Noviembre 7, 2024

Entrevista a Horacio Eloy: «La poesía chilena goza de buena salud, el tiempo dirá quienes permanecerán…»

 

Por Ernesto González Barnert

 

 

Horacio Eloy (Santiago, 1955). Poeta, cuentista, gestor cultural y profesor. Autor de una docena de libros entre los que destacamos su última obra el libro de investigación y crónica: Revistas y publicaciones literarias en Dictadura (1973-1990) y Desclasificados [Poesía, Editorial Mago, 2023]. Sobre Desclasificados pienso que Santiago se vuelve lar en el mejor sentido en la escritura de Horacio Eloy, carga de energía calles, lugares, espacios abiertos y cerrados, con precisión fulgurante. Abraza las historias anecdóticas que se abren en sus calles centrales con consciencia narrativa, histórica y ética.

Horacio Eloy escribe para conectarnos a unos con otros, cronista de su tiempo, alrededor de sucesos biográficos, cosas vistas y momentos icónicos que nos reúnen en lo que no hay que olvidar, merece ser recordado y cantado, alzarse como documentos culturales de nuestro breve paso por el mundo. Allí alza una poética de resistencia y memoria a escala humana, moral personal [no de moralina como muchos jóvenes hoy], en la fugacidad de lo que clasifica o desclasifica. Así el poeta abraza nuestro tiempo –por oscuro que fuese– para iluminarlo, individual y colectivamente.

Esto último, entiéndase bien, como testimonio que también opera como brújula. Un lar situado, donde nos enfrentamos a una música desenvuelta por el rock setentero ochentero, el sexo y la historia reciente que canta la pedacería, las ruinas, los íconos, que confluyen en esta posmodernidad urbana, con sus convulsiones y estertores. Con Eloy recorremos y miramos —ya no con la desconfianza de los poetas anteriores venidos a la capital–, sino con la certeza –para bien o para mal–, que no habrá vuelta atrás al vivir rural. Nuestra tierra son estas calles, barrios, sitios, cines, hitos y gentes, todas esas personalidades afectivo culturales que son nuestra educación sentimental, nuestro cayado, constantemente en desarrollo y destrucción, epifanía y socorro, muerte y poesía.

Estas calles son nuestra lengua que recorremos ya no como el agricultor el campo, sino como el “paseante” o “callejero” abierto también a las vicisitudes y las impresiones que salen al paso. En Desclasificados, libro que nos convoca, nos enfrentamos a un volumen que juega con la idea de sobrellevar el secreto y la reserva en estos documentos de primera necesidad. Un trabajo que ciertamente  sigue toda esa impronta anterior de su obra y apuntala definitivamente la belleza y consciencia citadina del observador.

Una obra consciente de la imperfección de los mapas pero no de la mano –que intensa y clara– cartografía al ritmo del corazón, los documentos oficiales que pondremos en la mesa llegada la parca a llevarnos. Un volumen que se lee también como una suma abierta, emocional, crítica, de recorridos físicos y mentales que marcan el pulso y testamento afectivo de una vida civil y poética.

 

—Malraux sugiere que para conocer a un hombre uno debe examinar su actitud hacia Dios, el sexo y el dinero. ¿Qué piensas de cada uno de ellos?

–Respecto de Dios, pienso que se manifiesta en la Naturaleza, en la Pachamama, como  lo visualizan los pueblos originarios, en la inmensidad y la complejidad  y sencillez de sus manifestaciones.

Sobre el sexo se trata de la maravillosa energía  que mueve y  hace girar  el  mundo.  Eros en su lucha constante contra la oscuridad de Tánatos. El gran regalo de la Naturaleza el sexo, hace estallar la luz.

El dinero, poderoso, perturbador, una invención problemática, me cuesta relacionarme con él. Se muere por dinero, se corrompe por dinero, se mata por dinero, pero ¿Se escribe poesía por dinero?

–Desde tu primer libro Tres poetas de 1985 a Desclasificados de 2023, pasando por cada uno de los libros publicados de tu autoría entre estos ¿Cuál sería el arte poética, la mirada que los reúne, el sentido que aúna todo este trabajo? ¿Sigue siendo «La Jornada» ese poema de Rituálica de despedida [2001] el centro que contiene la semilla de tu obra?

– De todas maneras mi arte poética se ha ido nutriendo de otras miradas en el despliegue  y desarrollo de la escritura. JORNADA  apunta a una óptica social, política, con el paso del tiempo se han ido perfilando otras vertientes que apuntan a una reflexión sobre el lenguaje y la palabra, sobre el oficio del poeta  y también del peso de la memoria, el registro memorioso  a través de una arqueología poética urbana, es lo que veo  en el libro DESCLASIFICADOS.

–¿Cuál es tu mayor miedo como poeta?

– Tener  miedo  cuando estás frente a la  página en blanco, es una situación que  ocurre a veces  y las palabras huyen de ti, es  necesario entonces huir de las palabras  y esperar que esa oscuridad  se desvanezca teniendo la certeza que el sol volverá a brillar.

–¿Quisiera volver ahora a tus comienzos como poeta, que te empujó, en plena dictadura, a volcarte a este oficio?

–Por el año 78  más o menos me adscribí a un grupo cultural de jóvenes que funcionaban alrededor de la Iglesia Católica  en la zona norte de Santiago, ahí formamos un taller literario que participó activamente en la dinámica  de aquellos días  en torno a las organizaciones sociales como eran las Bolsas de cesantes, Ollas comunes y otras .  Allí la poesía y el Arte en general cumplieron la función de entregar esperanza y belleza en medio de las precarias condiciones de la gente  y de esta forma  intentar restaurar la identidad y la memoria  de un pueblo golpeado por la instauración del modelo neoliberal. Posteriormente  por el año 84 me invitaron a integrarme al Taller Urbano y a su revista Contramuro. Reconstruir los vínculos con la literatura del exilio , con la tradición poética de Chile y de esa manera iluminar el “ apagón cultural “ provocado por la dictadura fue la tarea de aquel período , tarea asumida por los jóvenes poetas de aquella época.

–¿Qué poetas marcaron tu educación sentimental?

–No solamente la educación sentimental sino también las otras dimensiones  que conforman nuestro devenir. Tuve la suerte  de contar con mi tía Violeta quien era la encargada de la librería Nascimento y quien me regalaba los libros de los insignes poetas chilenos: Pablo Neruda, Nicanor Parra, Gabriela Mistral, Pablo de Rokha,  Vicente Huidobro, Jorge Teillier, Gonzalo Rojas y también extranjeros: Ernesto Cardenal, Walt Whitman, Federico García Lorca, León Felipe,  Mario Benedetti, etc. Fue fundamental para mi  contar con la generosidad de mi tía Violeta.

–¿Me gustaría ahora pedirte una pequeña lista de diez libros que son cruciales en tu vida hasta el día de hoy?

–Libros cruciales, decenas como las antologías de nuestras cuatro poetas icónicos Neruda , Mistral, Huidobro y De Rokha.  La sangre y la Esperanza, Poemas y antipoemasEn el CaminoMuertes y MaravillasHambreSexus Nexus PlexusEl origen de la familia la propiedad privada y el Estado, El Manifiesto Comunista, El escritor y sus fantasmas, Hijo de ladrón.

–¿Si estuviéramos hoy en una sala de clases que poema tuyo leerías?

–En una sala de clases leería un poema de Nicanor Parra y también un poema mío  «Odisea» que se refiere al astronauta soviético que quedó olvidado en el cielo pues la URSS  había desaparecido y  nadie se acordaba de él. Cuando lo bajaron su ciudad no existía, Leningrado era nuevamente San Petersburgo.

–¿Cómo ves la poesía actual chilena?

–Me gusta la diversidad del panorama de la poesía chilena actual, sus vertientes, intimista, urbana, feminista, étnica, social, de género, de la tradición, neolárica.  Hay una dinámica potente que se expresa en las revistas por internet, casi no hay de papel, en las ferias del libro que cruzan el territorio y las editoriales independientes  que publican poesía. La poesía chilena goza de buena salud, el tiempo dirá quienes permanecerán.

–¿Qué puedes decirnos de la cocina literaria tras la escritura de Desclasificados

–En eso que denominas  cocinería literaria los ingredientes son las palabras y bueno a veces resultan platos exquisitos, otros reguleque y otros incomibles. Desclasificados tiene buenos sabores, los lectores comensales tienen la palabra , pero estoy seguro nadie se intoxicará.

–¿Cómo llegó a ti el poema «Cine Minerva», cómo lo trabajaste?¿Tuviste consciencia de que se convertiría en un clásico instantáneo? ¿Sería tan querido por los lectores?

–El poema «Cine Minerva» es parte del libro Ritúalica de Despedida,  que es un itinerario por los viejos cines de Santiago. Las salas de cine constituyeron desde mi niñez  un mundo mágico, cada película era una experiencia fascinante. Vivía en la calle Huérfanos con Bulnes  a dos cuadras al oriente tenía el cine Alcázar en la plaza Brasil y a dos al poniente el, Novedades. El Minerva  estaba en Chacabuco con San Pablo pero  ya había cerrado sus puertas.

Este poema creo se ha convertido en una especie de clásico, un poema de amor, político y social que  ha sido publicado en numerosas antologías y revistas  y que siempre leo en las lecturas a las cuales me invitan. ahora el compositor y músico Rudy Wiedmayer lo ha musicalizado y ha cobrado una nueva dimensión que me agrada y me emociona mucho. Casi no tuvo correcciones el Minerva si un breve proceso de reconocimiento territorial   para  tener claras las coordenadas que se presentarían en el poema , esto dentro de la arqueología poética urbana que ha sido el sustento  de gran parte de mi obra. Francisca y Pablo la pareja del poema viven dentro de mí.

–¿Qué poemario nunca terminaste de leer?

–Siempre intentó llegar al final del poemario, es posible que algunos versos  salven el texto, hay que tener paciencia.

–¿Qué libro te hubiese encantado escribir?

Poemas y Antipoemas y también varios otros  de los notables, Lihn, Teillier , Rojas, etc…

–¿Cuál fue tu peor error en este oficio?

–No tengo claro si será un error, tal vez sea publicar cada dos años,  mis libros tienen una buena distancia en el tiempo,  tal vez sea no enviar textos a concursar. nunca me he preocupado de esto.

–¿A qué cine jamás le dedicarías un poema?

–A los cines  actuales de las cadenas Hoyts y otros, carecen de todo interés de mi parte como objetos de un poema, nadie se besa en esos cines, nadie tira las manos. Los viejos cines de barrio y del centro eran parte de una forma de vida que ya no existe, eran de otro Chile.

–¿Qué lugar de Santiago evitas?

–Amo mi ciudad, sus rincones y todos los puntos cardinales, evito si aquellos espacios territorios barridos por el delirio de las retroexcavadoras y la voracidad de los consorcios inmobiliarios para instalar sus horribles proyectos.

–¿Un olor que te gusta y otro que te molesta?

–No me agrada la fritanguería. Solo las merluzas saltando en el aceite.  Me gusta el olor de la tierra después de la lluvia y las plantas y las flores.

–¿Qué le dirías a un joven poeta?

–Que lea bastante y que escriba sin preocuparse en exceso del reconocimiento y que como señaló el poeta Jorge Teillier lo importante es vivir con los valores de la poesía no solamente en el plano estético sino también ético.

–Por último ¿en qué proyecto escritural te aventurarás tras Desclasificados, tienes ya material nuevo?

 –Está avanzado en cuanto a la investigación un libro un libro de crónicas sobre lugares, personajes y situaciones de la contracultura en las décadas del 60 y 70 acá en nuestro país. También se viene una antología sobre mi obra y la reedición de un libro del 95, El Cielo a pedazos. Tal vez otro poemario, solo eso.

 

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