A la de Muzo, aquella
mariposa
colombiana,
hoguera azul, que al aire
agregó metal vivo
y a la otra
de las lejanas islas,
Morpho,Monarca, Luna,
plateadas como peces,
dobles como tijeras,
alas abrasadoras,
presencias amarillas,
azufradas en las minas del cielo,
eléctricas, efímeras
que el viento lleva en lo alto de la frente
y deja como lluvias o pañuelos
caer entre las flores!
Oh celestes
espolvoreadas con humo de oro,
de pronto
elevan
un ojo de diamante negro
sobre la luz del ala
a una calvera anunciatoria
de la fugacidad, de las tinieblas.
Aquella
que recuerdo
llega de las más lejanas zonas,
formada por la espuma,
nacida
en la claridad de la esmeralda,
lanzada al corto cielo
de la rápida aurora
y en ella
tú, mariposa, fuiste
centro
vivo,
volante agua marina,
monja verde.
Pero un día
sobre el camino
volaba otro camino.
Eran las mariposas de la pampa.
Galopábamos desde
Venado Tuerto
hacia las alturas
de la caliente Córdoba.
Y contra los caballos
galopaban
las mariposas,
millones de alas blancas y amarillas,
oscurciendo el aire, palpitando
como una red que nos amenazaba.
Era espesa
la pared
temblorosa
de polen y papel, de estambre y luna,
de alas y alas y alas,
y contra
la voladora masa
apenas avanzaban
nuestras cabalgaduras.
Quemaba el día con un rayo rojo
apuntado al camino
y contra el río aéreo,
contra la inundación
de mariposas
cruzábamos las pampas argentinas.
Ya habían devorado
la alfalfa de las vacas,
y a lo largo del ancho territorio
eran sólo esqueleto
las verdes plantaciones:
hambre para el vacuno
iba en el río de las mariposas.
Fumígalas, incéndialas!
dije al paisano Aráoz,
barre el cielo
con una escoba grande,
reunamos
siete millones de alas,
incendiemos
el cauce de malignas
mariposas,
carbonízalas, dije,
que la pompa del aire
ceniza de oro sea,
que vuelvan, humo al cielo,
y gusano a la tierra.
Mariposa, serás,
tembloroso
milagro de las flores,
pero
hasta aquí llegaste:
no atacarás al hombre y a su herencia,
al campesino y a sus animales,
no te conviene
ese papel de tigre
y así como celebro
tu radiante
hermosura,
contra
la multiplicación devoradora
yo llevaré el incendio, sin tristeza,
yo llevaré la chispa del castigo
a la montaña de las mariposas.
Oda a la Mariposa de Pablo Neruda