Noviembre 10, 2024

¡Feliz día de la Madre y la Mamadre!

 

¡Se aproxima el día de la Madre! Y desde la Fundación Pablo Neruda queremos saludar y compartir dos poemas fundamentales de Pablo Neruda: el primero, de agosto de 1938, escrito en La Frontera, cuando fallece la «Mamadre», contenido en Cuadernos de Temuco.

También, el poema «Mamadre» del libro Memorial de Isla Negra. En el día de la madre, sabemos el valor de nuestras mamadres. La madre de Pablo Neruda murió joven: Doña Rosa Neftalí Basoalto Opazo, de quien el poeta hereda el nombre. Ella era profesora normalista en Parral, quien fallece cuando él estaba naciendo. Fue criado por la segunda mujer de su padre, Doña Trinidad Candia Marverde, su madrastra o mamadre, como le llamaba el poeta cariñosamente, quien era «diligente y dulce, tenía sentido del humor campesino, una bondad activa e infatigable». Sin duda, Pablo Neruda la quiso mucho. Y prueba de eso son estos hermosos poemas que cantan a la maternidad en su más amplio y glorioso sentido de lo humano.

 

HUMILDES VERSOS PARA QUE DESCANSE MI MADRE

 

Madre mía, he llegado tarde para besarte
y para que con tus manos puras me bendijeras;
ya tu paso de luz iba extinguiéndose
y había comenzado a volver a la tierra.
Pediste poco en este mundo madre mía.
Tal vez este puñado de violetas mojadas
está de más entre tus dulces manos
que no pidieron nada.
Tu vida era una gota de miel temblando apenas
en el umbral del sueño y del perfume,
sagrada estabas ya como dulce madera
de altar, o como aureola de ceniza o de nube.
Dulce, ya no podías esperar sola un nuevo
día, una nueva primavera,
y a encontrarte con él para esperarlo has idos
camino de la tierra.

*

LA MAMADRE

La mamadre viene por ahí,
con zuecos de madera. Anoche
sopló el viento del polo, se rompieron
los tejados, se cayeron
los muros y los puentes,
aulló la noche entera con sus pumas,
y ahora, en la mañana
de sol helado, llega
mi mamadre, doña
Trinidad Marverde,
dulce como la tímida frescura
del sol en las regiones tempestuosas,
lamparita
menuda y apagándose,
encendiéndose
para que todos vean el camino.
Oh dulce mamadre
—nunca pude
decir madrastra—,
ahora
mi boca tiembla para definirte,
porque apenas
abrí el entendimiento
vi la bondad vestida de pobre trapo oscuro,
la santidad más útil:
la del agua y la harina,
y eso fuiste: la vida te hizo pan
y allí te consumimos,
invierno largo a invierno desolado
con las goteras dentro
de la casa
y tu humildad ubicua
desgranando
el áspero
cereal de la pobreza
como si hubieras ido
repartiendo
un río de diamantes.
Ay mamá, cómo pude
vivir sin recordarte
cada minuto mío?
No es posible. Yo llevo
tu Marverde en mi sangre,
el apellido
del pan que se reparte,
de aquellas
dulces manos
que cortaron del saco de la harina
los calzoncillos de mi infancia,
de la que cocinó, planchó, lavó,
sembró, calmó la fiebre,
y cuando todo estuvo hecho,
y ya podía
yo sostenerme con los pies seguros,
se fue, cumplida, oscura,
al pequeño ataúd
donde por vez primera estuvo ociosa
bajo la dura lluvia de Temuco.

 

Laura Reyes (Hermana), Pablo Neruda y Trinidad Candia Marverde, su querida Mamadre.

 

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