Noviembre 22, 2024

Fragmento del texto «Una inagotable pulsión de trabajo. Evocación de Mauricio Amster» de Felipe Reyes

 

«La belleza del conjunto»

 

Luego de una década en Chile, a comienzos de los años cincuenta, Eduardo Castro y Arturo Matte convocan a Amster a Editorial Universitaria, donde desarrolla su más grande y completo proyecto editorial, el que definirá su identidad gráfica ―para la que se encargaron fuentes tipográficas a Estados Unidos―, estableciendo formatos y normas de composición utilizadas hasta el día de hoy, como el uso de colofones en todas sus ediciones. Un fecundo vínculo que se extendería por casi treinta años y cientos de libros. Eduardo Castro definía a Amster como un hombre «éticamente intransable, profesionalmente muy serio. Sus maquetas eran perfectas, un hombre que sabía usar los recursos que había. Se batía con los medios que disponía. Si debíamos hacer un libro con una sola tinta, él lo hacía, y lo hacía con gracia. Esto le daba un sello de distinción».

Uno de los editores de Universitaria, Carlos Alberto Cruz, recordaba una anécdota que define la forma de trabajo de Amster, quien no titubeaba en fijar los límites en su forma de entender la cadena editorial: surgió la idea de publicar un libro de tapa dura de terciopelo rojo con forma de corazón. Una selección y prólogo de Neruda de poemas amorosos de Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou y otras autoras latinoamericanas; con ilustraciones de Roser Bru, Nemesio Antúnez y Mario Carreño. Cruz citó a Amster a una reunión de trabajo para mostrarle el proyecto, y a la que también asistirían Neruda y Antúnez. «La reunión fue movida ―recordaba el editor―. Elocuentemente Neruda recordando a García Lorca repitió esas frases entre la magia y la cursilería. Nemesio se extendió latamente entre el amor y las poetas. Yo con el entusiasmo fui más allá explicando el “profundo” sentido de nuestra aventura. Impasible Mauricio, en su pequeña envoltura, permaneció silencioso. El discurso fue tornándose más y más enardecido y los oradores gesticulantes tratando de obtener del lacónico Mauricio lo esperable: un pequeño rictus o una mínima expresión. Agotado después de una hora por la tensión, no pude resistir más y fui al grano: “¿Qué le parece la idea, Mauricio?’”. Su respuesta fue corta y seca: “Una huevada, pues”. Ahí quedaron los croquis y los versos. El poeta, el editor y el pintor se fueron por el pasillo sin jamás osar insistir en ese libro, agobiados por el silencio y la inmutabilidad del que más sabía».

Lo suyo fue siempre la sobriedad del conjunto, su sentido práctico y su función estética; así, el buen uso de ese grupo de letras adquiere significado y transmite el pensamiento; el mismo Amster señalaba que, tal como otros artículos de uso cotidiano, una página debe esforzarse en ser atrayente. «El pan, aunque sea un producto imprescindible, destinado a desaparecer apenas cumpla su destino, se presenta, no obstante, en formas ornamentales para agradar a la vista. Lo mismo ocurre con cualquier cosa hecha por el hombre. Hasta en los niveles más primitivos de la vida existe un espacio para la belleza. Y en cuanto a las letras, la belleza es de importancia capital, frecuentemente decisiva, ya que en su función debe satisfacer la vista tanto práctica como estéticamente».

Una praxis que luego verterá en la docencia. En 1953, junto a Ernesto Montenegro, Amster funda la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, donde impartió el curso de Técnicas Gráficas hasta fines de los años 70. Sin embargo, pese a sus múltiples actividades, prefería trabajar en soledad, en su casa, rodeado de su biblioteca y sus numerosas suscripciones a revistas especializadas. Ahí también le dio forma a sus dos libros publicados en los que compartiría sus conocimientos y experiencias: Técnica Gráfica: Evolución, procedimientos y aplicaciones (1954) y Normas de Composición: guía para autores, editores y tipógrafos (1969) ―ambos publicados por editorial Universitaria―; los que leídos hoy parecen ser su testamento sobre el oficio: «Hay dos modos de considerar las letras en cuanto a belleza. La primera es más bien privilegio de los especialistas, artistas, calígrafos y tipógrafos que pueden gozar con la contemplación de una letra suelta de proporciones acertadas y hermoso trazado. Una letra puede ser bella al igual que cualquier otra forma abstracta… El otro modo constituye la experiencia común de las personas que leen. Es la belleza del conjunto», escribirá Amster.

Ya en los setenta, ni la enfermedad logró aplacar el espíritu y la voluntad incombustible de su oficio. Continúa recibiendo encargos y dictando su curso de Técnica Gráfica en la Universidad de Chile. «Ya estando enfermo me hizo, prácticamente en un minuto, el diseño del Atlas de las aves de Chile de Claudio Gay. Así, mientras conversábamos me hizo un diseño impecable», recordaba Eduardo Castro lo que fue uno de sus últimos proyectos.

El 29 de febrero de 1980 Mauricio Amster muere en Santiago a los 73 años de edad. «Como era hombre de excepción, murió en un día que solo se da cada cuatro años», recordará Volodia Teitelboim en sus memorias. Amster colaboró activamente en el desarrollo de nuestro patrimonio visual. Su personalísima manera de abordar y dar vida a los proyectos editoriales que le fueron encomendados enriqueció, a través de sus conocimientos y su técnica, el imaginario gráfico y el archivo bibliográfico de nuestro país. Su trabajo es también el necesario reverso de la literatura, del pensamiento y la creación artística del libro chileno.

Mauricio Amster Cats de Felipe Reyes y Roberto Osses  (Provincianos Editores, 2023)

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