Por Camila Albertazzo Pizarro
Ema Tahiel o Emanuel González (Santiago de chile, 1988) se inicia temprano en la música. Pasando de un estilo a otro, buscando identidades que le acomodaran, establece relaciones con Argentina, el país que también acogerá su música a lo largo de su carrera.
En 2010, en Estudios Unidos de Baires, graba dos sencillos que le permiten expandir, reconocer y mostrar su voz en un perfil de cantautor. Luego de trabajar en distintos proyectos artísticos, decide publicar su primer álbum como solista, y bajo el pseudónimo de Emanuel González, llamado “Munay”, trabajado en un estudio independiente y publicado en octubre de 2017. Dentro de este álbum se encuentra la canción «Líquido Algodón», canción dedicada a la histórica luchadora social Ana González de Recabarren, y que impulsa su carrera, dejando huella en un micro documental donde el cantante interpreta su canción a los pies de la cama de Anita González un año antes de su partida.
A mediados de 2018 y en medio de la promoción de su álbum Munay, toma la decisión de trabajar en estudios La Salitrera con el Productor Tomás Pérez y es allí donde se gesta el single más conocido de su carrera, “Ella Bailaba”, una canción fresca y de corte pop que le permite posicionarse en vitrinas radiales a lo largo de todo Chile. En 2019 presenta el EP «Carne débil», publicando el single que porta el mismo título, esta vez con un sonido mucho más sólido con trazas de música country, blues y rock en una versión de voz más sedosa y trabajada que los discos anteriores, acompañado del músico nacional Charly Benavente. Uno de los últimos trabajos del músico bajo el nombre de Emanuel González llamado Amantes de Hasanlu posee ya ese toque nostálgico country, influencia innegable de Dylan, que combina con la noche y su manejo impecable de las métricas y las metáforas, lo que se refleja como un clímax en la hermosa canción Olvido. Posteriormente en 2021 se reinventa una vez más, adquiriendo una personalidad clara y un tono de voz marcadamente oscuro. Influenciado por la poesía y la música española, estadounidense y los propios sonidos latinoamericanos del blues, reaparece bajo el pseudónimo Ema Tahiel.
Una de las cosas que llama la atención del músico nacional es la profundidad de sus letras, un sello identitario que se refleja desde el comienzo de su carrera. Con evidente influencia literaria, textos de Leopoldo María Panero y Pablo de Rokha entre otros poetas fundamentales, se cuelan también como influencia poética importante. El trabajo que Ema Tahiel propone se mueve en las aguas de la poesía tan cómodamente como en el de la música.
Acompañado de su nuevo equipo musical (Ivan Fredes en la guitarra, Christian Carrasco en acordeón y piano, Marcelo Arce en percusiones y Joaquín Delgadillo en bajo eléctrico y contrabajo) el artista ha incursionado en sonidos más complejos, sin perder su oscuridad inicial en sus conciertos actuales.
El proyecto actual comprende una gama variada de sonidos, desde la simplicidad del single Beso Beso, con líneas clásicas y pop que nos recuerdan la música de los 60´s hasta complejas composiciones como Volatinero o El plazo entre los muelles que, aún conservando intacto el espíritu nocturno de su música, nos permiten entrar en el mundo del espectáculo al estilo cabaret. Una de las características que también irá en ascenso en su proyecto artístico es la teatralidad de sus canciones, que le dan la impronta de espectáculo a sus shows en vivo, diseñando una identidad musical fresca pero profunda al mismo tiempo. La complejidad que esconden sus composiciones contrastan positivamente con sus sonidos simples, que permiten entrar sin juicio al mundo Ema Tahiel, que nos abre, como un Cohen latinoamericano, una puerta al submundo nocturno bohemio de un Chile atemporal y nostálgico.
—Ema Tahiel es tu nuevo pseudónimo. ¿Qué significan los nombres y las palabras en tu música?
—El nombre es una marca en la piel de todas mis canciones. Es un color que se percibe desde lejos o incluso, un pequeño trailer de película en blanco y negro. Al momento de decidir, por fuerza mayor, el cambio de nombre, sentí la necesidad de mirar el futuro y proyectar el sonido de mi nuevo nombre en los labios de algún presentador de espectáculos nocturnos. Tahiel, dentro de sus significados, también se traduce como Hombre Libre en mapudungun y porta la esencia principal de la poesía en mis canciones.
Las palabras son la columna vertebral de todo lo que de mi boca brota cuando canto. Mi kombolói, un espíritu sanador y las proyecto como tal. No existiría música en mi vida si no fuera por las palabras, por lo mismo, cada vez que compongo, comienzo desde las palabras, puesto que, finalmente, serán lo que quedará después de mí.
—Una de las cosas que te han caracterizado como músico, desde el 2017, es tu camaleónica manera de pasar de un estilo a otro sin perder tu identidad. ¿Qué tan importante es el cambio en tu vida musical? ¿Cómo enfrentas, en tu proceso creativo, este movimiento continuo?
—La música está viva siempre dentro de uno, más allá de lo que uno sea o se perciba cuando se expone. Me gustan sus colores, aromas e incluso sus texturas, por consiguiente, trato de fluir con ella desde su concepción. Soy inquieto y un melómano que va tras ese nuevo sonido. Hay estilos que me acomodan más que otros y dependerá de lo que esté sucediendo en mi, internamente, para buscar la manera de traducirlo en espectáculo. No soy de buscar estilos antes de componer, simplemente, me dejo llevar en libertad cuando cojo la guitarra. Uno es dado a la dramatización, por consiguiente, cambiar de piel siempre es necesario.
—Hablemos de poesía. Es evidente la influencia de músicos poetas como Bob Dylan o Leonard Cohen. Tus letras se mueven en un plano poético muy claro, por ejemplo en trabajos como Amantes de Hasanlu, un disco posicionado en una narrativa hermosa como es esta historia de los amantes que quedan perpetuados en su muerte bajo las cenizas de Pompeya. ¿Cómo llegaste a la poesía y qué importancia tiene en tu vida? ¿Podrías nombrarnos 10 libros que cambiaron algo en ti y tu música?
—La verdad no sé cómo llegué a la poesía, pero, sí recuerdo como comenzó a brotar en mí. Tenía unos 10 años aproximadamente y siempre fui solitario, por lo mismo, me subía a los árboles de mi casa a contemplar todo lo que sucedía en las casas aledañas, en la calle y, por sobre todo, mirar hacia la casa de la niña que, en ese entonces, me gustaba. Podía estar tardes enteras en el ejercicio. Un día me percaté que tenía un lápiz en un bolsillo del pantalón y el instinto infantil me llevó a rayar las ramas, mientras, entre suspiros, miraba a esta niña en el patio de su casa y luego, esas rayas, se transformaron en versos y, esos versos, en refugio y así, hasta el día de hoy, me he refugiado en la poesía.
No sé si podría nombrar 10 libros pero sí poetas que significan mucho para mí, por ejemplo: Pablo de Rokha, Leopoldo María Panero, Alejandra Pizarnik, César Vallejo, Federico Garcia Lorca, Armando Uribe, etc. y, probablemente, otros que no recuerdo en este momento. Libros como Los Gemidos de Pablo de Rokha, Sin Lengua de Vladimir Korolenko, Me refiero a los JATAC de Carlos Peramo y Derecho Natural de Ignacio Martínez de Pisón también han sido esenciales al momento de transgredir mi lenguaje al escribir o interpretar lo que uno lleva dentro.
—Pensando en música, y más allá de las influencias más evidentes, ¿Cuáles son tus influencias actuales? ¿Cuánta música escuchas? ¿Cómo activas el proceso creativo desde esas influencias?
—La música en sí es una influencia constante para mí. Me gusta estar informado, Me gusta saber lo que sucede actualmente y lo que sucedió en tiempos pasados.
Por ende, la cantidad de música que consumo es importante. Mis influencias mayores siempre estarán en primera fila, obviamente, y estos nombres los podría poner sobre la mesa, por ejemplo: Elvis Presley, Dean Martin, Leonard Cohen, Tom Waits, Bunbury, entre otros. Latinoamericanos, unos cuantos pero, quién se roba mi atención actualmente es Melingo por muchas razones que están a la vista, si es que lo investigan. El proceso creativo a través de las influencias son los resultados del todo. Han sido importantes para mi desarrollo como artista al momento de enfrentar una canción y el escenario. Me gusta tomar un poco de todos, eso mezclarlo conmigo y ofrecer el mejor sacrificio para el oyente.
—Pasemos a tus nuevos trabajos como Ema tahiel. Uno de los primeros singles fue Beso Beso una de tus canciones más simples en términos de letra y más “oreja”. Ahí dices “Quisiera estar en otra ciudad/Tal vez a Buenos Aires volar” ¿Cuál es tu relación con la capital trasandina y cómo ha influido en tu música?
—Mi relación con Argentina es de admiración continua. Existe un pasillo que me invita constantemente a transitarlo para observar las obras expuestas. Ha influido mucho en mi manera de afrontar el escenario y el respeto hacia el público, así como también lo ha sido España y sus exponentes.
—Respecto de tu single Volatinero, uno de los más oscuros pero al mismo tiempo luminosos de tus nuevos trabajos, dices en sus letras “Lista y dispuesta su alma/ Se va a entregar/ El volatinero no escapa/ No hay marcha atrás./ Cae inusitado este verso/ De piel y azar/ Miro cual fiel teatino/ En mi oscuridad.” ¿Quién es ese volatinero, qué hace y qué representa actualmente en tu música? ¿Por qué elegir esta metáfora circense? ¿Cómo se relaciona con el resto de los singles?
—Finalmente en mis canciones todos los personajes soy yo, en algún punto. Algo de mí en alguna vida pasada o en la actualidad. Este personaje es el errante que vive dentro de mí desde que compuse la primera canción y que aparece en todo mi repertorio, delatando esta torpe manera de amar o de, simplemente, revelar afectos, crisis, tropiezos, angustias, felicidades, etc. Lo podrás encontrar siempre escondido, como una araña de rincón. El mundo circense me representa bastante y el volatinero logra que pueda reflejarme en él todo el tiempo y en cada paso que da sobre la cuerda floja.
—Para seguir con esta conversación sobre tus nuevos trabajos quiero ir al single Tiempo, que grabas con el argentino Sebastián Garay y que, a mi juicio, propone una letra cargada de poesía pero ligera en sonidos, con arreglos sutiles de batería jazzística y marcada incursión de la guitarra electroacústica. En la letra podemos escuchar “Hay penas y glorias que invaden/ Hay flora estancada y perenne/ La sangre flotando en la aurora/ Los huesos que impele la historia.//Tiempo/Yo necesito tiempo/Tal vez solo un instante más de tiempo//. ¿qué te inspira para esta canción que imprime un corte de esperanza en medio de todos tus trabajos? ¿Cuál es ese tiempo y qué tan importante, para la vida de un artista, es este tiempo creador o destructor? ¿Cómo llevas esos tiempos?
—El tiempo es para mí como Cohen define la poesía en una entrevista que le hicieron en Noruega el año en que yo nací (1988) decía que La poesía viene de un lugar que nadie controla, que nadie conquista. Y el tiempo para mí es poesía. Es la vida en un instante precioso que jamás volverá a repetirse y, por lo mismo, es la esperanza de poder arrojarse a él en su eternidad, considerando, las consecuencias. El arte se debe enfrentar en todo momento desde las profundidades mas oscuras del alma hasta el parto y esto, me inspira constantemente para saber como sobrellevar mis tiempos. Es importante para mí como artista enfrentarme al tiempo, porque no sé cuando será el último día que pueda crear algo y dejar una huella en este breve camino, por ende, el arte es vital para la función de mi reloj de arena.
—Para terminar, y agradeciéndote esta entrevista, cuéntanos ¿Cómo ves el panorama musical actual chileno y latinoamericano?
—Primero les agradezco la atención y el espacio dado a mi trabajo y, principalmente, el detalle de leer mis canciones.
La música siempre ha estado bien, no necesita de apreciaciones creo yo.
El mundo entero está arrojando música nueva todo el tiempo, solo debemos estar dispuesto a investigar con la guardia baja y abiertos a encontrarnos con ella en sus letras, melodías o armonías o, tal vez, lo que precise nuestro corazón al momento de enfrentarla.
Buena Vida.