Querido Pablo:
Nos dejaste hace ya cincuenta años, en horas turbulentas, cuando se puso fin por la fuerza de las armas, al digno proceso social encabezado por Salvador Allende, quién busco repartir la miel y el pan para todos. Tú yacías enfermo, pero hasta el último suspiro, pusiste en su lugar a quienes aplastaron la noble y justa causa encabezada por el presidente mártir.
Tu casa en Santiago, la Chascona, fue anegada y devastada, por quienes temen a la cultura como a su peor enemigo. Allí fuiste velado entre escombros y cristales rotos que Matilde no removió, para que todo el mundo se enterara de la pesadilla descargada desde entonces, sobre nuestro pueblo y nuestra cultura.
Tu funeral fue la primera manifestación de resistencia ante la maldad desatada en Chile tras el golpe militar. Miles de voces cantaron tu nombre y también el de Allende, desafiando a los militares asesinos.
No olvidaremos jamás a quien empleó su pluma para acompañar las más nobles causas que animan a nuestro pueblo y a los pueblos del mundo entero. Nos enseñaste a querer al hombre sencillo. A descubrir y amar a los pueblos americanos, aprender de sus luchas por la independencia de nuestras tierras. Nos llevaste hasta las Alturas de Machu Picchu, para desentrañar la solidez de nuestras raíces, la fuerza de nuestros ríos y volcanes, los valores ocultos de nuestras culturas originarias.
Amaste y cantaste las cosas más elementales: los pájaros y las piedras, Honraste a la alcachofa y al caldillo de congrio. A la cebolla y la fertilidad de la tierra. La esperanza y a los números. La lluvia y la soledad.
Nada te fue ajeno. Tu poesía no dejó afuera a nada y a nadie. Tu pluma combatió la codicia y las injusticias. Fuiste un enemigo implacable de la deshonestidad, tanto como amaste la consecuencia y la rectitud.
Te echamos de menos. Hoy nos toca vivir nuevamente horas difíciles y nos falta la certeza de tu pluma para juzgarlas y señalar los caminos que nos permitan convivir con nuestras diferencias.
La cultura vuelve a ser desairada. Muchas conquistas, valores sociales, culturales y de género, que creíamos consolidados, son ahora cuestionados. Corremos el riesgo de retrotraer la historia a los años donde reinaban en Chile la intolerancia y la injusticia.
Habrá que enfrentar estas horas análogas a la restauración que vivió la humanidad tras la histórica Revolución francesa, con la misma fuerza, unidad y voluntad que animó a los comuneros de París, hasta restablecer el imperio de la justicia social.
También la Fundación que lleva tu nombre ha pasado hora difíciles desde los días de la pandemia, que obligó a cerrar el acceso a las casas que tu construiste con tu infinito ingenio. Sin embargo, todo el personal supo solidarizar con horas tan difíciles, lo cual permitió amortiguar el daño financiero. Está claro que tu ejemplo iluminó a nuestros funcionarios y acá junto a tus restos, les hacemos público nuestro agradecimiento.
En fin, querido Pablo. Hemos venido hasta acá para agradecerte todo el amor la belleza y la voluntad de lucha, que nos entregaste a nosotros los chilenos y a toda la humanidad. Tu obra sigue vigente y cada vez que erramos los caminos, recurrimos a tu legado para recuperar la senda correcta.
Aquí, frente al mar que amaste como nadie, junto a tu indomable Matilde, reiteramos nuestra voluntad de cautelar tu legado y tu consecuencia, en la seguridad que volverán a imperar en nuestro país, los valores de fraternidad y solidaridad, que tu como nadie supo enarbolar a lo largo de toda su vida.
Descansa en paz, querido camarada.
Miguel Lawner
23.09.2023