Por Ernesto González Barnert
Conversamos con David M. Brunson (Virginia, EEUU, 1994), quien es un destacado poeta, editor y traductor norteamericano residente en Chile, que ha empujado una muestra sensacional de poesía venezolana avecindada en nuestro país. Un trabajo recopilatorio, bello, urgente y sólido que recoge la diáspora venezolana y articula una presencia viva y llamativa dentro de nuestra propia tradición que ha venido a enriquecer nuestra lengua y cultura, nuestro pedazo de poesía castellana con el acento necesario del emigrante. Además crea junto a la poeta Ivana Aponte la revista bilingüe, Copihue, que expande y hace circular por las redes poesía de distintas latitudes más allá del territorio en el gran enjambre virtual. Actualmente enseña inglés como idioma extranjero, escribe contenido para organizaciones educativas y dirige talleres de traducción literaria. Pero antes escuchemos uno de sus poemas en la traducción del poeta chileno Nelson Zúñiga para la revista LP5.
Universalis Cosmographia
— el primer mapa en nombrar las américas.
Martin Waldseemüller dibuja su mapa,
representa al Nuevo Mundo como dos
continentes separados y lo llama América. Hoy,
camino a lo largo del Sendero de los Apalaches,
tambaleándome sobre la cordillera más antigua del mundo,
desgarrada de Escocia antes de que cualquier tierra
fuera una posesión.
Aquí, en los años treinta, quinientas
familias fueron desarraigadas de sus granjas
donde hoy los manifestantes contra el oleoducto
se encadenan a los troncos de robles y pinos
que vuelven a crecer sobre los viejos campos.
¿Qué más burbujea
hasta la superficie? Tres mil kilómetros al sudeste,
los arqueólogos excavan herramientas y flautas
de islas escondidas en el Gran Pantano Triste
donde una vez vivieron los negros cimarrones; el petróleo
borbotea ahora a través de las Dakotas, donde los bulldozer,
el gas lacrimógeno y los balines de goma asediaron
Standing Rock, convirtiendo al sonido en un arma
para expulsar a los Sioux de su tierra sagrada.
¿Estamos atrapados aquí, en los bordes desgastados
de la historia? Antes de su muerte, Stephen Hawking
postuló que los agujeros negros son portales
a otros universos, pero advirtió que ningún viajero
podría sobrevivir a la travesía;
antes de aventurarse
a través de la puerta al Infierno, Virgilio dijo a Dante:
Todo temor debe ser abandonado aquí y la cobardía debe morir.
Una vez, alguien bautizó al mundo.
La tinta sigue fresca a través de los años.
–Comencemos, David, hablando de Copihue Poetry, esa revista literaria bianual hecha por dos inmigrantes —Tú, David Brunson, y la poeta venezolana Ivana Aponte—, donde se buscan nuevas y emocionantes obras que se muevan más allá de las fronteras imaginarias del lenguaje, estado y cultura. Se proyecta construir una revista multilingüe donde se publicará poesía escrita en español, poesía escrita en inglés y poesía traducida al inglés en compañía del texto en el idioma original. ¿Cómo nace este proyecto y qué esperan lograr este año de marcha blanca?
—Bueno, trabajé por varios años en puestos editoriales para Arkansas International, la revista de literatura internacional de la Universidad de Arkansas. Allí publicamos literatura escrita en inglés junto a literatura traducida desde docenas de idiomas y países. Gracias a mis cargos allí, aprendí muchísimo e hice contactos geniales en el mundo de la poesía. Siendo una revista de posgrado, mi tiempo allí acabó cuando me gradué en 2021. Desde entonces, había extrañado bastante el proceso editorial y, más importante, me hacía falta el proceso de dialogar con el mundo de la poesía contemporánea. Nuestro proyecto de Copihue nació desde esa experiencia, pero también es nuestra intención arreglar algunas de las fallas que vemos en el sistema actual de revistas en los EE.UU. Muchas todavía no publican traducciones. Es nuestro objetivo publicar traducciones al lado del idioma original, como también queremos incluir audios de la voz de los escritores leyendo en su lengua madre. Asimismo, me gustaría descentrar la comunidad poética para cultivar una perspectiva más amplia. Esta idea viene de la experiencia actual. Ivana y yo estamos viviendo una experiencia intercultural: tengo enlaces fuertes con amigos y compañeros del mundo literario de los EE.UU. Ivana tiene lazos con Venezuela, y hemos establecido nuestro hogar acá, en el mundo literario de Chile. Quisiéramos proyectar esta experiencia de vivir entre culturas e idiomas —una experiencia de una gran parte del mundo— a nuestros lectores. Navegar por esta diversidad debería ser una parte de comprometerse con la literatura. Y algo más: muchas revistas estadounidenses cobran a los autores por enviar solicitudes o solamente publican desde concursos. Es nuestro compromiso mantener nuestro sistema editorial abierto y gratuito.
–Vamos ahora a tu obra. ¿Cómo nace el poeta y traductor? ¿Cuál es ese momento inaugural en el que abrazas esta disciplina intelectual y decides subrayar la poesía en tu existencia?
—Siempre he tenido ganas de ser escritor en un sentido u otro. Durante la primaria siempre me gustaban las clases de inglés, en especial cuando llegaba el momento de escribir. En esa etapa también estaba aprendiendo cómo tocar guitarra, entonces descubrí el poder de las palabras gracias a las canciones, sobre todo de cantautores como Bob Dylan y Leonard Cohen, quienes trataban la letra como literatura. Durante el colegio y la universidad escribía letras de canciones de folk, bluegrass, rock y, a veces, de jazz, además de poemas bastante malos. Otras personas las cantaban, pero me puso feliz ser la voz detrás de otra voz (un poco como ser traductor). Al mismo tiempo, estaba estudiando Letras en Virginia Commonwealth University y me inscribí en varios talleres de escritura creativa: narrativa, ensayo, poesía y hasta cómics. Durante esa época, leí vorazmente. Gracias a la instrucción de profesores geniales, finalmente estaba aprendiendo las técnicas de construir literatura a través de la lectura, talleres y lectores bastante pacientes y generosos. Desde esa experiencia, decidí que quería dedicar mi vida a la literatura. Tuve la suerte de recibir una beca para asistir a la Universidad de Arkansas para estudiar poesía por cuatro años. Casualmente ese programa de MFA es de los pocos que también incluye formación en traducción. Fue estando allá cuando empecé a mejorar mi nivel de español y ampliar mi enfoque hacia esa práctica diferente.
Respecto a la traducción literaria: algunos de mis primeros amores literarios en el pregrado fueron Tomas Tranströmer, Frank Stanford, Natasha Trethewey, Gabriel García Márquez, Wisława Szymborska, Ernest Hemingway, Li Po, Arthur Rimbaud y Marjane Satrapi. Se nota que varios de ellos escriben en otros idiomas: sueco, español, polaco, francés, chino, etc. No creo que nadie se despierta un día y dice “¡quiero ser traductor”! Aunque es un trabajo vital, los traductores no tienen la misma visibilidad de los autores, entonces es más como un proceso de interactuar con la literatura mundial por un rato largo, en el que finalmente hay ganas. En mi caso, la traducción literaria fue un proceso de darse cuenta de que los textos no llegan por arte de magia en otro idioma, sino que es un proceso de habitar ideas y experiencias de alguien diferente y buscar las palabras para esculpir esa realidad sobre otro idioma que no tiene las mismas herramientas para representarla. Para mí, esto es un desafío que a la vez amo
–¿Cómo ha sido la vida estos años en Chile desde tu perspectiva personal y poética?
—Mi vida aquí ha sido genial, aunque a veces no lineal. Llegué como turista en 2018 y pasé un mes en Chile. Después viví acá durante 8 meses antes de la pandemia. Tuve que volver a los EE.UU. para terminar mis estudios y después regresé a Chile cuando abrieron las fronteras en octubre de 2021. Ese año de pandemia profunda, en que yo esperaba la reapertura de las fronteras para reunirme con mi novia, la poeta Ivana Aponte, a quien conocí en Santiago, fue realmente duro. Más allá de eso, mi experiencia ha sido buena. He conocido a muchos amigos y compañeros literarios acá, he escrito mis mejores poemas, he asistido a festivales literarios, he traducido bastante y leído aún más. También he aprendido mucho sobre el mundo y la política más allá de la literatura por vivir en una cultura distinta. Paso mis semanas en casa trabajando en mis compromisos literarios, mis clases de inglés, varios talleres y un trabajo escribiendo contenido para una organización educativa. Durante los findes salgo para escuchar música en vivo, asistir a lecturas de poesía, pasar el rato con amigos o para viajar cuando tengo oportunidad. No niego que han sido años duros para muchos, entre el estallido social, la crisis migratoria, la violencia policial, la pandemia, el rechazo, etc., pero en lo personal mi vida es realmente buena.
–Para los que estén pensando en hacer un MFA en poesía y traducción, ¿cuál es tu opinión de las escuelas universitarias de creación literaria?
—En mi opinión, la mayoría de los programas de MFA dan educación de buenísima calidad. Más que todo, es importante identificar lo que te interesa, porque programas diferentes tienen facultades con visiones diferentes de la literatura contemporánea. Por ejemplo, Arkansas tiene un programa que integra la traducción literaria con la poesía y la narrativa contemporánea con una amplia visión de lo que puede ser. Otros podrían tener valores diferentes hacia lo tradicional, lo experimental, etc. Lo más esencial es hablar con estudiantes actuales sobre sus experiencias y leer la escritura de la facultad para tener un sentido de sus creencias como profesores y como personas. Y hay otra cosa aún más importante: ¡no pagues por un MFA! Hay muchos que dan educación gratis a cambio de enseñar varias clases cada semestre, trabajar en una revista universitaria, o ayudar con otras cosas. Además, esas labores dan experiencia y ayudan en la búsqueda de empleos relacionados con la literatura. No es justo salir de un programa con un manuscrito bellísimo, pero también con miles de dólares de deuda que nunca pagarás y cero experiencia en habilidades profesionales como ser editor, profesor o administrador. Esas cosas también son parte de tu formación.
–Me gustaría ir a tu cocina literaria y que nos contaras los diez libros esenciales en tu «educación sentimental» como escritor.
—¡Qué difícil la pregunta! La verdad es que hoy día más que todo leo libros de amigos y compañeros que han sido publicados por editoriales y revistas literarias. Pero hablaré más sobre eso luego. Algunos de los poemarios que me han afectado más son:
What About This, de Frank Stanford, por abrirme a la poesía, por mostrarme que el lenguaje de un poema puede ser prosaico y profundo al mismo tiempo, y por mostrarme que un poema también puede contar una historia.
El infierno, de Dante Alighieri, por su amplia y brutal imaginación, por su humor, por su compromiso político y por mostrar el dolor profundo de ser exiliado. Todo esto lo aprecié mientras yo estaba traduciendo los poemas de venezolanos exiliados en Chile. Fue una perspectiva muy valiosa.
The Country Between Us, de Carolyn Forché, por mezclar lo personal y lo político en una poesía basada en un lugar, pero a la vez con una visión mundial, y por enseñarme una manera en que, como estadounidense, podía aprender cómo escribir sobre los desaparecidos y otras víctimas de dictaduras, incluso aquellas apoyadas por los EE.UU.
Bright Dead Things, de Ada Limón, por mostrarme que a veces simplemente vale la pena decir las cosas que quiero decir en un poema.
Seudoaraucana y otras banderas, de Elvira Hernández, por enseñarme la historia de Chile y por mostrarme que la historia también es el presente.
Poems: New and Collected, Wisława Szymborska, por retratar la humanidad más allá de cualquier ideología y por enseñarme que lo pesado a veces es lo que no dice el poema.
Bright Scythe, de Tomas Tranströmer, por las traducciones impecables de Patty Crane y los verdes viajes que dirigen los poemas hacia lo más profundo de la psique humana.
Extracting the Stone of Madness, de Alejandra Pizarnik, traducido por Yvette Siegert. Leí esta edición bilingüe de recopilación de los poemas de Pizarnik (escritos entre 1962 y 1972) durante mi primer mes acá en Chile, cuatro años atrás, en 2018. También fue el primer poemario que leí casi totalmente en español. Veo los poemas de Pizarnik como ventanas pequeñas que miran hacia el mundo interior, inmenso y oscuro de la poeta, una característica que siempre admiro.
River Hymns, de Tyree Daye,por revelar cómo escribir sobre el trauma de la historia y la alegría de estar entre la familia, los amigos, la naturaleza y la música, todo eso plasmado a veces en el espacio de un solo poema.
Appalachia, de Charles Wright, por escribir una poesía que, aunque crece desde la tierra de mi estado, está repleta de poesía y filosofía de Europa y Asia. También lo valoro por demostrar que “cada forma de paisaje es autobiografía”.
–¿Tres libros que nunca pudiste terminar de leer?
—Moby Dick, Harry Potter, Amor en los tiempos del cólera.
–¿Quisiera llevarte ahora a qué series, películas, álbumes de música, artistas, han sido esenciales durante estos años de pandemia y estallido social que viviste en Chile?
¡Dios, son muchos!
Squid Game, Rolling Thunder Revue, Cowboy Bebop, Blade Runner, Once Upon a Time in Hollywood, Star Wars, Love Death & Robots, Michiko & Hatchin, Dune, Avatar the Last Airbender, Firefly, Lord of the Rings, Machuca, Kingdom, Parasite, Amores Perros, El abrazo de la serpiente, Neruda, pelis de David Lynch, Guillermo del Torro, The Wailing, Dark, Snowpiercer, Oats Studios.
Artistas musicales: Bob Dylan, Susto, Grateful Dead, Norman Blake, Tony Rice, Jason Isbell, Miles Davis, Stan Getz, Charlie Byrd, Ralph Stanley, Violeta Parra, Víctor Jara, Gillian Welch, David Rawlings, Manu Chao, Tom Waits, Jake Xerxes Fussel, Tyler Childers, J.D. Crowe and the New South, Chico Trujillo, Justin Townes Earle, Ian Noe, Bob Marley, Bunney Wailer, John Prine, Darrin Bradbury, Rubén Blades, Héctor Lavoe, My Bloody Valentine, Margo Price, Devil’s Coattails, Luis Alberto Spinetta, Blue Oyster Cult.
–Eres editor y traductor de
Una cicatriz donde se escriben despedidas. Antología de poesía venezolana en Chile (Libros del Amanecer), [A Scar Where Goodbyes Are Written: An Anthology of Venezuelan Poets in Chile, (LSU Press, 2023)]. ¿Qué nos puedes decir de este trabajo que pone el corazón y el oído en la diáspora venezolana? ¿Es cierto que «esta antología poética es una especie diferente de reportaje, uno que lucha para encontrar el balance entre ser víctima de la atrocidad y elevarse sobre ese trauma como un ser humano realizado, como uno que ha vivido estas experiencias, pero que no será victimizado». ¿Que «esto es una lucha para ser un participante en medio de un éxodo masivo y para retener la propia individualidad; es ser más que solo un número»?
—Tuve la tremenda suerte de conocer algunos de los poetas de la antología durante mi primer viaje a Chile. Aquí en el centro conocí a Maximiliano Sojo, quien me puso en contacto con Sara Viloria y Gladys Mendía. Desde entonces el proyecto creció con su propia velocidad por lo pesado y lo importante de las voces de los poetas representados en el libro. Cuando llegué acá por primera vez, no sabía nada de la crisis humanitaria y migratoria de Venezuela, pero me resultó interesante que, aunque estaba en Chile, la mayoría de los compañeros que conocí —no solamente del mundo poético, sino todos mis conocidos durante el viaje— eran venezolanos. La migración era más lenta en esa época, pero, como extranjero, podía ver que algo estaba pasando y no había llegado a la conciencia tanto literaria como pública en Chile. Hoy día, con la aceleración de la crisis y el reconocimiento de la ONU de los crímenes de lesa humanidad en Venezuela, la conciencia pública sabe más sobre los refugiados venezolanos, no solamente en Chile, sino en todo el mundo. Sin embargo, este conocimiento no se ha convertido en solidaridad, pues la mayoría de los países sigue construyendo burocracias cada vez más complejas para bloquear a los venezolanos refugiados, todo esto sin ofrecer recurso ni amnistía para los impactados por la crisis. Al mismo tiempo, muchos políticos usan esta tragedia en un discurso nacionalista, el que en esencia convierte las experiencias de los venezolanos en propaganda, al mismo tiempo que no se hace nada frente a la realidad de Venezuela.
La crisis es tan grave que realmente va más allá de lo que puede hacer la poesía, pero mi intención es usar esta antología para amplificar las voces de 15 poetas brillantes que vienen de circunstancias inimaginables y para conectarlos con audiencias nuevas con la esperanza de que se pueda abrir más espacio en los corazones y mentes de la sociedades donde llegan los migrantes. También quiero que esto se convierta en más oportunidades dentro del mundo literario para los poetas, porque allí hay poder para promulgar cambios más rápidamente en ese espacio. Junto con los poetas de la antología, he participado en mesas y lecturas en Chile y los Estados Unidos, y hemos publicado poemas y traducciones en dos ediciones de Una cicatriz donde se escriben despedidas, como también en una variedad de revistas literarias.
Para responder a la última parte de tu pregunta: en definitiva creo que el lenguaje de lo cotidiano no tiene las herramientas para expresar adecuadamente la verdad de cada humano. Por eso tenemos la literatura y, sobre todo, la poesía. Como dijo Szymborska: «ninguna existencia particular en este mundo [es ordinaria]».
–¿Qué se siente haber sido nominado por Best of the Net y haber sido semifinalista en los concursos de chapbooks de Cutbank, Iron Horse y Snowbound? ¿Qué opinión te merecen los concursos literarios, los premios en la carrera del escritor, etc.?
—¡Fue un honor recibir esas nominaciones! Eran totalmente inesperadas, en especial la de Best of the Net por mi poema «World Music and Arts Festival, Santiago, Chile», que fue publicado en Booth. Bueno, tengo sentimientos mixtos por los premios de libros. Siempre espero con ansiedad los ganadores de los premios más importantes de los Estados Unidos, como el Pulitzer y el Premio Nacional del Libro. Los ganadores en años recientes son bien merecidos. Premios tradicionales así se dan a obras publicadas durante el transcurso del año anterior y son diferentes de los concursos que voy a discutir ahora. Debido a una falta de financiamiento, el mundo literario también utiliza como recaudadores de fondos los concursos de manuscritos inéditos, que son pagados por los escritores. La verdad triste es que no existen muchas maneras de publicar un poemario en una editorial respetable y con buena distribución más allá de esos concursos. Para los poetas jóvenes o nuevos, ganar un premio así puede ser su camino a la élite literaria de los EE.UU. y puede conducir a contratos para más libros, trabajos como profesores en programas de escritura creativa, etc. Ganar es realmente maravilloso y me siento tan orgulloso de mis amigos y profesores que han ganado esos premios. Desafortunadamente, participar en un concurso de ese tipo por lo general cuesta $USD 25-30. Los más populares y prestigiosos reciben 1000 participantes o más cada año y típicamente publican el manuscrito ganador y en ocasiones 1 o 2 finalistas. En un país tan grande y con tantos poetas maravillosos, es seguro que existen docenas sino cientos de manuscritos geniales dentro de ese número de participantes, entonces se vuelve más como una lotería. Los poetas algunas veces tienen que participar en docenas de concursos antes de lograr la publicación de su manuscrito, y ese número de $USD 30 por entrada se suma rápido. Es un problema porque muchos poetas increíblemente talentosos no tienen la plata para participar en concursos. Al mismo tiempo, la verdad es que sí, muchos de mis poemarios favoritos fueron publicados por medio de concursos, pero no debería ser la única opción ni debería ser la obligación de escritores esperanzados servir como la financiación principal de editoriales. Lo ideal es que venga desde la venta de libros, instituciones culturales, universidades y el Estado. Es bien complejo este asunto porque yo sé que la mayoría de editoriales independientes cambiarían su modelo al tiro si hubiera más financiamiento público para las artes.
–¿Cuál es el mayor chascarro que has vivido literariamente hablando?
—Por fortuna no he tenido muchas experiencias vergonzosas, ¡al menos no en el mundo literario! Veremos si puedo mantener eso…
–¿Tienes algún poema que quieres escribir en tu cabeza, obsesivamente, como una especie de Moby Dick que buscas dar “caza y alcance” y aún no has podido? ¿De qué va ese poema?
—Buena pregunta. He intentado escribir una elegía que pone en conversación la pérdida personal con la pérdida social con un enfoque en el asesinato de las periodistas Francisca Sandoval y Shireen Abu Akleh, quienes murieron en situaciones realmente horribles. Ambas eran periodistas y mujeres, ambas estuvieron metidas en situaciones volátiles mientras reportaban sobre movimientos sociales y grupos afectados por un enorme desequilibrio de poder: palestinos bajo el Estado israelí, trabajadores y migrantes en condiciones laborales de mucha vulnerabilidad en Meiggs. Después de ambos asesinatos hubo investigaciones insuficientes por parte de las instituciones de seguridad encargadas de la búsqueda de la justicia y la verdad. Ataques así contra periodistas, escritores y la libertad de la prensa siempre han sido los primeros pasos en el camino al totalitarismo. Es de mi opinión que la violencia institucionalizada es siempre una violencia contra todos, entonces es social y personal al mismo tiempo. Quiero escribir mucho este poema, pero me faltan las palabras apropiadas para construir los enlaces entre estos casos y los borradores siempre quedan insuficientes.
–¿Recuerdas el primer momento o un gran momento en que la poesía te hechizó por completo?
—Como yo había mencionado antes, llegué a la poesía por medio de la música. La primera vez que la poesía me hechizó por completo fue cuando escuché el álbum Blood on the Tracks de Bob Dylan. Mi familia estaba en Baltimore, Maryland, por una ceremonia para celebrar la vida de mi abuelo materno, quien era un gran neurocientífico que desarrolló algunos de los primeros ensayos médicos de implantes cocleares en el sur de los Estados Unidos. Mientras estaba allá, compré un disco de Bob Dylan en la librería universitaria. Cuando le dije al chico que trabajaba en ese lugar que tenía ganas de explorar la música de Dylan, él se tocó el pecho y me contó que incluso años después ese álbum ocupa un espacio especial en su corazón. Escuché el álbum la noche siguiente en el auto durante la vuelta a Virginia. Inmediatamente las canciones me transportaron a su mundo surreal, un poco más allá de la narrativa con sus canciones de amor perdido, sus cuentos fragmentados que saltan entre épocas y, sobre todo, su honestidad y profundidad emocional en canciones como «Idiot Wind», «Tangled Up in Blue» y «Shelter from the Storm». Todavía es uno de mis álbumes favoritos. No sé quién era el tipo de la librería, pero le doy mi eterno agradecimiento.
–¿Cómo ves el panorama actual poético norteamericano? ¿Qué voces destacas?
—El panorama actual es genial. Siento que, debido a la cantidad enorme de programas de MFA en los Estados Unidos, tenemos más poetas talentosos en el país que en cualquier otro momento de la historia. Al mismo tiempo, estamos viendo más entusiasmo de lectores y editores hacia la traducción literaria, con muchas revistas promocionando voces mundiales en sus páginas mientras dan el crédito que merecen a los traductores. Como yo mencioné antes con respecto a los concursos, a veces tenemos más poetas talentosos que oportunidades para publicar libros, pero a la vez hay revistas nuevas cada día (¡como Copihue Poetry!), dirigidas sobre todo a poetas jóvenes y figuras históricamente marginadas por el mundo literario. La verdad es que desde mediados del siglo XX una gran parte de la poesía ha sido institucionalizada por un grupo más o menos pequeño de universidades, revistas y fondos. Lo que estamos viendo hoy es la desinstitucionalización de la poesía. Gracias a un número de factores relacionados con la accesibilidad, como el crecimiento de revistas digitales cuya producción cuesta solo una fracción del precio de la producción de una revista impresa, más un examen de los puntos ciegos de las instituciones tradicionales que evalúan cuáles voces reciben publicidad, estamos viendo cada vez más oportunidades para todos. Mucho de eso está pasando por medio de las redes sociales, particularmente en Twitter. Veremos si podemos mantener la misma energía después de esta toma hostil de Twitter que hizo Elon Musk, pero tengo esperanza de que la comunidad literaria pueda superar este desafío.
En estos días he estado leyendo una mezcla de los poemarios de editoriales independientes más grandes y los primeros libros de mis amigos y conocidos del mundo literario. De la primera categoría ahora estoy alternando entre frank: sonnets de Diane Seuss y Deaf Republic de Ilya Kaminsky. Otros favoritos recientes de esa categoría son The Hurting Kind de Ada Limón, Life on Mars de Tracy K. Smith, la antología Resistencia: Poems of Protest and Revolution publicada por Tin House y varios poemas en línea de Jose Hernandez Diaz. De la segunda categoría, que es, para mí, la categoría más emocionante, me han encantado los poemarios Gut de J. Bailey Hutchinson, Study of the Raft de Leonora Simonovis y Thunderbird Inn de Collin Callahan. Por último, tengo el honor de publicar algunas de mis voces emergentes favoritas en el primer número de Copihue Poetry, que estará disponible a finales de año.
–¿Una canción que siempre que escuchas te sube el ánimo?
—En este momento, «Satellite of Love» de Lou Reed y «Soy feo pero rico» de La Combo Tortuga siempre me animan.
–¿Última gran película o serie que viste?
—Recientemente vi La rueda del tiempo, una serie basada en una colección de libros de fantasía que leía cuando era niño. No es una obra maestra, pero es bien divertida porque me transportó años atrás a ese momento en que empecé a descubrir el amor por la literatura.
–¿Un olor que te fascina?
—El del cochayuyo me fascina. Ando por la playa con ganas de comerlo directamente desde la arena.
–¿Una palabra que jamás aparecerá en tu poesía?
—¡Oh, no sé! En verdad cualquier palabra (con la excepción de palabras realmente intolerantes) podría tener un espacio en mi poesía. Por ejemplo, durante un taller todos los estudiantes tuvimos que escribir un poema con la palabra «fart», que es «pedo» en el español chileno. Salieron algunos poemas muy buenos. Si quieres un ejemplo de «fart» bien utilizado en un poema, solo tienes que leer «Death of a Naturalist» de Seamus Heaney, un poema irlandés que demuestra que incluso las palabras ridículas pueden tener un espacio en la poesía si están bien empleadas.
–¿Qué es crucial en la enseñanza o aprendizaje de otro idioma, como profesor de inglés que eres?
—En mi caso, la inmersión en una cultura latina fue lo más importante para aprender español. Entiendo que esto no es posible para todos, entonces siempre recomiendo a mis estudiantes que simulen la experiencia de la inmersión total por medio de la cultura desde la literatura, la televisión, las películas, las redes sociales, las películas. Más que todo les digo que deben leer cada día en su idioma nuevo.
–¿A qué le temes como escritor?
—Más allá del miedo común de que el poema más reciente que se haya escrito sea el último, temo perder la pasión por la literatura por tratarla como un trabajo, perder este goce, esta capacidad de navegar en la experiencia de este siglo cada vez más caótico por los caminos de la poesía. Por eso, siempre es importante tomar descansos y también comprometerse con otras formas de arte.
–¿Qué poema hoy leerías para tus viejos y nuevos lectores en este momento, si puedes compartirlo con nosotros en el Portal Cultura?
Fallas[1]
Abro los ojos y la estación
ha cambiado otra vez. Por estos días
mis sueños se confunden con la realidad.
Un loro grazna su música estridente
en las ramas de un mango.
Pero abro los ojos y es el bus
de la mañana acelerando entre el tráfico
bajo mi ventana mientras los Andes
levantan la oscuridad de un lunes en Santiago.
Abro los ojos otra vez
y es mi hermano con sus videojuegos
en nuestro living en Virginia.
No, él se fue hace meses. El metro
casi vacío toca su bocina y zumba
hacia el norte en una ciudad otra vez en calma.
Mi amor, envuelta en sus frazadas,
sueña con Venezuela.
Informes de tortura y gas lacrimógeno
abarrotan la pantalla de mi celular.
Cuando ella despierta, no puede recordar
En qué país se encuentra. En Richmond,
Un prisionero se restrega los ojos
con agua del baño, los guardias cerraron
la ventilación y lanzaron
una bomba lacrimógena en su celda.
Cuando ella vuelve a dormirse, siente
un temblor. Su cuerpo se sacude. Yo sueño
con tulipanes brotando a lo largo de estas neblinosas fallas.
[1] Traducido por Nelson Zúñiga