Diciembre 22, 2024

La caída de Ícaro

 

Ten cuidado con el sol aquella estrella que nos enceguece y que puede derretir tus alas.

Dédalo

 

Por Manuel Marchant R., Arquitecto – Artista Visual

 

 

Unidos en la Gloria y en la Muerte
Rebeca Matte
Frontis Museo Nacional de Bellas Artes

 

Camaradas:

Nuevamente les escribo desde la clandestinidad, pero esta vez desde una clandestinidad más sutil y a la vez más severa y profunda y es aquella en la que te sumerges cuando el cuerpo y el alma, como el nido y un ave flamígera, comienzan a separarse. Encandilada por su origen solar el alma emprende el vuelo y cual Ícaro buscando la libertad y fascinada en su propio vuelo, cae calcinada nuevamente sobre la tierra, pero ahí ya es ceniza, ceniza incorpórea,  incapaz de nutrir el cuerpo, abatida en su fracaso se disuelve en medio de la nada y se extiende ahora inexistente sin huellas, sin registro ni memoria.

¿En realidad alguna vez estas dos entidades han estado juntas?

¿Cuál es el sentido de la existencia en una ciudad y en una organización humana como la nuestra, donde las entidades corporales deambulan en ciertos destierros cotidianos, en un desierto infinito de hambre que el alimento del mundo no es capaz de saciar? y donde la soledad y el amor se corroen y oxidan llegando en algunos casos a constituirse en magníficos cuerpos erguidos e inspirados como Colosos ante la ciudad de Rodas o como magníficos corceles atropellándose por entrar a la misteriosa y deseada Troya.

Pero volviendo a la pregunta inicial ¿son dos entidades o es más bien solo una entidad y la otra es conciencia desconocida inabarcable y póstuma?

Esta clandestinidad es más sutil que el aire, pues aún el aire es también una entidad, a veces nacarada, a veces de un profundo añil, no es posible para este cuerpo sutil fijar su color o naturaleza, no es posible decir si avanza o se detiene…quizás uno podría mediante sofisticados argumentos geométricos, posteriormente decir… ¡Sí! efectivamente aquí estuvo, aquí se manifestó con una extraña y misteriosa existencia, peso, sombra, color, es decir todos aquellos atributos a los que en su infinita diversidad rendimos culto y decimos alegre e ingenuamente…esta es la gloria y la maravillosa diversidad de lo existente.

Pero les pregunto y por favor créanme, de verdad les pregunto ¿era necesario desatar el árbol y concluir después de una meditada distracción y una extenuante jornada que, al ser liberado de su ramaje, el árbol magnífico se erguiría ya no como una entidad sino como conciencia plena, libre y misteriosa?

Es temprano aún, es la hora en que el alba se transforma en una ilusión no visible, en una sospecha fugaz de un nuevo día.  Es la hora en que las obreras se levantan para acudir al trabajo, luego de despertar a sus hijos, abordan la madrugada incierta y las fauces cotidianas las devoran, es la hora en que los albañiles toman su primer tazón caliente del día y luego imprimen la fuerza de su sello en una arquitectura lejana, que ni siquiera en sueños les pertenece.

Es la hora en que los verdugos buscan inútilmente su rostro en el espejo y aún más allá de la imagen ausente, sueñan con poseer un rostro que los albergue y los consuele.

Luego… todo será anónimo, cotidiano, matérico y el ruido de la magnífica ciudad, borrará toda huella de rencor y el día luminoso nos prometerá nuevamente un mañana inexistente.

Santiago, 06 de septiembre del 2022

 

 

La caída de Ícaro
Manuel Marchant R.
Arquitecto – Artista Visual

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