Diciembre 22, 2024

Entrevista Gustavo Gac-Artigas: «Y todos éramos actores en un siglo de luz y sombra»

 

Por Ernesto González Barnert

 

Gustavo Gac-Artigas [Santiago de Chile, 1944] es escritor y director de teatro, miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española [ANLE]. Reside en los Estados Unidos, luego de doce años de exilio en París y un intento fallido de regresar a Chile en 1985, y un segundo exilio en Holanda. Tiene varios libros y premios en su trayectoria. Leer su libro “Deseos”, fue encontrarme con una volumen poético diáfano y pulcro en simultáneo de tres idiomas, donde conjuga líricamente con habilidad el despliegue de su relato personal en medio de la historia de estos últimos 50 años, siguiendo las huellas de la gran poesía del siglo XX latinoamericana, sin esquivar la aventura dentro del manto amoroso con que envuelve gran parte de lo acá escrito, centrando así su propia dispersión de pensamientos y búsquedas, con autocrítica o consciencia metaliteraria. Vaya este hermoso botón de muestra de esto último en el poema Razón de ser: ¿Cuál es el sentido de mis versos?/ pregunté/ el viento/ misericordioso/ dio vuelta la página.

 

–¿Cuáles han sido los autores primordiales en tu vida literaria para sobrellevar la “herida” del exilio, tras el intento fallido de regreso en 1985, y que primero te llevó a Francia y después a EEUU?

—Mirando en retrospectiva, una retrospectiva de casi cincuenta años, comenzaron a desfilar por mi mente los autores, aquellos que en aquella época me ayudaron a desarrollar esa nueva etapa en mi camino creador como dramaturgo, director de teatro, poeta fuera de su tierra natal.

Caían las imágenes, los rostros de los amigos, las amigas, las heridas comunes, dolores y alegrías; sumábamos nuevos rostros, a veces pasaban por París rostros de compañeros de prisión, otros se desvanecían en el tiempo.

Entre ese todo y ese nada fueron muchos y variados los autores que alimentaron mi pluma en esa etapa, lo nuestro y lo nuevo, lo latinoamericano y lo francés, nuevos amigos de una nueva realidad, intercambio de versos con olor a empanadas y pastel de choclo, con versos con sabor a camembert y ancas de rana.

Los pinceles de Pepe Balmes, Gracia Barrios o Guillermo Núñez se entremezclaban con los pinceles de Ernest Pignon o de Ottaviano, las canciones de los Quila, o los Inti, o los Parra o el Pato Manns se mezclaban con las de Brassens o Brel.

Desde Nanterre llegaban las notas del piano de Sergio, produciendo nuevas canciones para alimentar nuestras almas.

Entre los autores, aquellos que a todos nos alimentaron: las manos, los ojos de las compañeras y los compañeros que encontrábamos en manifestaciones, reuniones, o dispersos por las ciudades y campo de Francia.

En París conocí el amor, y desde hace 45 años me acompaña la bella entre las bellas, Priscilla, mi esposa, alimento de mis sueños y mi escritura.

Los otros, junto a ellos, se encuentran en mi novela “Y todos éramos actores en un siglo de luz y sombra”.

–¿Qué significa ser miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE)? 

—La oportunidad de ir más allá de la simple conexión a nuestro idioma. Somos cerca de 62 millones de hispanohablantes en los Estados Unidos, el ser parte de la academia permite el discutir sobre el español en tierra ajena, quizás no tan ajena si consideramos los territorios arrebatados a México. Tierra no tan extraña si consideramos los descendientes de aquellos millones que cruzaron la frontera, cerca de 12 millones que viven en las sombras, pero en esas sombras se habla nuestra lengua.

Se llevaron el oro
nos dejaron las palabras

El poder incitar a una discusión sobre la evolución de nuestra lengua, sobre el lenguaje inclusivo. Un artículo mío difundido por la agencia de noticias EFE y la edición chilena de “Le Monde diplomatique” en el 2018: “El desafío de un lenguaje inclusivo, una discusión que concierne a la RAE, a las Academias y al mundo hispano” desató una discusión en nuestra academia y en las otras 23 que llevó a que la ANLE propusiera la edición de un volumen de artículos sobre la materia y en el 2021 se publicó un libro: “Por un lenguaje inclusivo. Estudios y reflexiones sobre estrategias no sexistas en la lengua española”, editado por Tina Escaja y María Natalia Prunes, primera, y única academia que se abrió a hablar públicamente sobre el tema.

Significa, una oportunidad de participar en tanto escritor en ese organismo. Mi esposa es miembro numerario y ella participa en tanto investigadora, dos voces que se unen para clamar que nuestro idioma, es vida, es evolución, son raíces y son nuevo fruto. De juntos llevar la belleza del Copihue y el mágico danzar de las palmeras a la mesa de nuestro idioma. Clamar, que somos pasado, presente y futuro, más allá de anquilosadas reglas o censores.

–¿En tu ejercicio como columnista de opinión de la edición chilena de “Le Monde diplomatique” qué te ha interesado desarrollar o develar?

La visión de un chileno que desde lejos, pero con su corazón marchando en Chile, ve la esperanza, el presente, las trampas del pasado, las dificultades del mañana. No hay lecciones, busco aprender de esa juventud, busco encontrar nuestros errores, busco cambiar mi forma de mirar a la luz de un nuevo Chile. Pienso en Chile y quiero transmitir a Chile el sentimiento de tantos, la tristeza que nos embarga cuando desaparece Omar Lara, amigo desde los encuentros de poesía en Valdivia, o la desaparición de Sepúlveda.

Hablar desde afuera –vivo en el vientre de la bestia– y transmitir más allá de la experiencia personal, el momento que se vive o se vivió y sus peligros, no solamente para aquellos que vivimos acá, para nuestro continente: el racismo, la violencia, desnudar a ese terrible personaje que gobernó durante cuatro años y que, sátrapa, busca ser reelegido, me refiero, y es evidente a Trump. Nunca antes se había retrocedido tanto en los derechos humanos, en los derechos de la mujer, en los derechos de la población LGBTIQ+, en los derechos de los emigrantes. Nunca antes se habían separado tantas familias y arrancado tantos niños de las manos de sus padres. Nunca antes una familia había comenzado a apropiarse del gobierno en beneficio personal.

Mi hija, mi hijo, son parte de una nueva América del Norte, y temo por ellos, temo por mis nietas, temo por mi continente y el mundo.

–¿Cómo definirías tu poesía, el arte poética, que reúne tu trabajo y búsqueda consciente?

Un día me preguntaron mi razón poética, tomé la pluma y me imaginé frente a ustedes diciendo:
Un día salí a navegar,
navegante sin brújula ni estrellas,
salí al encuentro de las raíces de nuestro pueblo,
mi pueblo,
del dolor ajeno,
mi dolor,
del amor inaccesible
mi amor.

Salí a navegar para sobrevivir el horror sin olvidarlo,
navegar sin saber si voy a ser leído,
escribir sin poner un remitente,
escribir llevado por una pasión.

Recorrí caminos circulares en una incierta espiral de vida, en una búsqueda que se construye día a día, verso a verso, que muere en mí para renacer cantando en el lector, que me traiciona, que me desafía en cada curva de un tentador camino por siempre inexplorado.

Navegar, ¡oh, navegar!, libre de ataduras, desafiando la palabra, poseyendo la palabra para una vez poseída entregarla a las páginas de un libro, a los brazos de otro, amor traicionero, amor de un beso que luego parte en busca de otro amor, de otro verso.

¿Razón poética?

Mi locura.

Náufrago, arrojo al mar un nuevo verso, grito encerrado en una botella, regreso a mis orígenes mientras sigo navegando, navegante sin brújula ni estrellas, sin saber por qué

en busca de lo sagrado y lo profano, del amor y del odio, del grito y del silencio,

de mi gente, siempre mi gente, de sus alegrías y dolores sumergido en el torbellino del nacimiento y muerte de un poema, en la efímera pluma del escritor, en la muerte y nacimiento de un poema en la mente del lector.

–¿De qué manera tu obra dialoga o se encuentra con la de Pablo Neruda?

—Quizás, y guardando la distancia, nos encontramos en nuestra cordillera, en sus pasos secretos, en sus quebradas, en sus susurros y en sus bramidos cuando el viento y las aguas se desencadenan. Nos encontramos en el mar, en el canto de amor de las olas, en la lejanía; en las madrigadas converso con él a través de las olas que llegan a confundirse con mis lágrimas los días en que la nostalgia me invade. Y no son las olas, lo juro, estoy acostumbrado al ruido de las olas.

Nos encontramos en el amor, el público, el escondido, nos encontramos cuando visito la chascona, o me encierro en una isla, mi casa, mi nido de amor.

Pero, siempre hay un pero, sobre todo en el amor por nuestro pueblo, en el sonido de las aguas en Toltén, en el negro humo de una locomotora a vapor, en el mercado municipal de Temuco, en Carahue y Nueva Imperial, en la piedra arrojada desde el centro de la tierra por el Villarrica, o aquella que otras manos, manos hermanas, unieron para unirnos con el espacio. Nos encontramos en el llamado que hace a subir a nacer conmigo hermano, y aquí el amor de Neruda pasa al amor de nuestro continente.

Gracias a sus versos tuve la fuerza de en el año 1968 abandonar mi país para salir en busca de nuestro continente, de nuestra gente.

Gracias a sus versos aprendí a sobrellevar el exilio y transformarlo en una lección de vida.

–¿Nos podrías compartir, por favor, un poema del poemario trilingüe “deseos longings j’aimerais tant” (2020)?

Poema V
cómo quisiera regresar a aquella época
en que subidos a los techos de hojalata de las pensiones
arrojábamos poemas hacia el cielo
para que se los llevara el viento
y los depositara a los pies de la persona amada
o en los sueños del necesitado

cómo quisiera que la lluvia eterna de Valdivia
no los regresara a la tierra
sumergiéndolos en el torrente de agua
que se deslizaba por las calles
para finalmente hacerlos desaparecer
en las fauces de negras alcantarillas

cómo quisiera que los poemas
fueran llevados en un viejo bote a remos
hasta Las Ánimas
allá
donde no viven los humanos
allá
en el submundo de la pobreza
allá
donde la humedad cala los huesos
y el vapor se escapa de la ropa
colgada cerca de un brasero
penetrando los frágiles pulmones
para calentar el alma

cómo quisiera que no hubieran naufragado
en el frágil desembarcadero
que se balanceaba entre las aguas
y las calles vestidas de fango
para finalmente desaparecer
en las voraces fauces de las negras alcantarillas

cómo quisiera que los poemas fueran vapor
y anidaran en el alma de las ánimas

cómo quisiera haber tendido
tu cuerpo sobre una cama
en que el placer
no temblara de frío aguijoneado por la humedad
en que las palabras no se hubieran perdido
rumbo a las alcantarillas
que devoraban
los poemas y la vida

cómo quisiera regresar
a aquellos locos tiempos
en que subidos sobre los techos de hojalata
de las pensiones de estudiantes
creíamos que la poesía
podía cambiar el mundo

V

how I long to return to those days
when perched on the tin roofs of the pensiones
we would toss poems up to the sky
so that the wind might bear them away
and lay them at the feet of the beloved
or in the dreams of the needy

how I wish Valdivia’s eternal rain
would not have returned them to the earth
plunging them into the watery torrent
that coursed through the streets
finally making them disappear
into the jaws of black gutters

how I wish the poems
might be carried off in an old rowboat
toward Las Ánimas
there
where no humans live
there
in the netherworld of poverty
there
where dampness penetrates bones
and steam escapes from clothing
that hangs beside a heater
penetrating fragile lungs
to warm the soul

how I wish they hadn’t been shipwrecked
at the fragile dock
that swayed between the waters
and the mud-clad streets
only to disappear
into the ravenous jaws
of the black gutters

how I wish the poems were steam
that nestled in the souls of the dead

how I wish I had laid
your body on a bed
where pleasure
didn’t shiver from cold stung by dampness
where words didn’t disappear
on their way to the gutters
that devoured
poems and life

how I long to return
to those heady times
when, perched on the tin roofs
of student pensiones,
we thought that poetry
could change the world
(traducido por Andrea G. Labinger)

V

j’aimerais tant retourner à l’époque
où debout sur les toits en zinc de nos dortoirs d’étudiants
nous lancions des poèmes au ciel
pour que le vent les emporte
et les dépose aux pieds de nos bien-aimés
ou dans les rêves du nécessiteux

j’aurais tant aimé que la pluie éternelle de Valdivia
ne les rende pas à la terre
mêlés au torrent
qui dévalait les rues
pour les faire disparaître sans retour
dans les noirs gosiers des égouts

j’aimerais tant que les poèmes
soient emportés dans une vieille barque
jusqu’à Las Ánimas
là-bas
où les humains n’habitent pas
là-bas
dans l’enfer de la misère
là-bas
où l’humidité transperce les os
et la vapeur qui s’échappe du linge
séchant près d’un brasero
pénètre les poumons fragiles
pour réchauffer l’âme

j’aurais tant aimé qu’ils ne fassent pas naufrage
sur le fragile débarcadère
tanguant entre les eaux
et les rues vêtues de boue
pour finalement disparaître dans
les insatiables gosiers noirs des égouts

j’aimerais tant que mes poèmes soient vapeur
et nichent dans les âmes des morts

j’aimerais tant avoir étendu
ton corps sur un lit
où le plaisir
ne tremblerait pas du froid aigu de l’humidité
où les paroles n’auraient pas disparu
dans leur course vers les égouts
qui dévoraient
les poèmes et la vie

j’aimerais tant retourner
à ces temps de folie
où debout sur les toits en zinc
de nos dortoirs d’étudiants
nous étions convaincus que la poésie
pouvait changer le monde

(traducido por Priscilla Gac-Artigas)

 

–¿Qué le aconsejarías a un joven poeta que se ve obligado a escribir en un país cuya lengua es distinta?

Los sueños son universales, los sueños sobrepasan las limitaciones de la lengua, con ello quiero decir que se escriba en la lengua en que se sueña, en aquella que sea capaz de trasmitir el sueño.

No amarrarse a una u otra lengua, y si se requiere de una traductora, o traductor, que sea alguien capaz de reescribir las emociones, de no quedarse en la traducción literal, que se trabaje en colaboración. A mí me traducen Andrea G. Labinger, americana, con un doctorado en literatura latinoamericana de Harvard, en trabajo colaborativo con mi señora, Priscilla Gac-Artigas, graduada de la Universidad de Franche Comté, puertorriqueña, miembro de número de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, Fullbright Scholar. Y ambas se consultan, se leen para buscar el ritmo, a veces pasan los poemas al francés para sentirlo en otro idioma, etc… Priscilla, quien acuñó el término “colectficción” para describir una nueva modalidad de contar realidad(es) y ficción(ones), de relatar y reconfigurar historias en la literatura y las artes donde se transgreden los confines restrictivos del “yo” inherente a la autoficción en aras de un abarcador y político “nosotros”. El libro de ensayos sobre la colectficción en la literatura, el cine y las artes del cual es editora, “Colectficción: sobrepasando los límites de la autoficción” acaba de ser publicado por la editorial Iberoamericana/Vervuert.

–¿Un libro que nunca pudiste terminar de leer?

“La biblia”.

–¿Cómo ves el panorama actual poético norteamericano? ¿Qué voces destacas?

—Para dar un panorama necesariamente tengo que referirme a los dos últimos años y la pandemia. El Covid nos encerró en nuestras casas; de la normalidad de una vida pasamos a una vida de encierro, de temor, pasamos a enfrentarnos a lo desconocido y sin tener un arma para combatirla, nos enfrentamos a la peste, reinó la incertidumbre. Esperando, esperando, no a Godot, esperando la vacuna.

Sin embargo, como en todo momento de crisis, la creación literaria nos ofrece un refugio, una salida, una perspectiva de vida.

Gracias a la tecnología, se profundizan las vías de comunicación, la escritura deja de ser un trabajo solitario en espera de lectores y pasa a ser un trabajo puesto en manos del lector.

Al salir de la pandemia, o de una etapa de la pandemia, o al acostumbrarnos a una nueva peste temporal, la poesía que circuló en las nubes sale a las calles, sale a las salas, sale a los festivales en busca de un abrazo.

Las dos semanas pasadas, tuve la dicha de participar en tres festivales presenciales en la ciudad de Nueva York: la IV Feria Internacional del Libro de NY, la 16ª Hispanic/Latino Book Fair in NY, y el IX The Americas Poetry Festival of NY donde de 15 días tuvimos 10 días de poesía resonando en la ciudad y con poetas viniendo de diferentes horizontes y a veces de diferentes países. El mes anterior en un “El maratón de poesía”, evento virtual organizado por Rei Berroa y el Teatro de la luna con los poetas de Washington DC, Delaware y Virginia. Todos festivales de poesía en español, o bilingües.

La poesía recuperó o ganó terreno, la poesía ganó en la diferencia, surgió en pequeños grupos trans en Queens que incorporaron un lenguaje que les es propio, una musicalidad nueva, una alegría de vivir, una denuncia de lo sufrido, y no necesariamente a manos de la peste, voces que se hicieron presentes en la 16ª Hispanic/Latino Book Fair in NY realizada en Queens a través de la obra del dramaturgo venezolano Pablo García Gámez a quien le fue dedicada esta edición de la feria. Ahí se representó la obra “Las mártiras” de su libro “Quere ser: tres piezas queer”.

En las calles escuchamos la voz del slam poetry, poetas que nos devolvieron el bullir de una población saliendo de las cavernas, con un lenguaje que les es propio, con un leguaje hermanando tantas lenguas y acentos que se mezclan en sus versos; no es el español como lo conocemos o como lo quieren los puristas. En Manhattan, se pararon en la Feria Internacional del libro, los “inclasificables”, poetas que se suben a los árboles del Central Park para establecer una comunicación en verso con los extraterrestres, mientras los míseros terrestres se dejan cautivar por sus presentaciones al igual que años ha lo hacían los espectadores colombianos al ver desembarcar a los nadaístas. A veces son poemas, a veces son teatro, a veces son ambos, a veces es el poeta hablando, a veces es la audiencia hablándole al poeta.

En mayo del 68 el teatro abandonó las salas en París, las universidades abrieron sus puertas a la vida, la Sorbonne entendió que debía aprender más que enseñar. Hoy la poesía en Norteamérica está aprendiendo, aprendiendo y enseñando nuevos rumbos. Dejó de depender de sacrosantas casas editoriales y sus concursos para ganar el corazón del lector, pequeñas editoriales florecen en manos de los, las poetas, y ello da confianza. Pensemos en dos referentes de hoy en Nueva York: Mar Russo y Fernando Trejo de la Nueva York Poetry Press y Carlos Aguasaco, Carlos Velázquez e Yrene Santos de Arte Poética Press y organizadores del The Americas Poetry Festival de NY, entre muchos otros.

¿La calidad? está, o llegará.
¿Qué voces destaco? Diré como Pablo:
venid a ver la poesía
corriendo por las calles,
venid a escuchar la poesía
cantando por las calles
venid, hermanos a asistir al renacimiento
de un extraordinario momento de poesía.
No es nuevo, los movimientos nacen en circunstancias especiales, se desarrollan en el tiempo,
así fue en el pasado, así es en el presente, así será mientras un poeta grave con fuego sus versos
en la cordillera, u otro cruce la cordillera escapando para renacer en los brazos de su amada.
¿La poesía en Norteamérica? ¡Bien!, gracias.

 

–¿Una canción que siempre que escuchas te sube el ánimo?

—“Canción con todos” en la voz de Mercedes Sosa.

–¿Última gran película o serie que viste?

Última no, por favor, espero ver otras. Me encantó “La danza de la realidad” de Jodorowsky, difícil no mencionar “Tengo miedo torero”.

–¿Un olor que te fascina?

El olor de los tomates de mi infancia, sacados de la mata, acompañados de ají verde y sal, los tomates de mi tierra aquellos que solamente comeré en mis sueños.

–¿Una palabra que jamás aparecerá en tu poesía?

Jamás

–¿A qué le temes como escritor?

A olvidar por qué y para quién escribo.

 

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