos no han entendido esto (bueno, si no entienden de salud mucho menos comprenden temas de cultura). Siguen confundiendo cultura con entretenimiento y han dejado en el total desamparo a los creadores, promotores y gestores. El sector del libro es uno de los eslabones más débiles del sector y la cancelación de eventos como La Feria Internacional del Libro de Bogotá ha perjudicado, sobre todo, a las editoriales independientes y pequeñas. Las librerías se han reinventado y están, por fortuna, volcadas a la virtualidad y al servicio en línea. Pero veo con tristeza el panorama y el futuro inmediato. Me duele cada teatro, librería o museo que se cierra. Desde la Biblioteca del Gimnasio Moderno estamos haciendo un esfuerzo enorme para conservar la Agenda Cultural y los eventos previstos. Por ahora estamos en la virtualidad, como todos, Haremos nuestro Festival Internacional de Literatura Las Líneas de su mano en su versión número 13 de manera virtual y apoyándonos en los amigos y escritores cercanos.

 

 

–¿Un libro que nunca has podido terminar de leer?

 

R/ Varios. Daniel Pennac nos recuerda el derecho a no terminar un libro. Yo no he podido terminar Bomarzo de Manuel Mujica Laínez y Paradiso de José Lezama Lima

 

 

–¿Qué viene a tu mente cuando piensas “poesía chilena” o “poesía colombiana”?

 

R/ Cuando pienso en “poesía chilena” llegan innumerables recuerdos de lecturas. A Colombia llegaron muchos exiliados chilenos que se reunían puntualmente para conmemorar fechas como el 11 y 23 de septiembre y para celebrar la poesía de los grandes. Uno de mis grandes amigos en la vida, Hugo Cristian Fernández, lo conocí en esas peñas y en el famoso bar Famas & Cronopios en Bogotá. Ahora es el propietario de La Casa en el aire en la calle Antonia Lope de Bello y el Patio Bellavista a pocas calles de La Chascona. Es una pequeña embajada cultural de Colombia y América latina en el corazón de Santiago. Él y sus padres me enseñaron a amar la cultura chilena, las cuecas de Violeta, las canciones de Inti Illimani y Quilapayún. En su casa escuché por primera vez Hijo del sol luminoso de Joe Vasconcellos. Pienso en Neruda, Huidobro, Gabriela Mistral, Nicanor, Gonzalo Rojas, Teillier, Lihn y Millán. Pienso en el inmenso Raúl Zurita y su corazón generoso. Pienso en Oscar Hahn y vienen a mi mente Elvira Hernández, Teresa Calderón y Verónica Zondek. Es un país que es una galaxia entera de poesía. Pienso en poetas amigos Mario Meléndez, Javier Bello, Héctor Hernández Montecinos Enrique Winter, Ernesto González Barnert y Tamym Maulén. Pienso en mi amiga editora y periodista Marcela Escobar y su insobornable amor a Nicanor Parra. Viene a mi mente mi primera visita a Chile en los 90 invitado por esa alma generosa que es Jaime Quezada. Fui al encuentro “El poeta joven y su libro” organizado por la Fundación Gabriela Mistral. Fue mi primera visita a las casas de Neruda. Tuvimos un almuerzo en “Las Cruces” con Nicanor. No olvido que nos dijo, aquella tarde, que su poeta chileno favorito era Carlos Pezoa Veliz y que Monumento al mar de Huidobro era un monumento de nuestro idioma. Que solo lamentaba que después fuera Monumento al Marx. Me dijo que había compartido en China con un poeta colombiano que le había caído mal. Que su apellido era algo así como “DiGriff”. Sin duda se refería a León de Greiff. Recuerdo en otro viaje una visita a la casa de Volodia Teitelboim quien me contó con detalles la historia de la célebre Antología de la poesía nueva chilena del año 1935. Sus biografías de Neruda y Huidobro fueron fundamentales en mi formación.

 

 

 

–¿Cómo ha sido tu relación con la obra nerudiana en tu calidad de antologador de su obra?

 

R/ Mi relación con la obra de Neruda ha sido no solo muy cercana sino casi filial. Mi padre, el poeta José Luis Díaz Granados, ha sido uno de los mayores estudiosos de Neruda en Colombia. Así que desde muy niño escuchaba de su voz algunos de los mas hermosos y conmovedores poemas de Neruda y mientras caminábamos por las calles bogotanas siempre me narraba con lujo de detalles la vida y aventuras de sus poetas favoritos entre ellos la de Neruda que era, entre todos, mi relato favorito. Cuando decidí dedicarme a la poesía mi manera de hacer parricidio (cosa difícil con un padre muy cercano y amoroso) fue tratando de matar a sus ídolos empezando por Neruda. Sin embargo, después de ese paso por el “desierto”, mi Camino de Damasco fue el regreso a las fuentes primarias de mi sensibilidad y a las certezas de entrecasa. Entonces volví a acercarme a Neruda desde otra mirada, con otras perspectivas. Estoy seguro de que Residencia en la tierra es un libro fundamental de la lengua española, el Canto General es nuestra epopeya fundacional que nos descubre un continente luminoso e incomprendido y las Odas elementales se anticipó a una poesía de los objetos y la cotidianidad que tanto se escribe hoy en nuestros países. En fin, cada libro de Neruda es un universo en sí. Por eso cuando me invitaron de la Decanatura Cultural de la Universidad Externado de Colombia a preparar la antología Mi corazón se desató en el viento para la Colección Un Libro Por Centavos fue mi manera de agradecer y de devolver lo mucho que mi vida le debe a la figura de Neruda. Fue poner al gran poeta de América al alcance de muchos nuevos lectores de mi país a través de una edición gratuita y de tiraje masivo. Era un acto de gratitud y afecto como forma total de la poesía. Para esto fue fundamental el generoso apoyo y acompañamiento de la Fundación Pablo Neruda y de su director ejecutivo Fernando Sáez García.

 

 

 

–Me gustaría compartieras con nosotros, si se puede, la relación de los poetas colombianos y Pablo Neruda?

 

R/ Colombia ha tenido una relación cercana a la obra y a la figura de Pablo Neruda. Su cercana amistad con los poetas del grupo de “Piedra y Cielo” fue determinante en el carácter y la voz poética de Eduardo Carranza, Arturo Camacho Ramírez y Jorge Rojas entre otros. Es muy famosa la polémica que sostuvo con el líder de la derecha conservadora Laureano Gómez quien lo atacó con unos versos satíricos en la primera visita al país invitado por el presidente Alfonso López Pumarejo. Neruda le respondió con los célebres sonetos punitivos incluidos en el tomo de Nerudiana dispersa de su Poesía completa. El primero de los tres sonetos empieza diciendo: “Adiós Laureano nunca laureado / Sátrapa triste, rey advenedizo. / Adiós emperador de cuarto piso / antes de tiempo y sin cesar pagado”. En el Canto General están los poemas a Ximénez de Quesada (fundador de Santa Fe de Bogotá) y a Antonino Bernales (Pescador, Colombia). García Márquez siempre se refirió a su amistad con Neruda y lo cita en su famoso Brindis por la poesía que pronunció en Estocolmo: “La poesía que con tan milagrosa totalidad rescata a nuestra América en las Alturas de Machu Picchu de Pablo Neruda el grande, el más grande, y donde destilan su tristeza milenaria nuestros mejores sueños sin salida”.

Como lo mencioné anteriormente mi padre ha sido uno de los estudiosos más destacados de la vida y obra de Neruda. Su libro El otro Pablo Neruda (Planeta, 2003) es el testimonio de tantos años de lectura y estudio. El Gobierno chileno le otorgó la Medalla Centenario de Pablo Neruda en el marco de las celebraciones del primer siglo de nacimiento del poeta. El librero y escritor Álvaro Castillo Granada ha sido un investigador riguroso y un coleccionista de primeras ediciones de Neruda que lleva muchos años preparando un libro sobre la relación de Neruda con Colombia. Será un libro que revelará muchos detalles de esa cercanía. Los poetas de mi generación y los más jóvenes no han sido muy nerudianos sin embargo poetas como Ramón Cote Baraibar y Juan Felipe Robledo han sido juiciosos lectores de la obra nerudiana. Hace poco el joven poeta y ensayista Santiago Espinosa escribió un bello ensayo sobre la relación de Neruda con las montañas en el que lo revisita desde un tema tan andino y latinoamericano. Y mucho le debemos los lectores a los textos ensayísticos y de divulgación que Juan Gustavo Cobo Borda, Guillermo Alberto Arévalo y Eduardo Camacho Guizado escribieron sobre la obra de Neruda. El escritor William Ospina ha dedicado varios ensayos Neruda en especial al Canto general.

 

 

 

–¿A qué le teme Federico Díaz-Granados?

 

R/ Traigo desde la infancia un miedo a la oscuridad y al monstruo del closet o de debajo de la cama. Le temo a las alturas y a los aviones. Temo a que llegue un día en que no recuerde a los seres queridos y me pierda en una nebulosa de olvido. Temo a perder la capacidad de maravillarme con las cosas más sencillas.

 

 

 

––¿Qué recuerdas de tu experiencia como poeta invitado al Taller Latinoamericano de la Fundación Pablo Neruda?

 

R/ Fue todo un homenaje a la amistad y a la poesía, de reencuentros y muchas conversaciones. Fueron días inolvidables que empezaron con una noche extraña: Luego de la lectura inaugural, en el Espacio Estravagario en La Chascona, aquel 8 de noviembre de 2016 nos fuimos a celebrar al Bar Don Rodrigo al lado del Hotel Foresta. En medio de la euforia estábamos pendientes de las noticias. Eran las elecciones en los Estados Unidos y con el paso de los minutos esa alegría se iba convirtiendo en preocupación, rabia y al final impotencia. No lo podíamos creer. Fue la nota prosaica en una noche llena de afecto y poesía. Sabíamos que empezaba una época difícil para la humanidad, el anuncio de un mundo distópico que hoy estamos viviendo. La realidad paralela de Volver al futuro cuando Marty Mc Fly regresa a un 1985 caótico, incendiado y en manos de Biff. Los días posteriores fueron un reencuentro con la maravilla de Chile. Recuerdo con emoción las lecturas en La Chascona, La Sebastiana y en Isla Negra. Allí nos dejaron entrar a Alí Calderón y a mí al Bar de Neruda. El día anterior habíamos tenido en Valparaíso una inolvidable conversación con Jaime Quezada. Toda una lección de poesía y de memoria. Recuerdo el talento de todos los talleristas que me permitieron reconocer un presente vigoroso y un porvenir magnífico de la poesía chilena. No olvido en esa tarde inaugural el encuentro con Floridor Pérez. Una mañana nos fuimos con Alí a buscar un libro que me había encargado el poeta Juan Felipe Robledo: Nostalgia del futuro (biografía de Jorge Teillier). Recorrimos bajo un intenso sol muchas librerías y al parecer no quedaban ejemplares en toda la ciudad. Un joven librero del Centro Gabriela Mistral nos indicó que había un solo ejemplar en una librería en el Mall Plaza Vespucio (creo que se llamaba Contrapunto). El buen Alí me acompañó a esa travesía de varias estaciones del metro para ir por el libro. En efecto solo quedaba ese ejemplar. Lo recompensé con un buen churrasco palta mayo en la Fuente Alemana de la Alameda. En fin, todo bajo la hospitalidad y generosidad tuya, querido Ernesto, de Tamym y de Fernando hicieron de esas jornadas unos días maravillosos e inolvidables para nosotros.

 

 

FEDERICO DÍAZ-GRANADOS

Nació en Bogotá en 1974. Es director de la Biblioteca de Los Fundadores del Gimnasio Moderno y de su Agenda Cultural.   Ha publicado los libros de poesía: Las voces del fuego (1995); La casa del viento (2000), Hospedaje de paso (2003) y Las prisas del instante (2015). Preparó, entre otras, las antologías de nueva poesía colombiana Oscuro es el canto de la lluvia (1997), Inventario a contraluz (2001), Resistencia en la tierra (Antología de poesía social y política de nuevos poetas de España y América); en 2017 compiló para Editorial Planeta el libro Cien años de poesía hispanoamericana y en 2020 para Seix Barral la Poesía Reunida de José Asunción Silva. En 2012 se editó su libro de ensayos La poesía como talismán y en 2016 El oficio de recordar (Escritos sobre poesía y otras prosas reunidas). Su poesía ha sido traducida parcialmente a varios idiomas y se destacan las ediciones italianas de Le ore dimenticate (Raffaelli editore, traducción de Emilio Coco, 2015), Le urgenze dell’istante (Edizioni Fili d’Aquilone, traducción de Alessio Brandolini, 2017) y La soglia dei sogni (Raffaelli editore, traducción de Gianni Darconza, 2017), Sortie de secours (Ladrones del tiempo, traducción de Stéphane Chaumet, 2017) y Roadhouse (Valparaíso USA, traducción de Jason Ehrenzeller, 2017).

 

 

 

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