Por Álvaro Agurto Pincheira
La admiración que el entrañable Frank Bascombe de Richard Ford (El periodista deportivo, El día de la independencia, Acción de gracias) siente por los atletas a quienes entrevista, porque «no tienen tiempo para las dudas o la introspección», bien podría fungir como pie de apoyo para La afición (Laurel, 2023), la nueva entrega del querido y polifuncional chileno-mexicano, Martín Cinzano.
Un ladrón de bicicletas que supera en tiempo el récord olímpico de mariposa; la vertiente erótica de la natación/danzón; béisbol y detectivismo literario en L.A; partidos de fut vistos a ras de cancha; la biografía que se balconea al momento de patear un balón («algo-¿acaso una historia, una vida, la enfermedad?-se revela ahí»); la devoción por Gabriela Sabatini, entre otras tramas atléticas, le permiten a Cinzano posibilidades narrativas, puntos de vista-como el fotógrafo deportivo que quiso ser-que «corten al agua» que media entre autor y lector, moviéndose entre la crónica, el diario y el cuento, con una prosa que no tiene problemas de elongación y que bracea para evitar cualquier fatiga.
El «abandono corporal» y la «afasia de movimientos», que facilitan el timing con historias, palabras y personas, están en el centro de su reflexión. Esa especie de modo automático o intuición que brinda la actividad física, el «reconciliarse con el hecho de tener cuerpo», del que hablaba Foster Wallace. Porque el deporte, pareciera decir nuestro autor, pone al cuerpo, o a la vida, en cámara lenta o cámara rápida, pero nunca a la misma velocidad del cotidiano («Hay un momento en el que el cuerpo parece quedar en reposo y se lentifica el movimiento, inevitablemente»).
Como en la literatura, que a veces te deja jugar tranquilamente de fondo, y a veces te obliga a subir a la red para cerrar el punto. Que a veces sólo brinda el consuelo de la autoridad que da el fracaso, y a veces da chance de alzar los brazos al cielo, después del último punto.