Noviembre 21, 2024

“Ver las películas de Ruiz es como entrar en un rito prosaico y mágico de lo chileno y eso es demasiado enriquecedor” Entrevista a Mauricio Torres Paredes

 

Por Ernesto González Barnert
[Publicada originalmente en https://lector.cl/ 30 de Septiembre de 2019]

 

Entrevisté al poeta y sociólogo Mauricio Torres Paredes (Santiago, 1973), pronto a publicar un nuevo libro: “Luna ácida” por la mítica editorial Quimantú. Además de este nuevo libro en camino, aprovechamos de conversar de su obra anterior, el cine y la política, crecer en dictadura y algunas de sus actividades y esfuerzos culturales. Sin duda, Mauricio, es uno de esos poetas que no solo está trabajando su poesía, sino que es uno de los motores más interesantes y generosos en el campo cultural chileno, fuera del Eº, creando espacios de diálogo, difusión del arte y la cultura, la reflexión social y literaria profunda, a propósito de Chile, este país “en su decadencia, derrota y ficción…” como sostiene en esta entrevista poco antes del estallido y pandemia.

—Me gustaría partir esta conversación compartiendo una intuición que creo compartir contigo, es la de que uno escribe con imágenes, más que con lenguaje y metáforas… es así para ti, más allá de tu acento escritural en las relaciones sociales y del cómo uno discute lo que observa?

—Si bien trato de alcanzar las imágenes desde un espacio automático o casi automático, lo que se me manifiesta en primera forma son frases inconscientes. La mayoría de las veces como frases uoración extrañas, pero que suenan bien para mí. Muchas veces esa reunión de palabras inconscientes, que para mí contienen poesía, me entrega una imagen desfigurada, y es ahí donde comienzo a trabajar imágenes que se aprecien en ese sentir inconsciente. Pero no trato de descubrir que hay en ese verseo inconsciente, sino que lo dejo fluir. Así me resulta, me gustaría que se me dieran las imágenes espontáneamente, pero no, se me aparecen primero los signos.

 

Me ha pasado solo en un poema que he escrito, que me nació con la imagen, incluso comienza diciendo «De repente desperté…» una imagen clarísima, luego una que otra corrección, y ya estaba. Eso es genial pero a mí no me sucede continuamente, en el poema Paloma me demoré casi 8 años en cerrarlo, en encontrar las imágenes para los signos que me nacían. Pero sin embargo soy flexible con las formulas, en varios poemas de mi primer libro, por ejemplo, hay palabras que saqué del diccionario, una especie de técnica cut-up como la que usaba William Burroughs. Incluso había palabras que se me venían y que incluí en poemas,que no sabia su significado y que desde ellas comencé a crear.

 

—¿Al mundo le aze falta un orgazmo maz? Te consideras a propósito un deudor de la idea de Whitman de que uno siempre está reescribiendo y publicando el mismo libro por las reediciones de Orgasmo o lo ves más bien como algo azaroso propio del éxito y necesidad del libro?

—Soy más cercano al azar, a las circunstancias. Pasó que luego de escribir mi trilogía autoeditada, donde el primer libro fue Al mundo le aze falta un orgasmo maz me invitaron a una feria cultural en la comuna de Cerro Navia, luego de leer mi poesía se me acercaron dos chicas comentándome que les había gustado mi trabajo y que eran de una editorial que revivía la idea de la editorial Quimantú, que fue la editorial más grande de Chile en principios de los años 70`con el gobierno de Salvador Allende. Imagínate, tremendo privilegio para mí, que una editorial se fijara en mi poesía y más aún que una editorial como Quimantú quisiera publicar mi trabajo. Ahí nació Orgasmos un libro que contenía los tres libros autoeditados, pero compilados en un solo tomo.

 

Luego de haberse terminado los 500 libros de la primera edición en 9 años, la editorial me propuso reeditar una segunda edición de Orgasmos, donde tuve la oportunidad de trabajar los escritos y la visualidad de manera más elaborada. En principio no estaba muy convencido de que sería bueno sacar una segunda edición, pero como estoy más cercano al azar, me dije porque no si es un ofrecimiento bello, porque no he de aceptarlo, y así fue y así se dio. Ha sido un libro que camina solo.

 

Sin embargo, una de las cosas que considero que me acercan a Witman de alguna u otra manera, es que What Witman le canta a la nueva república moderna y su democracia, mientras que mi poesía, si bien también habla de la república moderna y la democracia, está siendo escrita desde la misma república, pero en su decadencia, derrota y ficción. Guardando las proporciones obviamente.

 

—¿Qué crees hoy -desde tu mirada poética-, es importante desmitificar?

—Totalmente, desmitificar al enemigo. Eso lo encuentro demasiado importante. Al que quiere destruir lo que nos pertenece a todos, a aquel que se enriquece con nuestro trabajo, a aquellos y aquello que nos priva de libertad. Todo está rodeado y lleno de mitos, no es que haya muchas verdades, es que no hay verdad, y más bien construcción de mitos, millones de millones, a cada momento, cada día, en cada conversación.

 

No sé si todas las cosas o todo habría que desmitificar, ya nos dimos cuenta que vivimos inmersos y rodeados de millones de mitos desde la ciencia, la política y la religión, sumándole la educación la familia, uff, no terminaríamos nunca de enumerar. Si bien hay mitos que conviven y convivirán con nosotros y que son parte de nuestra universalidad, y que se han dado en todas las culturas, creo que también hay que desmitificar para remistificar.

 

—¿Vienes trabajando -entre otras cosas- un ciclo de poesía donde se resignifica las lecturas de los poetas mayores de Chile en conjunto con poetas y académicos. Ya llevan Neruda, Mistral, Huidobro, De Rokha, Lihn, Teillier, Díaz Varín y Gonzalo Rojas en el Espacio Estravagario de la Fundación Pablo Neruda. ¿Qué significan para ti estos poetas, por qué emprender una empresa de estas dimensiones hoy?

—Como sabemos, venimos en Chile de un desangramiento próximo, desde el golpe de Estado a 46 años hoy en los cuales se ha tratado de cambiar la idea de lo que sucedió, tratando de borrar la memoria y entre esa memoria está la gran tradición de la poesía de esta tierra. Este plan de borradura opera en todos los sentidos y en todos los lugares, en un país donde su historia se ha escrito con poesía.

 

Eso siempre me pareció extraño, por ejemplo pasaron 100 años del natalicio de Violeta Parra y nadie dijo nada, como decía el poeta Carlos Pezoa Veliz. Entonces sentí necesaria una forma de reivindicación y me recordé de un ejercicio que hizo Ronald Kay donde rescata el Quebranta Huesos, trabajo de Nicanor Parra con la colaboración de Enrique Lihn y Alejandro Jodorowsky las cuales eran intervenciones poéticas en el espacio urbano, pegando en los muros de Santiago estos periódicos poéticos. Bueno Ronald Kay plantea que al fotografiar y publicar estos en la revista Manuscritos, lo que estaba haciendo era un ejercicio de traer la memoria al presente.

 

Desde esa perspectiva forme la idea de hablar de estás y estos grandes de la poesía chilena, entendiendo que hay muchísimos y que 4 o 8 es un número, pero que tener 4 grandes no es menor, y 4 grandes más y otros 4 más. La idea es desmantelar la idea de que la poesía son palabras sin sentido, que no sirve de nada, que es una pérdida de tiempo, discursos prediseñados que se han ocupado por mucho tiempo, pero ahora aún más, que tratan de ignorar la realidad que devela la poesía, porque no les conviene.

 

También ha sido una fórmula para dar cuenta de que la revisión continua tanto de escrituras y vida de los y las poetas es necesaria y fundamental, además de que me ha servido mucho para aprender visiones y acontecimientos que desconocía.

 

— ¿Cuáles crees son los poetas que vienen o te interesa trabajar?

—Hay muchos y muy interesantes, con obras sorprendentes y trabajos inmensamente ricos poéticamente hablando. Pero si, como hemos hablado en algún momento, hay que generar una búsqueda de las poetas mujeres, comenzar a encontrar sus escrituras, por ejemplo Eugenia Brito tiene una antología sobre algunas poetas muy interesante, aún falta sí.

 

Pero pienso por ejemplo en poetas inmensos como Humberto Díaz Casanueva, Gonzalo Millán, en una poeta como Ximena Rivera, Juan Luis Martínez, entre muchos, pero estoy trabajando en quienes podrían ser y si seguir un sentido lógico temporal. Y tendré que hacer uno personalmente sobre Nicanor Parra, ya llegará el momento. Me gusta trabajar con los momentos, ir en busca de algún descubrimiento, aunque sea como un juego, que de alguna manera lo es.

 

—¿En qué tipo de libro trabajas hoy?

—He terminado de escribir hace un mes mi nuevo libro que publicará editorial Quimantú y que se titula Luna Acida, eso me tiene muy contento. Estuve casi dos años trabajando en armar este poemario, en el que en algún momento me sentí totalmente perdido, inmerso en una atmosfera enredosamente misteriosa, que por lo demás me sedujo, pero que poco a poco fue creándose, formando un sentido especial y satisfactorio en mí. Así que lo pude soltar y entregar para que sea publicado en los próximos meses. Luna Acida sería el espacio a rehacer, la mirada a reconvertir, el instinto a aplicar, donde se habla de amistad, de amor y de valentía.

 

Aun es un libro extraño para mí, creo que irá tomando sentido ya publicado, son poemas premeditados para el papel. Hay poemas para los muros, otros para las canciones y así va y sigue, este libro lo veo como una especie de artefacto hechizo,que irrumpe en un cotidiano tratando de dislocarlo para, de alguna manera, acercar la realidad.

 

—¿Qué libros, discos, obras o películas consideran cruciales en la conformación de tu adn literario?

—Aún estoy en formación de mi adn en ese sentido, me queda mucho por leer, escuchar o ver. Tengo un amigo Santiago Faúndez con el cual hicimos el prólogo para El Amigo Piedra de Pablo De Rokha, que publicó la editorial de la Biblioteca Nacional, que es un capo, un lector de grandes obras y nos juntamos a veces y ahí me cuenta de grandes historias de la literatura y conversamos, es ahí donde aprendo bastante. Pero de mi raíz puedo nombrar sin duda Una temporada en el infierno” de Rimbaud, Pedro Páramo de Juan Rulfo, Tala de Gabriela Mistral. En la música y en la letra obviamente a la Violeta Parra, Velvet Underground, entre varios otros. Y en cine he estado viendo varias películas de Buñuel en su época en México, tremendas películas como las de Raúl Ruiz. Ver las películas de Ruiz es como entrar en un rito prosaico y mágico de lo chileno y eso es demasiado enriquecedor.

 

He estado releyendo estos últimos meses a poetas muertos en las últimas décadas, con sus respectivas obras, destacando los 18 poemas de agua de Ximena Rivera y Matria de Antonio Silva, libros extraordinarios, de una potencia constante desde sus primeras letras. De esos libros que te permiten entrar en sus mundos.

 

—¿Cómo ves el panorama actual de la poesía chilena?

—Un poco más divertido y compañerístico que hace algunos años atrás, donde de lo único que se hablaba era de Fondart y fondo del libro y becas y glamour. Qué desastroso y aburrido ese tiempo de grupos y cofradías que se palmoteaban y acuchillaban la espalda al mismo tiempo. Eso ha disminuido mucho, más que nada algunos más viejos y viejas siguen con esas mañas. Fue bueno abrir el panorama y como lo decíamos anteriormente, desmitificar e ir además borrando esa idea emprendedora del gestor cultural en un país donde el Estado le lanza migajas a la cultura, y donde se ha visto que se realizan ferias, eventos, se publican libros, se generan charlas en torno a la poesía de una calidad máxima, sin estarle sirviendo de vitrina al gobierno de turno.

 

Además se está escribiendo muy buena poesía y se está mostrando en todos lados. Hoy en día las burlas a alguien que se para a leer frente a un grupo en cualquier contexto, es escuchado y considerado, algo que a principio de la democracia era imposible, nadie quería escuchar nada que los alejara de su confort neoliberal. Hoy la gente, los jóvenes, se atreven a mostrar lo que escriben, les interesa escuchar del tema, y no tiene que ver con que sea un lenguaje complicado para nadie, ya que se ha ido diluyendo la ficción de que la poesía hay que entenderla. Eso ha posibilitado dar cuenta de lo importante que es, más aun en un país donde son algunos artistas son los que muestran la realidad en la que estamos sumergidos, donde desapareciendo los intelectuales y los políticos serios ya no existen.

 

Queda ver grandes obras escritas no dejen pasar estos momentos, esperando que alguien los pueda escribir por uno. Ha ahí lo que debiese darse, y puede que se esté dando como por ejemplo lo interesante que está ocurriendo con la poesía de mujeres, es un discurso totalmente nuevo en poesía, antes no escrito en Chile, eso me parece posibilita otros imaginarios que no se habían manifestado tan fuerte como en estos tiempos.

 

—Naciste en 1973, ¿Que significó para ti vivir la infancia y adolescencia en ella?

—¿En la dictadura tú dices? Son variadas y múltiples las vivencias, las reminiscencias, la resistencia que había que hacer, contra todo. Muertos, torturados y torturadas, hambre, ignorancia, miedo a máxima escala. Nos tenían prohibido hablar de todo. Se nos tenía prohibido hablar de futbol, política y religión, porque obviamente todos los temas llevan a lo político. Eras un bicho raro y peligroso si usabas el pelo largo un alguna vestimenta estrafalaria, o si ibas con un libro bajo el brazo, entre muchas otras cosas.

 

Pero también había momentos lindos y mágicos. Yo vivía en esos tiempos en la comuna de San Ramón y recuerdo que frente a mi casa había un bandejón lleno de árboles, donde tengo imágenes que algunas mañanas de invierno con neblina a eso de las 7 y media de la mañana, donde detrás de los árboles se escondían los milicos mimetizados con metralletas en actitud total de combate. Una neblina tupida lo cubría todo y saliendo de la casa, caminaban hacia la escuela delante de mí, dos chicas escolares, vestidas de new wave con toda su pinta de odio y divinidad, con las medias rajadas, sus cabelleras chasconeadas, que rompían todo el panorama opresor que componían los milicos detrás de los postes del alumbrado público y las tanquetas que recorrían las calles, además de los autos sin patentes que se estacionaban a distintas horas en las casas de algunos de mis vecinos. Luego llegaba al colegio y como todos los días, había que cantar la canción nacional, pero nosotros, un grupo como de 5 compañeros no cantábamos la segunda parte de la canción donde hablaba de lo glorioso que eran los milicos. Sin descaro nos reíamos de la canción donde la gran mayoría de los otros estudiantes nos miraban con terror.

 

Luego salir a rayar las calles, habíamos aprendido a usar los sprays de pintura, y dar cuenta de la falsa democracia que se venía, burlándose de los políticos vendidos que volvían del exilio, con algunas excepciones, y tomar el arte como una acción de lucha y resistencia, con lo poco que sabíamos y lo poco a lo que teníamos acceso, pero sin embargo siempre despiertos e ilusionados por lo que podríamos ayudar a transformarlas cosas, pero nada cambió mucho. Los políticos se encargaron de detener el levantamiento popular, necesitaban hacer sus negocios. Ya habían negociado en el extranjero la permanencia del sistema neoliberal con los estados unidos, ahí el primer regalo que se entregó fue la ropa americana usada. Uff y así muchísimas historias crueles y otras maravillosas, que en algún momento escribiré.

 

 

 

 

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