Por Carolina Reyes Torres
Este año se cumplen diez de la primera aparición de este libro tenaz, yo supe de su existencia cuando el propio autor lo vendía en una autoedición y lo pasaba él mismo de mano en mano a sus compradores en alguna estación de metro de Santiago. Se sabe que una vez que los textos son paridos el devenir de las ediciones es casi parte de un recorrido de vida particular, algo que también ocurrió con Elogio del Maracanazo (2013) que llego a editarse en México, por Librosampleados en el 2017 y luego volvió a Chile para salir por la editorial Los Perros Románticos en el 2019, ha continuado su senda particular con una publicación en Uruguay el 2020 por Sujeto Editores y en el 2021 llego su traducción al portugués para ser lanzado por Dolores Editora, esta última incluye hermosas gráficas que acompañan a los relatos.
En nuestras manos está la versión uruguaya que consta de once cuentos donde el fútbol es el telón de fondo que da pie para que se desarrollen historias que van ligadas a la memoria personal, colectiva y a la nostalgia. El relato que da nombre al libro es el iniciático recorrido de dos jóvenes que van en búsqueda del goleador Alcides Ghiggia, el artillero que con su segundo gol deja cristalizada la humillación brasilera en su propio estadio Maracaná, los charrúas hacen la hazaña en 1950 y le arrebatan la final a los locales. Hasta el día de hoy se pueden ver en los documentos audiovisuales cómo la gente lloraba ese día en el estadio, solo comparable a la afrenta de los siete goles alemanes recibida el 2014 en el Mineirao de Belo Horizonte en otro mundial organizado por ellos. Los muchachos van a ese viaje por distintas razones; uno por la obsesión que la historia le provoca, eso de ver como David vence a Goliat y el otro para recuperarse de una dura pena de amor, sobrecoge de este cuento la sencillez de la estrella futbolística que habita en su localidad como un lugareño más que nos parece, a estas alturas, una marca registrada de la idiosincrasia uruguaya.
«En el tiempo de Zamorano y Salas» se mezclan los recuerdos vecinales con la relación de los dos delanteros más famosos en el Chile de los ‘90, la voz nos plantea una especie de hermandad entre Ban Bam y el Matador que el narrador pudo observar en sus visitas al estadio acompañando a una familia de vecinos, en la época de las clasificatorias a Francia ‘98, esta historia funciona como fractal para mostrarnos la relación que tiene con el hijo pequeño de la familia. La relación de Zamorano y Salas se va distanciando, de igual forma que el protagonista se separa del más pequeño de sus vecinos.
En «Allende era de Everton» se frisa la política, dando una explicación a uno de los misterios mejor guardados en relación a cuál era el equipo favorito del presidente Salvador Allende Gossens, mientras en el cuento un hincha de la Garra Blanca con uno de los de Abajo casi se trenzan a golpes adjudicándose el fanatismo del mandatario en el terminal de buses, un guardia le comenta al narrador lo que él sabe, que Allende siempre fue del equipo ruletero.
En «La lealtad de los árboles», «Yo ayudé al Coto Sierra a hacer ese gol» y «La intriga de los fumadores» se ofrece un fresco de provincia, una representación de Malloco, en donde existieron canchas de fútbol, pero esos terrenos fueron vendidos a constructoras para que desarrollen sus proyectos inmobiliarios, quedan los suelos baldíos y fantasmales, pero cargados de todos los recuerdos de la actividad barrial en torno a este deporte, en «Yo ayudé…» aparece la vertiente religiosa, el mundo de las mandas y las promesas que hacen en la desesperación los hinchas que quieren por todos los medios que su equipo logre su cometido. En el caso de «La intriga…» se suma la geografía humana a esa pintura de los extra muros de la Región Metropolitana, un grupo de amigos que jugaban en el equipo de fútbol del barrio se juntan habitualmente debajo de un techo a fumarse un cigarro y pasar el tiempo.
En este punto no es de extrañar que la editorial uruguaya quisiera publicar el volumen, se ve una estética muy montevideana en ese deambular por zonas algo espectrales recordando otras épocas, hago la conexión con una película charrúa en particular 25 Watts (2001) dirigida y escrita por Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll, allí tres jóvenes vagabundean por distintos barrios de la capital uruguaya buscando algún tipo de diversión y cosas que hacer, es una especie de escapada de los tiempos muertos, algo que pensamos en provincia deben conocer muy bien, encontramos una sintonía entre este filme y las escenas cotidianas que se nos plantean en el libro.
Pero como dijimos al principio, el fútbol es un telón de fondo, es un gran pretexto para hablar oblicuamente de otras cosas, como la amistad, la lealtad, la hermandad o la filiación. De esta manera el cuento que cierra el libro «Estrategias de un padre y un hijo en Montevideo» es el arquetipo de la historia filial de Chile, padres con paternidades resueltas muy tardíamente, hijos que deben sobrellevar primero la ausencia y luego la culpa del progenitor, madres heroínas que se echan al hombro tristezas, frustraciones, soledades y van con todo a ayudar a los hijos, una historia patria que casi no sorprende por lo habitual de sus protagonistas. En Montevideo un padre y un hijo chilenos, realizan unas vacaciones como un acto de buena voluntad mutuo, después de una relación con muchas más idas que venidas, ahora en el presente, discurre el proceso de reconocimiento, el hijo casi sorprendido ve cosas de su progenitor en él, el padre pasa de la forma más liviana posible el cotidiano con el hijo postergado.
El acto de perdón solitario, realizado por el protagonista en el baño de un restorán, acción que por sus características parece un acto de sicomagia, es la sutura final de una herida que siempre estuvo parcialmente cicatrizada y libera al personaje ayudándolo a fortalecer la continuidad de este vínculo por momentos malogrado, un acto de amor y reconciliación desinteresados que es retratado con sutileza por Ortega, relevamos aquí la pericia del escritor, porque creemos que todo el conjunto de relatos tiene una delicadeza que ayuda a la inmersión del lector en estas historias. Elogio del Maracanazo cumple diez años y no vemos que su temática pase de moda o caiga en desuso, es más, con el paso del tiempo creemos que el texto aumenta en calado reflexivo para sus actuales y futuros lectores.
Víctor Hugo Ortega (Malloco, 1982). Es periodista, profesor universitario y gestor cultural. Ha escrito los libros de cuentos Al Pacino estuvo en Malloco, Elogio del Maracanazo, Relatos huachos y Las canciones que mi madre me enseñó. También es autor de los poemarios Latinos del sur y Amantes de cartón. En 2021 ganó el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura, género Cuento, otorgado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile. En 2022 fue finalista del 11° Concurso Nacional de Cuentos Teresa Hamel, organizado por la Sociedad de Escritores de Chile (SECH), con el relato Yugoslavia.
Carolina Reyes Torres (Santiago, 1983): Profesora de Inglés por la Universidad de Santiago de Chile y Magíster en Literatura Latinoamericana y Chilena por la misma universidad. Doctora en Literatura por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Es fundadora y miembro de la Red de Estudios Literarios y Culturales de México, Centroamérica y el Caribe (Remcyc). Ha realizado investigación académica en el campo de la poesía chilena y la literatura caribeña. Escribe crítica literaria para distintos medios digitales, y crítica cultural y crónica en su blog omnivoracultural.wordpress.com