Por Guillermina Antúnez Velasco
El lazo que une a Pablo Neruda y Nemesio Antúnez no sólo fue entrañable sino fecundo. De ello dan cuenta, entre otros, la serie Tres Cantos Materiales (Nueva York, 1948) en el Atelier 17 de William Hayter y Arte de Pájaros (Santiago,1966). Sus viajes juntos por Francia, al Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en Berlín, Alemania Oriental en 1951, luego a lo largo de Italia hasta el retorno del poeta a Chile, después de su exilio, en 1952.
El golpe
El 11 de septiembre de 1973, al enterarse del inminente bombardeo a La Moneda, Nemesio subió al techo del Museo Nacional de Bellas Artes, del que entonces era director, miró el vuelvo de los Hawker Hunter, oyó la detonación de la carga contra la casa de gobierno, entre bandos militares emitidos por radio y los ruidos de metralla venidos de cualquier lugar. Más tarde, los toques de queda, el «Estado de sitio» —mismo nombre del film en que actuó Nemesio en 1972, dirigido por el realizador franco-griego Costa Gavras, con música de Mikis Teodorakis, y que relata la intervención de Washington mediante la CIA en la política interna de los países de América Latina, en este caso Uruguay, teniendo como consecuencia golpes de Estado y violaciones a los derechos humanos—, el horror, la muerte.
Las circunstancias de las semanas y meses siguientes convencieron a Nemesio de la necesidad de salir al exilio. Pero no era cuestión de mera decisión. Inés Figueroa, entonces funcionaria de la Universidad de Chile y madre de sus hijos mayores, Pablo y Manuela, era parte de los miles de presos políticos que colmaban los improvisados centros de detención. Por otro lado, el Museo, la preocupación por dejar la institución en manos confiables para mantener una administración adecuada y que las obras fueran resguardadas y no a disposición del crimen contra el arte. La tarea recayó en la escultora Lily Garafulic, quien cumplió esta función hasta 1977.
Hubo un hecho contundente. Al día siguiente, el miércoles 12 de septiembre, suena el teléfono, era Karen Muller, vecina del Museo, para alertar que tanquetas se están instalando frente al edificio con evidente intención de atacar. ¿El motivo? La falsa noticia de que al menos un centenar de miristas se hallaban en el interior. La verdad es que la única persona que estaba dentro era el vigilante, Mario Cárdenas, aterrorizado con los disparos de ametralladora dispuestas en trípodes en plena calle y sobre las tanquetas. Las ráfagas no tuvieron piedad con los muros, el mobiliario y mucho menos con las pinturas y esculturas. Patricia Velasco, su esposa, recuerda lo difícil que fue contener la desesperación de Nemesio por lo que sucedía y la ansiedad por ir al Museo. Era horario de pleno toque de queda. La determinación de Patricia fue clara: «Si vas al Museo ¡te matan!». Nemesio decide llamar entonces a la Primera Comisaría de Carabineros, ubicada en calle Mac-Iver con Santo Domingo, logrando comunicarse con un oficial de alto rango conocido suyo, y rogar que se detuviera el ataque. Lo consiguió. Cesó la metralla y los tanques se retiraron. Pasados los días, y haciendo uso de ese instinto de oportunidad histórica que caracterizaba a Nemesio, citó al pintor y fotógrafo Sergio Berthoud para realizar registro del daño ocurrido. Hoy, es el único vestigio sobre aquel día en que se intentó matar un museo.
Neruda
La mañana del 22 de septiembre, Patricia Velasco y Nemesio visitaron a Neruda en la Clínica Santa María. El poeta les dice que se vayan juntos a México, que el Presidente Echeverría dispuso un avión para sacarlo del país. En ese momento todo era temor, incertidumbre. En la Clínica estaban otros amigos, políticos, diplomáticos. Fue la última vez que Nemesio y Patricia vieron con vida al poeta.
La mañana del 24 de septiembre, la pareja asiste al velorio. La Chascona era todo ruinas, barro, vidrios quebrados, libros quemados. Allí, en medio de las ruinas, en una habitación, el féretro gris con el cuerpo de Neruda. Nemesio fue uno de los que ayudó a entrar el ataúd a la casa, subirlo por la parte alta, debido a la dificultad del desastre. Nemesio y Manuel Solimano dijeron palabras de denuncia a los reporteros internacionales. Antes de retirarse, Patricia recuerda que en el canal desviado para anegar la casa Nemesio encontró un grabado de su autoría. Lo tomó y sacó de entre el agua, cristales y cerámica rota, libros que ya nunca volverían a su estado original, perdidos para siempre.
Luego, el funeral vigilado. Patricia recuerda con emoción la partida del cortejo; los gritos que decían los nombres de Neruda, de Allende, los poemas a viva voz, los cantos. Caminaron junto a Roser Brú, Héctor Herrera, Ida González y Mario Carreño, entre otro. Los militares apuntan con sus fusiles. La presencia de la prensa internacional es una especie de seguro de vida en ese momento. Luego, la entrada al cementerio, la llegada al mausoleo de los Dittborn, donde descansaran por un tiempo acotado los restos del poeta. Luego, una voz profunda, impostada, se alza, es Francisco Coloane quien despide al poeta.
Los años pararon, vinieron los años del exilio; Barcelona, Londres, Roma. El retorno y la lucha por recuperar la democracia. El cáncer. El término de la dictadura. El Museo nuevamente, un Museo Abierto. Ojo con el Arte. El cáncer nuevamente, que esta vez se llevó a Nemesio.
Pablo Neruda, estuvo siempre presente en el recuerdo y la obra de Nemesio. Está en sus pinturas, afiches y Nemesio a la vez en los libros de Pablo con ilustraciones. Al conmemorar el centenario de Antúnez, en medio de toda la labor que significó esa tarea reapareció para nosotros aquel grabado que Nemesio regaló al poeta y que, destruido por bandidos de casco y botas, logró rescatar y guardarlo sin ninguna intención particular. Han pasado 49 años, el grabado sigue tal como fue recogido en La Chascona, sin el vidrio y con el marco deformado. Esa obra es testigo fiel de aquel momento, es un aliciente a la memoria, es un vestigio del horror, pero también de la vida, pues ha sobrevivido hasta nuestros días, con sus colores brillantes. El grabado lleva por título «Los amigos». Creemos que es momento de que el grabado retorne a su lugar de origen y que Los amigos se reencuentren después de casi medio siglo.
Fueron veinticinco años que, a paso lento, a ratos difícil, desembocaron en la Fundación Nemesio Antúnez. Hoy, gran parte del Archivo está disponible en línea, y allí pueden acudir a leer, investigar y conocer la relación entre Pablo y Nemesio, Los amigos. Nuestro llamado es a rescatar y conservar los patrimonios de tantas y tantos artistas que necesitan retornar del olvido. Gracias a un amplio equipo multidisciplinario y gracias a muchas voluntades, la Fundación Nemesio Antúnez sigue con su labor de rescate de la memoria, y en ella Neruda está siempre «Presente».