Por Ernesto González Barnert
Yanina, nació en Córdoba, Argentina en 1983. Es Licenciada en Psicología y Magíster en Salud Pública. Escribe poesía y narrativa. Realiza traducciones de poesía en lengua inglesa, publicadas periódicamente en revistas digitales. Coordinó el grupo Las Puntas del Clavo, organizando presentaciones de textos literarios con formato escénico. Ha publicado los poemarios La noche en los perros (Expreso Nova Ediciones, 2013), La boca y su testigo (Primer premio categoría poesía 7mo Concurso de Cuento y Poesía Adolfo Bioy Casares; Tinta libre, 2014), Piedras, papeles, tijeras (Ediciones en danza, 2016), Bajo poncho (Al filo Ediciones, 2019), Cielo sobre el charco (Salta el pez Ediciones, 2019), Paragüería y otros poemas (infantil, Garza de Papel Ediciones, 2021), Sol por un rato (Mención honorífica Convocatoria 2020, Nueva York Poetry Press, 2021; Abisinia Editorial, 2022) y Nombradero (Ediciones Vórtice, Chile, 2022). En narrativa, ha editado el libro de cuentos Rancho aparte (Salta el pez Ediciones, 2022). Leer su libro Sol por un rato es dejarse desbordar por las grietas personales de una historia de amor —contada en prosa poética—, por donde entra la luz por un rato de la pasión desbocada, el dolor y la ausencia, el testimonio y la resiliencia sobre lo vivido, como ángeles ciegos aturdidos por la gracia. Ella dice en una entrevista a propósito de este libro: «Me gusta pensar que tiene algo semejante a adentrarse en una fronda, donde el deseo recurre a las imágenes, las escenas, esas construcciones que puede el lenguaje, para rodear como una atmósfera profusa lo que es en verdad indecible: qué puede y qué no puede una pasión».
–¿Cómo fue el trabajo compositivo de tu libro Sol por un rato, que resultó con una Mención de Honor en el primer Concurso Internacional de Poesía Nueva York Poetry y ya va en una segunda edición en Argentina?
—Como la mayoría de mis poemarios, se desprende o brota de una obsesión que empieza a desenrollarse largamente y me lleva a escribir con insistencia en torno al mismo tema hasta que se extingue. Es entonces que queda en reposo, por meses. Allí será cuando lo lea y defina qué poemas se conservan y cuáles solo fueron un momento del desborde de lenguaje necesario para explorar el tópico. Esa escritura incluyó también recuperación de poemas antiguos en torno al erotismo, que serían reescritos según la marca de Sol por un rato: versos en prosa, cierto barroquismo ensañado con lo vegetal y lo animal, la recurrencia sobre ciertas palabras, la exclusión voluntaria de la descripción del acto amatorio. En este caso, el encuentro de los cuerpos es entendido como estado de excepción, breve fiesta, detenimiento transitorio del mundo ante lo que deslumbra y lo que crea presencia. Al modo del verso de Raúl Gustavo Aguirre, “la única oportunidad: entenderse contigo mientras la nada se amontona”.
–¿Recuerdas el momento en que descubriste que querías ser poeta, que esto sería esencial en tu vida? Tú que desde chica tuviste siempre muchos libros en la mesa de luz. Lees sentada, parada y acostada. Las palabras están entre las cosas que más te gustan y por eso escribes unos artefactos que se llaman poemas. Algunos de ellos están adentro de libros y hacen barullo ahí.
—Me encanta que hayas citado la pequeña presentación a modo de recorte biográfico que se encuentra en mi poemario infantil Paragüería y otros poemas, ilustrado bellamente por María Chevalier. Justamente, el exceso de lenguaje que me deja la lectura abundante ha redundado en la escritura. No quise ser poeta, se impuso la poesía ya a mis 8 años cuando atiborrada de largas horas de lectura diaria necesité obrar sobre las palabras. Que haya publicado varios poemarios solo responde a la intención de darle lugar en el mundo (esto es, los otros) a una pasión que se sostiene por sí sola, en el acto mismo de escribir. Dice Giorgio Agamben: “quien actúa y produce también debe salvar y redimir su creación”. Asocia la creación a lo angélico y la salvación a la redención que ocupa a la criatura. Cabe también convocar aquí a William Butler Yeats: “la responsabilidad empieza en los sueños”.
–Cómo definirías tu arte poética, desde La noche en los perros, La boca y su testigo hasta Nombradero, recientemente publicado en Chile por Ediciones Vórtice?
—La escritura siempre surge en mí desde la inquietud. Nunca escribo si no está presente como urgencia. Adviene entonces un hallazgo, más o menos virtuoso, más o menos fallido. Una profundidad de otro modo desconocida. Diría que todos mis libros insisten, desde perspectivas y formas muy variadas, sobre el cuerpo.
Añado un poema de Nombradero, que viene al caso.
LA MUSA
I
Tendrás que esperar por una belleza
cuya manufactura no te ha sido concedida
Llegará con estrépito
como toda revelación.
II
Tendrás que agazaparte
humilde contra el silencio
revolcarte sobre una presa de la muerte
como los perros.
III
Te cambiará el olor
de la bienaventuranza celestial al amor terreno
hacia una criatura del deseo
esa sustancia desconocida por tu hambre.
IV
Tendrás que rugir cada hora esperando
la voz de un dios que huye de tu carne
Llegará para enceguecerte
como todo relámpago.
V
Solo entonces caerás arrodillado
sobre la mandíbula feroz de tu sombra
Por la belleza nacida en otro
como el polvo en brazos de la luz
sabrás de un dios
que nunca admitirá tu beso.
-¿A tu juicio, cuál es la diferencia entre escribir poesía y narrativa?
En la narrativa impera el deslizamiento y en la poesía, la condensación.
–Quisiera ahora llevarte a 10 libros que amas y fueron significativos en tu educación sentimental como escritora, que siempre tendrías en tu mesa de velador.
-Las ciudades invisibles de Italo Calvino.
-Fuegos de Marguerite Yourcenar.
-El cansancio de los materiales de Leonor García Hernando.
-Asteroides de Raúl Gustavo Aguirre.
-El paraíso desenterrado de Juan José Ceselli.
-Clínica del abandono de Alda Merini.
-Todos los cuentos de Armonía Somers.
-Con esta boca, en este mundo de Olga Orozco.
-La casa muerta de Yannis Ritsos.
-El país del humo de Sara Gallardo.
–¿Cuáles son a tu juicio los 5 libros que todo escritor que quiera adentrarse en la poesía argentina debe comenzar leyendo?
-El Himalaya o la moral de los pájaros de Miguel Ángel Bustos.
-Con esta boca, en este mundo de Olga Orozco.
-El cansancio de los materiales de Leonor García Hernando.
-Amantes antípodas de Enrique Molina.
-Hablar mestizo en lírica indecisa de Luis O. Tedesco.
–¿Un poema que siempre va contigo como una especie de mantra o luciérnaga que ilumina tu noche?
«Los desgraciados» de César Vallejo, «La lucha» de Armando Tejada Gómez, «Un sol» de Alfonsina Storni.
–¿Qué poema tuyo leerías hoy y deseas compartir con nosotros?
—Un poema de Sol por un rato.
ME LLEVABAS A GOLPEARME EN LA ORILLA. Dormías cuando llegué por tu cuerpo, llegué a tomarte sin pedirte. Dormías y había mucho que exigía derroche, desobedecía el cuidado, imponía hacer arte hasta rompernos.
Me llevabas con el olor, con la marca sutil de las vibraciones ante el asalto de las manos y la lengua. Me llevabas sin saberlo. Girabas en la cama, como en huida. Te perseguía como en una danza, como en un vuelo.
Ardí de vos, sabiéndome intrusa en el reino de la otra ley. Sabiendo que hacía en lugares desconocidos. Te probé como se prueba el aire espeso, despoblada en tu extrañamiento. Me probaste entre los charcos del sueño. Me oliste y olvidaste el castigo que merecía. Te hice lo que no queda en el recuerdo. Marcado, envuelto en mí, mojado por el sueño que hice de tu sueño. Allí como un eco, aquí como un relámpago, me llevabas a golpearme en la orillA.
–¿De qué manera Pablo Neruda dialoga con tu obra?
—Ay, ¿Neruda dialogaría con mi poesía? En la postura de que todo es material poético, los ideales, el amor, el tomate. En el atravesamiento de los elementos naturales con la trascendencia. Creo, como Neruda, que cuando escribimos estamos jugando. Por otra parte, el primer poema que me supe de memoria, y es algo que suelo hacer, aprender de memoria los poemas que quisiera apropiarme, fue uno de los suyos.
–¿Qué consideras primordial para alguien que comienza a cultivar la escritura y quiere dedicarse al oficio de la poesía. Y de qué manera esa dedicación confluye con tu expertiz en psicología y un magíster de salud?
—Leer, leer y leer. No hay mejor orientación, ni mejor ruta. Respecto de mi formación académica, no diría que ha influido en mi poesía, quizás sí en la sensibilidad, en las experiencias que definen a las voces que hablan en mí, en una cosmogonía donde la palabra obra el daño y la cura.
–¿Cómo ves el panorama actual de la poesía argentina?
—Promisorio. Hay muchos y muchas poetas produciendo obras de calidad. Luis O. Tedesco, Dolores Etchecopar, Susana Villalba, María Malusardi, por nombrar algunos.
–¿En qué estás trabajando hoy?
—Estoy haciendo acopio, como dice el dramaturgo Mauricio Kartun, para lo que imagino como un poemario sobre seres imaginarios de esta parte del continente.
–¿Qué olor te encanta?
—El olor a pasto recién mojado.
–¿Qué canción te sube el ánimo?
—Polo Margariteño, una canción folklórica venezolana.
–¿Un libro que nunca pudiste terminar de leer?
—El Ulises de Joyce. Picoteo, voy y vengo, abro al azar y leo un fragmento. Cierro el libro hasta la próxima.
–¿Una película que te fascina?
—Anticristo de Lars von Trier.
–¿Cuál es el peor error que puede cometer una poeta?
—Escribir más de lo que lee.
–Por último, nos compartirías una traducción de algún poema hecho por ti que te guste estos días?
Sobre la empatía – Bettina Judd
suena como un pájaro rompiéndose los huesos pequeños contra el vidrio. el menor de ellos, un gorrión, por supuesto. estás a punto de servir la comida y ésta es la escena. culpa al pájaro, las ventanas inoportunas, trata de no pensar en el inconveniente de la sangre que salpica de violeta el anochecer. ¿cómo puedes comer después de esto? no pienses a quién culpar cuando el menor de nosotros interrumpe tu próximo momento. un panel que se abre sobre otro. el menor de nosotros estropea tu cena.
~
su olor será humo y peste. rezongarás durante días, la injusticia de salpicar tu ventana. pájaro tonto. civilización. casa con vistas. maldito comedero para pájaros. te tomará una semana, mientras la carne empieza a pudrirse bajo las plumas menguantes, mientras la sangre se congela y se atasca, hasta que te des cuenta de que nadie está viniendo a llevarse el cuerpo. es tu pájaro muerto. es tu vidrio. tienes opciones, piensas. alquilar. mudarse. dejarlo para los pájaros negros más grandes.
~
sentirás la podredumbre justo sobre la punta de tu lengua. tanto que te revisas para asegurarte de que no eres tú. el pájaro merece algo. vas al armario, eliges una caja de zapatos. ¿de descuento? ¿de diseñador? empiezas a pensar cómo se llegó a esto: ponderar tu mortalidad a través de un pájaro. un pájaro muerto. no importa. no te parece un problema evitar chocarte contra las ventanas.
~
es una monstruosidad y empezamos a amontonarnos como nubes extensas en tu patio. te maravillas de nosotros, hermosos, recogiendo y soltando nuestros cuerpos oscuros desde el cielo blanco hasta tu gramilla. y después llega. más huesos y sangre. uno por uno chocando contra el panel cerrado. pájaros inconscientes. plumas marrones y grises. parásitos asquerosos. el otro. comedero de mierda. parecemos miles de millones levantando vuelo y luego destrozos.
~
podrías encontrar una humildad delicada en el arte de limpiar vidrios. es tu trabajo, sostener astillas pequeñas de carne desgarrada. las puntas de tus dedos cantan. pedazos, carnicería, es demasiado. tienes cuidado de levantar todo lo que puedes ver. llamas a un vidriero. tienes cuidado de levantar todo lo que puedes ver. tiras todo en grandes bolsas de basura brillantes. tienes cuidado de levantar todo lo que puedes ver. consideras colocar puertas francesas. tienes cuidado de levantar todo lo que puedes ver y encuentras más con cada viaje que haces descalzo a través de tu casa bañada en sangre.