Por Ernesto González Barnert
Camila Marcela Mardones Vergara (1991) es escritora y Profesora. Es autora de los libros de poesía Cautiverio (Balmaceda Arte Joven 2015, Chile y Artexto & Capuchas 2017, Argentina) y Cuando habitemos el agua (La vieja sapa cartonera, Chile, el año 2021 y Mocha Editores, 2022).
Instagram / @kameliacautiva
–¿Cómo fue el trabajo compositivo de tu libro «Cuando habitemos el agua» (Mocha Editores, 2022)?
—Este es un libro que pensé en términos experimentales, no únicamente en cuanto a los procedimientos que rondan su escritura, sino como experimento de mi propia manera de relacionarme con la poesía en su dimensión material. En ese sentido, pienso a la obra como sobra del proceso, como bien dicen por ahí. Cuando habitemos el agua ha sido un proceso que ha incluido publicación de textos en plaquettes, fanzines o libros, pero también performances y presentaciones multimediales. Ha mutado, ha estado acompañado por fotografías, ilustraciones. Hemos hecho presentaciones con música e intervención visual, el cuerpo del texto ha sido distinto en cada fanzine, plaquette y libro. Incluso, en su versión cartonera, cada portada cuenta con un diseño distinto hecho a mano alzada. En este afán por experimentar me ha otorgado muchísimas lecciones, desafíos y momentos gozosos. Me ha permitido jugar a la poesía y ahuyentar el temor a decir por imaginar a la palabra escrita en piedra.
Los primeros poemas del libro surgieron desde algunos versos publicados en «Palabras Escondidas» Homenaje a Stella Díaz Varin por Ediciones.G el año 2016. Allí, compartí fragmentos de poemas reunidos bajo el título «Encuentros en aguas».
En las imágenes: Cuando habitemos el agua, fanzines año 2017 y 2018
Los años 2017 y 2018, trabajé en Cuando habitemos el agua en dos publicaciones independientes y autogestivas, formato fanzine. Allí incluí algunos poemas visuales con recortes de revistas, dibujos de mi hermana Melinka Mardones y fotografías de mi amiga Andrea Merkén. Hice versiones en buen papel, a todo color, otras en fotocopia blanco y negro. Algunas fueron encuadernadas a mano, otras corcheteadas. Durante dos años recorrí diversas ferias independientes de fanzine, libroarte y libroobjeto en Buenos Aires, también con estos fanzines viajé a Rapa Nui (feria del libro 2018).
El año 2018 adaptamos, junto a Sara Pozo en la música, algunos poemas de este proyecto a performance sonora bajo el título «El agua es mi sangre (y las cascadas sacuden con violencia)». Nuestra propuesta fue parte de Habitar el territorio, Jornadas de Performance del CCMatta de la Embajada de Chile en Argentina. Fusionamos algunos de mis poemas acuáticos, con ritmos y canciones del disco «Atmósfera» (2016) de Sara.
También el año 2018, junto a ColectivoCautivo (Chile-Argentina) hicimos una serie de presentaciones performáticas tituladas del mismo modo. Con aquella obra recorrimos diversos centros culturales de Buenos Aires y encuentros de artes escénicas, como el Encuentro de obras cortas Bs.As. 2018. Las presentaciones incluyeron sonorización por el artista del Ableton Live Jerónimo Bujman, intervención visual con retroproyector a manos de Anabel Piñeiro, y poesía por quien les habla.
El año 2020, durante el encierro, trabajé en la tercera composición formato fanzine de Cuando habitemos el agua.
Lo regalé a casi todas las personas que vi en Santiago en febrero del 2021 e hice una versión digital que viralicé por whatsapp. Ese fanzine aún está creándose a sí mismo, pues en la última página se lee «este fanzine lo terminas tú». Hay muchas versiones distintas de él, y aprovecho de recordar a quienes lo hayan recibido: ¡envíenme imágenes de sus intervenciones!
En las imágenes: fotografías del interior fanzine Cuando habitemos el agua 2020
En la imagen: el fanzine Cuando habitemos el agua versión febrero 2021 intervenido por la artista Valentina Paillaleve
Luego del trabajo y composición de textos e imágenes en tres fanzines, desde 2017 a 2021, trabajamos junto a La vieja sapa cartonera en la edición del poemario Cuando habitemos el agua, el cual fue publicado en versión cartonera en septiembre de 2021. Fueron 80 ejemplares, cada uno de ellos con diferente arte de portada. Cada uno de ellos costurado a mano.
Este mes, septiembre 2022, Mocha Editores publicó un total de 1200 ejemplares de Cuando habitemos el agua. Es el primer libro de formato convencional que recoge algunos poemas en verso y en prosa, nacidos durante todo este trayecto.
Me gusta que la experiencia de Cuando habitemos el agua sea diferente para cada persona que se haya encontrado con alguna performance, algún fanzine, libro cartonero o tradicional. Todas las experiencias de lectura son, en sí mismas, particulares. La experimentación material se hace eco de mi interés por extremar esa particularidad.
En la imagen: Cuando habitemos el agua, La vieja sapa cartonera 2021
En la imagen: Cuando habitemos el agua, Colección Viceversa de Mocha Editores. 2022
–¿Cuáles son los 10 libros esenciales en tu infinito maletín literario que cargas de un lado a otro de la imaginación o memoria, por la vida, significativos en tu educación sentimental como escritora?
—Altazor de Vicente Huidobro – Los gemidos de Pablo de Rokha – Extracción de la piedra de la locura de Alejandra Pizarnik – Todos nosotros de Raymond Carver – Tala y Poema de Chile de Gabriela Mistral – En la tierra somos fugazmente grandiosos de Ocean Vuong – Los vigilantes de Diamela Eltit – La bandera de Chile de Elvira Hernández – Carta al padre Franz Kafka – La Gaya ciencia y Zaratustra de Nietzsche
–¿Cuáles son a tu juicio los 5 libros que todo escritor que quiera adentrarse en la poesía chilena debe leer?
—Bendita mi lengua sea de Gabriela Mistral, Shumpall de Roxana Miranda Rupailaf, Versos de salón y Hojas de Parra de Nicanor Parra, Los dominios perdidos de Teillier, Canto General de Pablo Neruda, Territorio cercado y El asado de bacon de Maha Vial. Podría seguir al infinito.
–¿Un poema que siempre va contigo como una especie de mantra o luciérnaga que ilumina tu noche?
—El arte de perder de Elizabeth Bishop
–De qué manera tu trabajo como historiadora y educadora se lleva con la poeta que eres? ¿Qué lecciones sacas de estas disciplinas para el ejercicio poético?
—Me gusta conversar con las personas, compartir en el diálogo, en el debate. Soy una militante del conversar las cosas, los conceptos, los sueños. Creo en la posibilidad renovadora del lenguaje.
Experimento la diversión como creatividad y la creatividad es idea en movimiento. Muchas veces incomodidad, como puede llegar a ser un juego mental, la sesión más desafiante de la terapia en el año, escribir un poema o probar inventar una receta propia. Una sopa con tu sello. Quizás salga mal, pero hay que querer jugar, hablar: meter las manos en la masa.
El movimiento requiere del otro, en la palabra, en la física, en las representaciones. El mensaje es colectivo, somos parte de una cadena más larga de mensajes. En la Historia o en el poema. Disfruto compartir las palabras que las personas escogen para hablar de su lugar en esa cadena de mensajes. Eso es tanto poesía, como Historia.
Quiero divertirme y en el contacto con los otros hallo idea en movimiento: pensamiento. Se nos fue extirpado el juego, pero todavía (y hasta nuevo aviso) tenemos infinitas posibilidades de inventar nuevas primeras veces. Creo que las disciplinas que nombraste me permiten intentar recuperar el juego, recuperarlo para mi propia vida, e invitar a otras personas a experimentarlo.
Escucharlas y dar mi punto de vista, crear pensamiento colectivo mediante la cháchara. A lo Quelentaro en Amanocheciendo, pensar en espiral porque pensamos creciendo. Nuestros pensamientos se dinamizan al contacto con los demás (en tanto lenguaje), nuestros límites mentales necesitan de las miradas otras para ser fronteras nuevas.
Aunque soy la misma, para responder a la pregunta en tono diferenciado (y para hablar de mí en tercera persona, como los futbolistas): la Historiadora, la profesora y la poeta se llevan bien, y creo que cada una de ellas se nutre de las herramientas de la otra.
Las tres son copuchentas por lo cual gustan detenerse en el modo de decir de las personas. Las palabras que escogemos para narrar realidades, para hablar de nosotros mismos, para contar la historia de los que nos antecedieron. Me gusta coleccionar esos «modos y decires»; la velocidad de un gesto, la pronunciación de la palabra. Los sonidos que escogemos modular para decir las cosas que decimos, que pensamos obvias pero dicen tanto acerca de nosotros. Creo que soy, ante todo, una escuchadora. Una conversadora, una habladora. No mal hablada, aunque a veces.
Creo que por eso la docencia/mediación es algo que me viene bien, que gozo ejercer, y pienso que quizás sería así aunque me acercase más a la gastronomía que a la poesía, o a la mecánica antes que a la Historia. Siento profundo amor por el ejercicio del aprendizaje, en varios de los múltiples roles que puede adoptar, más allá de que la institución escuela sea para mí, en este momento, sinónimo de angustia pero de eso ya habló don Nica con las quinientas horas semanales.
–¿Qué consideras primordial a la hora de vivir este oficio literario, para alguien que comienza a cultivar la escritura poética?
—Diría que no sólo debemos destinar tiempo para escribir, sino incorporar la escritura a la vida cotidiana. La configuración tradicional (estereotípica y burguesa) de la escritura se sustenta en un ideario del solitario, del genio artista que logra leer de su tiempo algo que lxs demás no. O de aquel que mira, desde lejos o desde afuera, desde su cima de «talento», la vida de los mortales. Pero cierto es que la vida te pasa por encima, muchas veces, sus velocidades y escalafones de prioridad: lo urgente.
Escribir puede no parecer urgente, pero es importante. Esa importancia la vuelve urgente, siempre que te urja decir algo. Y sea tan necesario decirlo, que te lances a esa experiencia creadora y, bueno, la enfrentes. Y la vida sucede mucho estando afuera, estando ocupado, estando en cosas que no son “escribir”. De allí hay que partir. Escribir cuando no estamos escribiendo, poner la escritura en los ojos. Mirar.
Deshabituar la percepción, siempre que sea posible: intentar que las imágenes que nutrirán las representaciones de sus universos afectivos parezcan extrañas, que al leer sobre tu bosque, algo en mí diga: ¡vaya, así que esto es un bosque! ¡qué particulares sus árboles! Que me permitas ver ese bosque como si fuese la primera vez. Y para buscar eso en la escritura, creo también debemos hacerlo en la vida (si queremos escribir, pero tal vez sea indispensable para todo): recuperar la poética de nuestra mirada. Trabajar, destinar tiempo y acciones concretas, ejercitar la desautomatización de nuestra propia percepción. Probar caminos nuevos para volver a casa, prestar atención a los mensajes rayados en las paredes, versos que nos regala la ciudad y sus voces noctámbulas y anónimas. Dar vuelta los mapas, destinar así sea una hora a la semana a escribir en un café, en un parque. Si no tenemos esa hora habrá que hacerlo en el camino al trabajo (si vas en locomoción colectiva, si manejas puedes grabar un clip de voz en algún momento de detención). O en una anotación rápida en la libreta o bloc de notas.
Y si eso continúa siendo complejo, si eso continúa siendo demasiado, podemos probar destinando diez segundos diarios a la escritura. Nos podemos preguntar cuál es la palabra del día. Confía en la primera que venga a tu cabeza. Aunque es en extremo complejo, recomendaría evitar la autocensura. No es productivo, pero más importante aún: no es desafiante. Muchas veces la palabra del día puede representar un desafío. Anótala, no te avergüences. En la escritura, a diferencia de otras cosas, podemos volver sobre lo dicho, cambiar la historia. Crear finales distintos.
Puede ser un color, un verbo, un nombre. Cuando el tiempo de sentarse a escribir te sea ofrendado, contarás con tu batería de conceptos, una gama de letras unidas, formando sonidos, sonidos tuyos.
Perseverar, buscar mecanismos que permitan enfrentar la frustración y divertirse.
–¿Cómo ves el panorama actual de la poesía escrita por mujeres?
—Me parece un panorama plural, colorido y en llamas. La pluralidad de voces femeninas se relaciona con la apertura misma del canon. En ese sentido, creo que la rearticulación del campo o la visibilización de voces tradicionalmente excluidas desde el centralismo chileno y masculinista tiene que ver con una operación de lectura y no, necesariamente como a veces se presenta por la crítica o el canon, porque ahora «aparezcan» estas voces de mujeres, o se «recuperen» desde sus lejanos territorios de producción. En ese sentido, el panorama «actual» de las mujeres –en nuestro país- creo que es, quizás, un tanto atemporal, en sentido que aún estamos intentando (re)conocer algunas de nuestras grandes escritoras, quizás un poco tardíamente, en comparación a cómo hemos leído a hombres durante nuestra enseñanza formal hasta el hartazgo. En los actos de los colegios, en los programas de estudios. Y esa rearticulación de la mirada no tiene sólo que ver con la incorporación de voces que estuvieron tradicionalmente silenciadas o censuradas, sino también con revisitar los textos canónicos de nuestras mujeres, con otros ojos. Darnos no sólo una «escritura femenina», sino también una lectura no masculinista. Esa renovación de sentidos no es rápida, pero sí ha sido imperiosa (de allí las escrituras de emergencia en el presente cercano a partir de movimientos feministas, pienso).
No es suficiente con que los títulos actualmente intenten acortar las brechas de género en cuanto a publicación, no es suficiente sólo con publicar a más mujeres. La recuperación de la poética de nuestra mirada cuánto más interesante será si posee el fuego de la deconstrucción, o, mínimamente, el cuestionamiento del machismo. Por lo que el escenario de la poesía chilena escrita por mujeres me parece tan desafiante como lo es todo para las mujeres. No bastará con nombres femeninos en los lomos de los libros, también necesitamos una lectura no masculinista de las poéticas a lo largo de nuestra historia. Eso es, tanto estudio y escritura, como educación emocional.
Para no perder oportunidad de mencionar a poetas contemporáneas que me parecen relevantes, nombro a: Caro Kastro, Kütral, Camila Almendra, Cata María, Valún Paillaleve, Camila Albertazzo, Naomi Orellana, Roxana Miranda, Pata Águila, Esther Margaritas, Karina Kapitana, y podría seguir. Me encantan.
–En qué estás trabajando hoy?
—¿En la escritura? En un libro de poemas sobre fantasmas y un libro en género referencial que recoge correspondencia epistolar mantenida con mi tía, actualmente privada de libertad. En cuanto a reseñas, entrevistas y críticas: revista zánganos, la cual muy pronto tendrá una edición impresa.
Como profe de Historia, haciendo clases de nivelación de estudios para personas mayores en modalidad laboral. Pronto cumpliré tres años de docencia en instituciones relacionadas a la democratización de la cobertura curricular («terminar el colegio») para mujeres trabajadoras y personas mayores. Como moderadora de espacios de escritura, hace dos años mantengo un taller permanente en el Departamento de la Juventud en Ñuñoa
En la virtualidad modero diversos grupos de lectura y escritura. Para comenzar la primavera organicé dos jornadas intensivas de escritura: «Cenit y Nadir: Escrituras del equinoccio» y junto a Naomi Orellana estamos planeando la nueva temporada de Glamour y Gramática, vía imagen y palabra. También en modalidad virtual, imparto un taller para personas mayores en EVIMA Escuela virtual interregional y multicultural de las artes y, en las temporadas de invierno y verano, modero talleres en Balmaceda Arte Joven. El último (en julio de este año) se tituló La poesía y el color, poesía visual.
–¿Qué olor te encanta?
La tortilla de papa que hace mi mamá
La panza de mi gata Sasha
La tierra y el aserrín mojados por la lluvia
En el supermercado: el pasillo de los detergentes
me da calma. Me tranquiliza el olor al suavizante
de ropa.
–¿Una película que te fascina?
—Naufrago en la luna (Corea).
–Por último, te invito a crear un pequeño diccionario con estas palabras o lugares: Buenos Aires, Puerto Montt, parto, amor, rechazo, constitución?
—Buenos Aires: Los primeros estudios indican que todas las personas solas de todas las calles solas del mundo no sabían dónde ir y decidieron reunirse en un lugar que pudiese unirles en sus soledades. Así, decidieron armar una ciudad con río, para quienes –como yo- requieran el agua para sobrevivir, una ciudad con bares en los cuales las personas beben de pie, como si vivieran rápido pero la película pareciese estar detenida. Una ciudad donde la casa de gobierno es rosa, las personas mayores comparten con sus amistades por fuera de la reclusión doméstica que caracteriza a ciudades de países cercanos y los trámites aún no se han digitalizado. Esto enseña a cuidar los papelitos y cultivar la paciencia. Algo sucede allí con el tiempo. Algo sucede allí con el papel.
Parto: primera persona / presente del verbo partir / presente del viaje
Verbo decidido, enérgico en dignidades y valentías.
Es nacimiento, expulsión al mundo.
Parto la fruta en dos, con los dedos parto la carne
y parto a un viaje muy dentro de la memoria
Expulsión del feto maduro
Partir es siempre partirse en dos dice Cristina Peri Rossi
y don Nica que la partida tenía que ser triste
como toda partida verdadera
Puerto Montt: Ciudad del sur de Chile que podría ser muy hermosa si no fuese porque la Constitución del 80 flexibilizó el cumplimiento del plan regulador para que los ecocidas se llenen de plata con ghettos verticales, paguen compensaciones con monocultivos e inviertan millones de pesos en piletas imaginarias.
Ciudad que podría ser muy hermosa, si estuviese fuera de Chile, porque en Chile si tienes dinero puedes hacer lo que quieras y en Puerto Montt alguien desató sus ganas de destruir todo.
En Puerto Montt llueve todo el año y construyeron paraderos sin techo.
Amor: sinónimo de propósito
orientación brújula un puerto
la casa, el rinconcito de uno, el recuerdo
del olor de la infancia, el pecho de la madre
Odio no es su antónimo. Rojo no es su único color.
Se lee Roma al revés y Roma ardió
El amor fuego, sí, fuego es
pero también es agua y calma
el dolor de los tuyos calma
el amor una brújula
una intuición
ronroneo
Constitución: casi
qué tristeza
inserte meme: a mí lo que me da más pena
es que mi abuelito pensó que…
Rechazo: Palabra bajo la cual un grupo amplio de la población se reconoció en la ascendencia colonial el año 2022. Dicen que dicho grupo aboga por el retorno al Reyno de Chile. Nunca salimos del horroroso Chile dijeron por ahí. Nunca salimos de nada.
Rechazo se escribe con las mismas letras que choreza
pero en nada se asemejan