Por Dafne Malvasi
Hoy tengo el inmenso honor de entrevistar a Anna Pavignano, escritora y guionista italiana, una de las más importantes del cine italiano desde los años 80 hasta la actualidad.
Indisoluble su colaboración profesional con Massimo Troisi, actor, guionista y director, con quien escribió el guión de Il Postino, basada en la novela de Antonio Skármeta y con la que fue nominada al Oscar en 1996.
Doy una calurosa bienvenida a Anna Pavignano y le agradezco que haya aceptado mi invitación. Anna, tengo mucha curiosidad por preguntarte:
—¿Cómo y cuándo llega Pablo Neruda a tu vida?
—Cuando Pablo Neruda entró con fuerza en mi vida mientras escribía el guión de Il Postino, conocía algunos de sus poemas y había leído Confieso que he vivido muchos años antes, fascinada por un título que hacía pensar en un vida intensa, total, profunda. Una cosa me llamó la atención: el poeta recordaba la lluvia de su infancia. Me identifiqué mucho, tenía el mismo recuerdo. Nací muy lejos de Chile, en un pueblo del norte de Italia, Borgomanero, donde antiguamente las fábricas producían principalmente telas para paraguas, porque llovía más que en el resto de Italia. El repiqueteo de la lluvia acompañó mi infancia. Cuando, al adaptar El cartero de Neruda, me vi obligada a escribir diálogos para el personaje del poeta que no eran del libro, tomé sus palabras de ‘Confieso que he vivido’. No era un personaje cualquiera, me parecía una falta de respeto poner en su boca frases que nunca había dicho, sobre todo cuando habla de política, o de Chile.
—Me gustaría preguntarte un recuerdo personal tuyo vinculado a Pablo Neruda.
—Ya habría respondido con el recuerdo de la lluvia, ¡pero en realidad tengo muchos! Una placa de cerámica descubierta por casualidad en Capri, mientras caminaba, que indica la casa donde el poeta completó Los versos del capitán en 1952. Sabía que había estado en Capri ese año, pero ver la casa fue emocionante. Luego la visita que hice a la imprenta Tallone, en Alpignano, cerca de Turín, que era su editorial en Italia. Neruda fue allí, eligió el papel. Con Alberto Tallone, el fundador de la editorial, compartían la pasión por las locomotoras. En el jardín de la imprenta hay un carril sobre el que está montada una vieja y enorme locomotora, y los nietos me contaron que cuando Neruda llegaba a Italia, él y su abuelo la ponían en marcha, viajando juntos por esos pocos metros de vía: ¡como dos niños! Ver la locomotora de cerca, imaginar la escena fue divertido y poético.
Y nuevamente conocí a la hija de uno de sus editores chilenos, Nascimento. Su nombre es Leonor, la conocí por casualidad, vive en Italia, en Roma y sólo después de conocerla desde hace mucho tiempo descubrí su historia.
Me contaba cuando de niña veía a Neruda paseando por la casa o iba a verlo, en Isla Negra, con su padre. Para ella él era sólo un viejo amigo de la familia. Me mostró algunos libros impresos por Nascimento y firmados por Neruda. Nunca he estado en Chile, para mí Isla Negra es solo un nombre que tomó forma en mi imaginación: Leonor me mostró algunas fotos antiguas, le dio realidad a lo que era solo un pensamiento.
—Anna, quería preguntarte ¿Cómo surgió la idea y la creación de Il Postino de Massimo Troisi, película nominada al Oscar en 1996, basada en la novela Il Postino di Neruda (1986) de Antonio Skármeta?
—La idea de Il Postino nació de la lectura del libro de Skàrmeta, que fascinó a Massimo Troisi y que tenía muchas ganas de convertirlo en película. Le entusiasmaba la idea de hablar de poesía de manera indirecta, no hablando de un poeta, sino de un poeta visto por alguien que, hasta ese momento, no sabía nada de poesía. Se identificó con el protagonista que, a pesar de ser mucho más joven en el libro que Massimo en ese momento, se parecía a él. Quizás se parecía al joven Troisi, que al igual que Mario Jiménez (que luego se convirtió en Mario Ruoppolo en la película), era alguien que no sabía qué hacer en la vida, pero tenía muy claro lo que no quería hacer. Mario no quiere ser pescador, Massimo no quiere participar en concursos y buscar un trabajo fijo para pasar su vida en la oficina, que era lo que esperaba antes de que su carrera como actor tomara forma y le diera una idea de un futuro diferente.
—Cuentanos Anna ¿ Hay autores chilenos y autoras chilenas que has leído y que te dejaron algo sobre Chile?
—Violeta Parra y sus canciones me han fascinado mucho. Su voz es muy dulce. Incluso su vida intensa, llena de altibajos, y de alguna manera incluso su muerte, misteriosa e incomprensible, me involucraron. Violeta se suicida, pero poco antes de morir graba «Gracias a la vida»: parece imposible que una mujer de tanto valor y compromiso hubiera pensado que había vivido lo suficiente con sólo cincuenta años. Conoció a Pablo Neruda y fue después de un concierto en casa del poeta que comenzó a cantar por Chile.
—Me gustaría terminar esta entrevista pidiéndote que nos cuentes sobre el proyecto en el que participaste con motivo del cincuentenario del Premio Nobel otorgado a Pablo Neruda.
—Con motivo del 50 aniversario del Premio Nobel a Pablo Neruda, la Sociedad de Bibliófilos Chilenos —de la que Neruda era miembro— junto con la Sociedad Bibliográfica Toscana, armaron una exposición virtual chilena italiana, dedicada a él. En la sección «Neruda en Italia» me pidieron que contribuyera con un vídeo y mis escritos bajo el título «Neruda y el cine en Italia». Además de sentirme muy honrada por el pedido, conocí el mundo de los bibliófilos, es decir, el amor por los libros antiguos, la atención a la calidad del papel, de la impresión, elementos en los que nunca me había centrado en profundidad. También nació una amistad con la creadora del proyecto en Chile, Norma Alcman Riffo y con la responsable italiana, Alessandra Basso. Con Norma y Alessandra, en nuestros chats, siempre virtuales por la distancia y porque también estábamos en pandemia, conocí un poco de Chile, al final no solo hablamos de Neruda, sino que también nos contamos un poco sobre nosotras, intercambiamos fotos de donde vivíamos y debo decir que nació el sueño de viajar algún día a Chile. Tal vez.