Por Carolina Reyes Torres
Nombres propios (2023) del escritor Gabriel Zanetti es su quinto libro publicado por Ediciones Tácitas y a través de este texto híbrido mitad crónica mitad diario de vida se muestran las peripecias que debe pasar desde el descubrimiento de que será padre por segunda vez hasta el nacimiento de esa nueva hija. Al adentrarnos al volumen esas andanzas son bastante reconocibles por todos nosotros; pagar cuentas, cuidar de una hija, cocinar, tratar de escribir en el rato que sea, sostener un matrimonio con sus idas y venidas entre otros malabares más, lo que contrasta con la idea generalizada de lo bohemia que puede llegar a ser la vida de un escritor.
Zanetti con este texto sigue profundizando en la literatura de no ficción mostrando las fisuras cotidianas que son fractales de hechos más profundos, por ejemplo una ida al parque que implica una rebeldía con la adultez: “Directo al parque con Roma. Nada de pasar antes a otro lado, esta vez nada de condiciones, de atrasos, de priorizar la vida adulta” (p25). Un mundo aparte es la espera de su segunda hija y la cantidad de tiempo que gastan en buscar el nombre apropiado para la nueva integrante, misterio que resuelve su hermana mayor al escribir un día en un dibujo “Flora Zanetti”, ahí el padre se entera que su primogénita ya está comenzando a escribir.
El libro también posee cuotas de humor que las dan algunas reflexiones sueltas del autor: “No sé para qué me arreglo tanto para ir al doctor” (p24) una reflexión que podríamos pensar la puede hacer una mujer que va al ginecólogo o una señora en la tercera edad, pero nos damos cuenta que también algunos hombres gastan parte de su tiempo acicalándose para una visita al facultativo. Vuelven aparecer otras de sus obsesiones como la pesca, comer mucho pescado y esmerarse en una buena alimentación para sus hijas y su esposa, una forma de amor muy concreta.
Gabriel Zanetti continúa explorando la faceta autobiográfica y con una transparencia que conmueve no se guarda las partes difíciles de su deambular cotidiano, ahí se observa la compleja relación con el progenitor: “[…] me aterra haber heredado el carácter de mi papá. Tengo una relación intermitente con él. Lo veo durante temporadas y las diferencias de siempre hacen que no lo quiera ver más, a pesar del cariño, a pesar de la compasión que suele provocar” (p15) o en el caso de exponer las dificultades de la vida en pareja: “‘Hasta cuando te voy a perdonar’, dijo, y yo pensé en analizar la situación, en decirle cuáles eran sus responsabilidades, en todas las veces que también me he sentido ofendido y humillado, pero agache el moño y dije sí a todo[…]” (p67) temas que aunque tengan en esta ocasión un rotulo personal siempre han sido parte de la literatura.
El recorrido por las páginas de este volumen, que se nos hace corto, nos muestra el claro oscuro de la vida familiar en donde en medio de un sinnúmero de compromisos diarios como salir a trabajar, almorzar, recoger a los niños del jardín, ordenar para la mudanza o cambiarse de casa se suceden hechos de mayor calado que constituyen también la existencia, como el suicidio de un amigo o el temor por el futuro. Se observan no solo las dificultades con el padre o la esposa sino que la tensión interna de sostener un rol paterno que por momentos se vuelve agotador: “Despierto desde las 4:00 a 5:15 hasta que logré que se durmiera sobre mí. Aburrido de vivir para los otros” (p63)
La llegada de la segunda hija marca un antes y un después para el núcleo familiar, el fin de un periodo simbolizado en la primogénita y este nuevo estadio que reorganiza una vez más al clan con la incertidumbre como compañera permanente de la nueva integrante: “Entendí que Roma es todo para nosotros y simboliza nuestra vida desde que nos fuimos a vivir fuera de Chile y nos casamos […] Todos los trabajos que hemos hecho e incluso la misma Flora, quien ya se encargara de decirnos algo” (p61)
Con Nombres propios se nos abre una ventana a ese día a día en una casa, allí se siente una ebullición permanente, donde se suceden innumerables actividades y donde lo único constante es el cambio que se percibe en el desarrollo de los hijos y en la aparición de nuevos vástagos. El texto no es complaciente y exhibe las hendiduras de la vida que eligió el protagonista, abriéndonos una puerta a su mirada y a su mundo personal.