Por Ernesto González Barnert
Agradezco que dentro del ajetreo real y virtual de estos días en el mundo literario, nuestra querida poeta Elvira Hernández, aceptara responder estas preguntas, con la generosidad y cercanía que la caracteriza. Ojalá, pienso de entrada, se lea mucho más y mejor su Bandera de Chile, de obtener el Premio Nacional –ese galardón mezquino con la poesía nacional de gran nivel que se hace en este país desde sus inicios–. Y claro, tampoco se reduzca solamente al mítico, ineludible en su impronta y jerarquía, libro en cuestión.
La poeta oriunda de Lebu es dueña de un trabajo sostenido y portentoso en la poesía, con libros emblemáticos como Santiago Waria, Carta de viaje, Actas urbes, Los trabajos y los días, ¡Arre! Halley ¡Arre!, Pena corporal –un rescate crucial llevado a cabo por la Fundación de un trabajo de los 80– me digo al limón. Y sobre todo de dos de mis favoritos libros: Pájaros desde mi ventana y Cuaderno de deportes –este último merece una mejor diagramación–. Una poeta que sigue además construyendo su sólida obra.
Cuya matriz escritural recoge la sagacidad indiana y grecolatina, la naturalidad y salvajismo socarrón del habla de la tribu chilena, la delicadeza y espesor de la tradición poética –no solo chilena–que bien domina.
Me permito recoger las palabras del poeta Tamym Maulén, quien hizo un excelente retrato de lo que la poeta representa para muchos de nosotros, en la presentación del premio a la trayectoria que se le otorgó en el Festival de Poesía La Chascona hace un tiempo: “Elvira Hernández, sin lugar a dudas, es la poeta de esta nueva generación. Su poesía es denuncia y es crítica de este país perverso e injusto, completamente enjenado y vendido al mejor postor: “la bandera de Chile es extranjera en su propio país”, nos dice en su icónico texto, publicado en plena dictadura militar. A la vez, su obra es el canto colectivo de todos quienes habitamos este páramo: ella es la poeta de esa generosidad y de esa empatía que nadie nunca nos ofreció. Sola en su mundo pero siempre compañera, Elvira no duda en estar ahí en la población cuando se la invita a una sencilla lectura, o en la marcha o en el colegio cuando se la requiere. O en la presentación del primer libro de un autor joven aún desconocido. Ella lo tiene claro: el egoísmo ha muerto. Quedamos nosotros, los poetas con minúscula. Los que aún no sabemos vivir como vive un poeta. Pero estamos aquí para aprender, para avanzar, para transformarnos. Elvira Hernández es la Poeta con mayúsculas, quien, con su poesía y vida, con su vida y poesía, nos inspira y estimula, quien nos enseña a ser mejores poetas, no mejores escritores solamente, sino mejores personas, solidarios y compañeros.” Doy prueba de eso. Larga vida a la poeta que sabe que no todo vuela es pájaro.
NO TODO LO QUE VUELA
No todo lo que vuela
es pájaro.
A veces lo que piensas
alcanza una pequeña altura.
¿Cómo vives estos días de pandemia, en medio del estallido que vivió Chile en octubre del año pasado?
El estallido social nos dejó algo muy valioso que como sociedad nos permite seguir respirando: la bolsa de oxígeno del plebiscito. Vivo esta pandemia deseando que esta enfermedad no se consuma ese oxígeno.
Roland Barthes sostiene que “la cortesía es más generosa que la franqueza, porque significa que se cree en la inteligencia del otro.” ¿Qué crees ha sido el principal error del gobierno para enfrentar el estallido y la pandemia, el Chile de hoy para dejar atrás el Chile de la dictadura?
El gobierno buscó reprimir una vez más el descontento social sin percatarse sobre la marcha que era la gota que había rebalsado el vaso. Sobre la pandemia: no nos preparó para cuidarnos cada uno de nosotros y en comunidad para salir de la enfermedad. Aplicó una vez más la lógica de guerra y llamó a salir a la batalla. Un escenario no apropiado para un problema de salud.
Decía hace unos días en Argentina el hijo del cineasta Tarkovski, André, documentalista, que “–la poesía es lo que nos hace humanos. Nos hace ver el mundo mediante otro espectro. La realidad es más amplia y el artista es quien usa la poesía para descubrir esa realidad. No es imaginación, sino visiones del espectro de la realidad más amplio que el que se conoce. Espero que todavía haya poetas–”. ¿Concuerdas? ¿Cuál es tu visión? ¿Hay poetas?
Los Tarkovsky son familia de poetas. También espero que los siga habiendo porque evitarán que la sociedad se maquinice. En el día de hoy están. Es cuestión de buscarlos.
¿Qué pájaro deberíamos escuchar más?
Sin dudas, “Se ha despertado el ave de mi corazón” de Leonel Lienlaf.
¿Qué libros, música, artistas, te han acompañado esta temporada de encierro?
“El manual de Epícteto” de Arriano. Sorpresivamente “Álbum del viajero” de Liszt y las calles vacías de Hooper.
¿Cómo fue el proceso para escribir “Sobre la incomodidad”, libro de ensayos recientemente aparecido en el destacado sello UDP. Esta “incomodidad” es fruto de la urgencia, un pie forzado, parte del material reunido en todos estos años de charlas, talleres y presentaciones que has dado o qué idea te interesaba subrayar?
El mérito de la edición del libro recae en Guido Arroyo que reunió esos escritos míos publicados en años distintos y con propósitos muy específicos que en esta compilación son recogidos de otra manera.
¿Cómo ha sido tu relación con la obra nerudiana?
Pues me he relacionado con el poeta de la única manera que se puede hacer ante una herencia poética formidable: críticamente.
¿Cómo fomentarías –si tuvieras el sartén por el mango–, a nivel nacional la lectura de poesía en el país?
Talleres de lectura.
¿Qué verso o cita te ha acompañado como talismán o mantra estos días?
“Vida es el sendero de la muerte; la muerte es el sendero de la vida”
¿Qué poema tuyo leerías hoy en una sala de clases?
Cada sala de clases es distinta en alumnos y cada lectura de poemas tiene que tomar en cuenta esa diversidad.