En el marco de las actividades culturales 2023 y proyecto Paocc 2023, tuvimos la presencia del narrador chileno Javier Baeza, quien nos habló de su poética y del proyecto que dirige actualmente para funcionarios del Servicio de Vivienda: un taller literario que fomenta la escritura y la colectividad. Compartimos el registro de esta actividad y agradecemos a todas y todos los participantes de nuestras actividades culturales 2023.
Javier Baeza Valdenegro
(Las Cabras, 1990). Ha publicado en las antologías “Viaje a la oscuridad” (2015), “¿Quién dijo que todo está perdido?” (2017), “6666” (2018), “Arde” (2020) y “Arde 2” (2021). Actualmente trabaja en la escritura de una novela, coordina el taller literario para funcionarios del Servicio de Vivienda, y uno de sus personajes fue seleccionado para los cortometrajes del Festival Gaia 2023, pronto a estrenar.
*
Pelados en el metro (Relato de Javier Baeza)
Apretado. Un pelado que estaba muy cerca de mí me produjo una fascinación irresistible. Su peladez era perfecta y emitía un brillo propio de su condición, Luis Gnecco estaría orgulloso de él. No podía dejar de mirar esa cabeza, al tiempo que sentí un irritante deseo de pasar mi mano por ella.
Cuando se bajó continué el resto del viaje con un nervioso vacío.
Un mes más tarde
Apoyado en la puerta que no se abre, me gusta apoyarme ahí. Lo que me jode (o me jodía, ahora sólo me incomoda un poco) es que haya gente detrás de mí, así que cada vez que puedo me deslizo hacia mi lugar predilecto. Desde esa privilegiada posición puedo mirar todo; precisamente, delante de mí hay un tipo con curiosos pliegues en su nuca, dan ganas de meterle los dedos. Imaginé el fantástico universo que se escondía en esos pliegues.
“Una maravilla”, pensé.
Meses después
Yendo a comprar libros, casi son las 11 así que está medio vacío.
Un pelado se subió en Unión Latinoamericana. La perfección de su peladez me hizo sospechar que era una persona a la que ya había visto, o quizás fuese mi imaginación.
A medida que avanzábamos estaciones me di cuenta de que ante mí se presentaba una oportunidad de oro; la escasez de gente me permitía escapar sin mayor dificultad, y mi víctima venía jugando en su celular con sus audífonos puestos, una distracción suficiente como para darme unos segundos de ventaja. Su contextura denotaba un físico con cierta musculatura, pero no excesivamente intimidante, aunque de todos modos un error en la ejecución podía ser fatal.
Próxima estación Santa Lucía.
Era el momento.
Me puse a su lado, las puertas se abrieron y pasé suave, pero firmemente mi mano por su cabeza. Sentí su textura, la forma de su cráneo girando hacia mí y con ello su oreja izquierda que no me interesaba tocar.
Salí corriendo, escuché detrás de mí un confuso improperio, choqué con una señora, ay disculpe, dije, y miré para atrás viendo cómo se iban los varios ojos clavados sobre mí.
Más tarde me sentí ridículo. Pero en ese momento, en ese momento era un ser extraordinario.