Noviembre 22, 2024

Recordando a Lenka Franulic

 

Hace unos días, Google, en el Doodle del día, rindió Homenaje en el 115º aniversario del nacimiento de Lenka Franulic, escritora y periodista chilena. Compartimos el siguiente texto a propósito de ella y Pablo Neruda. Para entender con hechos, la importancia vital y apoyo del poeta al trabajo femenino. Aquí un ejemplo. Ahora bien, difamado por hordas de ignorantes y políticos fascistas que tergiversan la verdad sobre los hechos creando una imagen negativa del vate.  Ahora recogemos este texto escrito por la periodista Barbara Hayes para ir conociendo más de nuestra historia reciente dada la falta que hace de figuras que hicieron tanto bien por Chile y la Cultura.

¿Quién fue Lenka Franulic?

“Eras presencia de mujeres y lección para un millón de hombres…” le dijo Neruda a Lenka Franulic en su partida. Y la frase quedó grabada en su lápida bajo una cabeza en piedra esculpida por Lily Garafulic.

 

Lenka Franulic

Croata de tomo y lomo, Lenka Franulic nació en 1908 en Antofagasta y sólo llegó a Santiago para estudiar Inglés en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, dominio que le abrió camino al mundo de las revistas, primero como traductora, luego como articulista, brillante entrevistadora después y finalmente directora de varios medios de la época.

Las radios Nuevo Mundo, Nacional, Cooperativa, Agricultura y Minería conocieron de su agudeza como reportera. Pero fue en la revista Ercilla donde desplegó sus mejores artes de entrevistadora. Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, el Mariscal Tito, Juan Domingo Perón, Eleanor Roosevelt, Fidel Castro, Anastasio Somoza, André Malraux, Salvador Dalí y Thomas Mann figuran entre sus más notables entrevistados internacionales. En Chile, valga solo decir que entrevistó a tres Presidentes de la República –Gabriel González Videla, Carlos Ibáñez del Campo y Jorge Alessandri Rodríguez- y a nuestros dos Premios Nobel de Literatura: Gabriela Mistral y Pablo Neruda.

Escribió dos libros destacados como obras indispensables por la intelectualidad de la época: “Cien autores contemporáneos” (1939) y “Antología del cuento norteamericano” (1943), pero fue el periodismo el oficio que le bebió el alma.

Junto con su amigo y colega Orlando Cabrera Leiva creó el Círculo de Periodistas de Santiago y desde allí empujó la creación de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, donde fue profesora de Periodismo Informativo. Una de sus alumnas, María Eugenia Oyarzún, recuerda sus palabras en el primer día de clases: “El Periodismo no es un juego, y más que una vocación es un don; es una profesión maravillosa, pero muy sacrificada…”

Lenka –Elena en castellano- trabajaba sin descanso, siempre aferrada a su pequeña máquina de escribir y a las dos cajetillas de Camel que fumaba a diario. Nunca tuvo tiempo para grandes amores, ni menos para hijos, aunque más de alguna vez se rumoreó que fue el amor platónico de Alessandri.

Mujer buenamoza, femenina y con desplante hollywoodense, decían sus compañeros de entonces. Mezcla de Greta Garbo y Edith Piaf, como la describió un artículo de La Tercera tras obtener el Premio Nacional de Periodismo, Mención Crónica, en 1957. No obstante, ella parecía ajena a los admiradores que la rondaban; prefería los libros, los viajes, los gatos, las noches de bohemia y epatar con sus opiniones feministas que caían como bombas de racimo en los oídos de sus colegas varones.

El premio que siguió se lo otorgó la Sociedad Profesional de Mujeres Periodistas de los Estados Unidos: la aclamaron como la Mejor Periodista de 1958. Una vez más la sorprendía el reconocimiento a su trabajo, lo acepto con humildad y “ni siquiera celebró”, dijo entonces otro de sus grandes amigos: Hernán Millas.

A principios de 1960 asumió como directora de Ercilla, cargo en el que trabajó incansablemente hasta pocos días antes de su muerte, en mayo del 1961, víctima de un cáncer de pulmón. Desde Madrid, Tito Mundt la despidió diciéndole: “Tú fuiste la única que creó, sin proponérselo, un curioso movimiento político de simpatía personal que se llamó ‘lenkismo’ y cuya consigna y ritos eran respetados escrupulosamente por todos tus amigos”.

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